Italia: El extraño gobierno de SuperMario Monti



Gorka Larrabeiti




Salones de Washington. Las crónicas de la primera visita oficial de Monti a Estados Unidos dicen mucho del estado de la democracia en tiempos del capitalismo financiero. La apretada agenda incluyó la clásica escena en el salón oval de la Casa Blanca, donde Obama lo arropó como a pocos antes: “Tengo plena confianza en el liderazgo de Monti y confío en que pueda guiar a Italia en estos tiempos difíciles. Quiero decir que nosotros apreciamos mucho el arranque fuerte y las medidas tan eficaces que está promoviendo”. Monti fue recibido en la sede del New York Times, el Petersen Institute for International Economics, y Wall Street, donde ondeó la bandera italiana en honor del distinguido huésped.
Su reunión más comprometida tuvo lugar a puerta cerrada en el edificio del grupo Bloomberg, la mayor red de información financiera mundial. Lejos de las cámaras, Monti se encerró con varios tiburones de las finanzas mundiales: entre otros, Lloyd Blankfein, Director ejecutivo de Goldman Sachs; George Soros, renombrado especulador financiero; Peter Grauer presidente del grupo Bloomberg y Henry Kravis del Fondo KKR de private equity cuyas gestas inspiraron Wall Street, la película con Michael Douglas en el papel de Gordon Gekko. He aquí el comentario de Mario Monti, viejo conocido de muchos presentes, a la salida de la reunión: “Creo que los he convencido, aunque jamás te dirían lo contrario en plena reunión”. Así está la democracia hoy: un presidente de gobierno no elegido democráticamente debe convencer a otro electorado distinto del pueblo soberano: los mercados. Y resulta que Monti les debió de convencer, a juzgar por la trayectoria de la presión sobre los bonos italianos, que se han recuperado, y eso que Standard y Poor's castigó a 34 entidades bancarias italianas.
SuperMario Monti, Salvador de Europa. Aún no se ha alcanzado el número redondo de los 100 días, momento en que se suele hacer el primer balance de cualquier gobierno, y sin embargo a Mario Monti, Presidente del Consejo de Ministros italiano, ya lo han puesto en un pedestal. Coincidiendo con su primera visita a Estados Unidos, la revista Time le dedicó una portada con este titular: ¿Podría este hombre salvar a Europa? Antes de la consagración en Estados Unidos, Philip Stephens, uno de los articulistas del Financial Times, titulaba así su análisis: Europa descansa en los hombros de Monti, el político “más interesante” del viejo continente, por encima de Sarkozy y Merkel. El día 15 de febrero Mario Monti intervino ante el Parlamento Europeo. Cuentanque la intervención fue bien acogida por el portavoz socialista Swoboda (“Vuelva al escenario europeo para que le podamos elegir”), el liberal Verhofstadt propuso enviar a Monti a resolver los problemas de otros países apenas termine en Italia, y la portavoz de los Verdes, Harms, lo felicitó por su contribución a que la política de la UE sea “más civilizada”. Muchos poderes fuertes apoyan el experimento político que tiene lugar en Italia. Italia ha vuelto, dicen. Monti afirmó en el Parlamento Europeo que Italia ya no aplicará pasivamente las líneas de actuación de la UE, sino que será “promotora de ellas”. Y conviene observar con mucha atención lo que está ocurriendo deprisa, deprisa en un país que suele anticipar -llámese fascismo, democracia cristiana o populismo mediático- el rumbo de la política europea. La versión oficial del nuevo rol de Italia se resume en un silogismo sencillo: si Italia llegara a quebrar, lo haría toda la Unión Europea; y si la UE cayera, se derrumbaría la economía global. Sin embargo, hay más razones en esta necesidad de Italia. El propio Monti reconocía en esta entrevista a Die Welt que Europa ha de tener más de dos polos, ha de estar basada en algo más que el eje francoalemán de Merkozy. Este tercer polo italiano puede resultar útil para que la UE supere la división entre países cerditos y directorio francoalemán. Pero también para que los EEUU no pierdan pie en una vieja colonia aliada que hoy busca otros referentes mundiales, como China, para salir de la crisis. A SuperMario, pues, le tocaría restaurar el viejo orden transatlántico.
Democracia “extraña”. En palabras del propio Monti, su gobierno “técnico” es “extraño pero muy interesante”. Extraño fue su nacimiento: la Presidencia de la República forzó la dimisión de Berlusconi debido a la emergencia creada por los ataques financieros. Extraña es la composición del gobierno, la mayoría de cuyos miembros son “profesores”, “sabios”, aunque también hay “banqueros” y “papaboys” de vario orden. Extraño es que no haya desaparecido el conflicto de intereses del seno del gobierno: véase el caso de Corrado Passera, ministro para el Desarrollo Económico, Infraestructuras y Transporte, el cual poseía 7 millones y medio de acciones del banco Intesa, con las cuales podría interferir en las decisiones que haga NTV, una sociedad que construye trenes de alta velocidad y que podría hacer la competencia a Trenitalia. Extraño es que entre los miembros del gobierno haya varios nobles y que el Gran Maestro del Gran Oriente masón afirme que Monti cuenta con todas las características para ser "un perfecto hermano”. 
Este gobierno nació con un apoyo parlamentario muy extraño. Jamás había habido un gobierno con tanto respaldo en el parlamento: todos los partidos grandes -centroizquierda, derecha, democristianos- salvo la Liga Norte lo apoyaron. Muy extraña fue la rapidez con que el gobierno Monti consiguió que el Parlamento apoyara la reforma de las pensiones, que elevaba a 67 años la edad mínima. Tanta fue la rapidez de ejecución del decreto que Sarkozy no creía que estuviera en vigor en la primera reunión con Monti. Extrañísimo fue que una reforma de pensiones fuera contestada con sólo pocas horas de huelga por parte de los sindicatos. Extraño es que los trabajadores del sindicato FIOM hayan quedado excluidos de las plantas FIAT en Pomigliano, y que el acuerdo brutal que se impone a los trabajadores de esa fábrica se extienda a todas las instalaciones FIAT en Italia. Extraña es la falta de apoyo de los partidos políticos de centroizquierda al sindicato FIOM cuando denuncia la violación de la Constitución. Extrañísima fue la operación policial contra activistas NO TAV que se saldó con veintiséis detenciones el 26 de enero acusados de lesiones, violencia y resistencia a la autoridad durante los enfrentamientos de julio de 2011: una operación cuyo fin era criminalizar el movimiento de resistencia al inútil tren de alta velocidad. Extrañísima ha sido la revuelta de las horcas en Sicilia: una rebelión popular de una zona empobrecida que las mafias y nuevos caudillos han tratado de aprovechar. Extraña fue la operación mediática realizada por la policía fiscal contra los evasores en plena Navidad en plena Cortina D'Ampezzo, meta invernal de una clase muy bien acomodada. Hasta los aciertos de este gobierno resultan bien raros: por un lado, este gobierno no apoyará la candidatura de Roma a las Olimpiadas de 2020 porque se quiere evitar un mayor endeudamiento; por otro lado, este gobierno "católico" es bien probable que consiga eliminar la exención de pagar impuestos inmobiliarios a los edificios propiedad de la Iglesia en que se desarrollan actividades comerciales. Qué extraño que la Iglesia no proteste. En otro orden de cosas, resultó también extrañísima esta provocación de un hábil orador como Monti: "Los jóvenes tienen que acostumbrarse a la idea de que no tendrán un puesto fijo de trabajo para toda la vida. Por otra parte, digamos la verdad, qué monotonía tener un puesto fijo para toda la vida. Es más bonito cambiar y tener desafíos". Bajo esa provocación se anuncia una dura reforma del trabajo y una modificación del artículo 18 del Estatuto de los trabajadores, que regula el despido.
Al nacer su gobierno extraño, Monti afirmó que el horizonte temporal de su gobierno sería 2013, fecha del final de la legislatura, siempre y cuando los partidos mantengan hasta entonces su apoyo. Resulta muy extraño el silencio y el apoyo de Berlusconi. Por paradójico que parezca, en la potencial fragilidad "democrática" del gobierno Monti se basa su solidez “técnica”. De hecho, desde Il Sole 24 Ore, periódico de la patronal italiana, ya se pide que este gobierno "no sea sólo transitorio", y los democristianos sugieren que este gobierno "de armisticio" dure cinco años. Es normal. Según el historiador Paul Ginsburg, Monti "ha reconstruido en poco tiempo una auténtica derecha clásica". Que la derecha gobierne Italia no tiene nada de extraño.
Otra oposición es posible: los “benecomunisti”. En la democracia "extraña", el Parlamento se vuelve un erial. Da esperanza, sin embargo, que la oposición extraparlamentaria siga, lentamente, sin prisa pero sin pausa, extramediática, madurando y compactándose sin dinero, desde abajo. 
Los días 12 y 13 de junio de 2011, siendo Berlusconi aún presidente, 26 millones de ciudadanos italianos defendieron varios bienes públicos: el agua, servicios públicos locales, el No a las centrales nucleares, y la igualdad ante la ley. Desde entonces, en ese triunfo se basa un nuevo sujeto político. A finales de enero se ha celebrado en Nápoles un Fórum de Ayuntamientos por los bienes comunes, que asume como indispensable la creación de una plataforma política que defienda y aplique los resultados de ese referéndum ganado por esos 26 millones de ciudadanos ante otro ataque, esta vez en forma de decreto del gobierno Monti, que reproduce y recrudece la legislación que el gobierno Berlusconi quiso, pero no pudo imponer. Aquíse lee el informe introductorio de dicho Fórum, con propuestas de actuación muy concretas.
Los días 10, 11 y 12 de febrero en el marco del Teatro Valle Okupado, un bien público que estaba a punto de ser desmantelado, acogió la campaña europea por una Europa de los pueblos que construya una alternativa europea. Una constituyente europea desde abajo que responda a esa "revolución desde lo alto", como la llama Etienne Balibar, que está sacudiendo Europa. Ya existe una Carta Europea de los Comunes. Poco a poco se va fraguando un concepto sencillo y convincente. Lo común. Un movimiento que apela al presente, al ecologismo social, evocando la tradición política comunista, agregando y no dividiendo.
Lo bonito de este movimiento es que amplía la idea de bien común. Europa, la información, los servicios públicos, el ambiente, la cultura, las Constituciones, la renta ciudadana garantizada, el trabajo y la belleza no pueden ser “extraños” ni "fuera de lo común", precisamente porque son eso: bienes comunes.