Personajes olvidados de nuestra historia: Pablo Areguatí.

El indio  que fue comandante militar en nuestras Islas Malvinas
Por Roberto Bardini
Publicado el 29 de marzo de 2009

Su historia fue olvidada y hoy es prácticamente desconocida. Se llamaba Pablo Areguatí, era guaraní y había nacido en la aldea San Miguel Arcángel, fundada en tiempos del Virreinato del Río de la Plata por misioneros jesuitas en territorio que ahora pertenece a Río Grande do Sul, en Brasil. En 1824 fue el comandante militar de las Islas Malvinas durante seis meses.

El año anterior, el gobernador de Buenos Aires, general Martín Rodríguez, le había otorgado a Jorge Pacheco, un capitán de caballería retirado, derechos sobre 30 leguas de tierra para criar ganado y cazar lobos marinos, a cambio de reparar las instalaciones de Puerto Soledad.

 Pero el ex militar, que tiene 52 años y vive de la explotación de un saladero, carece de dinero para iniciar la empresa. Se asocia entonces con el comerciante Luis María Vernet, nacido en Hamburgo (Alemania), de ascendencia francesa. Vernet, de 31 años, se beneficia con la mitad de la concesión en la isla y se hace cargo de la administración.

Por sugerencia de Pacheco, en enero 1824 es designado comandante militar de las Malvinas un soldado de la Independencia, Pablo Areguatí, ex capitán de milicias en Entre Ríos.

Educado primero por jesuitas en la provincia de Misiones y a partir de 1783 en Buenos Aires, el guaraní había estudiado en el Real Colegio de San Carlos. Esta institución –por cuyas aulas pasaron Manuel Belgrano, Juan José Paso, Juan José Castelli, Mariano Moreno, Manuel Dorrego, Cornelio Saavedra, Juan Martín de Pueyrredón y Martín Güemes, entre muchos otros nombres de los primeros años de vida argentina– con el correr del tiempo se convertirá en el Colegio Nacional de Buenos Aires.

En 1811, Areguatí fue nombrado por Manuel Belgrano como primer alcalde de la población entrerriana de Mandisoví, de 650 habitantes, fundada en 1777 por Juan de San Martín, padre del general José de San Martín. En 1814, Gervasio Posadas, Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, lo asciende a capitán de milicias.
Carta de Pablo Areguatí del 12 de febrero de 1824 describiendo el estado delicado de la expedición a las islas de 1824.

El oficial retirado, que pensaba entrenar algunos peones en las Islas Malvinas para formar “una compañía de cívicos, con cabos y sargentos”, ha aceptado no cobrar sueldo del gobierno; a cambio, podrá criar su propio ganado. Sin embargo, por desinteligencias con Pacheco y Vernet renuncia en agosto de 1824. Seis años después es funcionario en la Aduana de Buenos Aires y, posteriormente, oficial de Justicia.

Uno de sus hermanos, Pedro Antonio, fue sargento en la expedición de los 33 Orientales, encabezada en 1825 por el general Juan Antonio Lavalleja para liberar la Provincia Oriental –que abarcaba lo que hoy es Uruguay y parte de Río Grande do Sul– entonces en poder de Brasil.

 Una tataranieta del comandante militar guaraní de las Islas Malvinas, Evangelina Areguati, actualmente es maestra en la escuela Nº 74 Juan José Valle, de Concordia (Entre Ríos).


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Pablo Areguatí, un guaraní comandante en Malvinas
Por Pablo Camogli
 "Contame una historia", Buenos Aires, Aguilar, 2014

El proceso revolucionario y emancipador que surcó buena parte del continente americano a comienzos del siglo XIX, trasformó las estructuras sociales y generó un inusitado fenómeno de movilidad e integración social. Sectores tradicionalmente relegados lograron acceder a puestos administrativos que tenían vedados en tiempos coloniales, como ciertos cargos públicos o el ascenso en el escalafón de mandos militares. Pardos, morenos, aborígenes y criollos en general, encontraron en la revolución el ámbito propicio para insertarse en la sociedad y ocupar espacios de mayor o menor trascendencia, pero siempre novedosos con relación a las posibilidades que tenían en los siglos anteriores.

Uno de los casos más curiosos de esta movilidad es el de Pablo Areguatí, un guaraní de las Misiones que en el lapso de una década fue protagonista del inicio de la guerra civil en el litoral, para luego transformarse en la primera autoridad designada desde el Río de la Plata, sobre nuestras islas Malvinas. Esta insólita historia solo fue posible en el complejo marco de la revolución y la independencia.

Estirpe familiar

Los Areguatí eran una familia tradicional y de cierto prestigio en el espacio guaranítico previo a la revolución. Ello debido a que integraban una especie de elite local, conformada por los miembros aborígenes de los cabildos que habían instalado los padres de la Compañía de Jesús en cada una de las reducciones jesuíticas. Luego de la expulsión de los miembros de la orden fundada por Santiago de Loyola, los Cabildos de guaraníes mantuvieron su impronta en la administración de los pueblos, ahora en una especie de co-gobierno junto a los administradores coloniales españoles.

Pablo era hijo de don Pascual Areguatí y nació entre 1770 y 1780 en San Miguel Arcángel, el actual pueblo de São Miguel das Missões, ubicado en el brasileño estado de Rio Grande do Sul. Al igual que muchos guaraníes, Pablo accedió a un buen nivel educativo e inclusive las fuentes aseguran que se formó en el Real Colegio de San Carlos, de Buenos Aires, el mismo establecimiento en el que estudiaron personajes como Manuel Belgrano, Mariano Moreno, Manuel Dorrego y Bernardo de Monteagudo, entre otros.

Parece ser que don Pascual se caracterizó por tener hijos un tanto inquietos, ya que uno de los hermanos de Pablo, llamado Pedro Antonio Areguatí, formó parte de la expedición de los “33 Orientales” que en 1825 invadió el actual Uruguay al mando de Juan Antonio de Lavalleja.

Con la ocupación portuguesa de 1801 a las Misiones Orientales (los siete pueblos jesuíticos guaraníes que hoy pertenecen al Brasil), numerosas familias guaraníes emigraron hacia la margen occidental del río Uruguay, que comenzó a constituirse en el límite litoraleño entre el espacio castellano y el lusitano. Los Areguatí emigraron hacia Mandisoví, una estancia fundada en 1777 por Juan de San Martín, el padre del futuro Libertador José de San Martín, como posta en el circuito comercial de la yerba mate y proveedora de ganado. La actual localidad entrerriana de Federación es heredera de aquella población tardo colonial.

El estallido revolucionario de 1810 tuvo un rápido impacto sobre Mandisoví y la vida del protagonista de esta historia. De camino rumbo al Paraguay, Belgrano reorganizó el pueblo mediante un decreto dictado el 16 de noviembre de 1810, que estableció los límites jurisdiccionales del “pueblo de Mandisoví”. A su regreso, designó a Pablo Areguatí como primer alcalde del pueblo y comandante de milicias, una muestra más del ascendiente que los Areguatí tenían en la localidad.

El inicio de las batallas entre hermanos

La revolución en el ámbito rioplantense se tradujo en el surgimiento del ideario federal, cuyo principio básico fue el de la soberanía particular de los pueblos. Este ideario, sumado a una radical postura igualitaria impulsada por José Gervasio Artigas, se imbricó con las tradiciones socio-culturales de los guaraníes, quienes adhirieron con profundo fervor al federalismo artiguista. Claro que esta adhesión no estuvo exenta de tensiones y conflictos, incluso dentro del propio espacio guaranítico.

Es que la adopción del federalismo igualitario supuso un fuerte cuestionamiento a la estructura social vigente, en la cual Areguatí ocupaba un lugar de privilegio. Rápidamente comenzaron a surgir grupos de guaraníes federales, que deseaban llevar a la práctica aquello de la igualdad entre los hombres y poner a Mandisoví bajo el liderazgo de Artigas. A ellos se opuso el alcalde, a quién los “rebeldes” artiguistas identificaron como un enemigo por su inclinación hacia el centralismo de Buenos Aires. El líder de este grupo era Domingo Manduré, oriundo de Yapeyú, jefe de milicias de Salto Chico y con intereses ganaderos en la región de la actual Concordia.

Para mediados de 1813, mientras la Asamblea del año XIII expulsaba a los diputados artiguistas y frenaba el impulso del que fuera el primer congreso en la historia Argentina, los federales guaraníes ponían sitio a Mandisoví, localidad que fue cercada el 28 de agosto. Pese al auxilio enviado por el teniente gobernador de Misiones, Bernardo Pérez Planes, Areguatí no pudo contener a los hombres liderados por Manduré y debió abandonar el pueblo y la región. Primero se dirigió a Santa Fe y luego a Buenos Aires, en donde tenía algunos contactos para insertarse laboral y comercialmente. En reconocimiento por su actuación a favor del poder central, el Director Supremo Gervasio Posadas lo designó capitán de milicias en 1814, pese a que para ese entonces ya no comandaba milicia alguna.

La particularidad de aquel combate de Mandisoví, en el que Areguatí fue derrotado, es que se constituyó en el primer enfrentamiento en el marco de la guerra civil, un conflicto fratricida que se extendería por toda la centuria y en el que se contarían más de 450 batallas.

Donde clama el viento y ruge el mar

Pasó el tiempo y nuestro personaje reaparece en una situación de lo más curiosa e insospechada. En la década de 1820, el gobierno de la provincia de Buenos Aires inició una serie de acciones tendientes a materializar la soberanía de la provincia sobre las costas patagónicas, las aguas marítimas y las islas Malvinas. Con este último objetivo, es que en 1823 el gobernador Martín Rodríguez le otorgó derechos de explotación sobre 30 leguas de las Malvinas a un tal Jorge Pacheco, comerciante porteño. Éste fue autorizado a criar ganado y cazar lobos marinos, pero a cambio debía reparar las instalaciones de Puerto Soledad, la población fundada por los españoles a fines del siglo XVIII. Pacheco se asoció para la empresa con Luis María Vernet, junto al que iniciarían las actividades comerciales en el extremo sur.

En diciembre de aquel año, con la expedición pronta a partir hacia las islas, Pacheco y Vernet se dirigieron al gobernador para anunciarle que la misma sería acompañada por el “capitán de Milicia retirado Dn. Pablo Areguatí”, quien “piensa formar de los mismos peones una Compañía de Cívicos con sus cabos y sargentos, para darle a esta operación toda la representación posible en obsequio de una propiedad de la Patria”. Asimismo, le solicitaron a Rodríguez la designación de Areguatí como “Comandante de aquel puerto sin sueldo alguno” y “para el respeto de los peones y buques extranjeros” que solían pescar en la zona y atracar en Malvinas. En el Archivo General de la Nación se encuentra el documento original, en el cual Rodríguez acompaña con su firma la designación de Areguatí como la primera autoridad “argentina” que gobernó en las islas.

La flotilla comercial, cargada de ganado, madera y herramientas varias, arribó a Malvinas a fines de febrero de 1824 y de inmediato comenzaron los trabajos de instalación de la infraestructura necesaria para el emprendimiento empresarial de Pacheco y Vernet. Areguatí, por su parte, asumió el “gobierno” local en su calidad de comandante, además de poner en marcha una pequeña explotación ganadera para la que fue autorizado por sus contratistas.

Allí estaba aquel indio guaraní, nacido y criado en el mundo subtropical de las Misiones, ahora como autoridad rioplatense en las inhóspitas islas Malvinas. Solo hay que imaginarlo posado sobre alguna altura, mirando el horizonte y recordando, con un dejo de nostalgia, aquellas aguas transparentes del río Uruguay y la calidez de sus paisanos. El invierno austral no se habrá demorado en desplegar toda su crudeza, con temperaturas bajo cero y precipitaciones copiosas que humedecen hasta el alma. Quizás en aquel momento Areguatí se sintió solo y abandonado, como si lo hubieran extraído de su mundo y de su entorno para depositarlo en otra dimensión.

Apenas seis meses estuvo Pablo en el archipiélago austral, en el mes de agosto emprendió el regreso y se negó a volver a su comandancia. Entre la frustración por las dificultades para emprender un desarrollo comercial en la zona y la crudeza del invierno, Areguatí optó por afincarse en Buenos Aires. En la capital logró un puesto en la Aduana y luego se desempeñó como oficial de justicia. Seguro, fue incapaz de dimensionar el sentido histórico de su paso por las islas, un sentido que hoy se hace inteligible porque nos separan 190 años de aquel Areguatí primer comandante “argentino” en las Malvinas.

Documentos que hacen la historia

En el Archivo Histórico Nacional de Buenos Aires, descansan miles de documentos a la espera de algún paciente historiador que los saque a la luz y los integre en un relato histórico.  Uno de esos documentos es el expediente 18, legajo 48 de la sala IX: 24-5-7 de Guerra y Marina, de donde extraje parte de la historia de la llegada de Areguatí a Malvinas.

El documento es una nota presentada por los socios comerciales Jorge Pacheco y Luis Vernet ante el gobernador de Buenos Aires, Martín Rodríguez. Allí, entre otras cuestiones, se informa que a la expedición a Malvinas la acompaña el “capitán de Milicia retirado Dn. Pablo Areguatí”. En consideración de ello, solicitan, “para el respeto de los peones y Buques extranjeros” se lo designe como “Comandante de aquel punto sin sueldo alguno”.

Asimismo, comentan que “Areguatí piensa formar de los mismos peones una compañía de Cívicos con sus Cabos y Sargentos, para darle a esta operación toda la representación posible en obsequio de una propiedad de la Patria, llevando las armas y municiones de cuenta de la negociación”.

El documento está firmado al margen por Rodríguez, quién aprueba lo solicitado el día 18 de diciembre de 1823, día en que un misionero, fue designado para gobernar Malvinas.

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Carta de Pacheco solicitando al gobierno de Buenos Aires el nombramiento de Areguatí como nuevo comandante militar de las Malvinas para imponer autoridad en la zona:​


Excelentísimo Señor
El ciudadano Jorge Pacheco a V.E. con su conocido respeto dice: que ya próxima a zarpar la expedición al Puerto de la Soledad de Malvinas a elaborar el usufructo de esta Isla con que la bondad de V.E. le agració, marcha con ella el capitán de Milicias retirado don Pablo Areguatí por el convenio que ha precedido entre ambos y como para el respeto de los peones y buques extranjeros convendría a los intereses del Estado y del suplicante el que hubiese una autoridad. V.E. se ha de servir darle el título de Comandante de aquel puerto sin sueldo alguno al dicho capitán. De este modo Señor Excelentísimo se posesiona la Provincia de aquella abandonada Isla, y aún hace que paguen los buques el derecho de anclaje, de que escrupulosamente se dará cuenta al Erario: porque Areguatí piensa formar de los mismos peones una Compañía de Cívicos con sus cabos y sargentos, para darle a esta operación toda la representación posible en obsequio de una propiedad de la Patria, llevando las armas y municiones de cuenta de la negociación; y si V.E. hubiese a bien destinar algunos cañones de hierro, para defender al puerto de incursión, de piratas en aquellas abandonadas baterías, serían reparadas y puestas en aptitud de que sirvan al Gobierno, cuando quiera restablecer el presidio.
Yo he proyectado el domesticar ganado y poner con ellos una estancia en que apacenten hasta dos mil ovejas merinas, con el fin de hacer progresivas estas lanas al país; y para que se vea con la exactitud que cumpliré este ofrecimiento, hago esta petición subscripta por los fiadores que presento a V.E. suplicándole que para la realización de este proyecto, se sirva en virtud de sus altas y omnímodas facultades hacerme gracia y merced de los necesarios terrenos que ocuparé en tan abultados deberes; ordenando al comandante que he propuesto me dé posesión de ellos, como a un ciudadano de esta Provincia, quien defenderá aquel territorio como una propiedad sagrada de este Estado. Yo creo Exmo. Señor, que mi solicitud está caracterizada de la conveniencia y de la justicia, que pueden merecer la aceptación de V.E., y en esta confianza. A V.E. pido y suplico, que habiéndome por presentado, y en mérito de lo expuesto, se sirva proveer como he indicado y es de justicia que imploro.
Luis Vernet (Firma y rúbrica).Jorge Pacheco (Firma y rúbrica).
Buenos Aires 18 de diciembre de 1823.
Fuente:  Archivo General de la Nación (Argentina). Sala IX 24-5-7