Empresa y desarrollo nacional: las convergencias

Aldo Ferrer
DiarioBAE

Las condiciones necesarias para el crecimiento de las empresas tienen su contrapartida en las que son indispensables para el desarrollo del país. De este modo:
- En la empresa, es esencial la relación entre sus actores en la construcción de un proyecto compartido. En el país, es imprescindible la cohesión social y el reparto equitativo de los frutos del desarrollo.
- En la empresa, es preciso el espíritu innovador y el liderazgo para la apertura de nuevas oportunidades. En el país, se requiere la vocación nacional de los liderazgos políticos, empresarios, sindicales y culturales, para fortalecer la soberanía y desplegar el potencial disponible.
- En la empresa, es necesaria la confianza en las propias fuerzas y la observación de la realidad y las oportunidades con criterios propios. En el país, es indispensable un pensamiento nacional, no subordinado a la ideología de los centros de poder internacional, para ampliar las fronteras del desarrollo.
- Finalmente, tanto para la empresa individual, como para el país, es imprescindible la democracia y el estado de derecho, para generar escenarios propicios para el despliegue de la iniciativa privada y de políticas públicas de largo plazo promotoras del desarrollo, la soberanía y el bienestar social.
La suma de estas condiciones necesarias para el desarrollo de la iniciativa privada y de la economía argentina, constituyen la densidad nacional. Sin ella es imposible el pleno desarrollo de la empresa privada y del país.
El fortalecimiento de la densidad nacional es indispensable para generar confianza. Vale decir, el convencimiento, en la opinión pública, que la economía seguirá un curso favorable de crecimiento y estabilidad, sin cambios traumáticos en la producción, el empleo, los precios y los pagos internacionales. Incluye, también, una idea dominante de que aumentará el empleo y habrá oportunidades de aplicar el ahorro y la iniciativa privada, en la creación de nuevos emprendimientos y la ampliación de los existentes. Todo esto, en un marco, institucional y político, estable, así como también, de relaciones positivas con el resto del mundo. Estos componentes fundacionales de la confianza, culminan en la creencia que los argentinos somos capaces de administrar nuestra economía y de mantener estrechas relaciones externas, preservando el derecho de trazar nuestro propio camino. En resumen, la convicción en nosotros mismos y en un futuro promisorio y compartido.
Desde el retorno a la democracia, bajo el liderazgo de Raúl Alfonsín, en 1983, se ha ido afirmando el convencimiento que la Constitución volvió para quedarse y que, por complejos que sean los problemas y los conflictos, sólo podemos enfrentarlos en democracia. Hemos recuperado un marco institucional estable y esto es un paso fundamental para sostener la confianza. Además, después de la salida de la crisis del 2001-2002, el país se recupero con recursos propios, ordenó la deuda en la negociación del 2005, recuperó soberanía cancelando la deuda con el FMI, logró fuertes superávit en el presupuesto y el balance de pagos y, consecuentemente, demostró que dispone de los recursos necesarios para crecer, sin pedirle nada a nadie.
La consolidación de estos avances requiere fortalecer la gobernabilidad y los equilibrios macroeconómicos. Es indispensable generar el convencimiento de que el lugar más rentable y seguro para invertir el ahorro y el talento argentino es la Argentina. Lo que es preciso hacer para ganar confianza está, actualmente, al alcance de las propias decisiones del país.
Como ganar confianza es, en resumen, el tema urgente que debe resolverse para evitar la fuga de capitales, volver a crecer, generar empleo y poder ocuparnos, con recursos reales y crecientes, de la resolución de los graves problemas sociales pendientes. Se ha logrado abrir caminos promisorios para colocar al país real, el que actualmente tenemos, a la altura del país posible en virtud de su extraordinaria dotación de recursos materiales y humanos.
Sobre estas bases, es posible el desarrollo económico, que descansa en la capacidad de participar en la creación y difusión de conocimientos y tecnologías y de incorporarlos en la producción. Esto implica la acumulación de capital, conocimientos, tecnología, capacidad de gestión y organización de recursos, educación y capacidades de la fuerza de trabajo. El protagonismo de los empresarios locales es esencial para el desarrollo. El proceso es indelegable en factores exógenos los cuales, librados a su propia dinámica, desarticulan el espacio nacional y lo organizan en torno de centros de decisión extranacionales.
La fortaleza de la densidad nacional es también indispensable para responder con eficacia a la globalización que ofrece oportunidades como, por ejemplo, la ampliación de los mercados o el acceso a inversiones y tecnologías. Pero plantea, también, riesgos y amenazas. Es necesario aprender de las experiencias ajenas, adaptar lo aprendido e incorporarlo en el propio acervo y en la capacidad de hacer, y finalmente, innovar y proyectarse al mercado mundial. El mercado interno es la plataforma de lanzamiento de este proceso.
Esta es la enseñanza que surge de la experiencia de los países emergentes exitosos. En todos los casos, el conocimiento constituye la palanca fundamental del crecimiento y la transformación. Asimismo, en esos países los emprendedores nacionales cumplen una función protagónica, en el marco de políticas públicas promotoras del desarrollo económico y social.