Obama en blanco y negro

Miguel Marín Bosch
La Jornada

   El pasado 19 de julio Barack Obama hizo algo que será recordado como hito en su presidencia. Irrumpió en la sala de prensa de la Casa Blanca, interrumpió a su portavoz y se dirigió a los corresponsales para abordar el tema del racismo en Estados Unidos. Obviamente tenía algo que decir, algo que le venía irritando desde que un jurado en Florida había declarado no culpable al asesino del adolescente negro Trayvon Martin.

Se trata de lo ocurrido la noche del domingo 26 de febrero de 2012 en un barrio residencial del pueblo de Sanford en el estado de Florida. El barrio es una urbanización cerrada, resguardada por policías de seguridad privada. Un joven de raza negra está regresando a la casa en la que está de visita cuando es observado por un vigilante armado de nombre George Zimmerman. Éste sigue al adolescente y, tras un altercado, lo mata de un tiro.
El juicio duró un mes y el 13 de julio pasado el jurado absolvió a Zimmerman. El jurado desechó los cargos presentados por el procurador del estado y aceptó que Zimmerman actuó en defensa propia. Hubo manifestaciones de protesta contra el fallo y se reabrió la cuestión del racismo en Estados Unidos. Es un caso que plantea también el tema de lo fácil que resulta portar armas en ese país.
Será un caso que se discutirá durante mucho tiempo. Piensen en la composición del jurado: seis mujeres –cinco blancas y una hispana–. Piensen también en el propio Zimmerman, hijo de un blanco estadunidense y una peruana, que se identifica como Hispanic.
La discriminación racial es un hecho cotidiano en Estados Unidos. Lo es también en el resto del mundo. Todos hemos enunciado palabras abiertamente racistas. Todos hemos escuchado chistes racistas. Y todos sabemos que la coexistencia de distintas razas en el planeta se ha tornado un problema universal.
Pero en Estados Unidos el racismo está estrechamente vinculado a los siglos de esclavitud de los negros. Y la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca ha cambiado la historia de ese país. Un tatarabuelo de su esposa Michelle fue esclavo. Obama, en cambio, tiene un historial muy distinto.
En sus libros autobiográficos deja entrever los vaivenes de su vida entre blanco y negro. Habla de su niñez y adolescencia con una madre y abuelos blancos y luego de su padrastro indonesio para luego enfrentar y tratar de resolver la influencia de su padre negro. La muerte de éste lo alienta a buscar sus raíces kenianas.
Para muchos african-americans Obama no es negro; para no pocos estadunidenses, Obama es inaceptable precisamente porque es negro. Esa tensión entre blanco y negro está presente en Obama y quizás lo haya definido como persona y político. Su actitud ante muchos problemas políticos deja entrever una formación pragmática de individuos (sus abuelos maternos) del Midwest de Estados Unidos. Rara vez presenta soluciones tomadas de la agenda de los tradicionales políticos negros. En muchos sentidos es un blanco de tez negra.
La negritud de Obama es algo que fue adquiriendo con la edad. Su vida hasta que ingresó a la universidad no fue un caso típico de un muchacho negro. Vivió entre blancos y luego pasó unos años en Indonesia. Desde luego que hubo instancias en las que sintió cierta discriminación. Pero, como él mismo lo cuenta, fue en Nueva York cuando salía con una mujer blanca que empezó a sentirse negro, un proceso que continuó en sus años de trabajo social en Chicago.
Lo que no deja de sorprender de Obama es que en sus pronunciamientos como político ha evitado jugar la carta racial, cuando menos hasta ahora. De ahí el significado de lo que dijo el pasado 19 de julio. Se trata de un intento por poner sobre la mesa de discusión el tema del racismo, pero desde la perspectiva de un ser pensante que da la casualidad que es negro y blanco y que es el presidente de Estados Unidos.
Obama dijo que el jurado había emitido su fallo y hay que respetarlo pero –agregó– hay que ponerlo en un contexto y hay que ver cómo la gente ha respondido y lo que está sintiendo. Recordó que cuando murió Trayvon Martin dijo que pudo haber sido su hijo. Ahora añadió que pudo haber sido él mismo hace 35 años. Insistió en el dolor que siente la comunidad negra en Estados Unidos porque lo ve a la luz de una serie de experiencias y una historia que no se ha superado. La frase en inglés es clave:a history that doesn’t go away.
Luego reseñó algunas experiencias comunes a los hombres de raza negra en Estados Unidos, experiencias que él mismo había tenido: sentir que te están siguiendo cuando entras en una tienda departamental; escuchar cómo ponen los seguros de las puertas de coches cuando cruzas una calle; o ver cómo una mujer empuña su bolso cuando te subes a un elevador.
Según Obama, la población negra sabe que hay diferencias muy marcadas entre las distintas razas en la aplicación de leyes a criminales, incluyendo la pena de muerte y la posesión de drogas. Todos saben que un número desproporcionado de jóvenes negros se ven involucrados en crímenes y que muchos de ellos son víctimas de los mismos. Pero parte de la explicación se encuentra en una historia violenta y complicada.
El presidente reconoce que existe racismo, incluyendo la práctica del perfil racialen algunos cuerpos policiacos e insiste en la necesidad de cambiar ciertas leyes y de ayudar a los jóvenes negros a encaminarse hacia una vida mejor y más productiva.
Concluyó confesando que el caso de Trayvon Martin debe servir para lograr una sociedad mejor y que confiaba en la generación de jóvenes. Desde luego que un amplio sector de la población negra de Estados Unidos recibió muy bien las palabras de Obama. Falta por ver cómo reaccionará el resto del país. Pero lo importante es que el presidente las pronunció