Lo que nadie contará hoy sobre Auschwitz
Por Miguel Ángel Rodríguez Arias*
para Nueva Tribuna (España)
Se cumplen setenta años de la liberación del campo de la muerte de Auschwitz. Con toda probabilidad el nombre que evoca lo más cerca que ha llegado a estar la humanidad del mal absoluto en toda su historia. Y ya es decir.
Declarado Patrimonio de la Humanidad
por la UNESCO, hablar de Auschwitz continúa siendo hoy demasiado difícil, demasiado
insuficiente, demasiado sobrecogedor. No hay texto ni palabras suficientes para
abarcar lo que fue Auschwitz, y mucho menos en un breve artículo, es verdad.
Pero con todo me resulta demasiado
inaceptable, que incluso en el día que se recuerda el 70 aniversario de
Auschwitz y de todo lo que allí sucedió se permita -se promueva- olvidar que
Auschwitz fue el mayor campo de trabajo forzado de la Alemania nazi y
queAuschwitz fue también "IG Auschwitz". Filial de IG Farben,
el gran cartel empresarial del momento, formado por las empresas
Bayer, HOECHST y BASF. Y no digo el gran cartel
empresarial "alemán", porque eso tampoco sería verdad, no hasta poco
antes de diciembre de 1941 y el ataque a Pearl Harbor.
Y no podría ser verdad decir eso
porque, según el propio informe oficial de la sección de investigación
financiera del gobierno militar de ocupación, a las alturas de 1940 del total
de las 324.766 acciones que componían el Cartel IG Farben únicamente 35.616 de
éstas estaban en manos de personas con residencia en Alemania, mientras que
casi el triple de esa cantidad, 86.671 acciones, estaban en manos de inversores
de nacionalidad estadounidense y casi cinco veces más, 166.100
acciones, estaban en manos de ciudadanos suizos.
Esto es más de un 80% del capital
social de IG Farben, fue financiado desde Wall Street y Suiza, frente a poco
más de un 10% directamente alemán.
Y esa sería, precisamente, una de las
razones determinantes para excluir el juicio a los responsables empresariales
de IG Farben (hasta 24 altos directivos de la compañía) de los Juicios
principales de Núremberg: la imposibilidad de dejar fuera de la
investigación penal a otros ciudadanos de Estados Unidos, Reino Unido y otros
países.
Porque los líderes nazis fueron unos
monstruos y unos dementes, por supuesto que sí, pero algún día deberá
terminarse de hablar también de la auténtica conspiración de Farben,
Krupp y otras empresas mastodónticas, mundiales, supuestamente
"alemanas" que en nombre de un "beneficio" autoreferencial
y fuera de toda sensatez y humanidad, les ensalzaron y financiaron sin límite
con más de tres millones de marcos de la época para que "las elecciones de
1933 fuesen las últimas elecciones de la República de Weimar" (von Schnitzler dixit) y poder hacer después
"negocios" a satisfacción con el régimen nacionalsocialista y
aprovechando la "oportunidad de mercado" de la invasión de casi toda
Europa e "instalaciones de trabajo" como Auschwitz.
Porque tal y como señalaría el
fiscal Taylor en su posterior "indictment", durante los Juicios
posteriores a Núremberg: "IG marchó con la
Wehrmacht, concibió, inició y preparó un detallado plan para hacerse al
amparo de ésta con la industria química de Austria, Checoslovaquia, Polonia,
Noruega, Francia, Rusia y otros 18 países".
Y por eso tampoco debería sorprender
que, una vez derrotada la Alemania nazi, una de las Leyes del Consejo de
Control aliado fuese, específicamente, la número 9, de 20 de septiembre de
1945, destinada a disolver por ley el Cartel IG Farben (“Beschlagnahme und
Kontrolle des Vermögens der I. G. Farbenindustrie”). Ley fundamentada, según
las palabras de su propio preámbulo, en la necesidad de “impedir que IG Farben
pudiese representar ninguna amenaza futura a sus vecinos o a la paz mundial a
través de Alemania.
Y no es que me cupiese esperar en un
día como hoy ningún tipo de comunicado o petición pública de perdón por
"IG Auschwitz" por parte de Bayer, HOECHST y BASF, que, a diferencia
de su matriz, Farben, sí continúan hoy existiendo.
Pero sí que considero que "IG
Auschwitz" representa un motivo muy real de preocupación acerca de la
necesidad de los "límites y controles" del poder corporativo
en el mundo actual y la actual insuficiencia de los instrumentos de
Derecho penal internacional ante todo ello.
Y que, un día como hoy, resulta
demasiado inaceptable, y arriesgado para el futuro, que ni siquiera se mencione
la fundamental responsabilidad desempeñada por estos otros actores
empresariales en el crimen sin fondo de Auschwitz. No olvidemos tan fácilmente
lo que no queramos que se pueda volver a repetir en este nuevo siglo XXI.
* Experto en Derecho Penal Internacional