Malvinas y prácticas sucias: Juegos de espías

APAS

  • Una empresa privada de espionaje estadounidense produjo un sospechoso documento que desacredita la política del gobierno argentino en relación al conflicto con Gran Bretaña por las Islas Malvinas.
 En un interesante informe producido por el centro estadounidense de Inteligencia Stratfor, se asegura que las recientes acciones diplomáticas de Argentina en torno al diferendo por el archipiélago de Malvinas responden a la necesidad de tapar el “complejo y preocupante panorama económico y social” que el gobierno de ese país estaría enfrentando.
Resulta imposible no notar que la citada tesis es misteriosamente coincidente con el discurso opositor interno que a diario trata de desestabilizar la gestión de la presidenta Cristina Fernández.
Parece poco creíble que Argentina enfrente un “complejo y preocupante panorama económico y social” a pocos meses de que la Presidenta arrasara en las elecciones presidenciales de su país, con un respaldo histórico 54 por ciento de votos para un segundo mandato.
Semejante apoyo en las urnas a la gestión de la mandataria tiene una explicación: Argentina acumula hoy las mayores reservas de su historia, sostiene un crecimiento del PBI a tasas chinas en un contexto de crisis económica mundial; ha pagado su deuda externa, y ha bajado el índice de desocupación a niveles más que saludables, entre los logros más sobresalientes.
Paradójicamente el argumento esgrimido por Stratfor parece acomodarse mejor a la situación británica cuya sociedad vive en el corazón de la crisis económica mundial y en un proceso inocultable de desguace de su estado de bienestar.
La firma Strategic Forecasting, Inc. -reconocida vulgarmente como Stratfor y fundada en Texas en 1996- es una empresa privada especializada en servicios de inteligencia y espionaje cuya finalidad declarada es asesorar a empresas privadas y organismos gubernamentales de todo el mundo.
No es extraño, pero sí interesante y novedoso en esta etapa del conflicto anglo-argentino, que una firma privada estadounidense aporte lo suyo al esfuerzo por esmerilar al gobierno de Cristina Fernández.
Hasta la fecha y desde un infinitesimal instante posterior al fenomenal triunfo de la mandataria, la modalidad desestabilizadora sólo había sido privativa de los medios de comunicación argentinos, convertidos abiertamente en descarnados partidos opositores ante la pulverización de los verdaderos actores políticos de oposición del país.
¿Por qué entonces una sospechosa empresa de espionaje incurre en falsear la verdad a través de sus informes? Por suerte y casi por casualidad, WikiLeaks volvió al ruedo para aportar algo de luz a la cuestión planteada.
En efecto, casi simultáneamente con la aparición pública del informe de la Strategic Forecasting Inc, el sitio WikiLeaks liderado por Julian Assange difundió decenas de correos electrónicos confidenciales de Stratfor, que ponen al descubierto que esa empresa canaliza dinero a informantes a través de paraísos fiscales en el extranjero y monitorea a “grupos activistas” en nombre de importantes compañías multinacionales.
Dado que ya es imposible desligar a los paraísos fiscales de las prácticas marginales llevadas adelante por los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña para desestabilizar gobiernos y del lavado de dinero, las revelaciones de WikiLeaks revisten el carácter de explosivas.
También la información hace dudar de la declamada “neutralidad” de Estados Unidos en el diferendo entre Argentina y Gran Bretaña, por cuanto el informe fue producido por una agencia estadounidense y opera con un discurso que en la exacta medida en que se opone al gobierno argentino suma para el británico.
En segundo lugar, es un secreto a voces que los organismos privados dedicados a tareas de seguridad o inteligencia reciben aportes de los gobiernos a cambio de operaciones que dichos gobiernos no pueden realizar abiertamente.
Tales aportes hacen de su carácter privado una tapadera perfecta para acciones sucias que los gobiernos no pueden encarar a la luz del día. Ese razonamiento pone a la Strategic Forecasting Inc en directa dependencia del gobierno de Estados Unidos.
En tercer lugar, también es conocido que los aportes gubernamentales a empresas “sucias” deben por fuerza provenir por fuera de los presupuestos oficiales y que tal financiación es derivada del lucro obtenido en actividades ilegales. Basta recordar que desde la invasión anglo-estadounidense a Afganistán ese país experimentó un formidable incremento del tráfico de opio. La disposición -lavado- del dinero ilegal producido en actividades como la citada requiere de la existencia de los paraísos fiscales para su reingreso a la economía normal.
En cuarto lugar, resulta muy sospechoso el hecho de que un informe de Statfor -que se supone debería ser secreto porque fue producido por una empresa que hace de la discreción su negocio- se dé a conocer misteriosamente ante la opinión pública mundial.
En quinto lugar, es impensable que Estados Unidos haya renunciado de la noche a la mañana al apoyo que debe en todos los ámbitos a Gran Bretaña en función del estratégico e histórico vínculo de aliados entre ambos países.
Por el contrario, es más razonable dudar de las declaraciones de fuentes oficiales de Washington que sostuvieron públicamente a través de la agencia AFP que “la posición estadounidense es de neutralidad en el diferendo anglo-argentino del Atlántico Sur”.
Esa falaz actitud estadounidense registra un nefasto y fresco antecedente: la conducta de falso mediador que adoptara el ex canciller Alexander Haig durante el conflicto de 1982 y que quedara al descubierto por el abierto apoyo final de la Casa Blanca –en todos los frentes- a las fuerzas británicas en operaciones.
A todo lo expresado conviene sumar el recuerdo de la férrea negativa sistemática de Estados Unidos y Gran Bretaña a establecer medidas de control de los paraísos fiscales, cuestión que se funda en que dependen de esas entidades para financiar sus operaciones de desestabilización de gobiernos no afines.
Por último, resulta muy significativo también que fuera precisamente la presidenta argentina, Cristina Fernández, quién más insistiera -desde el G 20 y otros foros internacionales- con irrebatibles argumentos, en desmantelar los paraísos fiscales.
Es evidente que la ofensiva diplomática argentina por las Islas Malvinas llevada adelante en los últimos meses, ha sido tan inesperada como inteligente y fructífera, y que pese a su aparente desinterés ha preocupado a Estados Unidos porque ha dejado en evidencia la carencia de argumentos de su eterno e incondicional socio británico.
Apoyada en una abierta condena de la violencia y recurriendo en todo momento al pedido de diálogo en las Naciones Unidas, Cristina Fernández ha cosechado el apoyo irrestricto de la Región y este se ha materializado en gestos como la reciente negativa de Perú a recibir un buque de guerra británico o el apoyo de UNASUR; medidas que pueden considerarse tan históricas como conmovedoras.
La inteligencia de la estrategia de Buenos Aires y la claridad argumental de sus planteos impiden atacar a la mandataria argentina con el mismo modus operandi utilizado para denostar a otros mandatarios “molestos” como Hugo Chávez; los hermanos Castro o Mahmoud Ahmadinejad.
Argumentos contra argumentos, la diplomacia argentina ha puesto en evidencia ante el mundo lo insostenible de las pretensiones británicas y paralelamente ha logrado unir a Latinoamérica en contra de los intereses de Londres.
Esta situación hace esperable que, a sabiendas de una segura derrota en la batalla dialéctica, Gran Bretaña insista en desconocer los llamados de la ONU al diálogo y apele al juego sucio acompañado secretamente por Estados Unidos -su principal socio y aliado- en virtud de que una defección diplomática británica en el más alto foro internacional implicaría desprenderse de intereses estratégicos y económicos a los que los anglosajones jamás pensaron en renunciar.
Y es que merced a innumerables antecedentes históricos ya nadie en el mundo puede negar que en el campo de la intriga y la violencia, Estados Unidos e Inglaterra no tengan curriculum sino más bien un frondoso prontuario.