De cuando la CIA calificó a Fidel de agitador peronista

Por José Steinsleger
para La Jornada (México) 
publicado el 9 de abril de 2014

Foto del pasaporte de Fidel Castro (1948)
Sabido es: en el bogotazo (Colombia, abril de 1948), fusil en mano, Fidel Castro (21 años) recibió su bautismo de fuego. Acontecimiento toral de nuestra América que… ¿inexplicablemente?, continúa interpretándose con enfoques seudoliberales, o bien con las premisas ideológicas impuestas por la llamada guerra fría (1946-89).


Paradójicamente, con razonamientos más fecundos, tocó al propio Fidel explicar la trascendencia de un hecho que guarda vigencia plena con la ofensiva política que el imperio desata en nuestros días contra Venezuela y Argentina (entrevista con el historiador colombiano Arturo Alape, El bogotazo: memorias del olvido, Casa de las Américas, La Habana, 1983).

Cuba vivía entonces la etapa final del corrupto gobierno de Ramón Grau San Martín (1944-48) y el líder opositor del Partido del Pueblo (ortodoxo), Eduardo Chibás, arengaba al pueblo con la consigna que Jorge Eliécer Gaitán, el mítico líder liberal de Colombia, pronunciaba para sus discursos contra los conservadores: ¡A la carga!

No obstante, y así como hoy ante el chavismo y la revolución bolivariana, el imperio alucinaba frente a la prédica latinoamericanista que el gobierno de Juan Domingo Perón difundía a través de sus embajadas (1946-52). Algunos de los viejos, por ejemplo, recuerdan al agregado laboral Luis Priori, quien había invitado a Santiago Touriño y Emilio Carrillo Ruiz, de la Federación de Estudiantes Universitarios de Cuba (FEU), a los cursos de verano de la Universidad de Buenos Aires.

Simultáneamente, la ONU celebraba en La Habana la primera gran conferencia sobre comercio y empleo (diciembre/marzo 1947/48), ocasión en la que la FEU aplaudió las denuncias del embajador y escritor argentino Diego Luis Molinari (1889-1966), jefe de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado. “La política comercial de Estados Unidos –dijo– va dirigida a impedir la industrialización de América Latina”.

Molinari calificó al capitalismo yanqui de telaraña de Shylock, apretando el corazón de las multitudes hambrientas. Y en nombre de la delegación, se negó a firmar el Acuerdo Internacional de Tarifas y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés precursora de la Organización Mundial de Comercio). Así como tampoco ratificó el ingreso de Argentina al FMI y al Banco Interamericano de Reconstrucción y Fomento.

Por su lado, los jóvenes de la FEU andaban con otros problemas. ¿Cómo financiar –se preguntaban– el primer congreso estudiantil de América Latina, tarea a la que el joven dirigente comunista Alfredo Guevara (1925-2013) se había comprometido en el primer encuentro mundial de estudiantes de Praga (1947)?

El presidente de la FEU Enrique Ovares, Guevara, Fidel Castro, Rafael del Pino (no confundir con el general traidor) y Santiago Touriño se reunieron con Molinari en la embajada argentina. Y allí coincidieron en varios puntos: democracia en la República Dominicana azotada por la tiranía de Trujillo, independencia de Puerto Rico, devolución del canal de Panamá, soberanía sobre las islas Malvinas y, por sobre todo, solidaridad antimperialista, independencia y espíritu político de unidad distante de los intereses de Washington y Moscú.

En Buenos Aires, Molinari expuso la iniciativa al canciller Juan Carlos Bramuglia (1903-62), ideólogo y artífice de la tercera posición. Días después, la FEU recibió el telegrama que esperaban: Perón asumía el financiamiento del Congreso estudiantil, con pasajes aéreos, hoteles y alimentos para los delegados.

En principio, el encuentro estudiantil tendría lugar en Buenos Aires. Pero luego, y para lograrse un marco propicio, Perón dispuso que tuviera lugar en Bogotá, donde Washington había convocado a la novena Reunión de cancilleres para constituir la Organización de Estados Americanos (OEA).

El dirigente estudiantil peronista Antonio Cafiero emprendió una gira para lograr la adhesión en otros países. En Lima, con gran entusiasmo, la misión se entrevistó con Laura Meneses (1894-73), esposa del líder independentista de Puerto Rico Pedro Albizú Campos (1891-1965).

En el hotel Nacional de La Habana, el grupo de Cafiero y la FEU coordinaron los aspectos del magno evento estudiantil. Que, a la postre, no pudo realizarse por el asesinato de Gaitán y el consecuente estallido social que en las calles de Bogotá dejó un millar de muertos y cinco mil heridos en tres días.

En su libro Últimas noticias de Fidel Castro y el Che (Ed. Vergara, 2007), el periodista argentino Rogelio García Lupo, uno de los fundadores de Prensa Latina y acucioso investigador de documentos desclasificados de la CIA, asegura que entre las policías de Estados Unidos y América Latina se subrayaba la peligrosidad de un joven agitador peronista (sic), nacido en Cuba.

Ya como senador nacional, Ca­fiero volvió a estar con Fidel en La Habana (1995). Escribe: Recordaba (Fidel) aquellos episodios hasta en sus mínimos detalles (Clarín, 28/8/06). El político cuenta que charlaron durante horas, en las que expresó que como peronista discrepaba de la posición del gobierno de Carlos Menem, pero que nada podía hacer para cambiar esa situación. A lo que Fidel respondió: Se agradecen los gestos, no los resultados [Nota a continuación].

Fuente: jornada.com.mx

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Fidel, aquel estudiante marxista
Diario Clarín
publicado el 28 de agosto de 2006

La historia personal del autor de la nota con Fidel Castro se remonta a 1948, cuando lo conoció en el Hotel Nacional de La Habana, adonde había viajado para organizar un Congreso de Estudiantes Latinoamericanos.

Mi historia personal con Fidel Castro se remonta a marzo de 1948, cuando lo conocí en la terraza del Hotel Nacional de La Habana, adonde había viajado para organizar un Congreso de Estudiantes Latinoamericanos, a realizarse en Buenos Aires en octubre de ese año. Fidel era por entonces un alumno de abogacía al que algunos dirigentes universitarios cubanos, me hicieron notar, miraban con recelo por su carácter irascible y su adhesión al marxismo.Los estudiantes cubanos habían decidido conformar la Confederación Latinoamericana de Estudiantes, bajo el lema "Ni Washington ni Moscú. Latinoamérica libre", en respuesta a la Unión Internacional de Estudiantes, creada en Praga en noviembre de 1945 e impulsada por el comunismo internacional. La Embajada argentina en La Habana había invitado a dos de ellos (Santiago Touriño y Emilio Carrillo Ruiz) a los cursos de verano de la Universidad de Buenos Aires, y al llegar a la Argentina se pusieron en contacto con nosotros, un grupo de universitarios peronistas que en 1944 habíamos fundado la Asociación de Estudiantes de Ciencias Económicas, de la que fui su primer presidente. Se entrevistaron, por nuestro intermedio, con Perón, quien quedó entusiasmado con la iniciativa puesto que coincidía con su visión internacional de una tercera posición, equidistante de las dos grandes potencias mundiales de la inmediata posguerra.El General comprometió su apoyo, ofreciendo a Buenos Aires como sede del Congreso, y me propuso que acompañara a los dos cubanos en una gira para lograr adhesiones en otros países latinoamericanos, por lo que viajamos a Santiago, Lima (en donde también entrevistamos a la esposa del líder independentista de Puerto Rico, Pedro Albizu Campos), Panamá y La Habana.Al llegar allí, el entonces senador nacional Diego Luis Molinari, quien presidía la delegación argentina a la Conferencia Mundial de Comercio (donde nacería la ITO, actual OMC) nos informó que Perón prefería que el Congreso estudiantil se reuniera en Bogotá, coincidiendo con la Novena Conferencia Panamericana de Cancilleres. De esta manera se buscaba respaldar el planteo de Argentina y Guatemala en dicha Conferencia condenando el colonialismo en América y apoyando los reclamos sobre las Malvinas, Belice, Puerto Rico y las colonias inglesas, francesas y holandesas.En La Habana establecimos nuestro cuartel general en el Hotel Nacional. Dispusimos enviar delegaciones a distintos países latinoamericanos y que el Congreso se realizara en Bogotá el 15 de abril. Fue por ese entonces que recibimos un llamado de Fidel para que lo ayudáramos a salir de Cuba, por cuanto lo acusaban de haber participado en el asesinato del dirigente estudiantil Manolo Castro, ex presidente de la Federación de Estudiantes cubanos. Nos pidió que intercediéramos ante la Embajada argentina para que le brindara protección diplomática para viajar a Colombia, asegurando que su vida corría peligro y que nada tenía que ver con lo que lo acusaban, por lo que accedimos a su pedido.Fidel menciona nuestra gestión en una carta enviada a sus padres fechada en Bogotá el 3 de abril de 1948, donde dice que "los argentinos han dado el mayor aporte hasta ahora", haciendo también referencia a la llegada a la capital colombiana de uno de los argentinos "que más está cooperando". También se planteaba la posibilidad de continuar sus estudios en la Argentina.Lo cierto es que el congreso nunca pudo realizarse, ya que el 9 de abril se produjo el "Bogotazo", luego del asesinato del dirigente popular, Jorge Eliécer Gaitán, del Partido Liberal. Fidel participó en esta rebelión popular, con fusil en mano, e incluso dando sugerencias para la resistencia contra el Ejército. Luego del cese al fuego anunciado el 11 de abril, Fidel se reunió con sus compatriotas en el hotel donde se hospedaban antes del Bogotazo, y una vez más requirió nuestra ayuda: abonamos la cuenta del hotel y conseguimos proveerlo de un auto diplomático con una bandera argentina, con el que pudieron atravesar la ciudad llena de escombros y surcada por los tiroteos.Así lograron llegar a la Embajada de Cuba y partir hacia allí al día siguiente en un avión de carga.Volví a ver a Fidel Castro, ya como senador nacional, en 1995, cuando en un viaje a La Habana pedí una entrevista con él. Recordaba estos episodios hasta en sus mínimos detalles. Me preguntó por uno de mis acompañantes de entonces. Le respondí que hacía años había dejado la militancia política. "Siempre pensé que era un gordito burgués", fue su escueto comentario.Charlamos durante horas, en las que le expresé que como peronista discrepaba con la posición del gobierno de Menem respecto a Cuba, pero que nada podía hacer para cambiar esa situación. "Se agradecen los gestos, no los resultados", respondió con una mesura adquirida a través de los años, que en poco me hizo recordar aquel fogoso joven estudiante que se erigió como organizador de un congreso surgido de la voluntad del presidente Perón.

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