Mercosur, Europa y la historia de un amor contrariado
Cledis Candelaresi
DiarioBAE
Europa
destina anualmente varias decenas de millones de euros para subsidiar a los
productores de ganado, sólo bajo aquel particular concepto. Apenas un ejemplo
de la artillería de voluminosas subvenciones con que ampara tanto a la
producción primaria como a la industria de la competencia externa. Y no se
trata de un continente particularmente protector.
En
rigor, es difícil encontrar un país que no apele al ingenio para evitar que sus
productores soporten el mal trago de competir y el riesgo de perder mercado.
Por liberal que sea su prédica.
Bajo
esta idea hay que considerar el complejo derrotero que tuvo el intento de
firmar un acuerdo comercial entre la Unión Europea y el Mercosur desde hace más de
quince años, por ahora infructuoso. La frustración se hizo más patente en
diciembre pasado cuando la
Unión Europea se unió a México, los Estados Unidos y Japón
para reclamar a la
Organización Mundial de Comercio que conforme un panel para
expedirse sobre la supuesta ilegitimidad de las últimas medidas locales para
limitar las importaciones, algo que los denunciantes ya habían planteado meses
antes a modo de consulta.
Pero
esta tensión con Buenos Aires está lejos de ser “el” motivo por el cual no se
pudo celebrar un pacto comercial en años, instrumento que ambas partes desean
genuinamente, aunque con móviles diferentes. La Argentina , Brasil,
Paraguay y Uruguay reclaman, prioritariamente, el desmantelamiento de los
subsidios con los que los europeos fortalecen básicamente a su producción
primaria, aquella en la que éstos países tienen una ventaja comparativa
indudable. Los otros exigen que se flexibilicen estas fronteras para sus bienes
industriales y servicios. No hubo oferta que arrimara lo suficiente a las
partes.
Ni buenos ni malos
Según
un comunicado que la UE
emitió en diciembre, la
Argentina violó las pautas de la OMC tanto con la aplicación de
las licencias no automáticas como con la declaración jurada anticipada de
importación. Más allá de las medidas en sí mismas, la objeción se centró en la
forma de aplicarlas, por su presunta discrecionalidad y excesiva dureza.
En
el 2011 los permisos para importar habrían afectado las importaciones de la UE al país por 500 millones de
euros, según calculó la Unión
en un comunicado aclaratorio emitido el 6 de diciembre. Sin embargo, la
ampliación de restricciones que tuvieron lugar el año pasado habría hecho que
el comercio “potencialmente” perjudicado ascendiera a 8.300 millones. “Si otros
miembros de la OMC
adoptaran también este tipo de medidas discriminatorias, se le haría al
comercio y al crecimiento mundial un daño demoledor”, sentencia el texto.
Sin
replicar aquel cálculo o este dicho, vale poner sobre la mesa al menos otras
dos cuestiones.
La
malla que usan los europeos para protegerse quizás sea tan dañina como la
conjunción de DJAI y los denostados permisos de importación. Al generoso
esquema de subsidios, básicamente orientado a la producción agrícola, se
agregan los aranceles escalares (son más altos en la medida que el producto que
se quiere frenar tiene más valor agregado) y los célebres filtros
paraarancelarios que asumen formas de lo más diversas.
Otro
punto visible es que si bien Europa necesita más que nunca abrir mercados para
su producción, su anhelo parece centrado en preservar la renta de sus
inversiones más que en ampliar el horizonte exportador. Respecto de la Argentina , el mayor
desvelo (no sólo español) es cerrar la reestatización de acciones de YPF en
manos de Repsol cobrando una indemnización y evitar el precedente de una
nacionalización sin resarcimiento.
Ya
lo dijo sin vueltas Tomás Duplaa del Moral, director de la UE para América latina en
vísperas de la cumbre de Santiago. “La región sigue siendo un destino atractivo
para las inversiones. Pero todos los obstáculos a la renta son desalentadores”.
El sayo – recriminación por tomar medidas que incomodan al capital– le cabe
también a Venezuela, recién incorporada al bloque sureño y muy activa en fijar
pautas que modifican el marco de los negocios privados. Finalmente, Europa es
la principal inversora externa de la región: 400.000 millones de euros, lo que
equivale al 43% del capital foráneo acumulado en las últimas décadas.
Ni contigo, ni sin ti
Las
discusiones con el Mercosur para cerrar un acuerdo -- que ahora Dilma Rousseff
se esmera por reactivar-- se reanudaron en el 2010 después de una parálisis de
seis años.
Hace
dos se estuvo más cerca de una fumata, cuando se intentó seducir a Europa con
la posibilidad de que sus empresas participaran en las grandes licitaciones de obras
públicas de Brasil con miras a los eventos deportivos del 2014 y del 2016, así
como en la exploración petrolera offshore en condiciones similares a las de
firmas de la región. O con la promesa de que sus terminales pudieran vender
partes y piezas a la
Argentina sin aranceles al término de cierto tiempo. Por su
lado, los europeos deberían abrir las puertas a alimentos procesados y otros
productos regionales que no consiguen perforar aquellas fronteras.
La
rúbrica finalmente abortó y ahora el escenario global cambió. Nadie puede
aseverar si para bien o para mal.