Repsol y las razones hispano-gringas

Jaime Ortega
Iniciativacomunista.org

De cómo el contribuyente español financia a los accionistas de BlackRock, Chevron o Exxon Mobil



De cómo el Estado español hace de agente de empresas de capital norteamericano pero de bandera española, o dicho de otra manera, de cómo el contribuyente español financia a los accionistas de BlackRock, Chevron o Exxon Mobil. Planteamos la tesis que EEUU y su capital transnacional utiliza personas jurídicas españolas para su penetración en Latinoamérica.
En estas semanas, el proceso de nacionalización de la empresa petrolífera YPF por parte del Estado nacional argentino ha sido el motor de una polémica tanto en España como en el país austral, donde en general y de cara a la opinión pública, se ha hecho hincapié en datos energéticos y de gestión económica, pero quizá de manera interesada por parte del sector más afectado por esta expropiación, se evita desvelar algunas incógnitas. Parece claro que Repsol es una gran empresa privada que no tiene nada que ver con el Estado español(cada vez tiene menos que ver), pero sin embargo, la ofensiva diplomática y económica del gobierno ultraconservador de Mariano Rajoy en foros internacionales en defensa de los accionistas es sin duda algo que merece la pena estudiar. Si no hay ningún interés estratégico español que defender en el asunto Repsol, ¿a quién se debe entonces el Ejecutivo español?. [1]
La retórica imperial de los funcionarios españoles en el Gobierno rescata una lógica política propia del “pasado glorioso” del funesto coloso, propia de cuando el Reino de España tenía algunos sables como para imponer condiciones políticas a sus colonias. Pero sin embargo, perdidos ya todos sus dominios, arrastrando tras de sí un pasado fascista que solo se pudo mantener en pie y disfrazarse de demócrata por la operación cosmética auspiciada por el Departamento de Estado de los EEUU, que ha permitido a esta potencia supervisar toda la actividad de las transnacionales españolas (solo hay que ver el accionariado de Repsol y otras multinacionales para ver lo poco español que hay en ellas), todo indica que el Gobierno español no se debe a su población, sino que es la cadena de transmisión de un mecanismo más grande que actúa en segundo plano. El Estado argentino ha tocado una pata sensible en el esquema que una gran potencia diseñó para actuar en la sombra sin ser vista, y que aprovechó los contactos de un imperio en decadencia en beneficio propio.
El movimiento ideológico que da sentido a la orientación latinoamericanista de la política exterior española es el panhispanismo, un amplio y vasto concepto que parte de la identidad cultural de los países de habla hispana, donde además de los vínculos lingüísticos o culturales existiría una privilegiada relación política y económica.
El fundamento de este movimiento tiene su origen en el proceso de asimilación cultural de los habitantes americanos durante la conquista española del continente, así como el posterior proceso migratorio de grandes mayorías de habla hispana que se fueron trasladando al Nuevo Mundo. Esta asimilación cultural estará basada en dos líneas de actuación: la evangelización de los habitantes originarios de América mediante la implantación del cristianismo, y la hispanización lingüística. Evangelización e hispanización son dos eufemismos utilizados por la historiografía española para ocultar el genocidio perpetrado contra los colonizados.
A lo largo de los tres primeros siglos de presencia española en América, el idioma español se fue implantando cada vez más en la población, hasta el punto de que el número de hispanohablantes que habitaba en el nuevo continente supera ya al de peninsulares.
Pero la crisis política del Imperio español, que implicaría una paulatina pérdida de sus enclaves coloniales a lo largo del Planeta, coincide con la creciente influencia de Gran Bretaña sobre los territorios liberados, y en el caso particular de América Latina, la presencia de unos EEUU que surgirán como nuevo polo de dominación política y económica, surgiendo así el panamericanismo desarrollado por los padres de la fundación de Estados Unidos de América bajo la premisa de la Doctrina Monroe: América para los americanos.
A finales del siglo XIX, con el imperio español dando sus últimas bocanadas de aire antes de la pérdida de Puerto Rico, Cuba y Filipinas en 1898, algunos líderes políticos peninsulares (considerados románticos) pretendieron subvertir la influencia del Imperio Británico y los EEUU con el desarrollo del panhispanismo, pero no en el sentido anexionista conocido hasta ahora, sino en función de una apuesta por la integración continental de sus pueblos unidos por una identidad cultural frente a las nuevas potencias.
Asimismo en España, especialmente tras el desastre de 1898, se percibe el nuevo papel que los Estados Unidos tratan de asumir, y también en la antigua metrópolis repunta un movimiento de acercamiento a los nuevos países. Sin embargo esta idea es ciertamente débil, posiblemente debido a que el acercamiento español se produce por unos cauces que recuerdan a la anterior situación colonial, más que a una unión de países, que en ese momento hubiese sido totalmente innovadora. También en los nuevos estados se ve con recelo un excesivo acercamiento, temiéndose una nueva preponderancia de España en la región. A estos factores se suma la oposición norteamericana, que temía el surgimiento de un nuevo poder que pudiera competirle en la política internacional imperialista.
Es este análisis lo que hace que el movimiento panhispanista surja de una manera diferente a lo largo de la primera mitad del S. XX. Con el surgimiento en América Latina de las ideas socialistas, revolucionarias o simplemente nacionalistas que plantean una independencia absoluta frente a cualquier injerencia externa, (en ese momento había ya precursores de las tesis del No Alineamiento[2]), los políticos y militares panhispanistas se propusieron realizar un acercamiento hacia Latinoamérica en un cierto pie de igualdad, pero el ritmo de los acontecimientos impuso nuevas condiciones. En ese periodo, las relaciones entre España y América Latina no fueron destacadas por el peso que tenía en estos países la gran comunidad de exiliados e inmigrantes españoles residentes en América Latina, huídos del régimen fascista; aunque esto no impidió que gobernantes depuestos o retirados eligieran España como lugar de refugio. Durante el régimen de Franco las relaciones no eran particularmente estrechas aunque para España era fundamental mantener la imagen de que fuesen relevantes para romper su aislamiento internacional. Por ello, puso en marcha el Instituto de Cultura Hispánica y una red de institutos afines en la región para promover las relaciones y la cooperación cultural, pero quedó en solo eso: un resignado rincón de los que añoraban el pasado glorioso de un ex Imperio, que tras el final de la II Guerra Mundial padecía una enorme miseria y el bloqueo internacional en represalia por el apoyo al Eje Roma-Berlín-Tokio que lideraban los nazis.


Aunque la Historia oficial expresa esto último, lo cierto es que las potencias aliadas que ganaron la Guerra[3], no eran tan beligerantes como se creía. El enfrentamiento con el nazismo era un choque entre imperios, mientras que el comunismo era un enemigo mucho peor para ellos pues ponía en riesgo el sistema social de explotación, y eso admiraban de los fascistas españoles[4], su anticomunismo. Además, una excesiva presión internacional contra el régimen de Franco podría alentar la subversión interna antifascista o incluso fomentar que los propios fascistas buscaran aliados en otros lados, algo que el bloque imperialista no podía tolerar para un territorio de gran valor geoestratégico.



Es entonces cuando empieza el “rescate internacional” de España, donde la Administración norteamericana juega un papel protagonista y con un accionar en doble dirección: hacer del territorio español una gran base militar de EEUU y hacer de su Ejército un “colaborador externo” de la OTAN[5], y por otro lado, utilizar los vínculos culturales hispanos en Latinoamérica, más permeable a la penetración hispana que a la “gringa”. Solo esto explica que España sea el único país con representación y participación financiera en los principales organismos que detallan la política exterior de EEUU en Latinoamerica: la Organización de Estados Americanos[6], el Banco Interamericano de Desarrollo[7] y la Corte Interamericana de Derechos Humanos, entidades con quien se colabora mediante los llamados Fondos Españoles.

España, como único representante hispano en la Unión Europea, juega un papel donde trata de representar los intereses de Latinoamérica en la política internacional de ésta, o al menos eso dicen sus diplomáticos en el exterior. Así mismo, especialmente a partir de los años 90, las transnacionales “españolas” se convirtieron en las principales inversoras en Latinoamérica, en un momento en el cual los organismos financieros internacionales que respondían a los patrones del Departamento del Tesoro de EEUU ejercían una enorme presión para que los gobiernos del continente ejecutaran su plan de liberalización económica.[] En resumen: estos organismos presionaron por medidas de las cuales empresas de bandera española eran las principales beneficiarias y donde la nacionalidad norteamericana de los principales accionistas nos lleva a la conclusión de que empresas como Banco Santander, Repsol o Telefónica son, simplemente, la pantalla española del intervencionismo económico norteamericano.

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[1] El accionariado “flotante” agrupado en torno a la Asociación de Accionistas Minoritarios de Empresas Cotizadas es una entidad dirigida por el despacho Cremades & Calvo Sotelo, que, como reconoce en su propia página web, el grueso de sus clientes son empresas cotizadas de EEUU y Gran Bretaña
[2] Juan Domingo Perón, Getúlio Dornelles Vargas o Víctor Paz Estenssoro fueron algunos de los dirigentes latinoamericanos que promovían las “relaciones de equilibrio” entre los bloques capitalista y socialista.
[3] Excepto el bloque socialista, que hasta el último momento formó militarmente y preparó a los refugiados españoles para derrocar a Franco.
[4] Los fascistas españoles contaban con el apoyo explícito de grandes capitales norteamericanoshttp://centros1.pntic.mec.es/ies.maria.moliner3/guerra/internac.htm