La culpa es de Perón

 Por Mario Zabala 

Siempre trato de contar acontecimientos históricos que se desarrollaron de una manera y nos enseñaron de otra totalmente cambiada, pero esta vez colma casi cualquier capacidad de asombro.


A las 12:40 del día 16 de junio de 1955, Buenos aires se convierte en la PRIMER CIUDAD AMERICANA en ser BOMBARDEADA por su PROPIA AVIACION, en este caso la Marina de Guerra.

El plan de los golpistas era exhaustivo:

“1º El bombardeo de la Casa de Gobierno, donde se presumía estaría el presidente.

2º El copamiento por parte de civiles de edificios públicos y emisoras radiales.

3º El alzamiento de las unidades de Entre Ríos a las órdenes del general León Bengoa.

4º La movilización de las unidades de la Escuela de Artillería y de Aviación de Córdoba.

5º El alzamiento de la base naval de Puerto Belgrano; y

7º El despliegue de unidades de Infantería de Marina que atacarían por tierra posesionándose de edificios públicos y otras unidades de Ejército.”


Los aviones atacantes llevaban pintadas en sus colas una “V” y una cruz, que señalaban “Cristo Vence”. Las primeras bombas cayeron a pocos metros de la Pirámide. Sobre la Casa Rosada cayeron en total 29 bombas, de entre cincuenta y cien kilos cada una. Otra de ellas destrozó un trolebús repleto de pasajeros.


Al enterarse de los hechos, la CGT convocó a la Plaza a defender a Perón. El General trató de parar la movilización; desde su puesto de comando en el Ministerio de Guerra, le ordenó al mayor Cialceta que le pidiera a la CGT que no movilizara a los trabajadores para evitar víctimas, pero ya era demasiado tarde. Perón tenía claro algo que los dirigentes cegetistas parecían no ver. Sabía que los atacantes, lejos de conmoverse por la barrera humana, dispararían criminalmente sobre la multitud sin la menor contemplación.

A la tarde eran cientos los descamisados reunidos para defender su gobierno en la histórica plaza, cuando una nueva oleada de aviones espantó a las desconcertadas palomas y arrojó su mortífera carga de nueve toneladas y media de explosivos sobre la multitud.

En la Plaza de Mayo y sus alrededores quedaron los cuerpos de 355 civiles muertos, y los hospitales colapsaron por los más de 600 heridos. Se había perpetrado el peor ataque terrorista de la historia argentina. Sus autores eran “respetables” militares y civiles que se frotaban las manos imaginándose el triunfo de un golpe militar que devolvería a la “negrada”, a los “cabecitas”, a los lugares de los que nunca, según ellos entendían, debieron haber salido.

Entre los autores intelectuales de aquel horror, había varios civiles, unidos no precisamente por el amor sino por el espanto que estaban dispuestos a provocar. Algunos de ellos eran el socialdemócrata Américo Ghioldi, el radical unionista Miguel Ángel Zavala Ortiz, el conservador Oscar Vichi y los nacionalistas católicos Mario Amadeo y Luis María de Pablo Pardo, miembros fantasmales de una hipotética junta de gobierno cívico-militar.

En el Ministerio de Marina, que había sido el cuartel general de los golpistas, uno de los líderes de aquella “revolución”, el vicealmirante de infantería Benjamín Gargiulo, decidió pegarse un tiro, mientras que otro de los conspiradores, el almirante Aníbal Olivieri, observaba por las ventanas cómo avanzaban sobre el edificio columnas de trabajadores enardecidos y decididos a vengar a sus compañeros asesinados. El marino tomó el teléfono aterrado y llamó al ministro de Guerra, el general Lucero, y le dijo: “Intervenga. Mande hombres. Nos rendimos, pero evite que la muchedumbre armada y enfurecida penetre en el edificio del Ministerio”. Junto a Olivieri estaban sus colaboradores más cercanos, los tenientes Emilio Eduardo Massera y Horacio Mayorga, de triste futuro.

Otro almirante y responsable directo de la masacre de Plaza de Mayo, Samuel Toranzo Calderón, fue degradado y condenado a prisión por tiempo indeterminado. Al almirante Olivieri se lo destituyó y condenó a un año y seis meses de “prisión menor”. Su defensor en el juicio fue el contralmirante Isaac Francisco Rojas. Otros once oficiales fueron condenados a reclusión por tiempo indeterminado. Pero el tiempo estaba determinado y todos serían liberados, junto con sus cómplices, por los “libertadores”.

La versión de los asesinos barre con toda capacidad de asombro. Un volante de la “Marina de Guerra en operaciones”, difundido en primerísima plana en radios afines y periódicos como La nación titulaba increíblemente “Responsabilidad de Perón y la CGT en la matanza de Plaza de Mayo”, “Comparando los acontecimientos con las declaraciones del propio Perón, es fácil determinar quiénes son los culpables de la matanza de civiles, durante los bombardeos de la Marina de Guerra. La Marina de Guerra se sublevó, enviando al Gobierno un ultimátum de rendición. Al rechazar ese ultimátum y apelar al Ejército, el Gobierno se colocaba en actitud beligerante. Desde ese momento dos fuerzas militares lucharían. Perón sabía que la Marina no salía a “desfilar”, sino a combatir a muerte. ¿Por qué motivo, entonces, Perón permitió que la CGT, con criminal inconsciencia, convocara al Pueblo a Plaza de Mayo…? ¿Cómo es posible que un jefe de Estado, sabiendo que su Sede sería bombardeada, no tratara inmediatamente de evacuar la población civil…?

¿Cómo es posible que los dirigentes de la CGT hayan sido tan criminales como para llevar a la gente al matadero, sabiendo que con palos no se puede hacer frente a aviones ni a ametralladoras…?

Perón mismo lo ha dicho: Nosotros tuvimos conocimiento de la rebelión y de sus planes unas horas antes… ¡Y conociendo la rebelión y los planes de bombardeo, Perón hace que la CGT convoca a su querido “pueblo” a Plaza de Mayo para ser quemado! Una sola cosa explica esta infamia: Perón creyó que a la vista del Pueblo, la Marina de Guerra desistiría de sus propósitos. Es decir, que una vez más, Perón utilizó a los trabajadores como escudo de sus designios…”

Si hasta aquí te quedaste sin palabras, asómbrate aún más:

“Si los radicales o ‘los clericales’ hubieran invadido la Casa de Gobierno, Perón hubiera tenido derecho a convocar a la CGT: hubieran sido dos fuerzas civiles combatiendo en igualdad de condiciones. Pero, desarrollándose la lucha entre fuerzas militares, convocar al pueblo indefenso al teatro de las operaciones ¡¡Es criminal, infame, cobarde y ruin!! Y la CGT que se prestó para esa carnicería es, conjuntamente con Perón, responsable de esa canallada ante la clase trabajadora. No lo olvidará jamás el Pueblo.»

Y la grieta empezó con los K…

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