Mercosur, Europa y la historia de un amor contrariado

Cledis Candelaresi
DiarioBAE

Ninguna sociedad protectora de animales podría recriminarle a Europa no hacer lo suficiente para cuidar a otros seres vivos, incluidos los que tienen por único fin alimentar a los humanos: en el Viejo Continente hay normas específicas para proteger el bienestar animal. Estas leyes contemplan hasta que quienes manipulan esos bienes muebles puedan atender y prevenir “el dolor y la angustia” de vacas, cerdos o pollos. Pero esa atención altruista y casi conmovedora se transforma rápidamente en una barrera paraarancelaria que impide la compra de carne proveniente de otros países, si estos proveedores no se ajustan a esas estrictas pautas de cuidado de los mamíferos o aves cuyo fin es el matadero.

Europa destina anualmente varias decenas de millones de euros para subsidiar a los productores de ganado, sólo bajo aquel particular concepto. Apenas un ejemplo de la artillería de voluminosas subvenciones con que ampara tanto a la producción primaria como a la industria de la competencia externa. Y no se trata de un continente particularmente protector.

En rigor, es difícil encontrar un país que no apele al ingenio para evitar que sus productores soporten el mal trago de competir y el riesgo de perder mercado. Por liberal que sea su prédica.

Bajo esta idea hay que considerar el complejo derrotero que tuvo el intento de firmar un acuerdo comercial entre la Unión Europea y el Mercosur desde hace más de quince años, por ahora infructuoso. La frustración se hizo más patente en diciembre pasado cuando la Unión Europea se unió a México, los Estados Unidos y Japón para reclamar a la Organización Mundial de Comercio que conforme un panel para expedirse sobre la supuesta ilegitimidad de las últimas medidas locales para limitar las importaciones, algo que los denunciantes ya habían planteado meses antes a modo de consulta.

Pero esta tensión con Buenos Aires está lejos de ser “el” motivo por el cual no se pudo celebrar un pacto comercial en años, instrumento que ambas partes desean genuinamente, aunque con móviles diferentes. La Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay reclaman, prioritariamente, el desmantelamiento de los subsidios con los que los europeos fortalecen básicamente a su producción primaria, aquella en la que éstos países tienen una ventaja comparativa indudable. Los otros exigen que se flexibilicen estas fronteras para sus bienes industriales y servicios. No hubo oferta que arrimara lo suficiente a las partes.

Ni buenos ni malos

Según un comunicado que la UE emitió en diciembre, la Argentina violó las pautas de la OMC tanto con la aplicación de las licencias no automáticas como con la declaración jurada anticipada de importación. Más allá de las medidas en sí mismas, la objeción se centró en la forma de aplicarlas, por su presunta discrecionalidad y excesiva dureza.

En el 2011 los permisos para importar habrían afectado las importaciones de la UE al país por 500 millones de euros, según calculó la Unión en un comunicado aclaratorio emitido el 6 de diciembre. Sin embargo, la ampliación de restricciones que tuvieron lugar el año pasado habría hecho que el comercio “potencialmente” perjudicado ascendiera a 8.300 millones. “Si otros miembros de la OMC adoptaran también este tipo de medidas discriminatorias, se le haría al comercio y al crecimiento mundial un daño demoledor”, sentencia el texto.

Sin replicar aquel cálculo o este dicho, vale poner sobre la mesa al menos otras dos cuestiones.

La malla que usan los europeos para protegerse quizás sea tan dañina como la conjunción de DJAI y los denostados permisos de importación. Al generoso esquema de subsidios, básicamente orientado a la producción agrícola, se agregan los aranceles escalares (son más altos en la medida que el producto que se quiere frenar tiene más valor agregado) y los célebres filtros paraarancelarios que asumen formas de lo más diversas.

Otro punto visible es que si bien Europa necesita más que nunca abrir mercados para su producción, su anhelo parece centrado en preservar la renta de sus inversiones más que en ampliar el horizonte exportador. Respecto de la Argentina, el mayor desvelo (no sólo español) es cerrar la reestatización de acciones de YPF en manos de Repsol cobrando una indemnización y evitar el precedente de una nacionalización sin resarcimiento.

Ya lo dijo sin vueltas Tomás Duplaa del Moral, director de la UE para América latina en vísperas de la cumbre de Santiago. “La región sigue siendo un destino atractivo para las inversiones. Pero todos los obstáculos a la renta son desalentadores”. El sayo – recriminación por tomar medidas que incomodan al capital– le cabe también a Venezuela, recién incorporada al bloque sureño y muy activa en fijar pautas que modifican el marco de los negocios privados. Finalmente, Europa es la principal inversora externa de la región: 400.000 millones de euros, lo que equivale al 43% del capital foráneo acumulado en las últimas décadas.

Ni contigo, ni sin ti

Las discusiones con el Mercosur para cerrar un acuerdo -- que ahora Dilma Rousseff se esmera por reactivar-- se reanudaron en el 2010 después de una parálisis de seis años.

Hace dos se estuvo más cerca de una fumata, cuando se intentó seducir a Europa con la posibilidad de que sus empresas participaran en las grandes licitaciones de obras públicas de Brasil con miras a los eventos deportivos del 2014 y del 2016, así como en la exploración petrolera offshore en condiciones similares a las de firmas de la región. O con la promesa de que sus terminales pudieran vender partes y piezas a la Argentina sin aranceles al término de cierto tiempo. Por su lado, los europeos deberían abrir las puertas a alimentos procesados y otros productos regionales que no consiguen perforar aquellas fronteras.

La rúbrica finalmente abortó y ahora el escenario global cambió. Nadie puede aseverar si para bien o para mal.