El primer Triunvirato: Rivadavia
El 23 de setiembre de 1811 el centralismo porteño hace un golpe de Estado y es disuelta la Junta Grande, reemplazada por el denominado "Primer Triunvirato". Resultaron elegidos triunviros con el mayor número de votos don Feliciano Chiclana, don Manuel de Sarratea y el doctor Juan José Paso, que quedaba a flote en todos los tumultos. Con ellos se decidió fundar, en vista de la urgencia del momento, un poder ejecutivo provisorio.
La Junta subsistiría como cuerpo legislativo y representación de la soberanía nacional, con el nombre de Junta Conservadora aunque sin poder real.
El Triunvirato, suele considerarse como una reacción "liberal” ante la conservadora de la Junta grande. No hubo tal comparación fue más localista que ideológico: reacción contra el predominio provinciano de la Junta. La disidencia interna los paraliza: Sarratea era un señorón de sociedad, ambicioso y voluble, aunque astuto. Chiclana, un saavedrista. Paso, un camaleón, siempre dispuesto a saltar el cerco, aunque juicioso y sagaz.
La frecuente disparidad de opiniones hizo que la decisión derivara por lo común al secretario del organismo, que era don Bernardino Rivadavia.
La versión idealizada sobre el triunvirato proviene de la presencia de este personaje, cuyos antecedentes como privado de Liniers y que debió ser introducido por el cuñado de éste, Sarratea. Algunos historiadores lo consideraban como continuador de la obra de Moreno, cuando es su permanente contradicción.
Rivadavia: Su mente no alcanzó a superar los principios de la "ilustración" adoptados en la juventud y su política adoleció permanentemente de una oculta nostalgia del Virreinato. Cuando se estudia su vida pública desde esta primera etapa, no hay que olvidar que se había casado con una hija del virrey del Pino, y que era un “snob” que se sentiría yerno de virrey hasta la muerte.
Bernardino Rivadavia seria el "alma" del Triunvirato, como Moreno lo había sido de la Primera Junta, Funes de la Junta Grande hasta abril, y Campana de abril hasta setiembre. No había tenido más actuación que la fugaz del 1ro. de enero, en que fue rechazado como alférez real por el Cabildo con duras palabras, y su reciente prisión y confinamiento por el Tribunal de Seguridad.
Como no sabia olvidar rencores (como señala el Maestro Pepe Rosa), guardaría a Álzaga por aquello, y a Bustos por esto, una enemistad perdurable. Rivadavia llegó a ser la figura representativa de la clase vecinal porteña.
Además de una energía avasalladora, cuyo solo parangón puede encontrarse en Moreno y Rosas, tenía el prestigio de un talento enciclopédico que le valió el renombre de Padre de las Luces entre sus contemporáneas, aunque nunca escribió un libro, dictó una cátedra, ni redactó un artículo de periódico; y sus discursos, cartas particulares y decretos de gobierno revelan mediocridad de estilo y desorden de conocimientos generales.
Pero era hombre de gran vanidad que se resaltaba en sus menores gestos, ademanes y palabras, y atinó a imponer a sus contemporáneos su altísimo concepto de sí mismo.
Se ha dicho de Rivadavia que desconocía el país que gobernaha; es cierto, pero debe reconocerse, en cambio, que conocía la psicología de la clase social que lo apoyaba. En ese medio, apocado e indolente, de relativa cultura y apego a las apariencias, tenía necesariamente que destacarse su mediocre personalidad. Pocos nativos supieron resistir el culto unánime de la gente "decente" de Buenos Aires -y después de las ciudades del interior- en la primera mitad del siglo pasado:
Martín de Alzaga, que se atrevió a llamarlo incapaz, y de ningunas facultades a pesar de suponerse lo contrario, al rechazar en el Cabildo del 1 de enero su nombramiento de alférez, Mariano Moreno que llegó a decirle en la Audiencia que usurpaba el aire de los sabios, y afectaba ser grande en todas las carreras cuando en ninguna ha dado el primer paso, o el padre Castañeda, burlándose de la vanidad de quien llamó el sapo del Diluvio sin lograr otra cosa que la animadversión de los porteños y su destierro definitivo de la ciudad. Álzaga, Moreno y Castañeda tenían personalidades desbordantes y no eran fáciles de dejarse llevar por la corriente general.
Las figuras extranjeras que de alguna manera lo conocieron, lo tomaron por su lado ridículo. Lord Ponsonby en 1827 tomará por el lado humorístico "este presidente sudamericano que tiene figura de Sancho Panza pero ni la mitad del juicio de nuestro viejo amigo Sancho";
Pedro de Angelis Se mofará de la pedantería de los decretos y absurda obra de gobierno en sus artículos del Archivo Americano; y Canning, a propósito de la estada de Rivadavia en Londres entre 1824 y 1825 dice a Parish que advierta con discreción al gobierno (Las Heras)
“sin ofender al señor Rivadavia, lo inconveniente que resulta para el prestigio de ese gobierno poner sus asuntos en manos de una persona semejante".
En seguida mostró el Gobierno Ejecutivo su verdadero cariz. El 14 de octubre de 1811 hizo celebrar una misa con motivo del natalicio de Fernando VII.
El 20 del mismo mes se concertó el tratado de paz con el "Exemo. señor Virrey don Francisco Xavier de Elio", en el que no sólo se le reconocía el título otorgado por el Consejo de Regencia (lo cual implicaba un reconocimiento indirecto de la autoridad de este organismo), sino que se ratificaban las declaraciones de fidelidad y las promesas de ayuda a España y de acatamiento a Fernando VII que había hecho la Junta grande en el convenio preliminar. Por estas causas y otras que se les sumarían vería levantarse pronto en contra suya la misma oposición que había suscitado su antecesor.
Puestos bajo el mando de Belgrano, los Patricios permanecían fieles al saavedrismo y fueron incitados por el grupo desplazado(los diputados del interior).
El motín que tomó como pretexto la orden de cortarse los soldados las coletas -que aún usaban- fue sofocado sangrientamente, con fusilamiento de once de sus cabecillas, y provocó la orden de expulsión de los miembros de la extinta Junta que aún quedaban en la capital.
El 13 de enero de 1812 inauguró sus sesiones la "Sociedad Patriótica y Literaria" bajo la presidencia del doctor Bernardo Monteagudo y con asistencia de Rivadavia en representación del gobierno. Había gran optimismo por el establecimiento de la libertad de imprenta (que seria flor de un día), mediante la cual los jóvenes de la agrupación proponíanse influir decisivamente en los acontecimientos, triunfando sobre la tibieza gubernativa. En prenda de entendimiento, Monteagudo sería encargado de la redacción de la "Gaceta" oficial, a la que comunicó su estilo jacobino que desentonaba con la actuación del gobierno y donde tampoco duraría mucho.
En los últimos días de ese verano, el 9 de marzo, ocurrió un hecho cuyas consecuencias no pudieron entonces ni imaginarse: la llegada de la fragata inglesa "George Canning" trayendo a su bordo al teniente coronel don José de San Martín, al alférez don Carlos de Alvear y a los oficiales don José Matías Zapiola, don Martiniano Chilavert, don Francisco Vera y el barón de Holmberg, que se habían iniciado en los secretos de las logias mirandistas de ultramar y tenían comprometido el juramento de triunfar o morir por la independencia de América.
En todo el norte cundía a la sazón la desmoralización provocada por la derrota de Huaqui. Los restos dispersos del ejército despertaban la alarma de las poblaciones, a lo que contribuían las versiones de los diputados cesantes y expulsados sobre la "anarquía" en la capital.
Es de advertir que las tropas porteñas se habían enajenado en el Alto Perú muchas voluntades, debido a los excesos impíos y a las imprudencias de Castelli; por lo cual chocaban con grandes dificultades los esfuerzos que realizaba don Juan Martín de Pueyrredón -que había tenido una actuacón brillante en la retirada de Potosí- para hacer pie y reorganizarlas.
En cumplimiento del armisticio con Elio, se había levantado el sitio de Montevideo, embarcándose Rondeau para Buenos Aires con todo su ejército. Dicho armisticio en el que había influido Lord Strangford -en nombre del gobierno inglés- se había hecho sobre la base del “statu quo" entre Paraguay, la Banda Oriental y Buenos Aires. Significaba, pues, por parte del triunvirato, el abandono a Elio de toda la Banda Oriental, dejando librados a su suerte a los orientales cuyo jefe era don José Gervasio de Artigas
Bibliografía:
Palacio, Ernesto, Historia Argentina
Rosa, José María, Historia Argentina T2