A 35 años del crimen del escritor se inauguró en la ex ESMA una instalación sobre su Carta a la Junta Militar

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Carta abierta por la memoria de Walsh


  • En un acto organizado por el Espacio por la Memoria y Derechos Humanos, Eduardo Jozami y Lilia Ferreyra recordaron a Rodolfo Walsh y presentaron la obra de León Ferrari, que reproduce el texto difundido por el escritor antes de ser asesinado.
Por Alejandra Dandan

Miguel Angel Estrella, embajador ante la Unesco, junto Jozami y Ferreyra.Eduardo Jozami hablaba de la Carta de un escritor a la Junta Militar. Y del modo en el que durante años la interpretación quedó entrampada por la lectura original de Gabriel García Márquez, compañero de Rodolfo Walsh en Prensa Latina. García Márquez difundió la Carta poco después de la desaparición de Walsh como “una obra maestra del periodismo” y dijo que eso le había costado la vida. “La difusión enorme que adquirió la Carta a partir de ese momento hizo costumbre vincular de manera directa la desaparición de Walsh con la Carta Abierta a la Junta Militar –dijo Jozami–. En realidad no era difícil pensarlo de esa manera, pero era imposible que una carta enviada ese mismo día, desde un buzón, haya provocado eso. La desaparición no ha sido por la Carta, sino porque era un militante político que durante años integró una organización que resistía la dictadura militar.”

A 35 años del asesinato de Rodolfo Walsh, el Espacio por la Memoria y Derechos Humanos inauguró ayer en el predio del ex centro clandestino de la Escuela de Mecánica de la Armada una instalación de diez paneles de vidrio con la transcripción completa de la Carta Abierta a la Junta Militar, el texto que Walsh tenía en sus manos y había enviado por correo el 25 de marzo de 1977 poco antes de su muerte. La instalación se hizo a partir de una idea del artista plástico León Ferrari, cuyo hijo Ariel fue uno de los detenidos desaparecidos de la ESMA. Quedó montada en el espacio del “bosque de eucaliptos”, frente el antiguo edificio del Casino de Oficiales. Jozami, que es director del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, amigo y compañero de militancia de Walsh, enlazó esa ubicación con los últimos momentos Walsh.

“Hace 35 años, un día como hoy, posiblemente a una hora cercana a esta (las seis de la tarde), llegaba a este lugar el cuerpo de Rodolfo, posiblemente ya sin vida –dijo Jozami en el comienzo–. En el Casino de Oficiales de allá enfrente fue visto poco después su cuerpo ya convertido en cadáver. No se sabe bien qué ocurrió después y tal vez no sea importante abonarnos a las búsquedas de hipótesis macabras, porque Rodolfo Walsh está hoy acá con nosotros, con este homenaje que se le rinde seguramente al texto más importante que tiene que ver con la última dictadura argentina y uno de los textos fundamentales de la literatura política argentina.”

En el homenaje, entonces, con Walsh corporizado en las dimensiones enormes que ahora adquiere su Carta, hubo tiempo para desentrañar las claves que todavía encierra ese texto; discutir las interpretaciones que lo dan como un texto de despedida o de resignación y rescatarlo como un legado político que inscribió a Walsh como uno de los intelectuales comprometidos con la sociedad y la política de su tiempo.

Estuvo su viuda y compañera Lilia Ferreyra, que leyó un texto que escribió (ver aparte). Habló del modo en el que se hizo esa Carta, por momentos visionaria. Habló de los tres meses en los que tecleó y corrigió el texto –en una máquina Olympia portátil–, que ella hoy es capaz de repetir de memoria. Y donde le dice en el último párrafo, a modo de diálogo íntimo, “imposible porque trasciende la muerte”: “Rodolfo, te escucharon: la carta llegó hasta aquí”.

En las primeras filas, escucharon las Madres de Plaza de Mayo, entre otras Vera Jarach y Laura Conte, que levantaron y bajaron las cabezas como si supieran de sobra de ese dolor del que se habló en el espacio marcado como escenario. Lita Bointano, de Familiares de Desaparecidos; Lila Pastoriza, del Espacio para la Memoria, compañera de Jozami y de quien él recordó que salvó el original de la Carta a Vicky, que Walsh escribió a sus amigos después de la muerte de su hija, un texto robado en el ataque a la casa de San Vicente, ocurrido al día siguiente del crimen.

Hubo representantes de distintas embajadas. Estuvieron Miguel Angel Estrella, embajador argentino ante la Unesco, y el legislador Aníbal Ibarra. Cuando Verónica Castelli, de Hijos, mencionó la presencia de la familia del secretario de Derechos Humanos de Nación, Eduardo Luis Duhalde, internado desde hace tres semanas, hubo un aplauso. Jozami destacó que es el encargado de llevar adelante la política más avanzada y democrática en derechos humanos de este país.

El resto del encuentro fue la densidad inacabable de la Carta. Jozami inscribió a Walsh en la “gran tradición popular argentina de los intelectuales que salieron a comprometerse con la sociedad y la política de sus tiempos”. Y en el linaje de los grandes intelectuales de la historia que denunciaron las injusticias, como Voltaire, Emile Zola o Jean-Paul Sartre.

“Parece increíble que un año después (del golpe) hubiera una comprensión tan clara de todos las dimensiones de la política represiva que se estaba desarrollando, mientras había sectores políticos que todavía decían que la dictadura no era tan dictadura o que los desaparecidos tampoco lo eran tanto”, dijo Jozami. En línea con el subrayado que los organismos de derechos humanos le dieron este 24 de marzo a la responsabilidad del poder económico, señaló que se necesitaba la “lucidez” de Walsh “para entender que la represión de las organizaciones guerrilleras no era el objetivo central”. Sino que lo era la política del hambre y la miseria que se quería instalar en Argentina, recordó, en alusión al texto de la Carta.

También hubo momentos de intimidad. Y de una discusión política que llega al presente. Sobre las interpretaciones de la Carta, Jozami cuestionó a quienes advierten algo de resignación o de suicidio en el tono. “La minuciosidad con la que Walsh preparaba su vida futura; su retirada del primer plano del combate, el momento en el que prepara una resistencia con criterios distintos, de descentralización de recursos a pequeñas iniciativas y no a los grandes aparatos... vemos que si había algo que estaba lejos de la intención de Rodolfo Walsh era el suicidio o la resignación frente a la opresión.”

¿Entonces por qué ese tono al final de la Carta, casi de despedida? “Los que se preguntan esto no saben cómo se vivía en aquellos años; no saben lo que es enterarse todos los días de la caída de un compañero; no saben qué es vivir durante años esperando esas noticias. Entonces, como lo muestra este monumento dirigido a todo el pueblo argentino, todo lo que se escribía tenía el tono dramático de lo que podía ser el último encuentro, la última carta. En ese sentido, también la Carta es un gran documento literario y gran testimonio de época, porque nos marca cómo pensaban y cómo vivían y cómo sentían como seres humanos, profundamente humanos y profundamente solidarios, los militantes que enfrentaban a la dictadura en aquellos años.” Hubo un aplauso fuerte mientras caían gotas de lluvia.

Diálogo con el artista León Ferrari, autor de la obra


Entrevista: Sol Prieto.

“Se quedó acá y lo mataron”

Ferrari cuenta cómo conoció a Walsh, en los ’70, y dice que “se sacrificó” al no exiliarse. Confiesa que “ni siquiera pensaba” que una instalación suya podría exponerse en la ex ESMA y explica que se reprodujo la Carta con la misma tipografía que usó el escritor.

La obra consiste en un biombo de cristal de unos 15 metros de largo, con láminas de 2,50 por 1,20.“Ni siquiera pensaba que mis obras pudieran estar ahí”, dijo el artista León Ferrari a Página/12. En el bosque de eucaliptos de la ex ESMA ya está montada, de modo permanente, la instalación que reproduce la Carta Abierta a la Junta Militar, de Rodolfo Walsh. “Queríamos hacer la carta igual que él, en la Olympia. Pero tenía que ser mucho más grande”, contó Ferrari. La obra consiste en un biombo de cristal grueso de unos 15 metros de largo, con láminas de 2,50 por 1,20, en las que puede leerse el texto completo.

–¿Por qué la Carta Abierta a la Junta Militar?

–La obra me la pidió Lilia Ferreyra, la viuda de Rodolfo. Sus libros son todos muy importantes, pero esa carta fue fundamental.

–¿Conoció a Walsh?

–Sí, pero muy poco. Nos conocimos en un café. Yo le quería mostrar un libro mío. Me acuerdo que estábamos en el café y entró la policía. Yo me asusté pero Rodolfo me dijo: “No te preocupes, vienen a buscar la pizza” (risas). Y, efectivamente, así fue. El libro era Las palabras ajenas, que no está escrito por mí, sino que es una recopilación de palabras ajenas. Ese encuentro fue más o menos en 1970.

–¿Qué le produce a usted esta instalación?

–Me siento muy bien. Pienso que Rodolfo se sacrificó, porque se quedó acá y en el ’77 lo mataron después de hacer pública esta carta.

–Antes de que se recuperara el predio, ¿alguna vez imaginó que sus obras iban a estar montadas en la sede de la ESMA?

–No. Me exilié en Brasil en 1976 y pude volver recién en el ’82. Ni siquiera pensaba que estas obras pudieran estar ahí.

–En su serie “Nosotros no sabíamos” se refiere al tratamiento que los diarios les dieron a los crímenes de la dictadura. ¿En qué estado cree que se encuentra la reflexión sobre ese tema?

–Esa muestra es una recopilación de los asesinatos que aparecían en los diarios como si no fueran asesinatos, como si fueran muertes por enfrentamientos, por accidentes. Y sin embargo, eran asesinatos. Son 80 páginas tamaño oficio y, en realidad, los diarios mentían, pero se podía adivinar, sobre todo en las noticias sobre las apariciones de cuerpos en la costa, o en Uruguay, que se trataba de crímenes. El título y el prólogo del libro Nosotros no sabíamos tratan la idea de cómo era posible que la gente dijera “nosotros no sabíamos” si de los diarios se podía adivinar que era la dictadura la que mataba.

–¿Y hoy piensa que está instalada la idea de cierta complicidad civil?

–Sí, afortunadamente, con este gobierno se han podido hacer investigaciones profundas sobre la culpabilidad militar y la parte civil.

–Desde “La civilización occidental y cristiana”, usted trató el rol de la iglesia en los genocidios del siglo XX. Pero en “Nosotros no sabíamos” una buena parte de la serie está dedicada a la masacre de los Palotinos, ¿cómo explica esta heterogeneidad dentro de la Iglesia?

–Hubo cuatro obispos que estaban totalmente en contra la dictadura. El resto, (Antonio) Quarracino y la cúpula de la Iglesia, estaba a favor. Estoy leyendo un libro de (Christopher) Hitchens que se llama Dios no es bueno, donde se relatan una cantidad de cosas del Antiguo y el Nuevo Testamento que muestran que la religión es violenta. En ese sentido, estoy de acuerdo con un libro de Bertrand Russell, que se llama Por qué no soy católico, que sostiene que el mundo sería mucho mejor si no existiera la religión.


Rodolfo, te escucharon

Lilia Ferreyra

Treinta y cinco años después de su asesinato. 35 años después de que descargara en un buzón las primeras copias de la Carta Abierta a la Junta Militar, ayer fue plantado ese excepcional texto, cuya vigencia atraviesa las décadas, a metros del Casino de Oficiales, el edificio donde funcionó el núcleo del centro clandestino de la ESMA, desde donde fueron eliminadas en los vuelos de la muerte unas cinco mil personas y desde donde desaparecieron el cuerpo acribillado de Rodolfo Walsh.

No fue sólo un acto de homenaje al hombre que la escribió –Rodolfo no lo habría querido así– sino a los miles de desaparecidos. Porque la Carta, contemporánea de los hechos que denuncia, fue una de las voces más potentes que se alzaron para golpear las conciencias ante el exterminio que estaba llevando a cabo la Junta Militar para imponer un modelo económico que “castigaba a millones de seres humanos con la miseria planificada”, eje medular del testimonio de Walsh.

Después de aquel 25 de marzo de 1977, su difusión inicial fue clandestina. Se hicieron infinidad de copias que se enviaban al exterior y que se despachaban por correo a direcciones tomadas al azar de la guía telefónica. La primera noticia que tuvimos de su publicación en un medio masivo fue en 1978, en un diario de Venezuela. Como una piedra arrojada al agua, se fue reproduciendo en círculos cada vez más amplios por argentinos exiliados en distintas ciudades de América latina y Europa.

En nuestro país, con la reinstalación de la democracia, la Carta fue editada en diversas publicaciones y fueron las Madres, las Abuelas y los organismos de derechos humanos quienes la eligieron por su inapelable verdad para su lectura pública y colectiva en actos en que se conmemoraban nuevos aniversarios del nefasto golpe militar del 24 de marzo de 1976. Hace poco más de un año, en el ahora Espacio para la Memoria y los Derechos Humanos, surgió la posibilidad de instalar la Carta en ese predio recuperado en el 2004, gracias a la imbatible lucha por la memoria, la verdad y la justicia que encabezaron durante décadas los organismos de derechos humanos. Y gracias al ex presidente Néstor Kirchner, quien tomó la decisión política de hacer realidad esa recuperación y se animó –”el hombre que se anima” que tanto valoraba Rodolfo– a ordenar descolgar en un gesto histórico el cuadro de Videla, marcando así el rumbo irreversible del fin de la impunidad.

Instalar la Carta en el predio de la ex ESMA es un acto de libertad conquistada por esa conjunción de voluntades históricas y políticas. Y fue un desafío arribar a su realización, un esfuerzo y dedicación de los trabajadores del Ente Público en concretar la idea que sugirió León Ferrari, cuyo hijo Ariel fue desaparecido en la ESMA, quien brindó su talento y su profunda humanidad para contribuir a concebir esa obra. Son catorce paneles de vidrio dispuestos como un biombo desplegado en los que se grabó el texto con la misma tipografía con la que Rodolfo Walsh la escribió en su Olympia portátil. Y la Carta está ahí, en el bosque de eucaliptus, los altos árboles que también sombreaban la casita de San Vicente donde Walsh tipeó durante más de tres meses esas páginas. Ahí está plantada, casi frente a esas paredes, sótanos y altillos del ex Casino que fueron testigos mudos del horror de lo que allí sucedió, para que los que recorren ese lugar que estremece puedan caminar unos pasos y ver y leer en la Carta que es posible vencer al terror cuando se entiende que no fueron “desbordes de algunos centuriones alucinados sino la política misma” de esa Junta Militar y que es posible encontrar resquicios para animarse a actos de resistencia aun cuando imperen la opresión y la injusticia.

En marzo de 1977, desde esa proyección de su pensamiento que siempre trascendía su posible tiempo vital, Rodolfo decía que iban a pasar varias décadas para que el pueblo argentino pudiera renacer del daño causado por esa dictadura. En esa apuesta, los dos últimos párrafos de la Carta son hilos tendidos que se bifurcan hacia el futuro. El penúltimo revela el tiempo pasado en el que fue escrito y el presente de su consecuencia: “Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados, no pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, aún cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las tres Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que, aun si mataran al último guerrillero, no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas”.

El último párrafo, como el primero, reafirman su identidad y autoría: “Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”.

En un diálogo imposible porque trasciende la muerte, quisiera decirle: Rodolfo, te escucharon. La Carta llegó hasta aquí. La esperanza insobornable de tu apuesta al futuro alumbra este día de justicia.


La casa de San Vicente


Por Ailín Bullentini


 
“Rescatar esa casa es un deber; convertirla en un símbolo de resistencia y compromiso de lucha es nuestro compromiso por más memoria, verdad y justicia. Entregarla a las futuras generaciones es nuestro aporte a la construcción de bases aún más sólidas para nuestra democracia”, expresó el legislador Eric Calcagno (FpV), autor del proyecto presentado en la Cámara de Diputados.

 
En diálogo con este diario, el diputado consideró que la transformación de la última casa del militante montonero en centro por la memoria es una manera de contribuir a la difusión masiva de quien fue Walsh, de reconocerlo por lo que hizo y, además, de hacer extensivo ese reconocimiento al resto de los desaparecidos: “Las personas que trascienden a través de sus acciones también son símbolos de muchas otras personas. Me parece importante rescatar el rol del periodismo comprometido, la importancia de situar los acontecimientos históricos en su contexto y ayudar así a una mejor comprensión del presente”, apuntó.

 
La idea del proyecto, que aún debe tratarse en comisión en la Cámara baja, es declarar de interés público al edificio –quedando así habilitada su expropiación– e inaugurar el Centro Nacional por la Memoria Rodolfo Walsh, decisiones que Calcagno considera “un acto de justicia de por sí”, ya que esa casa “es un emblema de compromiso con la democracia y la libertad, de la resistencia misma”, el lugar donde Walsh gestó su Carta Abierta a la Junta Militar.

 
De concretarse la iniciativa, el espacio –que funcionaría bajo la órbita y con recursos de la Secretaría de Cultura nacional y de otros organismos que deseasen contribuir a su funcionamiento– sería escenario para “la promoción de los derechos humanos” y la profundización del análisis “de la relación entre esa área y otras, como los diferentes modelos económicos, su repercusión en la estructura social y las consecuencias culturales”.


La iniciativa llegó la semana pasada al Congreso nacional. Sin embargo, es producto de un trabajo que desde hace muchos años se lleva a cabo en “el territorio”, el partido bonaerense de San Vicente. Como remarcó Calcagno, “el proyecto de ley es sólo la concreción de un trabajo colectivo”.
La casa de Triunvirato e Ituzaingó, en San Vicente, que albergó al periodista y escritor Rodolfo Walsh durante los últimos días de su vida y a su compañera Lilia Ferreyra sigue de pie, pese al tiroteo que sufrieron sus paredes durante la última dictadura. En la madrugada del 26 de marzo de 1977, un grupo de tareas también saqueó la vivienda, llevándose, entre otras tantas cosas, escritos inéditos de Walsh. A 35 años de su muerte y de la desaparición de sus restos, un proyecto de ley busca convertir ese edificio en un centro cultural.