Siria, el imperialismo y los sirios

>Por Santiago González Vallejo

Soy uno de los firmantes del Manifiesto encabezado por Santiago Alba. Le agradecí la iniciativa. Ya en diversos debates y conferencias anteriores a la publicación del Manifiesto, había tenido discusiones sobre Siria. La disparidad de opiniones era y es grande. El Manifiesto incide en un aspecto central, no se puede cerrar los ojos ante la realidad de que el régimen de Assad es una dictadura. Y contra las dictaduras hay que posicionarse. Apoyar las transiciones pacíficas, buscar los cambios en el régimen, etc. Pero en todo caso, no son los aliados estratégicos de la izquierda. Y es cuestionable que el régimen de Assad haya sido alguna vez un aliado. Y menos de izquierda.
Diversas personas entendían y entienden que no es oro todo lo que reluce en la revuelta siria, valoran el rol de Siria en el entramado de Oriente próximo como ‘antiimperialista’ y resaltan el cambio de línea editorial de Al Jazeera, además del asalto y moda informativo occidental –tras el ataque a Libia-, etc., que, como conclusión de sus análisis, se posicionan en que no había que apoyar esas revueltas. Además, sus argumentaciones incluyen los elementos de intervención exterior, servicios secretos, opositores pagados o subvencionados y para finalizar, la distribución de armas a grupos o milicias opositores.
Por supuesto, estas proposiciones pueden ser descritas con matices y mejores palabras.
Pero dejando aparte las buenas intenciones de que el propósito de la argumentación era la demostración de la maldad occidental-sionista-saudí y que era posible una transición del régimen de Assad a una democracia (socialista), creo que hay apreciaciones erróneas y, sobretodo, una equivocación moral.
Para ello, intentando dar otras razones diferentes a otras ya vertidas, quiero hacer un analogismo que quizá entiendan mejor las generaciones de lucha antifranquista.
Si en tiempos de la dictadura de Franco algún ‘antiimperialista’ hubiera querido convencernos de que asumiéramos la autoridad de la estructura partidaria de la dictadura y cerrásemos los ojos ante sus desmanes en función de que el régimen de Franco era aliado de los regímenes (dictaduras) árabes y no tenía relaciones con Israel, nos hubiéramos escandalizado.
La República Árabe Siria que existe, no la que podría haber sido, es en la que poder se sucede de padre a hijo; donde el aparato del mismo es corrupto y asesino, torturador, campa sin miramientos décadas y décadas y no tiene incentivos para modificarse. Y eso hay que combatirlo.
Su propaganda antiisraelí no justifica, pero es una coartada y un velo ante terceros, que hace sufrir al pueblo sirio. El cultivo de un nacionalismo rimbombante, que asimila a Líbano como parte propia, explica muchas veces sus continuos cambios tácticos más que una ideología que algunos se atreven a llamarla progresista.
Y la lucha del pueblo sirio por su ciudadanía, su pérdida de tener miedo, no es óbice para reconocer que los servicios de información están actuando, que se premia informativamente más a una oposición que a otra y que hay intereses estratégicos que se quieren sobreponer a las demandas de libertad del pueblo sirio.
Pero, con todo, no podemos equivocarnos. Los derechos humanos siguen siendo el parámetro que debe guiar nuestros pasos ante la bruma y confusión informativa. No se puede aceptar como parte de nuestros valores al régimen de Assad. No se puede catalogar como antiimperialista por la suscripción oportunista, según y cuando, de eslóganes antisionistas, mientras se confina a los palestinos o se les instrumentaliza según intereses espurios.
La dictadura de Assad es una dictadura. No se puede estar en contra de la libertad o de los derechos humanos, valores sin significado para la nomenclatura y aparato represivo sirio. No es válido lo del enemigo de mi enemigo es mi amigo. Hay que estar con el pueblo sirio y no enfrentarle a la disyuntiva de que sus apoyos por conseguir librarse de la tiranía sólo se encuentran en el campo imperialista occidental y que los que se denominan antiimperialistas apoyan a un aparato dictatorial.
Sí hay que discernir entre los opositores, ayudar a los rebeldes de la tiranía que, además, serían nuestros afines en cualquier parte del mundo, que serían los antifranquistas del ayer y que son los que apoyarán la lucha antiimperialista y antisionista del mañana.

Santiago González Vallejo es un analista político madrileño