"Oriente", Kim Jong-Il y la prensa: modelo para armar


>Por Fernando Montiel T.
  Rebelión


Los vicios racistas y eurocentristas sobre oriente y lo oriental de los que adolece occidente y el pensamiento occidental fueron desmontados hace mucho. Aun así, la ignorancia sobre lo que es y lo que ocurre al otro lado del mundo es ama y señora: Europa del Este sigue siendo “un misterio” para los desinformados; el conflicto entre Israel y sus vecinos comienza en las nomenclaturas (Pregunta: ¿es Oriente Próximo o Medio Oriente? Respuesta: depende del amo colonial que nos educó) y los acontecimientos en la región Asia Pacífico apenas nos interesan, y cuando consiguen llamar nuestra atención, es apenas por una curiosidad morbosa. Tres “orientes”: Europa Oriental, Oriente Próximo y el Lejano Oriente. Con la distancia, crece la distorsión, y con la distorsión, el racismo de la percepción y la aberración del juicio.
Cada oriente termina el año con un fin distinto, la muerte de Vaclav Havel cierra una cierta visión romántica de Europa; la retirada imperial de Irak clausura, sin éxito, sin decencia, sin madre, el futuro de un pueblo; y la desaparición física de Kim Jong-il bloquea cualquier análisis serio del conflicto en la península coreana. Aquí en “Occidente” (Pregunta si México esta al oriente de Indonesia ¿por qué hemos de ser nosotros los occidentales? Respuesta: porque sí y punto) los impactos de cada uno de estos tres sucesos es claramente divergente: la primera es clara –debe entristecernos y provocar suspiros- la segunda es debatible -¿podrán esos salvajes gobernarse solos?- y la tercera simplemente irrefutable: qué bueno que se murió, ahora el mundo es un lugar mejor. La lógica, que ancla su popularidad en un simplismo mediocre, no deja lugar a la incertidumbre: Vaclav Havel era un buen hombre que hizo cosas buenas; los Estados Unidos tenían buenas intenciones pero no tuvieron buenos resultados (o a la inversa: tenían malas intenciones -querían el petróleo- y obtuvieron buenos resultados –“liberaron” al pueblo iraquí de un tirano) y Kim Jong-il era un mal hombre que hacía cosas malas. La blancura inmaculada del primer presidente checo es tan resplandeciente como obscura era la vida, la obra, las ideas, la historia, los planes, el espíritu, el alma y la estirpe del norcoreano. Así es el mundo, buenos y malos; entre más cerca y más europeos son mejores y entre más lejos y más asiáticos son peores. ¿E Irak? Ah! Irak, ahí sí podemos debatir, ahí hay ambigüedad, no es claro, sólo cabe esperar, el tiempo lo dirá…
Y los estúpidos que somos muchos creemos todo a pie juntillas…

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No importa si somos muchos los que creemos todo o si somos todos los que creemos mucho. Los números son lo de menos: la maquinaria funciona.
Decíamos que “los vicios racistas y eurocentristas sobre oriente y lo oriental de los que adolece occidente y el pensamiento occidental fueron desmontados hace mucho”. ¿Es así? Sí, es así, aunque de eso hoy nadie se acuerde. En 1978 Edward Said publicó Orientalismo, obra seminal que se mantiene como referente para comprender la fuente de la podredumbre con que “Occidente” entiende lo que entiende por “Oriente”. Si de Said vino la crítica de la percepción, de McBride vino la propuesta de acción.
¿McBride?, sí, Sean McBride: premio Nobel de la Paz en 1974 “por sus esfuerzos en materia de derechos humanos, control de armas y desarme” presidió la comisión de la UNESCO que en 1980 publicó el Informe McBride sobre la importancia y la necesidad de un nuevo orden mundial en materia de información y comunicación. No es difícil ver que, experto en los temas que era experto, McBride vio por adelantado cómo los medios de comunicación estaban siendo utilizados para violar derechos fundamentales –como el derecho a ser escuchado y a no ser difamado- cómo estaban siendo utilizados como armas del pensamiento -de un modo que habría provocado la envidia de Joseph Goebbels- y cómo existía la necesidad de hacer algo al respecto.
Equilibrar flujos y fuentes de información en aras de la justicia y la equidad, en esto pensaba McBride, es decir equilibrio de y en los medios de comunicación en aras de la paz. ¿La paz? sí, la paz: como McBride, Said era un ferviente pacifista; si el primero ganó el Nobel el segundo se levantó –en palabras de Robert Fisk- como “la voz política más poderosa de Palestina”. Los desequilibrios, el racismo, el sectarismo, las fobias y la ignorancia en la cobertura del islam llevó a Said a publicar, un año después del Informe McBride y tres años después de Orientalismo, una obra cuyo título dice todo: Cubriendo el Islam: Cómo los medios de comunicación y los expertos determinan nuestra visión del resto del mundo (1981).
Hoy de los obsequios de Said y McBride nadie recuerda nada. O al menos así lo parece: si vivieran, verían la miseria con la que la siguiente generación recogió lo mejor de su vida y de su obra, ¿qué verían en medios de comunicación mainstream y agencias noticiosas? desinformación, idiotez y basura.

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Los trabajos de Ángel Villarino, corresponsal en Asia del diario español La Razón y del mexicano Reforma son ilustrativos de las miserias del periodismo occidental. “Fabrican dolor para TV” se titula su despacho publicado en México sobre la muerte de Kim Jong-il (Reforma Dic. 20, 2011). La miopía y la incompetencia periodística afloran desde el primer párrafo. En toda la nota -13 párrafos- no hay un solo argumento, prueba o evidencia sólida de la “fabricación” que acusa el titular. Hay, eso sí, descalificaciones y descontextualizaciones sobre el país (“autárquico y arruinado”) y prejuicios y pereza para investigar los hechos de la muerte (“…la prensa de Seúl empieza a especular ya con otras hipótesis: una enfermedad crónica, un asesinato por envenenamiento, e incluso un disparo a sangre fría a manos de altos cargos militares, hartos de sus extravagancias”). La mediocridad del corresponsal acusa ignorancia sobre la vida y la obra de Said y McBride, sí, pero también se construye por una triple incompetencia
Incompetencia lingüística. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua: Autarquía.- “dominio de sí mismo” o “política de un Estado que intenta bastarse con sus propios recursos”. En estos términos, la autarquía en su primera acepción se parece mucho a la soberanía, y en la segunda a la autosuficiencia ¿es este el sentido que quería dar Villarino?
Incompetencia investigativa. Si el corresponsal se hubiese tomado la molestia de abrir un libro de historia habría contextualizado la ruina que menciona como producto del bloqueo total que ha sufrido el país por décadas –y que sólo China ha conseguido sortear. Habría contextualizado la ruina que menciona también como producto del elevado gasto militar, gasto militar que a su vez tiene explicación: ¿Corea del Norte tiene armas nucleares? Sí, y también Corea del Sur, la diferencia es que las armas de la primera son propias y las de la segunda son de los Estados Unidos. La incompetencia investigativa de Villarino le impide ver que explicar no es lo mismo que justificar: la miseria en Corea del Norte es explicable, pero no justificable.
Incompetencia profesional. Ángel Villarino estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. ¿En cuál de sus cursos le enseñaron que Seúl es la fuente más confiable para dar cuenta de lo que ocurre en Pyongyang? Es una fuente, sí, pero es una fuente no la fuente ¿por qué no buscó otros ángulos? O mejor aún ¿por qué no fue a Corea del Norte? (su despacho está firmado en Beijing). Dice “…la prensa de Seúl comienza a especular ya con otras hipótesis…” ¿la prensa? ¿los comentaristas en Seúl? ¿las fuentes oficiales que cubren los diarios? ¿quién o qué es “la prensa” que “comienza a especular”? Para acabar pronto: ¿cómo sabe él, Villarino, que el disparo fue “a sangre fría”? ¿cómo sabe que fue a manos de “altos cargos militares”? y peor aún ¿cómo sabe que fue porque estaban “hartos de sus extravagancias”? ¿desde cuándo el rumor dejó de serlo?
Esto no es periodismo, es propaganda y punto.

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¿Y la muerte de Vaclav Havel y la retirada de las tropas estadounidenses? Son tarea para el lector. Corea del Norte es un modelo para armar. Sin Said y McBride, sin ética, sin responsabilidad, sin presionalismo y sin un sano escepticismo, el reportero de noticias en Praga y Bagdad pierde interés.
Es fácil de predecir.