Murió Wislawa Szymborska, poetisa y Nobel 1996; como la “Mozart de la literatura” la definieron al otorgarle el premio



Historia. Wislawa Szymborska sufrió la invasión nazi a Polonia en 1939 y tuvo que realizar trabajos forzados en líneas férreas. Foto: EFE

La premio Nobel de Literatura 1996, Wislawa Szymborska, fallecida ayer a los 88 años a causa de un cáncer de pulmón, era la voz que partía de las cosas más simples para reflexionar sobre la universalidad y la condición humana, la voz de la memoria de su Polonia invadida por los nazis y la voz que le cantaba a la belleza cotidiana.

Antes de recibir el galardón, Szymborska era la poeta más conocida en su país, pero recibir el Nobel llevó su obra al resto del mundo, que conoció la finura, el humor y el hábil juego de palabras en sus versos. La academia sueca dijo en su carta que el premio se le otorgaba por “la precisión irónica con la que ha iluminado fragmentos de la realidad humana en su contexto histórico e ideológico”.

En su decisión, el comité había calificado a Szymborska como la “Mozart de las letras”, al ponderar el humor y sencillez con la que abordaba las cuestiones más profundas, como la muerte o el amor.

La entrega del Nobel fue una revolución en su vida y en la celosa privacidad que siempre intentó mantener, porque, como dijo, fue “una gran confusión, pero también una gran alegría, honor, nuevas amistades y cambios”.

ADIÓS. Wislawa Szymborska murió en su casa, tranquila, mientras dormía, explicó su asistente, Michal Rusinek, quien recordó que la escritora fue siempre una fumadora incorregible a pesar de las constantes advertencias de los médicos.

La poetisa, traductora y ensayista estuvo rodeada de algunos de sus familiares y amigos más cercanos, como la periodista Katarzyna Kolenda, quien posteriormente recordaba en una entrevista en la cadena TVN24 la personalidad de Szymborska.

“Siempre que se le preguntaba por qué escribía poesía ella respondía con un simple ‘eso yo no lo sé’. Trataba su trabajo como algo muy personal y con mucha modestia”, explicaba Kolenda.

Nacida el 2 de julio de 1923 en Bnin, cerca de Poznan, vivió en Cracovia desde que  su familia se trasladó allí en 1931. En su juventud sufrió la invasión nazi en 1939 y obligada a trabajos forzados en las líneas férreas, lo que no impidió que continuase sus estudios en centros ilegales durante el periodo de guerra. Posteriormente cursaría Literatura y Sociología en la universidad de Cracovia.

Su obra consta de más de 20 volúmenes de poesía, entre ellos Vista desde un grano de arena, La gente en un puente y Sonidos, sensaciones y pensamientos. Desde la publicación de su primer poema en un diario local en 1945, Szymborska destacó por una obra  plena y que con su libro Llamando al yeti atrajo la atención de la crítica y lectores de su país.

Uno de sus poemas, “Amor a primera vista”, sirvió al director de cine polaco Krzysztof Kieslowski como arranque para su película Rojo, parte de la trilogía Tres colores: azul, blanco y rojo.


BIBLIOGRAFIA RECOMENDADA

l Aquí, 2009

l Instante, 2002

l Paisaje con grano de arena, 1997

l De la muerte sin exagerar, 1996

l Fin y principio, 1993

l Gente en el puente, 1986

l Gran número, 1976

l Poemas selectos, 1973

l Cien consuelos, 1967

l La sal, 1962

l Llamando al Yeti, 1957

l Preguntas planteadas a una

misma, 1954

l Por eso vivimos, 1952
Poema

Nada sucede dos veces...

(Tomado de Llamando al Yeti, 1957)

Nada sucede dos veces

ni va a suceder, por eso

sin experiencia nacemos,

sin rutina moriremos.



En esta escuela del mundo

ni siendo malos alumnos

repetiremos un año,

un invierno, un verano.



No es el mismo ningún día,

no hay dos noches parecidas,

igual mirada en los ojos,

dos besos que se repitan.



Ayer mientras que tu nombre

en voz alta pronunciaban

sentí como si una rosa

cayera por la ventana.



Ahora que estamos juntos,

vuelvo la cara hacia el muro.

¿Rosa? ¿Cómo es la rosa?

¿Cómo una flor o una piedra?

Dime por qué, mala hora,

con miedo inútil te mezclas.

Eres y por eso pasas.

Pasas, por eso eres bella.

Medio abrazados, sonrientes,

buscaremos la cordura,

aún siendo tan diferentes

cual dos gotas de agua pura.

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Fin y principio 



Después de cada guerra

alguien tiene que limpiar.

No se van a ordenar solas las cosas,

digo yo.


Alguien debe echar los escombros

a la cuneta

para que puedan pasar

los carros llenos de cadáveres.


Alguien debe meterse

entre el barro, las cenizas,

los muelles de los sofás,

las astillas de cristal

y los trapos sangrientos.


Alguien tiene que arrastrar una viga

para apuntalar un muro,

alguien poner un vidrio en la ventana

y la puerta en sus goznes.


Eso de fotogénico tiene poco

y requiere años.

Todas las cámaras se han ido ya

a otra guerra.


A reconstruir puentes

y estaciones de nuevo.

Las mangas quedarán hechas jirones

de tanto arremangarse.


Alguien con la escoba en las manos

recordará todavía cómo fue.

Alguien escuchará

asintiendo con la cabeza en su sitio.

Pero a su alrededor

empezará a haber algunos

a quienes les aburra.


Todavía habrá quien a veces

encuentre entre hierbajos

argumentos mordidos por la herrumbre,

y los lleve al montón de la basura.


Aquellos que sabían

de qué iba aquí la cosa

tendrán que dejar su lugar

a los que saben poco.

Y menos que poco.

E incluso prácticamente nada.


En la hierba que cubra

causas y consecuencias

seguro que habrá alguien tumbado,

con una espiga entre los dientes,

mirando las nubes.