La revancha de la plebe

Simon Jenkins
The Guardian


La plebe se subleva en toda Europa. Quiere la sangre de los banqueros y está dispuesta a lograrlo. Hasta ahora, la respuesta de la opinión pública ante la restricción crediticia ha sido de desconcierto general y de algunos palmetazos de castigo. Los bancos convencieron al mundo de que todo había sido fruto del destino. Al parecer, eran “too big to fail” [demasiado grandes como para hundirse] y sus líderes demasiado santos como para expiar los pecados. Durante cuatro años, a los bancos británicos los han colmado con casi medio billón de libras de dinero público e impreso. Se recuperaron debidamente y mantuvieron su riqueza, mientras los demás se volvían pobres.
Pero se ha agotado la paciencia. Ni los bancos ni el Gobierno han sido capaces de hacer posible la recuperación. La gente quiere venganza y de todos los lugares posibles, la han encontrado en el Parlamento Europeo. Ha declarado que los banqueros de la UE no pueden recibir bonus superiores a sus salarios base, o bien podrán recibir el doble si los accionistas lo aprueban. Esto se aplica en cualquier lugar de la UE en el que trabajen los banqueros y también se aplica a banqueros extranjeros que trabajen en la UE.

La causa británica está perdida de antemano

Mientras, después del resultado de un referéndum celebrado en Suiza, los ejecutivos superiores ahora necesitarán la aprobación explícita de los accionistas en lo que respecta a la cantidad de sus sueldos y estarán prohibidas las indemnizaciones millonarias por contratación o despido. Países Bajos se plantea aplicar un límite del 20% en los bonus. Incluso en Gran Bretaña, país caracterizado por la política del "laissez-faire", la National Association of Pension Funds [Asociación Nacional de Fondos de Pensiones] exige que las juntas directivas limiten el aumento de los sueldos de los ejecutivos al nivel de la inflación.
El antaño todopoderoso lobby de la banca en Europa ha quedado neutralizado por la magnitud del escándalo. El Gobierno alemán cedió ante el Parlamento Europeo, presionado por la oposición socialdemócrata. Esto ocurrió después de que el escándalo del Libor revelara que el Deutsche Bank limitó el bonus de un operador a 40 millones de euros, lo que implica que la suma original era aún más asombrosa. La campaña suiza [contra las remuneraciones abusivas] la desencadenó la farmacéutica Novartis, al conceder a su presidente una bonificación de 58 millones de euros al abandonar la empresa. Alrededor del 68% de los suizos votó a favor de imponer límites.
Sólo los ministros británicos siguen danzando al son de los banqueros. El mes pasado, los ejecutivos de RBS dejaron a un lado a sus accionistas y cobraron 700 millones de euros en bonus, tras publicar una pérdida de 6.000 millones de euros. Lloyds, que también ha registrado pérdidas, abrió su caja registradora para darles a sus directivos superiores un extra de 420 millones de euros. HSBC, que se enfrenta a un escándalo de blanqueo de capitales, anunció que 78 de sus ejecutivos londinenses se llevarían a casa más de 1 millón de euros cada uno. Todos afirman que los bonus no están relacionados con las multas o las pérdidas, pero es lo que dicen siempre.George Osborne se humilló en Bruselas el martes al intentar defender su infructuosa causa.

Bonus astronómicos: ¿un robo?

El año pasado, la tan anunciada "primavera del accionista" de la City [de Londres] no llegó a ninguna parte. Las revueltas contra los sueldos de los ejecutivos de [el grupo de comunicación] WPP, de Barclays, de [el grupo de prensa] Trinity Mirror y de otros lugares apenas tuvieron un impacto visible. Mientras que los sueldos generales se congelaban, el de los ejecutivos superiores subía un 12 %. Las encuestas de opinión reflejaban la abrumadora hostilidad de la opinión pública ante los cuantiosos sueldos de los directivos. Sólo el Gobierno y el alcalde de Londres se mantienen entre los muy ricos y una opinión pública furiosa. Con la revuelta de la plebe, ni siquiera los ministros británicos podrán retar a la opinión pública indefinidamente.
Lo cierto es que el sector bancario ha permitido que se acumule esta sed de venganza durante más de cuatro años y sencillamente le ha dado igual. Desde los años ochenta y la liberalización financiera, estos directivos se han estado llevando a casa sumas de dinero insólitas en cualquier otra profesión.
Esto no tenía nada que ver con los mercados libres, excepto en lo que respecta a un grupo reducido de operadores amantes del riesgo y del lujo. Los banqueros actuales obtienen "beneficios económicos" de explotar consorcios de servicios financieros con carácter de oligopolio, manteniendo a un lado a los accionistas. Los astronómicos bonus de los operadores son rendimientos asimétricos del capital que en realidad pertenece a los depositantes y a los accionistas, cuyo dinero es el que asume el riesgo. En cualquier otro ámbito, estos bonus se considerarían un robo a la empresa.

Ni un ápice de arrepentimiento

No hay sindicatos más fieros a la hora de defender sus intereses que los de las profesiones más ricas. Tal y como hemos observado esta semana con los abogados, si les recortan sus beneficios amenazan con hacérselo pagar a los pobres, a la economía, al Gobierno, a todos.
Los bancos gritan que con la limitación de los bonus, la codicia se irá al extranjero. Parece exagerado. Pero las limitaciones de la UE podrían hacer que esos operadores amantes del riesgo empezaran a salir de esta Europa con excesivas normativas para irse hacia las Américas y Asia.
Esto no sería una buena noticia para Gran Bretaña: las finanzas han sido el sector más próspero de los últimos veinticinco años. Pero lo más probable es que únicamente se deslocalicen las actividades más tóxicas, lo que no sería una gran pérdida.
En cualquier caso, los únicos culpables son los bancos. Han volado con sus doradas plumas demasiado cerca del sol y la ira [de la plebe] se las ha derretido. Sólo tienen un argumento a su favor. La cultura de avaricia de la City no tenía nada que ver con la cultura de ineptitud del Banco de Inglaterra y del Ministerio de Hacienda. Ellos les proporcionaron el dinero. En la historia económica británica jamás se había derrochado tanto en una causa tan infructuosa. Y seguimos sin ver ni un ápice de arrepentimiento.