Por Agustín Saavedra Weise

El número 3 de “Temas” -publicación de la Asociación Profesional del Cuerpo Permanente del Servicio Exterior de la Nación Argentina- aparte de otros excelentes artículos reproduce uno del diplomático rioplatense Guillermo Del Bosco. El título en sí es insinuante: “Talleyrand, vida y sentencias”. En apretada síntesis, nos ilustra acerca de la trayectoria de un hombre que marcó a su época con pautas de cinismo, transfugio e innegable talento pragmático. Talleyrand sirvió al Directorio, al Consulado, a Napoleón Bonaparte, a Luis XVIII y por último a Luis Felipe de Orleans. Tal profusa trayectoria hace valer su advertencia: “En política uno muere para resucitar”. En el marco de un espacio restringido, haremos una breve glosa del artículo mencionado.

Charles Maurice Talleyrand-Perigord (1754-1838), “Talley” para los ingleses, vivió y sirvió muchos años, durante los cuales transitó por diversos regímenes. El príncipe austríaco Metternich -que no era un moralista- dijo de Talleyrand: “hay que distinguir al hombre político del hombre moral. Si fuera moral, no sería lo que es”. Como asevera Del Bosco, la extensa bibliografía escrita sobre Talleyrand -que se actualiza con frecuencia- confirma que pasó a la historia no sólo por sus falencias éticas, sino porque demostró valores de estadista. La historia europea lo ha colocado junto a los grandes diplomáticos del siglo XIX.

El rasgo físico distintivo de Talleyrand era la cojera, fruto de una deformación genética en un pie. Irónico, era famoso por sus acciones y expresiones. Una de ellas, que rescata el autor de la nota que comentamos, es la siguiente: “Nunca estar solo, jamás estar aislado, no importa lo poderoso que se sea. Eso es toda la política exterior.” Tiene validez hasta hoy.

El controvertido rengo también dijo alguna vez que “las bayonetas sirven para todo, menos para sentarse sobre ellas”. Daba así énfasis al poder de las armas como medio para consolidar al poder político. Otra genial expresión de su cosecha: “en diplomacia puede hacerse de todo, menos improvisar”. Esto, hasta hoy en día no es tomado en cuenta y ciertamente, muchas veces con nefastas consecuencias.

Talleyrand sintetizó la derrota de Napoleón en tres faltas capitales: “España, Rusia y el Papa”. Su incursión en la península ibérica fue poco feliz, la invasión a Rusia resultó desastrosa y los conflictos con el Papado debilitaron al corso hasta que terminó primero prisionero en Elba para -luego de una breve y emotiva vuelta al poder- concluir su carrera político-militar al ser derrotado definitivamente en Waterloo en junio de 1815.

Previamente y luego de retornar de los recientemente creados Estados Unidos de América, Talleyrand aseguró que pronto EEUU se sentaría en la misma mesa con las grandes naciones. Y esto lo dijo antes de Alexis de Tocqueville, otro francés y el gran estudioso de la Norteamérica que ya, en esos sus precoces años, se insinuaba como ineluctable potencia del futuro. Sobre la posición francesa en el Congreso llevado a cabo en Viena tras el alejamiento de Napoleón, Talleyrand expresó: “Hemos aprendido, un poco tarde sin duda, que el bienestar de los estados, como el de los individuos, consiste en la capacidad de desarrollar las posibilidades de sus propios territorios y no en adquirir o conquistar los ajenos”.

El brillante trabajo de Del Bosco nos incentiva para aprender más sobre un personaje brillante y tenebroso, como sin duda lo fue el controvertido Talleyrand. Asimismo, el autor nos ilustra -con su esfuerzo investigativo previo- acerca de algunas verdades eternas en materia de política exterior proferidas en su época por “Talley” y que no siempre son tomadas en cuenta hoy en día, ni aquí ni en otros lugares.

Talleyrand: vida y sentencias
Por Guillermo Del Bosco1

“No he dado jamás un consejo perverso a un gobierno o a un príncipe, pero no me desmoroné con ellos. Después de los naufragios hacen falta pilotos para recoger los náufragos. Tengo sangre fría y los llevo a un puerto cualquiera; poco importa el puerto, siempre que ofrezca un refugio.”
Charles Maurice Talleyrand-Perigord
(1754-1838)

Introducción

La Revolución Francesa quebró el sistema de gobierno vigente y creó un permanente estado deliberativo como consecuencia de la falta de consensos para reemplazar el viejo orden. Éste es el inicio de una sucesión de distintos regímenes políticos que sobrevinieron hasta volver a la monarquía, la que se entendía sepultada para siempre. Dentro de este contexto histórico actuó Talleyrand y su versatilidad, como la de muchos otros, fue explicada años más tarde diciendo: “no soy yo quien ha cambiado, sino el tiempo y las circunstancias.” Y estaba en lo cierto. Durante su prolongada trayectoria sirvió como clérigo a Luis XIV y luego  –al abandonar sus hábitos– a 
la Revolución Francesa, al Directorio, al Consulado, a Napoleón Bonaparte, a Luis