Asesinato de Julio Troxler: “No creíamos que podían llegar a esa alevosía”
Por Alejandra Dandan
para Pagina/12
Publicado el 9 de enero de 2007
Todo
indica que la reapertura de la causa de la Triple A tendrá efectos múltiples.
Uno de ellos empezó a verse la semana pasada en el juzgado de Norberto Oyarbide
con la presentación de familiares, ex compañeros de militancia de las víctimas
y representantes de organismos de derechos humanos que piden presentarse como
querellantes para ampliar las investigaciones de los crímenes. Entre ellos, lo
hicieron los compañeros de Julio Troxler. La planificación de la ejecución de
aquel militante peronista que escapó de los fusilamientos de José León Suárez
en 1956 y se convirtió en una de las víctimas emblemáticas de la Triple A ahora
es una de las claves que sigue la Justicia para citar a Isabel Martínez de
Perón en el marco de la causa. Aquí hablan su viuda y sus ex compañeros. Dan
cuenta de su vida y de por qué decidieron presentarse como querellantes.
Aunque
su apellido podría haber disparado su vida para algún otro lugar, Leonor von
Wernich es la viuda de Julio Troxler. Sobrina de Christian von Wernich, el
capellán de la policía de Ramón Camps que visitó los centros clandestinos de
detención durante la última dictadura y ahora está detenido, acusado por seis
homicidios y a punto de ser sometido a un juicio oral. La opción política de
Leonor la llevó a otra parte. Se encontró con Troxler cuando era perseguido por
su actividad política en la resistencia peronista.
“Lo
conocí en la cárcel de Olmos”, dice ella. Leonor ahora tiene 87 años y vive con
dos de sus hermanos en los alrededores de Paraná desde hace años. “Nosotros
teníamos un grupo de compañeras con las que visitábamos a los detenidos
políticos que estaban solos –explica ella–. Y un día nos fuimos a visitar al
Gordo (John William Cooke) y lo visitamos a Julio, no sé si porque no podrían
verlo sus hermanos, a lo mejor era así. Pero ahí lo conocimos.”
La
segunda vez que lo vio fue poco más tarde, en su casa y mientras lo tenía
clandestino. “Como la situación se puso mucho más comprometida, con las
familias teníamos que alojar a los que estaban en la clandestinidad. Era por el
sesenta y pico. A casa vinieron Julio y su hermano Bernardo.”
Y
la estadía no resultó muy sencilla. Leonor se había criado en la provincia de
Córdoba, en una familia de misa de once y de Jockey Club. Troxler ya era un
sobreviviente. Había salido vivo de la matanza ordenada por la Libertadora
contra un grupo de militantes peronistas que se había levantado para restituir
a Perón. Desde entonces vivía clandestino entre Bolivia y Argentina. La casa de
Leonor estaba en la calle Roca 1444 de Vicente López y cuando Troxler llegó se
encontró con un cuarto preparado sigilosamente en el primer piso.
“Como
él llegaba de noche, con mi mamá le dejábamos la luz apagada, que quería decir
que todo estaba sin problemas; cuando la luz quedaba prendida quería decir que
por ahí estaba mi papá.”
Leonor
se había hecho peronista cautivada por la pasión de su madre. Y con los años no
cambió. Ahora mismo, le pidió a uno de los antiguos compañeros de Troxler que
se presentara en la causa de Oyarbide, que fuera al despacho y se fijara, para
actuar en su nombre como apoderado “político”. Todo esto, dice, “me significa
una gran alegría, porque son pocos los que conocen el sacrificio que hizo mucha
gente, de los que han muerto para que la Patria viva”.
A
Julio Troxler lo mató un comando de la Triple A el 20 de septiembre de 1974, en
un callejón de Barracas a plena luz del día. En ese momento tenía 52 años. Y
había protagonizado su propia historia en Operación Masacre, de Jorge Cedrón, y
Los hijos de Fierro, de Pino Solanas.
Eladio
“Tate” Martínez escribió una síntesis de su historia. Es uno de sus antiguos
compañeros de militancia. “Pero para hacerla corta –dice él–, el dato más
significativo es que fui dirigente de Foetra entre 1960 y 1966, el gremio del
peronismo revolucionario.” En ese espacio del peronismo revolucionario se
encontró con Troxler, como lo hizo con Envar el Kadri, Cooke y Gustavo Rearte.
Y ahora él es la persona que por mandato de la viuda acudió al despacho de
Oyarbide para preguntar por la causa.
“Cuando
lo levantaron, Julio iba a la Facultad de Derecho donde trabajaba”, explica él.
Se lo llevaron a Barracas en un auto color negro con cuatro hombres en el
interior. El coche “ingresó por la calle Arcamendia hasta desembocar frente al
elevado paredón de ladrillos que limita con el terraplén ferroviario”. En ese
momento, los ocupantes del coche le obligaron a bajar y le ordenaron caminar
hacia la calle Suárez en el mismo sentido del vehículo. “Julio caminó unos
pasos con las manos atadas a la espalda y cayó fulminado por una ráfaga de
ametralladora disparada de un auto”. Lo mataron en el pasaje Coronel Rico de
Barracas. Horas más tarde, continúa Tate Martínez, “un comando de las AAA se
atribuía el hecho criminal enviando una foto a la prensa del documento que
habilitaba a Julio Troxler a ingresar a la residencia del general Perón en la
calle Gaspar Campos de Vicente López”.
Llegado
a este punto, su familia y sus ex compañeros reparan en un dato de la causa
judicial, el mismo que tuvo en cuenta el juez Oyarbide hace una semana para
evaluar la posibilidad de convocar a Isabel Perón. Se trata de una célebre
reunión realizada en la quinta de Olivos con la presencia de Isabel Perón y del
ministro de Desarrollo Social “El Brujo” José López Rega y en la que se habría
planificado el secuestro y su ejecución. Los familiares la mencionan como la
reunión del 8 de agosto de 1974. “El doctor Taiana nos avisó de esa reunión
–dice Leonor–, que lo queríamos muchísimo, pero no creíamos que podían llegar a
una alevosía tan grande.”
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