Ley de aduana de 1835
Por Leonardo Castagnino
Del libro "Juan Manuel de Rosas, Sombras y Verdades"
En 1835 Rosas dicta la Ley de Aduanas proteccionista (contraria al tratado aperturista de 1825) que varias legislaturas provinciales le agradecieron. Se impusieron aranceles diferenciales según los productos se produjeran acá o no, artículos de lujo o no. Esto dio impulso a las industrias del interior, a los vinos, los textiles y hasta los astilleros de corrientes, y las telas inglesas le costaba competir con los ponchos nativos. Hasta se llegó a exportar cuero curtido de cabra que la legislatura francesa prohibió porque eran de mejor calidad que las suyas. (justamente los franceses, que están en el club que nos quieren convencer del librecomercio).
El dictado de Ley de aduana de 1835 y la expropiación del Banco dominado por los ingleses (1836) desencadenan las agresiones anglo-francesas por el librecomercio y la libre navegación de los ríos para vender sus mercaderías en el interior, que Rosas resistió eficientemente, venciendo a las dos mayores potencias de la época, que hasta debieron desagraviar el pabellón nacional con la salva de 21 cañonazos. Claro que Rosas tenía un arma mortal contra los ingleses: los atacó en su “víscera más sensible”, el bolsillo, negándose a pagarle a los bonoleros ingleses mientras no se levantara el bloqueo del Río de La Plata. El bloqueo mismo funcionó como una aduana, impidiendo el ingreso de mercaderías y favoreciendo la industria local, que tomó impulso.
Según el viejo lord economista John Maynard Keynes, hablando en valores de su época no comparables con los actuales,"...cuando una persona le debe mil libras esterlinas a un banco y no le puede pagar, está en problemas...pero cuando debe un millón y no paga, el que está en problemas es el banquero".
“Bajo la dictadura de Rosas se produjo cierto movimiento de progreso sobre el cual las generaciones posteriores pudieron construir. En la extensa provincia de Buenos Aires se mantuvo la paz durante un largo período de tiempo. La frontera se desplazó hacia el sur y hacia el este, se eliminaron las perturbaciones sociales se conservó la independencia nacional. Había seguridad de la propiedad para todos aquellos que obedecieran a las autoridades públicas. Se respetaron cuidadosamente los derechos de los extranjeros conseguidos por tratados. El desarrollo comercial de la cría del ganado ovino agregó variedad y fuerza a a economía. Fue posible la acumulación de riquezas en manos privadas, tanto nacionales como extranjeras” (H.S.Ferns. Escritor canadiense radicado en Inglaterra. Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX.p.221)
El régimen del general Rosas no se presentó de pronto al mundo para que se lo admirara o se lo vilipendiara, según el gusto o los intereses, ni asumió repentinamente un carácter definitivo, que lo distinguiera de sus predecesores y de sus sucesores. Surgió lentamente y su carácter se fue formando en gran medida respondiendo a las circunstancias y por designio del personaje que le dio nombre. Como fue durante muchos años la figura central de una controversia política, hasta el punto que terminó por convertirse casi en una figura simbólica. Rosas parecía asumir un carácter moral único. Para el estudioso de las actividades ordinarias de su gobierno, realizadas mes a mes y año a año, su política no presenta contraste de blanco o negro. Cuando dijimos que el general Rosas defendió con ahínco la independencia de la República Argentina, resistiendo a la intervención extranjera y la independencia de la provincia de Buenos Aires dentro de la Confederación de provincias argentinas, dijimos todo lo que puede decirse sobre sus principios. Todo lo demás era cuestión de oportunidad y acomodación de desarrollo y de presiones ejercidas primero y en un punto y luego en otro. Esto acaso explique los repetidos fracasos de sus enemigos, ya que ellos siempre tendieron a juzgarlo por sus declaraciones mas extremas y sus peores actos, lo cual les impidió apreciar sus condiciones para las negociaciones sagaces y solapadas. (Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX.p.222) H.S.Ferns. (Investigador canadiense, residente en Gran Bretaña desde 1949. Decano y docente de la la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Birmingham)
Desplazado Rosas en 1953, los liberales no solamente declararon la libre navegación de los ríos interiores que tanta sangre y sacrificio costó defender, sino que derogaron la ley de aduanas de Rosas y se favoreció la entrada no solo de manufacturas, sino hasta la importación de maestros norteamericanos (Sarmiento) y hasta inmigrantes del norte, esa raza superior de ojos azules.
Los gobiernos posteriores a Caseros (Sarmiento y Mitre, entre otros) no solamente permitieron el ingreso de mercaderías extranjeras, sino que hasta perjudicaron y despreciaron las nacionales, y en la legislatura porteña llegó a escucharse el argumento que "...si no se sacan los aranceles a las telas inglesas, Buenos Aires se vería invadido de ponchos cordobeses” ( como si eso fuera una calamidad). El mismo Sarmiento hablaba de la barbarie del interior, “.... donde no se encuentran levitas o sillas de montar inglesas”.
Pero para convertirnos en colonia, no solo basta la fuerza. En 1809 Castlereagh decía que “la fuerza no construye nada durable”. Ni siquiera la corrupción nos impone ser una colonia, y nuestra colonización depende más de nuestra voluntad y nuestra propia cultura colonizada por los libros de Adam Smith con sus "beneficios de la libertad". Algunos nativos hasta exceden las pretensiones inglesas, como Alvear en 1815 que le ofrece el coloniaje ingles a Strangford y Castlereagh, o Florencio Varela en 1844 con Aberdeen. Los ingleses, que no son tontos, prefirieron el coloniaje económico en vez de mezclarse en los problemas políticos de este país de gauchos rebeldes.
En épocas mas recientes también hubieron partidarios de ser ( o seguir siendo) colonia. "Densos nubarrones se levantan que presagian tormentas proteccionistas en las colonias inglesas, y la tendencia imperialista que va mordiendo fuerte el espíritu británico, no es por cierto una garantía para el porvenir de nuestro comercio internacional. Mucho hablamos de abrir nuevos mercados, sin notar acaso que más valdría asegurar los que ya tenemos, como el de Inglaterra, para quien deberíamos tratar de convertirnos mercantilmente en su mejor colonia, a fin de hacerle imposible dar preferencia a nuestros competidores de Canadá y de Australia." (Discurso pronunciado por el Dr. Ezequiel Ramos Mejía, presidente de la Sociedad Rural Argentina en la inauguración de la exposición rural de1902. En "Historia Gráfica de la Argentina Contemporánea", Tomo 3, Buenos Aires, Hyspamérica, 1985.)
Buenos Aires siempre usó la aduana como fuente de recursos, no solo para propio beneficio, sino para imponer su voluntad sobre las provincias, a las que despectivamente se las llamaba “los trece ranchos”. (en total eran 14) Así se vio el interior sumergido en la miseria y destruidas sus industrias (ponchos, azúcar, vinos, barcos, carretas, etc.) y mientras buen poncho cordobés o catamarqueño costaba en la confederación 7 $, entraban ponchos por 3 $ maquinados en Inglaterra. Así fue como, destruidas las industrias locales, los gauchos argentinos se vestían con telas inglesas y tomaban vino francés. (en vez de los buenos vinos mendocinos). Eran los “beneficios” del “librecomercio”.
Salvo algunos períodos, esto se mantuvo durante gran parte de la historia posterior a 1810. En 1835 Rosas impone una ley con protecciones aduaneras, (que las legislaturas de varias provincias le agradecieron), posibilitando el resurgimiento de las maltratadas industrias provincianas y porteñas. También se vieron favorecidas por la imposición de los bloqueos anglo-franceses, que de hecho impedían la entrada de mercadería de Europa, (salvo el contrabando ejercido entre otros por Urquiza) a tal punto que los bloqueos debieron levantarse, entre otras causas, por la presión ejercida en Londres por los propios comerciantes ingleses de Bs.As. y Montevideo que veían perjudicados sus intereses, y hasta por los propios “bonoleros” que querían cobrar su deuda. Esto fue hábilmente usado por la genial “picardía” e inteligencia de Rosas, mediante el representante de la Confederación en Londres (Manuel Moreno) y por las promesas del propio Restaurador a los “bonoleros” en Palermo, de reanudar los pagos del servicio de la deuda, “siempre y cuando” se lo permitiera la situación económica “perjudicada por el bloqueo”.
Después de Caseros, y separada Bs.As de la confederación, la primera toma nuevamente el control del puerto y su inagotable fuente de recursos, en perjuicio de la Confederación, que en 1856 no tiene un peso ni para pagarle el pasaje a Guido en misión diplomática a Paraguay, debiendo demorar la partida por seis meses, hasta que el emisario brasilero Abaeté le hiciera llegar unos patacones a Urquiza en Paraná.
Cuando Guido acepta la misión, el vice S.M del Carril le informa a Urquiza (que estaba de “veraneo” en el palacio San José): “Remito a V.E. la cartita que me ha mandado Guido aceptando la misión. Ahora es otro cantar. No tenemos de donde sacar cuatro mil pesos para despacharlo en el primer vapor. Vea V.E. de donde han de salir porque humanamente no veo como volver los ojos para encontrarlos. Las aduanas del Rosario y Corrientes están sobrecargadas, agotadas. En esta provincia de Entre Ríos no hay con que contar, no hay con que pagar un sueldo” (Scrobie - Citado por JMR. T. VI. p.222,)
Con el respaldo de la aduana, Bs.As. imprimía moneda a mansalva, invertidos en gastos militares, edificio de aduana, alumbrado de gas y cañerías de agua mientras la confederación no podía pagar ni los sueldos que tenían muchos meses de atraso. “El día que no tenga yo que comer, que será muy pronto, me parece que me he de ahorcar” se quejaba del Carril a Urquiza.
Lavaysse escribía “Ellos (Bs.As.) han gastado muchos millones de su papel moneda para hacernos la guerra y aniquilarnos. Nosotros también podemos tener planchas de acero. ¿ Que nos privaría hacer eso” (Luis Tabota, t.III.p 109).
Lo que los “privaría de eso” era el simple hecho de que no contaban con el respaldo de ninguna aduana suficiente, mientras la aduana de Bs.As. drenaba oro con aranceles sobre las mercadería ingresadas y consumidas por los pueblos, incluidos los del interior.
El gobierno de Paraná, iluso, imprime papel moneda, pero sin respaldo aduanero no puede imponerlo ni dándole “curso forzoso”, y termina por desaparecer, debiendo recurrir a créditos usureros y dadivas externas a costa de concesiones políticas.
En 1854 los delegados de Córdoba y Santiago de Estero (Lucero y Rueda) proponen al congreso de la Confederación prohibir la entrada de toda mercadería de ultramar que no viniese directamente, y el 19 de Julio de 56, se aprueban los “derechos diferenciales” de aranceles aduaneros. Disponía que las mercaderías que precedieran con paso previa por de Bs.As pagarían un 30 % más que las que lo hicieran directamente de ultramar.
Los comerciantes porteños y montevideanos (casi todos ingleses), viendo perjudicado sus bolsillos, pusieron el grito en el cielo. Pereyra (presidente oriental) habló sobre la “ medida tan falta de equidad y poco conciliable con los principios de sincera amistad y recíproca benevolencia”, como si el comercio (sobre todo el inglés) fuese una cuestión de “amistad y benevolencia”.
Tomó parte también (como siempre) el representante ingles (Mr. Christie) que le escribe a Clarendon en Londres: “En esa ciudad (por Rosario) no hay siquiera media docena de comerciantes británicos”….!!!
¿Pero que se creían esos “brutos gauchos sudamericanos” para dictar reglamentaciones aduaneras sin consultar a los ingleses ni tener en cuenta si había o no suficientes comerciantes ingles a quien favorecer? e informa (en 1857) que “Me parece justo declarar que las recientes entradas mensuales de la aduana de Rosario muestran un considerable aumento…Me sorprendió mucho el grande y rápido desarrollo de ese lugar comprado con lo que había visto en junio de 1856. No cabe duda que adelanta rápidamente bajo es sistema de derechos diferenciales…Han llegado muchos navíos de diferentes países, y aunque muchos patrones de barcos se quejan de lo prolongada y riesgosa que es la navegación por el río, me inclino a creer que el comercio se adaptará con su acostumbrada elasticidad a la nueva ley”.
Por su parte el representante norteamericano informa que “Rosario es el centro de las operaciones mercantiles de la Confederación...”
Poco le habría de durar este “veranito” a la Confederación, estando en lugar de Rosas este “pronunciado” manteniendo un equilibrio inestable entre las conspiraciones y presiones porteñas, brasileras e inglesas. Porque una cosa era la fuerte Confederación de Rosas y otra muy distinta esta Confederación semicolonial. Una cosa era hacerse reconocer formalmente “independiente”, y otra muy distinta meterle la mano en el bolsillo nada menos que a los ingleses. Ya se la arreglarían los ingleses para que los “gauchos” se dejaran de “macanas” con ideas retrógradas, leyes de protección a la industria local y aranceles diferenciales:
“la protección es un terreno falso” (Mitre)
“El talento, las aptitudes, la perfección, la baratura, en fin, la paz, el orden, las franquicias comerciales son la mejor protección” (Montes de Oca)
“Llegaremos a exportar manufacturas dentro de mil años” (Billingurst)
“Es imposible proteger a los industriales, que son los pocos, sin dañar a los ganaderos, que son los más” (Velez Sarfield) “Córdoba inunda de tejidos a Buenos Aires”.
Claro, era mejor inundar el interior con tejidos ingleses, que al menos venían de “un país más culto”. Algunas voces se alzaron (sin éxito) contra del librecambismo. “Una sola factura de ropa hecha en Bs.As da que ganar a 2.000 costureras….Deben ampararse los derechos existente porque de otro modo se arruinarían los artesanos y no vendrán otros” (Debate de la aduana de 1853. Defensa y pérdida de nuestra independencia económica. JMR) Pero que importaban 2.000 costureras mas o menos a los “decentes” comerciantes de Bs.As.?