El caso Rosenberg, la ejecución que conmocionó al mundo

Por Pablo Cerón
para Clarín
Publicado el 19 de junio de 2003
El matrimonio de Julius y Ethel Rosenberg fue acusado por EE.UU. de vender secretos atómicos a la URSS. El 19 de junio de 1953, ambos murieron en la silla eléctrica de la prisión de Sing Sing.

Ethel y Julius Rosenberg.

Una multitud de policías vigilaba la tristemente célebre prisión de Sing Sing de la ciudad de Nueva York. En su interior, seis agentes del FBI, con dos líneas telefónicas conectadas directamente a Washington, esperaban la orden de la Casa Blanca para suspender la ejecución. Pero no hubo indulto presidencial de último momento, como muchos estadounidenses reclamaban ni tampoco sirvieron los incontables pedidos de clemencia, incluso el del papa Pío XII. Al anochecer del 19 de junio de 1953, Julius y Ethel Rosenberg, acusados de vender secretos atómicos a la Unión Soviética, fueron ejecutados en la silla eléctrica.

El mundo estaba en plena Guerra Fría y Estados Unidos vivía en ese entonces en medio de una histeria casi colectiva contra el "peligro comunista", impulsada y fogoneada especialmente por un oscuro senador, Joseph McCarthy, que logró una amarga celebridad persiguiendo "fantasmas rojos" por todo el país. El organizó y dirigió el Comité de Actividades Antiamericanas del Senado, desde donde lanzó la mayor operación de investigación, acoso y derribo de políticos, sindicalistas, intelectuales y artistas que tenían posiciones liberales o progresistas.

Es en ese contexto, que rayaba con la paranoia, cuando en el verano de 1950, el matrimonio Rosenberg, ambos vinculados con el Partido Comunista, fue arrestado y juzgado por conspiración y cometer espionaje, al tratar, supuestamente, de que el hermano de Ethel, David Greenglass, un mecánico del ejército, robaba secretos del laboratorio atómico de Los Alamos, donde trabajaba.

La confesión de Greenglass, que acusaba a su hermana y a su cuñado de formar parte de una trama de espionaje a favor de la URSS, fue el único testimonio con el que la Fiscalía construyó su caso. A pesar de la debilidad de las pruebas, el 15 de abril de 1951, Julius y Ethel Rosenberg fueron condenados a muerte. La sentencia tardó en ejecutarse casi dos años, tras superar 23 apelaciones, pedidos de clemencia y multitudinarias marchas de protesta en Washington reclamando el perdón para el matrimonio, padres de dos varones.

Durante todo el proceso, los Rosenberg fueron presionados para que "confesaran" —lo que nunca ocurrió—, vilipendiados y su apellido repudiado, al extremo que sus hijos se vieron obligados a ocultar su parentesco. El odio contra los "traidores comunistas" llegó a tal grado de locura que ambos chicos, Michael, de 9 años, y Robert, de 6, fueron reconocidos, denunciados y expulsados de la escuela.

En la última carta que escribió, Ethel Rosenberg pide a su abogado que cuiden de sus hijos y afirma: "No estoy sola. Muero con honor y dignidad, sabiendo que mi esposo y yo seremos reivindicados por la historia".

Luego de la ejecución del matrimonio, una multitud calculada en unas 8.000 personas asistió a su funeral en Brooklyn, creyendo ciegamente en su inocencia. Varios años después, Pavel Sudoplatov, jefe de la KGB durante el proceso Rosenberg y segundo del célebre Lavrenti Beria —nombrado en 1938 por Stalin jefe de la seguridad del Estado—, confirmó en sus memorias que la pareja jamás perteneció a las redes del espionaje soviético. Sin embargo, admitió que el enjuiciamiento les cayó "como anillo al dedo", porque desvió a los servicios secretos estadounidenses del verdadero canal de la penetración que desarrollaban en el Proyecto nuclear Manhattan, el programa atómico de los Estados Unidos.

Fue el famoso filósofo francés, Jean Paul Sartre, quien dio una de las mejores definiciones sobre este caso que en su momento conmocionó al mundo: "La ejecución de los Rosenberg -dijo- es un linchamiento legal que mancha de sangre a todo un país".

Sin embargo, Edgard J. Hoover, el polémico director del FBI, consideró el juicio a Julius y Ethel como "uno de los grandes logros" de la agencia federal. Y un año después de que la siniestra silla eléctrica acabara con sus vidas, el Congreso estadounidense aprobó una ley para castigar con la pena capital el delito de espionaje en tiempos de paz. Entre lo patético y lo irónico, el proyecto fue conocido como "ley Rosenberg".