La masacre de Ezeiza

Masacre de Ezeiza - persona subiendo al palco.jpgRecordando sin ira
Mario Hernández
Del Peronismo que no fue. La otra (otra) historia. Editorial Metrópolis, Buenos Aires, 2014

-Mario Hernández: - Vamos a estar abordando otro aniversario del 20 de junio de 1973, cuando se produce la masacre de Ezeiza, lugar en donde vos estuviste.


-Gerardo Bavio: - Yo estaba en Salta, me había incorporado al gobierno Ragone, en el área nacional de Cámpora/Solano Lima, vivíamos una etapa de entusiasmo popular por el triunfo, y esperábamos con verdadera emoción la llegada de Perón después de 18 años de proscripción, porque había vuelto en noviembre de 1972 durante un breve período, que le permitió armar el Frente Justicialista de Liberación Nacional (Frejuli), que frustró la estrategia de Lanusse de lograr una segunda vuelta, y tuvo lugar ese triunfo popular el 11 de marzo.
Vivíamos ese entusiasmo todavía, pero ya pensábamos en una conspiración de la derecha, que para nosotros se puso en marcha el mismo día del triunfo popular. La derecha no podía tolerar una situación de un gobierno de Cámpora y Solano Lima, con Perón en el país. De lo que no teníamos conciencia era que esa conspiración estaba entramada directamente en las estructuras del gobierno, dentro de lo que llamamos el peronismo, con esa amplitud que siempre tuvo este movimiento. La derecha peronista fue el equipo que puso en marcha esto, que buscaba derrotar cualquier proyecto nacional y popular. 

-M: - Estaba leyendo el libro de Verbitsky, Ezeiza, y veía cómo se conformó la comisión que se ocupó de organizar el acto y allí, excepto Abal Medina, todo el resto eran personajes de la derecha política peronista, Osinde, Norma Kenedy, Lorenzo Miguel.
-G: - Todo eso lo organizó López Rega y la derecha peronista, puso a Osinde, a Rucci, a Miguel Angel Iñiguez, a Norma Kenedy y a Abal Medina, que casualmente el día anterior fue atropellado por un Ford Falcon. Se salvó porque lo esquivó, pero quedó con varias costillas rotas. Lo sacaron del medio. Además había una prohibición por parte del equipo que manejaba en ese momento López Rega, de que no intervinieran, ni las Fuerzas Armadas, ni la Policía Federal ni la de la provincia de Buenos Aires. Debemos recordar que la provincia de Buenos Aires con el gobernador Bidegain, tenía una posición ya cuestionada como de “la tendencia” por parte de la derecha.

-M: - Y si no me equivoco el subjefe de la policía de la provincia era Julio Troxler.
-G: - Claro, sobreviviente de la masacre del 9 de junio de 1956. También lo sacaron del medio. El resto llevaron adelante el operativo de conspiración y masacre.
Recuerdo el entusiasmo que teníamos cuando salía el tren “Cinta de Plata” de Tucumán y pasó por varias provincias, estaba repleto. Lo llamábamos el Tren de la Liberación. Nosotros nos fuimos con un grupo de compañeros en auto, llegamos a Buenos Aires y fuimos caminando a Ezeiza porque no se podía llegar cerca del puente 12, por la avenida Richieri, era extraordinaria la multitud que avanzaba por esa avenida, muchachos con banderas, era un desfile de fuerza y optimismo que daba la idea de aquella Juventud Peronista que veía con emoción la posibilidad de estar cerca del palco.
Nosotros no pudimos llegar exactamente al sector del puente 12 donde estaba la foto de Perón, de Evita, las banderas y demás. Esa fue la emocionante llegada durante la mañana.

-M: - Se comenta que fue la movilización más grande de la historia argentina con más de dos millones de participantes.
-G: - Así es, y nos hacía recordar lo que fueron las manifestaciones del 25 de mayo días antes, cuando asume Cámpora en Buenos Aires, que fue imponente también, y la que vivimos en Salta con Ragone y Ríos como gobernador y vice, y con todo el peronismo más combativo.

-M: - En un momento empiezan los tiros.
-G: - Sí, empezamos a sentir síntomas de conflicto, y después tiros y la voz de Leonardo Favio, que era el que tenía el micrófono y dirigía todo, pidiendo que haya tranquilidad, que no avancen, pedía que se bajaran de los árboles. Y siguieron los ruidos y los tiros, pasaba alguna ambulancia por la avenida, y ahí tomamos conciencia de que algo muy grave estaba pasando. Y finalmente la voz de Favio anunciando que se había suspendido la llegada de Perón a Ezeiza y que el avión aterrizaría en otro aeropuerto que seguramente sería el de Morón.

-M: - ¿Cómo llegaron las armas?
-G: - Eso es un misterio.

-M: - Porque me parece que la actitud de la Juventud Peronista, de Montoneros, de las organizaciones populares, y es una de las conclusiones que saco de la lectura de este libro de Verbitsky, da la impresión de ingenuidad en todo el manejo, inclusive las columnas de Montoneros, salvo revólveres, iban desarmados. Y la burocracia sindical, y quiero hacer una especial referencia a un personaje del que se viene hablando mucho, que es José Ignacio Rucci, que fue uno de los principales organizadores de esta masacre. Porque ahora se lo pone en el lugar de víctima porque fue asesinado. Fue uno de los organizadores prácticos junto con Osinde, porque López Rega venía con Perón en el avión, era el gestor intelectual. Y según cuentan, metieron las armas en las ambulancias de Sanidad.
-G: - La forma de cómo llegaron las armas, no teníamos idea nosotros, pero es evidente que todo ese grupo las tenía a su disposición.

-M: - Y habían copado el hospital de Ezeiza a través del Comando de Organización de Brito Lima, que después fue diputado en los ‘80, ese es otro personaje que cumple un rol central en todo esto.
-G: - Hay que recordar también el papel de Rucci en la CGT contraria a la CGT de los Argentinos, que fue un equipo de control del movimiento obrero y negociadores del mismo que intentaron sabotearlo y dividirlo. El papel de Rucci ha sido el de burócrata de la derecha, sencillamente funcional al sistema de dominio de las clases dominantes. Fue un mercenario, pero su asesinato fue un error político, hay que discutirlo, yo pienso que sí, porque asumiendo las palabras de Cooke, la burocracia es un sistema que tiene mucha historia y que es funcional a la defensa de los intereses del capitalismo. Evidentemente, no se puede eliminar a la burocracia matando burócratas, porque se reemplazan de la noche a la mañana. Lo que hay que hacer es dentro del movimiento obrero, superar a la burocracia. Ese es el papel que debieron desarrollar y que desarrollaron compañeros como Agustín Tosco, Raymundo Ongaro, Atilio López, Benito Romano, etc. Tantos compañeros que dieron su vida por la lucha obrera.

-M: - Perón aterriza en Morón y luego da un discurso tremendo.
-G: - Sí. Nosotros ya nos dábamos cuenta que estaban cambiando las cosas, que desde el mismo día del triunfo del 11 de marzo, la derecha, las clases dominantes, estaban preparando una conspiración que iría avanzando durante tres años hasta 1976, cuando tiene lugar el golpe que provoca la dictadura de Videla.

-M: - Quiero volver al discurso de Perón, porque la “turca” René, a la que entrevistamos para recordar a Paco Urondo, habla en el reportaje del cuento que les hace Perón a dos dirigentes de la JP, del niño que quería alcanzar el dulce de leche, y el padre le saca el banquito.
-G: - Dándoles la lección de que no tenían que confiar en nadie.

-M: - Claro, no confiar ni en el propio padre. A mí me recuerda aquel discurso que da Perón luego de los incidentes de Ezeiza, porque parece que le hubiera “sacado el banquito” a la JP.
-G: - El papel del último Perón; que no es tan así, porque siempre sostuvo la lucha a partir de mantener el sistema, que chocaba con las ideas revolucionarias de los grupos dentro del mismo peronismo y ahí es donde se da el antagonismo ideológico que cada vez se hizo más evidente. En el libro de Jorge Taiana padre, El último Perón, se hace un análisis sobre el hombre que impulsa cambios, que es reformista, pero que al mismo tiempo lo hace con control y frenando lo que él consideraba como un desborde. Es un tema para discutir el papel del “último Perón”, ahí surge la teoría del cerco. Es cierto que existía una especie de “cerco”, pero había sido constituido por él mismo, esos son los ejemplos y enseñanzas que nos da la historia para ver cómo es la derecha hoy mismo, cómo funciona conspirativamente tratando de sabotear cualquier cambio positivo que se lleve adelante por parte del gobierno y también con gente que posiblemente esté entramada dentro del aparato del gobierno.

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Julio Carreras
Capitulo 50 del libro 'La política armada (1959-1976). Una historia de los movimientos revolucionarios'. Editorial Quipu.
El 20 de junio de 1973 el general Juan D. Perón regresó por segunda vez la Argentina. Esta segunda vuelta tendría un contenido político diferente.
En 1972 Perón todavía presentaba una actitud combativa, con reivindicaciones del Che Guevara y estímulos públicos a la guerrilla de Montoneros. En ese contexto había consagrado la fórmula presidencial Héctor Cámpora - Vicente Solano Lima. Hasta la victoria en las elecciones [del 23 de marzo de 1973] la plataforma electoral giraba sobre el concepto "Liberación o Dependencia", reivindicaba la libertad de los presos políticos de la guerrilla y prometía “socialismo".
En este periodo, eran frecuentes las veleidades tercermundistas y las lisonjas para los "muchachos de las formaciones especiales"(FAR-FAP-Montoneros). El líder había llegado a escribirle una carta a Fidel Castro, con motivo de un aniversario de la muerte del Che, donde le decía que ambos perseguían los mismos objetivos.

A partir de Ezeiza todo sería diferente
Este retorno apuntaba a desplazar a Cámpora y a la izquierda, expresada dentro de su movimiento por la Juventud Peronista [JP], los Montoneros y varios gobernadores de izquierda: Obregón Cano en Córdoba, Martínez Baca en Mendoza, Oscar Bidegain en Buenos Aires, Ragone en Salta. Menem era también "revolucionario"... pero no tanto. Mostrando precozmente sus habilidades travestis, pronto se volvería un "peronista ortodoxo".
Perón "aceptó la sugerencia" de López Rega en el sentido de ser recibido en Ezeiza por una "Comisión" formada exclusivamente por la derecha peronista. La integraban el general retirado Miguel Ángel Iñiguez, el teniente coronel Jorge Osinde, el capitán Ciro Ahumada (ex jefe de los Guerrilleros Andinos), Norma Kennedy, Alberto Brito Lima (del siniestro Comando de Organización-CdO). Y los burócratas sindicales del SMATA, la UOM, la UOCRA y la Carne.
Este puñado de fascistas había organizado ya la masacre en las dependencias de Bienestar Social, los campings sindicales y hasta el hotel Internacional de Ezeiza, en cuyas habitaciones torturaron posteriormente a detenidos. [Finalmente Perón aterrizaría en un aeropuerto militar lejos de Ezeiza, y en su discurso de esa noche echaría la culpa de la violencia a la izquierda].

El aparato de "seguridad" estuvo nutrido por "la pesada" sindical, policías y militares retirados. Hasta un grupo de mercenarios franceses,torturadores en Argelia, intervino en los tiroteos. El palco y los puestos de sanidad estaban repletos de armas largas, algunas de las cuales eran escopetas con cartuchos 'brenneke' para cazar elefantes.

El sentido de la matanza que había preparado el peronismo fascistoide era demostrarle a Perón [lo que él ya sabía:] que el Justicialismo estaba controlado por la derecha. Los millones de jóvenes que en todo el país se pronunciaban junto a la JP por la Patria Socialista eran pura espuma... como tal, serían aniquilados.
Por su parte, el general retornaba con la idea de un gobierno moderado. Quería extender una mano hacia la oligarquía, mostrando su vocación renegociadora de una dependencia "mitigada". Con tal propósito había permitido que se "filtrara" un supuesto acuerdo con varios países europeos, para sustituir al capitalismo yanqui por otro que otorgaría mayores concesiones a la Argentina.
Perón [ahora que ya no lo necesitaba] quería poner punto final al proceso revolucionario inaugurado por el Cordobazo y la guerrilla. En vez de "Liberación o Dependencia" venía a decir que "para un argentino no había nada mejor que otro argentino". En otras palabras: "basta ya de luchas".
Ratificaba ahora que el programa del peronismo eran "Las 20 verdades justicialistas" -sin socialismo de ningún tipo. Y desautorizaba la ola de ocupaciones obreras de empresas y dependencias estatales, ocurrida luego del 25 de mayo de 1973 [cuando asumió como presidente Cámpora].
Perón desconfiaba profundamente de Montoneros. Estimulado por López Rega -o no-, había tomado ya una fatídica decisión. La de "meterlos" en caja... o, de no ser esto aceptado por ellos, aniquilarlos.
La masacre comenzó a las 14 de aquel 20 de junio, cuando la Columna Sur de la Juventud Peronista y Montoneros-FAR, compuesta por unas 50.000 personas, quiso acercarse al palco. Allí mismo fue tiroteada por los fascistas, comandados en el terreno por el ex militar y guerrillero Ciro Ahumada, quien por ese tiempo anudaba sus contactos iniciales para la formación de las AAA.

Montoneros y jóvenes de las FAR, ingenuamente, habían atendido las recomendaciones de los líderes históricos del peronismo: sólo tenían palos y armas cortas. Concurrían con ánimo conciliador y otra idea sobre lo que podría ser la disputa por acercarse al palco, para que los viera "el General": suponían que, a lo sumo, sería una cinchada de palos y empujones.

Por eso llevaron la peor parte. Desde el palco los fascistas tiraban con poderosas escopetas y fusiles, no sólo a los montoneros sino también a todos los que se cruzaban en sus miras. Especialmente a quienes se habían subido a los árboles, para ver mejor el acto.
Uno de los primeros en caer fue quien marchaba delante de la Columna Sur, Horacio Simona, herido de bala y rematado a cadenazos por los fascistas. Una vez provocado el choque, varios detenidos fueron arrastrados brutalmente, para ser torturados en la habitación 108 del Hotel Internacional, según declaró Leonardo Favio, locutor oficial del frustrado acto.
Favio sufrió un ataque de desesperación, pero aun así, llorando, poniéndose de rodillas ante los fachos e implorando el apaciguamiento por micrófono, logró salvar a varios jóvenes de ambos sexos que estaban siendo torturados.
Como una ironía sangrienta, la consigna que los jóvenes habían venido voceando hasta el momento había sido: "Atención, atención, ha llegado un montonero que se llama Juan Perón".
Montoneros denunció a los integrantes ya citados de la Comisión Organizadora, en "El Descamisado" Nº 6, del 26 de junio de 1973. Pero en dicha nota [por increíble que parezca] no cuestionaban a Perón que, según escribían, habría sido totalmente ajeno a los hechos. Toda la responsabilidad recaía sobre el dúo fascista Osinde-Norma Kennedy, según el editorial firmado por su director, Dardo Cabo (quien durante la posterior dictadura militar sería asesinado durante un "traslado" de presos).
La tragedia de Ezeiza tuvo, además de su ominoso resultado en sangre derramada, un simbolismo político. El poder, ya en manos de Perón, estaba enviando un lúgubre mensaje sobre el diverso camino político que a partir de entonces iba a seguir.
Se había terminado la Primavera "socialista" de Cámpora. El presidente constitucional fue obligado por Perón a renunciar el 13 de julio de ese mismo año. Al día siguiente iba a asumir la presidencia un inepto, ignorante y grosero político fascistoide: Raúl Lastiri, diputado, yerno del ultrafascista ministro de Bienestar Social, José López Rega.
En septiembre se votó por la fórmula Perón-Perón (Isabel Martínez). Lo cual consolidó el curso derechista y antipopular que había adoptado, definitivamente, el gobierno peronista.
En este periodo nació la Triple A (AAA, Alianza Anticomunista Argentina), que comenzó a matar militantes populares. Pero no de cualquier modo: se los asesinaba luego de torturarlos salvajemente, sus cadáveres comenzaron a aparecer por doquier, con treinta o cuarenta balazos en los cuerpos.
El 12 de octubre de 1973, Perón asume la presidencia, con su mujer como vicepresidente. Otro símbolo ominoso: lo hace protegido por un cristal antibalas, colocado en el balcón de la Casa Rosada. Su figura apenas se ve tras el vidrio blindado.

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El 25 de mayo de 1973, asumía la presidencia del país el médico odontólogo Héctor J. Cámpora, quien había ganado como candidato del Frente Justicialista de Liberación (Frejuli) las primeras elecciones sin proscripciones desde 1955. Un mes más tarde, el 20 de junio de 1973, Perón retornaba a la Argentina desde Madrid tras 18 años de exilio. En los bosques de Ezeiza se había preparado un palco y unas dos millones de personas aguardaban la llegada del líder. El lugar estaba custodiado por el coronel retirado Jorge Manuel Osinde quien tenía la orden de impedir el acercamiento de la izquierda peronista. Cuando las columnas de la FAR y Montoneros intentaron ingresar, fueron sorpresivamente atacadas a tiros desde el palco por los hombres de Osinde. Hubo 13 muertos y 365 heridos. Del libro Lo pasado pensado, hemos seleccionado algunos extractos de los protagonistas de la jornada que fueron entrevistados por Felipe Pigna.
Horacio Verbitsky: Un hecho que a mi juicio resulta fundamental para todo lo que vino después fue el enfrentamiento que se produjo en Ezeiza un mes después de que Cámpora asumiera la presidencia. Hay para el regreso de Perón una concentración en Ezeiza, en donde todo el aparato sindical y político antiguo del peronismo armó una emboscada. Se montó un verdadero arsenal de armas en el palco y, cuando se acercaban las columnas de Montoneros y de la juventud peronista, fueron baleados desde el palco. Eso distorsionó el sistema político, el equilibrio interno de fuerzas dentro del peronismo y se produjo un fenómeno incontrolable para todas las partes involucradas.
Martín Caparrós: Los montoneros ese día pecaron por ingenuos. Pensaron que con esa movilización de cientos de miles de personas alcanzaba, y la derecha los esperaba con unos cientos de ametralladoras y la logística militar bastante mejor establecida, y los corrieron a balazos. Al día siguiente, Perón los condenó como autores de ese enfrentamiento, cosa que no fueron. De los montoneros, algunos pocos iban armados, pero infinitamente menos que la derecha. Me parece que a partir de ese día todo empezó a degradarse; por un lado había como una justificación clara para aquellos que decían que las armas eran más útiles. Los sectores más militaristas, más fierreros, como se decía de los Montoneros, tuvieron un argumento muy difícil de contrarrestar. Y creo que ahí, el día del supuesto apogeo, todo empezó a degradarse.
Eduardo Duhalde: De ese día tengo memoria muy fragmentaria. Había corridas, había que ayudar porque había mucha gente que estaba lastimada, herida y nos metimos en unas ambulancias que habíamos llevado nosotros de la municipalidad. Nadie sabía bien cómo había sucedido. Después nos fuimos enterando.
Mario Firmenich: Nos fuimos realmente de Ezeiza sin saber qué había pasado, porque todo ocurrió atrás del palco. Lo que recuerdo de aquel acto es la desazón más increíble del acto más grande que haya visto en la Argentina y fuera de la Argentina, sin orador, sin nada. Una multitud de gente. Millones, muchísima gente, hasta el horizonte de gente. Y la gente se fue con una tristeza y una desazón que no olvidaré jamás.
Miguel Bonasso: No hubo una confrontación en Ezeiza, como ha dicho toda la prensa canalla de la República Argentina. Nuestra gente fue desarmada. No hubo confrontación, hubo asesinato, hubo masacre.
¿Qué querían mostrarle a Perón?
Mario Firmenich: Nuestra decisión política era mostrarle a Perón un poderío de masas, de opinión pública, para decirle: “Vea, General, el proceso va por acá. No va por la vieja burocracia sindical. El proceso político argentino, éste que lo ha traído a usted, viene por esta base de masas, que es esta juventud que opina esto, que se organiza de esta forma y que tiene esta bandera”. Y por eso llevamos enormes banderas de 50 metros de largo que decían Montoneros. Era un hecho histórico y nosotros teníamos la voluntad política de dejar constancia de que había una dirección transformadora del proceso que estaban marcando las nuevas generaciones. Por eso movilizamos a toda la gente que pudimos del interior y de Buenos Aires. Hicimos el máximo esfuerzo de movilización con banderas claras. No había consignas. Simplemente la presencia. Yo creo que esto también sorprendió a los organizadores del acto. A veces pienso que la masacre no estaba premeditada. A lo mejor, así como para nosotros era absurdo pensar que hubiera una banda de mercenarios enquistada en el palco dispuesta a tirar, también para ellos habrá sido absurdo pensar que estos jovencitos pudieran copar el acto más grande de la historia argentina. Lo copamos. El acto más grande de la historia argentina fue un acto, no digo montonero, un acto peronista dominado políticamente por al expresión de los montoneros.
Usted habla de triunfo pero Perón en su discurso fue muy duro con ustedes.
Mario Firmenich: Sí, fue muy claro. Nos echó la culpa. Perón abandonó el discurso del Socialismo Nacional. Concretamente, separó en silabas la palabra justicialista: “Somos jus-ti-cia-lis-tas. Y los viejos peronistas saben lo que estoy diciendo”. Ahí marcó un cambio de rumbo. Eso está muy claro.
Autor: Adaptación para El Historiador del libro Lo pasado pensado, de Felipe Pigna, Buenos Aires, Editorial Planeta, 2005.
Fuente: El historiador

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La Masacre de Ezeiza y la Triple A

Alejandra Dandan
Pagina 12
Nota publicada el 18 de febrero de 2007

Suele presentarse a Ezeiza como el germen del gobierno de Isabel Perón y José López Rega, de la Triple A y del genocidio abierto en el país después del golpe de 1976. La Justicia busca ahora los puntos de contacto. El juez federal Norberto Oyarbide, a cargo de la investigación sobre la organización parapolicial Triple A, pidió al juzgado federal de Lomas de Zamora el expediente de Ezeiza. El documento judicial sobre la masacre desatada el 20 de junio de 1973 por la derecha peronista contra los militantes de la oposición es parte de una serie de investigaciones pedida por Oyarbide para analizar a la luz de su propia pesquisa. Y es sin duda el más simbólico. Entre otros datos, los investigadores analizan los nombres de los ex policías detenidos como jefes operativos de la Triple A: Rodolfo Almirón y Juan Ramón Morales, con intervenciones en uno y otro momento.

El 20 de junio de 1973 el país se preparaba para la vuelta de Perón tras 18 años de exilio. Aquel día cientos de miles de personas se movilizaron hacia el aeropuerto de Ezeiza donde los esperaba una verdadera trampa.
Mucho se ha dicho e investigado sobre ese punto. Lo que jurídicamente todavía no parece probado es la relación de la masacre con la Triple A. Desde sus comienzos, ambos expedientes siguieron caminos separados. Pero Oyarbide y el fiscal Eduardo Taiano están analizando distintas investigaciones de carácter histórico o periodístico en las que aparece una serie de testimonios y datos que confirmarían la participación de las mismas personas en uno y otro caso.

Los hechos

Se dice de Ezeiza que fue un “putsch” al gobierno de Héctor Cámpora: una masacre premeditada y organizada por los grupos de la ultraderecha peronista para desplazar al presidente del gobierno y controlar el poder.
Esa es una de las hipótesis principales de Ezeiza, el libro de Horacio Verbitsky, una histórica investigación sobre la masacre y analizada como elemento de la causa. Ezeiza fue, dice la investigación, “uno de los momentos estelares de una tentativa inteligente y osada para aislar a las organizaciones revolucionarias del conjunto del pueblo, neutralizar al peronismo por medio de la confusión ideológica y el terror, y destruir toda forma de organización política de la clase obrera”.
Un intento que tuvo impulsores, adherentes y responsables. Habitualmente aparece en esa línea el grupo de militantes de la ortodoxia peronista, militar y sindical que luego pivotearán en el entorno político de Isabel.
La causa judicial de Oyarbide sigue de cerca algunos de esos nombres, muchos de ellos reseñados por otras dos investigaciones incorporadas como material de consulta al expediente. López Rega. La Biografía, de Marcelo Larraqui, y La fuga del Brujo, de Juan Gasparini.
Cada uno señala en la organización de lo que derivó en la masacre de Ezeiza a grupos de la ultraderechista Concentración Nacional Universitaria (CNU); militantes armados del Movimiento Nueva Argentina (MNA), la federación de “culatas operativos” de los sindicatos, el Comando de Organización (CdeO) de Alberto Brito Lima y su socia Norma Kennedy y la vieja guardia militar del coronel Jorge Osinde, reclutado por López Rega y una de las personas a las que se sindica entre los principales responsables de la masacre, a cargo de la organización del operativo del retorno.
En Ezeiza aparece una caracterización sintética de ese último personaje como “compañero de promoción de Onganía, reconciliado con Lanusse y Alsogaray, socio del secuestrador del cadáver de Eva Perón, Moori Koenig, importador de mosaicos y mayólicas de lujo junto a Ciro Ahumada y como uno de los candidatos de la derecha peronista a la sucesión de Jorge Paladino como delegado de Perón y candidato a la presidencia”.
El 25 de mayo de 1973, reveló Ezeiza, “Osinde juró como secretario de Deportes y Turismo. En los primeros días de junio el Ministerio de Bienestar Social del que dependía, fue ocupado a punta de pistola por la banda de los ex policías Juan Ramón Morales y Rodolfo Almirón. Este es uno de los grupos que actuaron el 20 de junio con armas propias”.
Ese es uno de los párrafos que debería rastrear la Justicia, como enlace entre uno y otro expediente ya que Morales y Almirón fueron procesados por Oyarbide en enero por su rol en la banda parapolicial que comandaba López Rega.
Morales y Almirón llegaron al Ministerio de Bienestar Social luego de ser expulsados del Ministerio del Interior durante el gobierno de Cámpora, por eso los investigadores creen que la reincorporación podría estar atada a un plan ya concebido de la Triple A.
Ambos habían sido procesados y encarcelados por ladrones, coimeros, contrabandistas, traficantes de drogas y, recuerda Ezeiza, traficantes de blancas. Morales había alcanzado el puesto de jefe de la Brigada de Delitos Federales de la Policía Federal, y en su carrera –como en la de Almirón– arrastraba un tendal de antiguos socios, cuyos cuerpos habían quedado regados en baldíos y basurales con perforaciones de bala y las manos atadas y quemadas.
Fuera del enlace Morales-Almirón, la pesquisa evalúa otros antecedentes como las confesiones de tres ex integrantes de la Triple A. Oyarbide tuvo en cuenta esas declaraciones en su auto de procesamiento para los detenidos. Son las confesiones de Salvador Paino, Rodolfo Peregrino Fernández y Rubén Dario González Figueredo.
De todos ellos, el caso del ex inspector de policía Peregrino Fernández recobró actualidad recientemente cuando Oyarbide convocó al juzgado al secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luis Duhalde (ver aparte). El nombre de Peregrino Fernández apareció en la causa en 1983 cuando el expediente parecía diluirse en un marasmo de dudas, luego de que el juez José Nicasio Dibur decidió sobreseer provisionalmente a los imputados a raíz de un pedido del entonces fiscal Julio César Strassera. En junio de ese año, Peregrino Fernández buscó la forma de declarar ante la Comisión Argentina de Derechos Humanos en Madrid y ratificó su testimonio ante las ONU en Ginebra. La Comisión de Madrid estaba presidida por Eduardo Luis Duhalde, quien le tomó testimonio personalmente y acompañado por Atilio Paoletti y Vicente Zito Lima.
El ex agente detalló el accionar de los grupos paramilitares y parapoliciales; mostró la relación de López Rega y Villar en el armado de la Triple A con Morales y Almirón como coordinadores, y agregó el nombre de otras veinte personas. Según Gasparini, esas personas eran “funcionarios de la repartición, enroscados en el Ministerio de Bienestar Social desde la masacre de Ezeiza, hasta pasado el golpe de 1976”.
Otro dato evaluado en la causa, y reseñado por Larraqui se refiere a ambulancias del Ministerio de Bienestar Social. Según su texto, el 20 de junio “las ambulancias salieron del ministerio cargadas de armas” para Ezeiza. La presencia de acopio de armas en el Ministerio de Bienestar Social es uno de los datos conocidos de la causa de la Triple A. Las armas, consideró el juzgado, “exceden las que razonablemente pueden estar asignadas a la normal custodia de los funcionarios, aun considerando el momento histórico en el que se desarrollaron los hechos y la característica de su principal actor, López Rega”.
El avance de la causa demostrará con el correr de los días que sucederá con estos expedientes. Como el juzgado de Oyarbide todavía no recibió la causa de Ezeiza no pudo cotejar la información de cada una de estas investigaciones con el expediente. En el juzgado y en la fiscalía de Eduardo Taiano existe un criterio extendido para evitar que el cruce de causas disperse la investigación. Y el camino en este momento es concluir un puntilloso análisis para determinar la causa: es decir los límites de la actuación de la Triple A, desde el momento en que puede considerársela como una organización que operó desde el Estado.

La Triple A

En enero, Oyarbide concluyó los procesamientos de Almirón y de Morales. También incluyó al ex policía Miguel Angel Rovira, suboficial mayor retirado, y a María Estela Martínez de Perón. Luego, un análisis pormenorizado de la cronología de la causa que empezó el 11 de julio de 1975 trazó una línea en su investigación.
Lo que investiga su causa es: “La existencia de una asociación ilícita que se denominó Triple A o AAA o Asociación Anticomunista Argentina que habría sido creada por el ex ministro de Bienestar Social José López Rega y que habría actuado en el país entre 1973 y 1975”.
Las fechas responden a los momentos que él considera como punto de origen y de culminación. El año 1973 aparece como el inicio no por Ezeiza, sino el atentado al entonces senador radical Hipólito Solari Yrigoyen del 21 de noviembre de ese año. Junio de 1975, en cambio, es el momento de la salida del país de López Rega y su principal séquito y columna vertebral de la agrupación.

“Benítez nos dijo que el general Perón había guardado silencio”
Página/12 accedió a la declaración del secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, en la causa sobre la Triple A. La posición del funcionario sobre el rol de Perón y María Estela Martínez en los crímenes.El presidente Juan Domingo Perón estaba al tanto del plan de eliminación de personas consideradas opositoras por José López Rega. Y si bien no lo avalaba, tampoco hizo nada para detenerlo. Esta es la conclusión que se desprende de la declaración que el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, hizo ante el juez federal Norberto Oyarbide el 16 de enero pasado. “El ministro (Antonio) Benítez nos expresó que el general Perón había guardado silencio y que no había aprobado explícitamente la propuesta, pero que él estimaba que lo mismo iba a ser llevada adelante”, afirmó el funcionario.
El testimonio de Duhalde, al que Página/12 tuvo acceso, no había trascendido hasta ahora. Después de testimoniar, el funcionario optó por el perfil bajo. Pero su declaración es central para el expediente de Oyarbide. Duhalde era socio y amigo del ex diputado Rodolfo Ortega Peña, una de las víctimas de la organización parapolicial de la derecha peronista. Y es un conocedor e investigador del tema. De hecho, el secretario de Derechos Humanos relató ante el juez su experiencia en la recolección del testimonio del ex policía Rodolfo Peregrino Fernández ante la Comisión Argentina de Derechos Humanos, organismo no gubernamental que coordinaba las denuncias de la dictadura en el exterior.
Acerca del conocimiento que María Estela Martínez de Perón tenía sobre el accionar de la banda parapolicial, Duhalde aseguró que no le constaba pero que “la actividad de la Triple A, a través de sus crímenes, era pública y notoria”. Y agregó que cuando en julio de 1975 se separa a López Rega del cargo “la señora María Estela Martínez mantuvo hasta el último momento su apoyo a López Rega, cediendo sólo cuando advirtió que las presiones eran irreversibles”.
Respecto del mismo Perón, relató que, unos meses antes del asesinato de Ortega Peña, supo de “las reuniones en el más alto nivel de gobierno” en las que se hablaba de “la implementación de un plan de eliminación de personas consideradas opositores y desafectos al gobierno” a través del ministro de Justicia de entonces, Antonio Benítez. Según Benítez, allí se proyectaron diapositivas de las posibles víctimas, entre ellas la de Ortega Peña, el mayor Bernardo Alberte, Julio Troxler y el propio Duhalde. “Benítez nos expresó que el general Perón había guardado silencio y que no había aprobado explícitamente esa propuesta, pero que él estimaba que lo mismo iba a ser llevada adelante”, dijo Duhalde. El funcionario citó los libros López Rega, la cara oscura de Perón de José Pablo Feinmann y El Presidente que no fue, de Miguel Bonasso, para completar la idea de que “Perón en declaraciones reconoció que varias veces le habían propuesto operar por fuera de la legalidad contra los elementos disidentes o subversivos” y que “si bien Perón señaló su pública oposición, no separó a López Rega de su lado y él continuó teniendo poder suficiente como para poder implementar su propósito”.
Además, Duhalde explicó que “cuando se habla de la Triple A deben diferenciarse situaciones”: los hechos cometidos por las Tres A en la estructura formada entre el Ministerio de Bienestar Social, la Policía Federal, las patotas sindicales y el apoyo del Ejército Argentino; otros crímenes implementados a través de las delegaciones de la Policía Federal con apoyo de las policías provinciales y de las Fuerzas Armadas. Y la provincia de Buenos Aires, donde esta estructura se apoyó en la organización juvenil Concentración Nacional Universitaria (CNU).