Irán en la nueva política exterior de Obama

Sa’dolah Zarei
PIA


Uno de los objetivos de Barack Obama para su segundo mandato presidencial parece ser la obtención de algún “logro” en sus políticas asociadas a la República Islámica de Irán y su desarrollo nuclear. Demás está decir que sus intenciones no son alcanzar un acuerdo, sino que Irán detenga por completo su programa de desarrollo científico de energía nuclear. Obama ha declarado que no pretende “frenar” a Irán, sino que Irán “se detenga”.
Para este fin, Obama organizó un equipo de funcionarios de la talla de John Kerry, Joe Biden y Chuck Hagel, quienes cumplen funciones clave en la política exterior norteamericana. Kerry fue designado Secretario de Estado, Hagel pasó a ser Secretario de Defensa, mientras que Biden acompaña a Obama como vicepresidente desde su primer mandato de 2009. Este grupo de funcionarios que tienen entre sus principales tareas las políticas hacia Irán, sostiene como práctica una doble estrategia. En principio emite un discurso conciliador que señala la búsqueda de acuerdos entre los gobiernos, pero a la vez se encarga de sostener una amenaza constante y realizar diferentes presiones hacia Irán que obstaculizan el desarrollo de sus actividades, principalmente apuntadas hacia el bloqueo de su economía.

Un ejemplo de este accionar fueron las conductas del equipo de Obama durante las negociaciones de Almaty, en Kazajiztán, donde participaron representantes de Rusia, China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, más Alemania y al cual fue invitado Irán. Los estadounidenses, a través de sus diferentes medios de comunicación, difundieron que la reunión del llamado Grupo 5+1 en ese lugar, era una excelente oportunidad que ofrecían a Irán para alcanzar un acuerdo. Por su parte,  Catherine Ashton, alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, sostuvo en diversas entrevistas que todo estaba preparado para avanzar en esa dirección. Ashton expresó que “el Grupo 5+1 ha anunciado su intención de desbloquear un parte de las sanciones y ahora esperamos que Irán tome las medidas correspondientes para definir un acuerdo en las negociaciones de Almaty 2.” Lo importante en estas declaraciones es que las aparentes concesiones que se realizaron desde el Grupo 5+1 sólo se refieren a la sanciones al comercio de oro –que no generaban a la República Islámica problemas graves-, mientras que los bloqueos al desarrollo energético y a las transacciones bancarias fueron ratificados. A cambio de este ofrecimiento, Occidente exigió a Irán algunas medidas “fundamentales”:
  • Detener el programa nuclear de Fordow.
  • Transferir al menos el 20 por ciento de la producción de combustible a un país extranjero.
  • Detener la producción de combustible al menos en un 20 por ciento.
  • Permitir inspecciones sorpresivas a las instalaciones nucleares y no nucleares por parte de funcionarios de las agencias de inspección.
Estas exigencias evidenciaron que el Grupo 5+1 en ningún momento buscó alcanzar un acuerdo con Irán sino aprovechar la ocasión para imponer sus demandas. Las potencias occidentales consideraron que si ofrecían a Irán la posibilidad de hacer propaganda con el éxito de la reducción de las sanciones, la República Islámica olvidaría su programa nuclear, el cual por otra parte cumple con los derechos y requisitos estipulados en el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP).
Cabe destacar que en este nuevo período presidencial la cohesión que existe entre Kerry, Hagel, Biden y Obama hace que sus puntos de vista se impongan en las decisiones que toma EE.UU. Esto se debe a que el Consejo Nacional de Seguridad (CNS. Órgano consultivo del presidente y que en la práctica define gran parte de la política exterior estadounidense. Está compuesto por diferentes miembros del poder ejecutivo) sólo puede realizar sus acciones cuando el Presidente, el Vicepresidente, el Secretario de Estado y el Secretario de Defensa brindan su consentimiento. A consecuencia de esto, el papel del Congreso norteamericano en las decisiones tomadas en relación a la política exterior ha disminuido respecto del primer período presidencial de Obama, cuando existían diferencias entre el Secretario de Estado y el Secretario de Defensa por un lado, y entre el presidente y el Secretario de Estado por otro.  Si este análisis es correcto, se demostraría que el punto de vista de los políticos y senadores estadounidenses no cambiará respecto a las evaluaciones internacionales y especialmente de la región de Oriente Medio, y seguirán sosteniendo que esas evaluaciones constituyen “una necesidad para garantizar la seguridad”. En todo caso, el punto de vista y las acciones del gobierno estadounidense seguirán una lógica más pragmática.
Esta situación pude analizarse desde otra perspectiva. Según las declaraciones de las autoridades del CNS, Irán está preparada para la continuidad y el incremento de las sanciones contra su país. A pesar de que los flamantes funcionarios hablan de la necesidad de resolver los problemas mediante el diálogo, su primera opción continúa siendo maximizar la presión para forzar la rendición pacífica de Irán. Este ensañamiento no se relaciona con un análisis calculado y preciso de las relaciones entre EE.UU. e Irán. Las autoridades norteamericanas, sin importar a qué partido pertenezcan, toman sus decisiones al calor de una marcada hostilidad hacia la República Islámica. Tal es así, que mientras la Casa Blanca se pronunciaba en favor de una negociación con Irán, la esposa de Obama entregaba un premio en la ceremonia de los Oscar a un film de marcado tinte anti-iraní.
En principio, los políticos estadounidenses afirman que las restricciones a Irán eran solamente en materia de armas nucleares. Sin embargo, los hechos demuestran que en verdad EE.UU. no está dispuesto a permitir el desarrollo energético iraní. La fabricación de armamento nuclear es un pretexto para ejercer una mayor presión contra Irán a fin de someter esa nación. Los representantes norteamericanos calificaron la capacidad nuclear iraní durante las conversaciones entre grupos del CNS y el Congreso como “amenaza”. Cabe preguntarse entonces, ¿Puede esperarse que las autoridades de EE.UU. acepten la actividad de las centrifugadoras de primera, segunda y tercera generación y el enriquecimiento de uranio al %5 que busca llevar adelante Irán?
En la última visita de Benjamin Netanyahu a Washington, Obama explicó a su aliado su posición respecto del programa nuclear de Irán. Al concluir sus reuniones el Primer Ministro del Estado sionista de Israel declaró: “nosotros confiamos en Barack Obama y sabemos que EE.UU. no permitirá que Irán desarrolle su capacidad nuclear.”
Obama bien sabe que los EE.UU. han perdido gran parte de su poder para ejercer presión contra Irán. Su país no podrá aprobar más sanciones dentro de las nuevas resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, debido a que las represalias han alcanzado el punto máximo y se han enfrentado con obstáculos dentro del propio Consejo. Luego de las sanciones a las transacciones bancarias y al desarrollo energético, los embargos multilaterales contra Irán han alcanzado su punto máximo y ya no quedan opciones para involucrar a Europa en este asunto. Han pasado 6 meses desde que el Congreso norteamericano votó las sanciones unilaterales contra Irán, alcanzando su última instancia posible. No obstante, Barack Obama envió una carta a parlamento de su país donde advertía que mediante las sanciones bancarias los EE.UU. ponían en riesgo la posibilidad de presionar a Irán mediante otras estrategias como los llamados al diálogo. Esta comunicación derivó en una autorización del Congreso al presidente para que posponga la ejecución de esas decisiones hasta que él lo considere necesario.
Obama ya no tiene más alternativas, aunque afirme que ha desarrollado nuevas estrategias en las relaciones con Irán. Si bien Obama prometió a comienzos de 2012 doblegar a Irán mediante una política de “intensificación de la crisis,” sus intentos no tuvieron éxito.  La masiva presencia de los iraníes en las calles para celebrar el 10 de febrero cuando se conmemoró el 34° aniversario de la Revolución Islámica; la respuesta concluyente del Líder Supremo de la Revolución Islámica, el Ayatolá Jamenei, a la propuesta de EE.UU. para dialogar bajo presión, fueron muestras de que ni el pueblo iraní ni el Líder Supremo han dudado en continuar su camino.
Es evidente que el la política exterior estadounidense para Irán ha fracasado. Aun así, los funcionarios de Obama intentan obligar a Irán a que negocie con los EE.UU. mediante la continuidad e intensificación de las sanciones. Los norteamericanos no buscan diálogos donde las dos partes se reconozcan mutuamente y maximicen sus intereses nacionales. En estos encuentros donde se imponen los términos de los estadounidenses Irán se vio obligada a retirarse sin alcanzar un acuerdo.
Puede señalarse una particularidad en cuanto a estos intentos de diálogo: significativamente, la palabra utilizada por las autoridades norteamericanas para referirse a los encuentros es “conversación” y no “negociación”. Es decir que los norteamericanos, basándose en propagandas negativas, fingen obligar al país persa a prestar atención unilateralmente a las posiciones estadounidenses y a modificar sus propias posturas. Sin embargo, esto ocurre sólo en la imaginación de los norteamericanos. Irán no está dispuesta a escuchar las imposiciones de los EE.UU. ni considera que este tipo de autoritarismos vaya a resultar eficaz.
Está claro que los intereses nacionales de Irán se alcanzarán por medio de la resistencia. En la actualidad asistimos a un pequeño giro en la conducta norteamericana. Luego de 34 años, las autoridades de ese país plantearon que Irán necesita “ser escuchada”. Hoy en día Irán está en condiciones de desafiar a los EE.UU. en los niveles regionales e internacionales. A su vez, la República Islámica está en condiciones de neutralizar cualquier conspiración contra su seguridad nacional a través de sus mecanismos de defensa y la capacidad de su población y sus fuerzas armadas.
Irán desconfía de los diálogos en un ambiente hostil. En estos momentos cuando los EE.UU. buscan ampliar las medidas anti iraníes, nosotros, la nación de la Revolución Islámica, debemos desarrollar nuestras propias acciones anti-estadounidenses a nivel mundial. De esta forma el país imperialista se verá obligado a abandonar su presión e incidencia en todas las regiones musulmanas, desde el Golfo Pérsico hasta el Mar Mediterráneo y el Océano Índico, y deberá entregar el control de estas regiones sensibles a los pueblos que las habitan. Este objetivo es posible. Así lo demuestran las expulsiones de los militares estadounidenses de las costas de Irán, El Líbano y Siria.