Todas las mentiras que nos contaron acerca de la inflacion

Leonardo Martínez Verdier


Las causas reales que los gurúes del establishment callan

NO ES IGUAL VALOR Y PRECIO

Buenos Aires - El trabajo da valor a lo que produce y la inflación la producen los que ponen precio al producto hecho por los trabajadores

Las teorías económicas ortodoxas niegan el ejercicio de los derechos sociales consagrados por la Constitución de la Nación Argentina de 1949 y por el artículo 14 bis de la reforma de 1957.

Las respuestas sencillas a preguntas complejas, suelen ser falaces pero útiles para ser difundidas como verdaderas.

Así, en las relaciones laborales, durante las recientes décadas de expansión del “capitalismo salvaje”, se ha difundido a través de economistas neoliberales, que los salarios solamente podrían ser incrementados en la misma proporción en que los trabajadores incrementaran su productividad, pues –argumentan- de no darse esa coincidencia, los incrementos salariales serían inflacionarios. 

La producción fue en la historia argentina anterior a 1976, la razón de ser de las empresas y su mejor calidad y mayor cantidad eran de mutuo interés de los trabajadores y sus empleadores. Pues a partir de las necesidades de producción se determinaban y pautaban las relaciones laborales.

La productividad, por su parte, era objeto de análisis de los especialistas en costos pero no interfería en las relaciones laborales. Pues la baja de costo de los productos respecto a los salarios  tenía un límite, que era la calidad de consumidor del asalariado.

La Convención Constituyente de 1957 redactó  el artículo 14 bis para ser incorporado al viejo texto constitucional de 1853-60.

De esta manera, se lo modernizaba, agregándole, una creación de la Constitución Nacional Argentina de 1949, que había desarrollado  el nuevo concepto –sin precedentes en el mundo- de los derechos sociales.

Así, pese a que en el artículo 14 bis, este concepto fue resumido  en. una enumeración más propia de un índice que de un cuerpo normativo, los derechos sociales fueron consagrados nuevamente en nuestra Ley Fundamental.

Consagrar nuevamente los derechos sociales con rango constitucional en el artículo 14 bis no resolvía la aberración jurídica de haber derogado la Constitución de 1949 por un bando en 1955.

Pero rescataba su espíritu.

El incremento de la productividad del trabajo sin límite es incompatible con los derechos sociales, pues desorganiza la comunidad.

Sin una comunidad organizada la convivencia en armonía y solidaridad se torna imposible, haciéndose proclive al atraso económico y social que se pondrá de manifiesto en conductas violentas generalizadas.

Por ello, el artículo 14 bis establece el derecho de los trabajadores a participar en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección.

Las condiciones de trabajo y los salarios nunca deberían caer bajo el límite que establecen los derechos sociales, con el argumento de incrementar la productividad.

Los parámetros productivos deben enmarcarse en condiciones de trabajo y salariales que posibiliten vivir dignamente a los trabajadores y sus familias.

Puede afirmarse, que la economía o las explicaciones que desde ella se dan de los acontecimientos y de cómo obrar ante ellos, constituye una manera de presentar las cosmovisiones políticas e ideológicas.

Por ello, ha sido posible la instalación en la conciencia popular de algunas conclusiones del pensamiento ortodoxo liberal o del neoliberalismo que van en contra de los intereses de la Nación.

Una de estas cosmovisiones afirma que  los incrementos salariales que no se correspondan  con un incremento de la productividad son inflacionarios. Esto no es cierto.

En realidad la inflación es causa de la solicitud de incrementos salariales, porque la inflación se ha producido antes, lo que pone en evidencia que su origen se debe a  otros motivos.

¿Qué es inflación?

El concepto base de inflación implica que el aumento de los precios de las cosas no significa que éstas valgan más sino que el dinero con el que se pagan vale menos.

En otras palabras es inflar los precios disminuyendo el valor del dinero.

La inflación es definida como una suba generalizada del nivel de precios. En esto no hay controversia.

La discusión se plantea respecto a las causas, que conforme sean determinadas, serán las recomendaciones de política económica a seguir.

La cuestión de la causa u origen de la inflación no se presenta como  un debate, sino como  teorías que a primera vista parecen razonables y de tan fácil comprensión que parecieran ser irrebatibles.

El problema es que esas teorías han sido creadas por el pensamiento ortodoxo de la economía, con la finalidad de ocultar la causa verdadera y al mismo tiempo justificar la toma de decisiones de política económica que perjudican a la inmensa mayoría del pueblo.

Inflación: Teorías ortodoxa y neoliberal. Causas y remedios.

Una de estas explicaciones simples dice que la inflación se produce por exceso de  emisión monetaria. Que el Estado emite moneda para financiar su gasto y que como gasta demasiado, emite demasiado.

Con este diagnóstico los economistas neoliberales recomiendan achicar el gasto público y proceder a “ajustar”.

Por lo que proponen reducir el gasto social.

Otra explicación de la inflación, que a pesar de provenir de una diferente corriente de pensamiento, se acopla al discurso de la economía ortodoxa es la conocida como “inflación de oferta”, según la cual los precios aumentan porque algunos costos estarían subiendo demasiado.

Más precisamente, dicen que el insumo que haría subir los precios y por lo tanto generando inflación, es el costo salarial.

De acuerdo a esta teoría, la culpa de la inflación la tendrían los trabajadores por ganar demasiado.

Otra teoría, denominada “inflación de demanda”,   dice que los precios subirían porque la economía está creciendo muy rápido, produciendo mayor demanda de bienes y servicios de los que se pueden ofertar, por falta de capacidad de producción.

La recomendación de los economistas neoliberales y de los organismos financieros internacionales es que para no generar inflación hay que detener el crecimiento, que se debe “enfriar” la economía para crecer menos.

Para crecer menos habrá que producir menos, contratando menos trabajadores, pagando salarios más bajos y cerrando fábricas.

Las teorías expuestas precedentemente -exceso de emisión dineraria, inflación de oferta, inflación de demanda-, concuerdan en que los remedios propuestos para disminuir la inflación se contraponen al desarrollo nacional y a la distribución del ingreso con justicia social.             

De esta manera los trabajadores sufren un perjuicio por partida doble.

Por un lado la suba generalizada de precios los perjudica en su bolsillo, y ocasiona un descenso en su nivel de vida.

Por el otro cuando se disponen las medidas ortodoxas mencionadas en párrafos anteriores para combatir la inflación se los perjudica otra vez.

Con estos diagnósticos, los economistas neoliberales recomiendan achicar el gasto público y proceder a “ajustar”.

Concretamente proponen reducir el gasto social, los salarios y el crecimiento, contratar menos trabajadores, pagar salarios más bajos y cerrar fábricas. 

Estas teorías acerca de la inflación, han sido elaboradas para justificar acciones perjudiciales para el pueblo.

Tampoco soluciona el problema de la inflación disponer medidas que ya han demostrado ser inútiles, como el acuerdo de precios que nadie respeta ni controla o la elaboración de índices de precios que no reflejan los incrementos reales.

Inflación; Teoría heterodoxa, Causas y remedios.

Los formadores de precios.

En nuestro país existe una estructura productiva constituida por oligopolios.

En los principales sectores de la economía la producción es controlada por entre una y tres firmas, hecho que les otorga un poder muy alto para la fijación de precios.

Ese poder de las grandes corporaciones, es normalmente mayor a la hora de definir precios y márgenes de ganancia, que el que pudieran tener otros factores coadyuvantes en la suba generalizada de precios, tales como ser cuellos de botella en la oferta, un transitorio exceso de demanda o algún problema monetario.

Esto significa que el “libre juego de la oferta y la demanda” pregonado por los cultores del “laissez faire”, no funciona cuando deben ser definidos la mayoría de los precios estratégicos de la economía de nuestro país.

Además, en las últimas décadas gran parte de la venta al por menor se realiza  a través de cadenas de super e hipermercados, por lo que el oligopolio se extiende al comercio minorista.

Una lucha genuina contra la suba generalizada de precios  debería hacerse en beneficio del pueblo: los precios deberían retrotraerse a los valores previos a la suba generalizada, sin que disminuya el gasto social, ni los salarios y sin detener el ritmo de crecimiento de la economía, ni el desarrollo del país.

La medida adecuada por parte del Gobierno Nacional, consistiría en el control de los márgenes de ganancia de los formadores de precios, márgenes que no deberían exceder los parámetros normales. Pues exceder esos parámetros constituye la auténtica causa de la inflación.   

Para hacer posible ese control, que asegure márgenes de ganancia en el marco de los parámetros normales, los trabajadores deberían participar en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección, haciendo operativo el artículo 14 bis de Constitución Nacional.

Esta participación les permitiría intervenir activamente para que los márgenes de ganancia sean determinados dentro de un marco de parámetros normales, como asimismo, para impedir su exceso si esta fuera una pretensión empresaria.

Pero existen otras causas que generan inflación.

El valor de la tasa de interés determina la inflación

Walter Beveraggi Allende  ex Director del Banco Central de la República Argentina y profesor de Economía en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, en su libro “Teoría Cualitativa de la Moneda” pone en evidencia que durante los 50 años en que no hubo inflación en la Argentina, la tasa de interés nunca superó el 3% anual.

Las medidas monetaristas pueden producir inflación    

Cuando se decide que haya menos cantidad de dinero circulante, emitiendo menos o retirándolo de la plaza, las tasas de interés suben porque el dinero es escaso.

Hace algunos años Walter Moore dijo que en nuestro país se emitía un importe equivalente al 16,3% de su Producto Bruto Interno (PBI) y en su opinión  esa emisión constituía un 70% menos de la cantidad el dinero que se necesitaba para que la economía funcionara adecuadamente.

Dijo Moore que en los países industrializados la tasa de interés oscilaba entre el 1% y el 4,25% anual. Y que asimismo, la emisión de dinero en esos países oscilaba entre el 70% y el 115% de su Producto Bruto Interno (PBI).

Si en la República Argentina se realizara una emisión monetaria por un importe equivalente al 70% de nuestro PBI para complementar el dinero que existía en circulación en ese momento, sus efectos serían; aumentar enormemente el circulante bajando de inmediato los intereses y la inflación, produciendo una bonanza económica generalizada.

Las políticas monetarias pueden producir inflación con emisión y sin ella. Pero la emisión por sí misma no causa inflación.

El dinero emitido produce inflación cuando se destina a actividades que no generan riqueza. Y cuando no se emite dinero para que el circulante sea escaso, suben las tasas de interés y estas altas tasas generan inflación.

Serían ejemplos de actividades que no generan riqueza:

-La especulación financiera.

-El gasto burocrático improductivo, como subsidiar lo que no funciona en lugar de    invertir para solucionar el problema.

-El dinero que se retira de la circulación comprando moneda extranjera.

El aumento de los salarios genera riqueza

El dinero emitido será útil a la reactivación de la economía si se destina a pagar masivamente sueldos más altos que aumentarán el consumo interno y hará posible que el circuito productivo recaude lo suficiente como para mejorar la productividad. 

En las negociaciones paritarias actuales, otra vez se agita el sonsonete de la prudencia, que consistiría en cerrar  las negociaciones, sin una recomposición salarial que incremente el poder adquisitivo de los trabajadores, en pos de un objetivo imposible de alcanzar de esa manera, que sería el de bajar la tasa de inflación.

En este sentido arroja luz, el Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino (CENDA) en el trabajo publicado recientemente sobre las causas de la inflación en nuestro país de 2007 a 2011, atento a que  en ese período de intenso crecimiento que expandió la economía a tasas cercanas al nueve por ciento anual, simultáneamente comenzó a registrarse una marcada aceleración de los precios.

Los fantasmas ortodoxos y neoliberales

Este hecho produjo la reaparición de los “muertos-vivos” que representan al pensamiento ortodoxo, para reiterar su decálogo de políticas antiinflacionarias, a pesar de su último fracaso durante la década del 90.

Para ellos la inflación obedece a tres determinantes; la exagerada emisión monetaria, el descontrolado crecimiento de la demanda agregada y los desmedidos aumentos salariales.

Al considerarlas como ciertas, reclaman menor emisión, menor crédito, mayor tasa de interés, menor crecimiento con menor gasto público. Y sobre todo reclaman al Estado que, de esas -según ellos- tres causas de inflación, controle la  que más les molesta:  los aumentos de salarios.

De esta manera bajo la forma de combate contra la inflación proponen que el Estado disminuya su intervención en la economía y los trabajadores reduzcan su participación en el Producto.

La heterodoxia adecua su teoría a la realidad.

El CENDA manifiesta que desde su perspectiva,  la aceleración de la inflación que ha comenzado a manifestarse en el año 2007 y persiste hasta hoy, no tiene como causa ninguna de las tres determinantes que le atribuye el pensamiento ortodoxo, tampoco los incrementos de jubilaciones, ni las políticas sociales, ni mucho menos la incertidumbre respecto a las estadísticas públicas.

El CENDA concluye  que,  aunque  se encuentre  ausente en los diagnósticos ortodoxos, el principal impulso inflacionario que hoy afecta a la economía argentina es de carácter importado.

Porque la inflación en este período, obedece a un régimen de dólar caro en una economía abierta y en expansión con un escenario internacional en el que aumentan los precios de los productos primarios, que al ser bienes transables, ocupan un lugar preponderante en la canasta de consumo de la clase trabajadora.

El mito de la suba de los costos laborales.

Entre diciembre de 2001 y julio de 2010 las empresas aumentaron su productividad y los precios de sus bienes y servicios.

Pero en el mismo período, en términos relativos los salarios disminuyeron, porque la participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas disminuyó.

Todos los meses los diarios anuncian la magnitud de los aumentos salariales, pero nunca anuncian su contrapartida, que es la evolución de la rentabilidad empresaria.

Los incrementos salariales se publicitan detalladamente y se les adjudica  la inflación, déficit público, falta de competitividad y desempleo.

Esta práctica, abona a un modelo social promovido desde 1976 por el ministro de economía de entonces y sus “chicago boys” y que continuó desarrollándose en las gestiones gubernamentales desde 1984 hasta la explosión social que ese modelo produjo en el año 2001.

Roberto Navarro ha publicado un artículo el 11 de octubre de 2010 en el que menciona un Informe del Ministerio de Trabajo de la Nación, según el cual, si bien los salarios se incrementaron en los últimos años como resultado de las negociaciones colectivas,  cuando se mide la evolución de los costos laborales tomando en cuenta el aumento de la productividad de las empresas y las subas de precios de los bienes y servicios que comercializan, la caída promedio real unitaria en pesos desde la salida de la convertibilidad  es del 18,5 por ciento.

Además, para medir la incidencia del salario en la competitividad internacional, el cálculo se realiza tomando en cuenta el tipo de cambio multilateral, es decir, el peso comparado con una canasta de monedas de los principales países con los que Argentina tiene relaciones comerciales, la caída de los costos laborales promedio de la economía es del 53 por ciento.

Estos datos ponen en evidencia que, esos incrementos salariales no fueron suficientes para mantener la distribución de ingresos entre empresarios y trabajadores  a pesar de haber mejorado los trabajadores su poder adquisitivo con respecto al final de la convertibilidad con los aumentos de sueldo otorgados desde el año 2003 al 2010.

Porque teniendo en cuenta el fuerte aumento de la productividad de las empresas y de los precios de bienes y servicios, la participación de los trabajadores en las ganancias de las compañías cayó.

Este resultado negativo de la negociaciones paritarias, ocurre  porque no existe un “Modelo social de acumulación”, en el que las ganancias deberían ser distribuidas entre todos los que contribuyeron a generarlas, incluyendo así a los trabajadores vía mejores salarios, como también mediante la participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas, con control de producción y colaboración en la dirección, tal como lo que establece el artículo 14 bis de nuestra Constitución Nacional.

Agrega Navarro que: “La competitividad de una empresa, más allá del contexto macroeconómico, depende de varios factores: trabajo, capital, insumos y productividad entre otros. En Argentina, en general, las empresas suelen preocuparse más por disminuir los costos laborales, que por mejorar el resto de los ítems en cuestión.”

Para cimentar estos conceptos, cita al economista Benjamín Coriat, quien en su libro “Los desafíos de la competitividad” manifiesta que “la baja de los costos dentro de una empresa es fundamental, pero buscar la competitividad reduciendo los costos salariales es un peligro que debe ser evitado”

Reducir salarios pone en peligro  la sustentabilidad del desarrollo económico,   porque la caída de la participación de los trabajadores en los ingresos de las empresas disminuye el consumo interno.

Paritarias: Herramienta argentina para enfrentar la crisis internacional en el marco de políticas económicas heterodoxas de estímulo a la actividad.  

Durante el segundo semestre del año 2011, en Grecia crecieron las protestas por el recorte del gasto, las privatizaciones y los despidos masivos.

También se registraron incidentes en Bélgica y Francia. Y los “indignados” realizan manifestaciones de protesta en España,  Italia,  Alemania,  el Reino Unido de Gran Bretaña,  la ciudad de Nueva York  frente a Wall Street y en cientos de ciudades de los Estados Unidos de América contra los planes de ajuste que están imponiendo a sus pueblos los economistas ortodoxos.

Reconocer al salario como uno de los grandes activadores del mercado interno y al mercado interno como una valla de contención a los efectos negativos que derivarían de la crisis internacional, es una convocatoria a los dirigentes gremiales que deban desempeñarse como  paritarios en las próximas negociaciones de convenios colectivos de trabajo, pues además de procurar el incremento de la distribución de ingresos entre empresarios y trabajadores para alcanzar el 50 por ciento para cada una de las partes,  deberán agregar a esa finalidad una nueva en procura de obtener los más altos niveles salariales para sus representados.

Esa nueva causa para su lucha, sería la contribución sindical para que nuestro país pueda enfrentar la crisis internacional sin costos importantes, dado que al ser el salario uno de los grandes activadores del mercado interno, permitiría enfrentar los efectos de esta crisis en nuestro país con políticas económicas de estímulo a la actividad, que afianzarían el mercado interno como una de las fortalezas que tiene la Argentina para resistir.