Los estadounidenses y la amnesia histórica: Tras los pasos de D.W. Griffith

Rodolfo Acuña

CounterPunch


Lo que los estadounidenses simplemente no entienden es que la mayoría de la gente ve la historia de un modo diferente al de ellos. A fin de contribuir a un cambio, cada semestre proyecto el especial de HBO “Assume the Position 101” de Robert Wuhl, quien plantea que la historia de EE.UU. es Cultura Pop y discute diferentes eventos en la historia de EE.UU. y su interpretación estadounidense.
El primer mito explorado por Wuhl es el de los Padres Fundadores. Si fueron tan listos como dicen los excepcionalistas estadounidenses, ¿porqué, pregunta Wuhl, la primera oración de la Constitución de EE.UU. dice:
“Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos, a fin de formar una Unión más perfecta, establecer la justicia, garantizar la tranquilidad nacional, tender a la defensa común, fomentar el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros y para nuestra posterioridad, por la presente promulgamos y establecemos esta Constitución para los Estados Unidos de América” ?
Wuhl ruge “¿Más perfecta?” ¿Cómo puede algo ser más perfecto? Lo es o no lo es. Según Wuhl, es un “lío gramatical”.
A continuación muestra que la historia de EE.UU. se ha basado en mitos. Wuhl dice que cuando la verdad contradice la leyenda hay que eliminar la verdad. Da el ejemplo de la cinta El hombre que mató a Liberty Balance. Cuando el personaje de Jimmy Stewart trata de explicar al editor del periódico local que él no mató a Liberty Balance, el editor no quiere escucharlo, se prepara para irse y dice “…cuando la leyenda se convierte en un hecho, imprime la leyenda”.
Esto vale para la mayor parte de los aspectos de la historia de América: Colón descubrió América. El Día de Acción de Gracias muestra la amistad entre los colonos y los indios. Los colonos combatieron contra la tiranía de los británicos, e incluso de niño aprendí la historia de que George Washington derribó con su hacha el cerezo favorito de su padre mostrándola como si fuera verdad.
¿Cuánta gente sigue creyendo el mito de que EE.UU. ganó por sí solo la Segunda Guerra Mundial? Los estadounidenses olvidan que los rusos sufrieron unos 26 millones de víctimas en comparación con poco más de 400.000 de EE.UU.
Los estadounidenses consideran que son un pueblo generoso y que las críticas del resto del mundo son malagradecidas. Citan el Plan Marshall como ejemplo de esa generosidad. Según los estadounidenses, salvaron a la Europa de la posguerra del desastre económico, y olvidan los beneficios financieros obtenidos por el capital estadounidense.
Muchos africanos y latinoamericanos discrepan del mito de la generosidad de EE.UU.
Desde 1890 hasta el presente ha habido por lo menos sesenta intervenciones militares de EE.UU. en Latinoamérica, y esto no incluye las Guerras Indias, la anexión de Florida en 1819, la Guerra de Texas en 1836 y la Guerra Mexicana-Estadounidense de 1845-1848.
Los estadounidenses se sorprenden cuando oyen que esas narrativas forman parte de la cultura popular latinoamericana. Incluso el gran poeta nicaragüense, Rubén Darío, de quien no se puede decir que haya sido revolucionario, se quejó amargamente de las acciones de Theodore Roosevelt:
Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.
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Crees que la vida es incendio,
que el progreso es erupción;
en donde pones la bala
el porvenir pones.
No.
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Los Estados Unidos son potentes y grandes. 
Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor 
que pasa por las vértebras enormes de los Andes. 
Si clamáis, se oye como el rugir del león.
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Mas la América nuestra, que tenía poetas 
desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl, 
que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco, 
que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió; 
que consultó los astros, que conoció la Atlántida, 
cuyo nombre nos llega resonando en Platón,
que desde los remotos momentos de su vida 
vive de luz, de fuego, de perfume, de amor…
«Yo no estoy en un lecho de rosas»; esa América 
que tiembla de huracanes y que vive de Amor, 
hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive. 
Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol. 
Tened cuidado. ¡Vive la América española! 
Hay mil cachorros sueltos del León Español. 
Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo, 
el Riflero terrible y el fuerte Cazador, 
para poder tenernos en vuestras férreas garras. 
Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios! 
Ya veis, Fidel Castro no inventó el rechazo a EE.UU., que es un producto de la historia y no celos o propaganda comunista. El rechazo a EE.UU. fue forjado por la historia y si volviéramos atrás y eliminásemos a Castro, esos sentimientos no se borrarían. Solo podemos corregirlos si conocemos las causas.
Es cómo cuando mi mujer se enoja conmigo y le pregunto por qué y me responde: “No tengo idea”.
Los latinoamericanos siempre han estado enamorados de la historia. Hay que estudiar a Castro aunque no sea por otro motivo que para conocer la respuesta a “no tengo idea”. Después del fracaso del asalto de 1953, Fidel Castro basó su defensa en la historia cubana, y resumió diciendo:
“En cuanto a mí, sé que la cárcel será dura como nunca lo ha sido para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento, pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a setenta hermanos míos. Condenadme, no importa, La historia me absolverá.”
Después de lograr la victoria en 1959, Castro volvió a referirse a la historia:
“PUEBLO DE SANTIAGO, COMPATRIOTAS DE TODA CUBA…
Esta vez, por fortuna para Cuba, la Revolución llegará de verdad al poder, no será como en el 95, que vinieron los americanos y se hicieron dueños de esto, que intervinieron a última hora y después ni siquiera dejaron entrar a Calixto García, que había peleado durante treinta años, no lo dejaron entrar en Santiago de Cuba. No será como en el 33, que cuando el pueblo empezó a creer que una Revolución se estaba haciendo, vino el señor Batista, traicionó la Revolución, se apoderó del poder e instauró una dictadura por once años. No será como en el 44, año en el que las multitudes se enardecieron creyendo que al fin el pueblo había llegado al poder y los que llegaron al poder fueron los ladrones. Ni ladrones, ni traidores ni intervencionistas, esta vez sí que es la Revolución…”
¿Podemos decir que porque no estemos de acuerdo con Castro los eventos no tuvieron lugar? No lo creo.
La verdad sea dicha. Los americanos mexicanos son el único grupo étnico/racial en EE.UU. al que en este momento se le ordena que olvide su historia. Nadie ha aprobado una ley que ordene que ingleses, irlandeses o judíos olviden su historia y su cultura; solo se les exigió a los alemanes durante el pánico cultural y político estadounidense después de la Primera Guerra Mundial.
Fui a escuelas católicas que desde todo punto de vista daban alas al nacionalismo irlandés. San Patricio era un día festivo y se nos informaba del último puntaje y orábamos por el equipo de football americano Fighting Irish.
La ignorancia histórica en EE.UU. es una desgracia. Los estudiantes tienen una visión de la esclavitud como la de Nacimiento de una nación de D.W. Griffith e incluso a nivel universitario la mayoría de los estudiantes no sabe que el sudoeste solía pertenecer a México.
En 1968 el Departamento de Historia en San Fernando Valley State me negó empleo porque, según el presidente, no podía ser objetivo en la enseñanza de historia latinoamericana porque mis padres eran mexicanos. Olvidó que cada clase de historia de EE.UU. era realizada por un estadounidense blanco.
Occupied America [América ocupada] fue atacada por críticos académicos en la Universidad de California Santa Bárbara porque, según ellos, mentí al escribir que EE.UU. invadió México.
El estudio de la historia es la búsqueda de la verdad y no se puede aprender la verdad a menos que la historia se examine y se discuta.
Además, si vivimos en una sociedad democrática más vale que formulemos preguntas simples como por qué los italiano-estadounidenses y los judíos pueden tener Desfiles del Día de Colón y portar las banderas de sus países originales. Su patriotismo no se cuestiona. Sin embargo, el patriotismo de los mexicanos estadounidenses se cuestiona por desfilar y hacer ondear la bandera mexicana.
Históricamente, y como seres humanos, perdimos mucho cuando los españoles destruyeron los códigos indígenas. Queramos admitirlo o no esas obras contenían una clave del pasado. De todas las grandes religiones de la época, las religiones americanas nativas de las Américas son las únicas grandes religiones que han sido casi totalmente borradas; otras se estudian en augustas instituciones.
Esta ignorancia es el motivo por el cual es tan vital aprender el pasado. No nos podemos permitir que nuestros hijos crezcan para que sean como los actuales xenófobos de Arizona.
La mayor parte de la gente en otros países conoce la historia mientras que a nosotros nos obligan a vivir en la ignorancia. EE.UU. probablemente podría salirse con la suya en la imposición de su narrativa si estuviera en el clímax de su poder. Sin embargo, menos naciones siguen actualmente a EE.UU. y necesita amigos tanto en el interior como en el exterior.
Su autoridad moral ha sido fuertemente dañada por las mentiras. Por su propio bien debe encontrar amigos, y no los conseguirá si trata de imponer su narrativa de la historia.
Tenemos que preguntar: ¿qué le pasa a una narrativa cuando sus presunciones fundamentales resultan ser mentiras?
¿Afectó a nuestra autoridad moral la mentira de que nuestro motivo para invadir Irak era que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva?
¿Qué sucede con la narrativa de que estamos en el país de los libres y que la educación es una fuerza niveladora cuando nos damos cuenta de que un grupo ha sido escogido para censurar y denegar lo que posee cualquier otro estadounidense?
Rodolfo Acuña es profesor emérito de la Universidad del Estado de California Northridge. Ha publicado 20 libros y más de 200 artículos públicos y académicos. Es presidente fundador del primer Chicano Studies Dept que actualmente ofrece 166 secciones por semestre en Estudios Chicanos. Su libro de historia Occupied America [EE.UU. ocupado] se ha prohibido en Arizona. En solidaridad con los mexicanos-estadounidenses de Tucson, ha organizado recolección de fondos y grupos de apoyo y ha escrito más de dos docenas de artículos denunciando los esfuerzos para invalidar la Constitución de EE.UU.
TraducciónGermán Leyens (Rebelión)