La atracción fatal entre EE.UU. y el Consejo de Cooperación del Golfo



Pepe Escobar
Asia Times Online

Traducido del inglés  por Germán Leyens


No hay forma de comprender el psicodrama de proporciones históricas entre EE.UU. e Irán, el impulso occidental de cambiar el régimen en Siria e Irán y las vicisitudes de la(s) primavera(s) árabes –enzarzada(s) ahora en un invierno perpetuo– sin echar una mirada de cerca a la atracción fatal entre Washington y el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG). [1]

El CCG es el club de seis acaudaladas monarquías del Golfo Pérsico (Arabia Saudí, Qatar, Omán, Kuwait, Bahréin y los Emiratos Árabes Unidos [EAU]), fundado en 1981 que se convirtió rápidamente en el patio trasero primordial de EE.UU. para las invasiones de Afganistán en 2001 e Iraq en 2003, para la prolongada batalla del Nuevo Gran Juego en Eurasia y como base de operaciones para “contener” a Irán.

La Quinta Flota de EE.UU. está estacionada en Bahréin y la base de operaciones avanzada del Comando Central (CENTCOM) está basada en Qatar. El CENTCOM custodia no menos de 27 países, desde el Cuerno de África hasta Asia Central, lo que el Pentágono definió recientemente como “arco de inestabilidad”. En suma el CCG es como un portaaviones estadounidense en el Golfo magnificado a proporciones de Star Trek.

Prefiero referirme al CCG como Club Contrarrevolucionario del Golfo, debido a su gran desempeño en la supresión de la democracia en el mundo árabe, incluso antes de que Mohammed Bouazizi se prendiera fuego en Túnez hace más de un año.

Siguiendo a Orson Welles en Ciudadano Kane, el Rosebud del CCG es que la Casa de Saud vende su petróleo solo en dólares estadounidenses –de ahí la preeminencia del petrodólar– y a cambio se beneficia del masivo e  incondicional apoyo militar y político de EE.UU. Además los saudíes impiden que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) fije el precio y venda el petróleo en una canasta de monedas, después de todo son los mayores productores de petróleo del mundo. Esos ríos de petrodólares luego fluyen a valores y bonos del Tesoro estadounidenses.

Durante décadas todo el planeta ha estado virtualmente atado a esta fatal atracción. Hasta ahora.

Dame todos tus juguetes

El CCG es esencialmente el corazón del imperio del mundo árabe. Sí, tiene que ver esencialmente con petróleo; el CCG será responsable de más de un 25% de la producción global de petróleo dentro de las próximas décadas. Sus pequeñísimas clases gobernantes –de monarquías a socios de negocios– funcionan como un anexo crucial de la poderosa proyección del poder de EE.UU. en todo Medio Oriente y más allá.

Esto explica, entre otras cosas, por qué en octubre del año pasado Washington concluyó un suculento acuerdo de 67.000 millones de dólares, el mayor acuerdo bilateral en la historia de EE.UU., para suministrar a la Casa de Saud una colección de primera de nuevos F-15, Black Hawks, Apaches, bombas revienta-búnkeres, misiles Patriot-2 y barcos de guerra.

Explica por qué Washington entregará a los EAU miles de bombas revienta-búnkeres y a Omán misiles Stinger. Por no mencionar otro suculento mega-acuerdo –por un valor de 53.000 millones de dólares– con Bahréin que todavía no se ha aprobado porque las asociaciones de derechos humanos –dicho sea a su favor– lo han condenado encarnizadamente.

Y luego viene el redespliegue –o en jerga del Pentágono “reposicionamiento”– de 15.000 soldados estadounidenses de Iraq en Kuwait.

La justificación de toda esta orgía armamentística es suministrada por la usual lógica sospechosa: la necesidad de crear una “coalición de los dispuestos” para “contrarrestar a Irán”. ¿Por qué Irán? Medio en broma, es porque Irán no forma parte del CCG, es decir no es una satrapía dócil, como en los buenos tiempos bajo el Sha.

Adam Hanieh, profesor de estudios de desarrollo en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos (SOAS) de Londres y autor de Capitalism and Class in the Gulf Arab States ha sido uno de los poquísimos analistas globales que han tratado de descifrar la centralidad del CCG en la estrategia imperial. En una entrevista crucial, Hanieh detalla todo lo que se debe saber. Y no es agradable

Como ha documentado extensivamente Asia Times Online, la Primavera Árabe prácticamente había fracasado antes de nacer en el CCG. En Omán, el sultán Qaboos básicamente distribuyó montones de dinero. En Arabia Saudí hubo una feroz prevención y una dura y continua represión en la provincia oriental de mayoría chií, cerca a Bahréin, donde se encuentra el petróleo.

Y en el propio Bahréin no solo hubo una dura represión –con la detención y tortura documentada de cientos de manifestantes pro democracia– sino una invasión directa de las tropas saudíes y los EAU.

La invasión puede haber dado al CCG el dulce sabor de una auténtica expansión física. Marruecos y Jordania –aunque no se encuentran exactamente en el Golfo según las reglas básicas de la geografía– fueron “invitados” a formar parte del club de los ricos; después de todo son monarquías suníes debidamente reaccionarias, no “decadentes” repúblicas árabes seculares como Libia y Siria.

Una pregunta justificada es por qué la Primavera Árabe no ha afectado a Jordania, ya que también está activo el mismo volcán socioeconómico que convulsionó Túnez y Egipto. La parte crucial de la respuesta es que el CCG –aún más que Washington, las capitales europeas e Israel– está aterrado ante la posibilidad de que pueda caer el trono hachemita.

Para la inmensa riqueza del CCG es facilísimo controlar a Jordania, un pequeño país donde la mayor parte de la población en realidad es palestina, con una pequeñísima oposición organizada (no es sorprendente: los servicios de inteligencia jordanos encarcelaron o asesinaron a cualquier disidente). Para el CCG eso es calderilla en comparación con los miles de millones de dólares destinados a Egipto y Túnez para que no se atrevan a convertirse en países “demasiado” democráticos.

No había otra posibilidad para el CCG que convertirse en la Central de la Contrarrevolución después del ímpetu inicial hacia la democracia en el Norte de África. Como subraya enfáticamente Hanieh, a los autócratas del Golfo no podían importarles menos las masas empobrecidas en MENA (Medio Oriente-África del Norte).

La culminación de este proceso ha sido el nacimiento de un nuevo monstruo geopolítico, OTANCCG. Encarna el rol clave de Qatar y los EAU en la invasión de la OTAN –y la destrucción– de Libia. Libia fue una genuina especialidad del CCG, desde el dinero auténtico y las armas entregados a los “rebeldes” a verdaderos agentes, inteligencia y  por  último, pero no menos importante, la legitimidad política a través de una falsa votación de la Liga Árabe que legitimó la votación de una zona de exclusión aérea en las Naciones Unidas (solo nueve de 22 miembros de la Liga Árabe votaron a favor y seis de ellos eran del CCG; los otros fueron comprados, y Siria y Argelia estuvieron en contra.

Y ahora reina una broma trágica el CCG que intenta intervenir y realmente financiar a fundamentalistas suníes de la línea dura en Siria con el pretexto de ayudar a los manifestantes pro democracia. Cuando el manso secretario general de la ONU Ban Ki-moon insta al presidente Bashar al-Assad a detener la violencia contra los manifestantes sirios y dice que la época de las dinastías y del gobierno de un solo hombre en el mundo árabe está llegando a su fin, obviamente cree que el CCG es una colonia de uno de los anillos de Saturno.

Después de la victoria en Libia, no es sorprendente que la OTANCCG esté en buena racha. La estrategia del CCG de cambiar el régimen en Siria es el camino preferido para debilitar a Irán y a la denominada media luna chií, una ficción fraguada en conjunto durante el gobierno de George W. Bush por el rey de Playstation de Jordania y la Casa de Saud.

Y eso lleva a una pregunta inevitable: ¿qué hacen los dos principales BRICS –Rusia y China– respecto a todo esto?

Entra en juego el dragón

El inmensamente poderoso secretario del Consejo Nacional de Seguridad y ex jefe del FSB (sucesor del KGB), Nikolai Patrushev –frecuente visitante de Irán– ya ha advertido de un “peligro real” de un ataque estadounidense a Irán; EE.UU., dice, “intenta convertir al enemigo Irán en un socio solidario, y para lograrlo tiene que cambiar el régimen actual por cualquier medio”.

Sin embargo para Rusia el cambio de régimen es intolerable. El viceprimer ministro y ex enviado a la OTAN de Rusia, Dmitry Rogozin, ya ha declarado inequívocamente: “Irán es nuestro vecino próximo, justo al sur del Cáucaso. Si algo pasara a Irán, si se involucra a irán en cualquier dificultad política o militar, eso constituiría una amenaza directa a nuestra seguridad nacional”.

Por lo tanto tenemos por una parte a Washington, la OTAN, Israel y el CCG, que no constituyen exactamente “la comunidad internacional” como pretenden en su discurso político. Y por otra parte tenemos a Irán, Siria, un Pakistán cansado-de-Washington, Rusia, China y numerosos países vinculados al Movimiento de Países No Alineados de 120 miembros (NAM).

Lo que provoca una fascinación interminable es la posición de China en relación con el CCG. El premier chino, Wen Jiabao, acaba de visitar a tres miembros clave del CCG: Arabia Saudí, los EAU y Qatar.

Imaginad a Wen Jiabao diciendo al príncipe heredero Nayef (hermanastro del rey Abdullah) en Riad que Pekín quiere que compañías chinas “fuertes y reputadas” inviertan fortunas en puertos, ferrocarriles y en el desarrollo de la infraestructura en Arabia Saudí como parte de su creciente cooperación “ante tendencias regionales e internacionales cambiantes y complicadas”. Imaginad a Nayef relamiéndose bajo su imponente bigote y subrayando que la Casa de Saud está ciertamente dispuesta a “expandir la cooperación” en energía e infraestructura.

Lo que hace que la mezcla sea aún más sabrosa es que sucede que Pekín también tiene una relación estratégica con Irán, y goza de una saludable relación comercial con Siria. En lo que concierne a Medio Oriente y Asia Central, Pekín apuesta –a diferencia del Pentágono– a un verdadero “arco de estabilidad”.

Como dijo Xinhua con su inimitable e íntegro estilo, lo que importa a los dirigentes de Pekín es que China y el centro y sudoeste de Asia  “aprovechen plenamente sus respectivas fuerzas y se esfuercen en conjunto por el desarrollo común”. ¿Cómo es posible que nadie en Washington mencione alguna vez algo tan simple?

Es verdad que quienquiera domine el CCG –con armas y apoyo político– proyecta un poder global. El CCG ha sido absolutamente esencial para la hegemonía estadounidense dentro de lo que Immanuel Wallerstein define como sistema mundial.

Lancemos una mirada a las cifras. Desde el año pasado Arabia Saudí exporta más petróleo a China que a EE.UU. Forma parte de un inexorable proceso de transferencia de las exportaciones de energía y de recursos básicos del CCG a Asia.

El año próximo los activos extranjeros en poder del CCG podrían ascender a 3,8 billones (millones de millones) de dólares con el petróleo a 70 dólares el barril. Con toda esa ininterrumpida “tensión” en el Golfo Pérsico, no hay motivos para creer que el petróleo vaya a costar menos de 100 dólares en el futuro inmediato. En este caso, los activos extranjeros del CCG podrían llegar a 5,7 billones de dólares, es decir, un 160% más que en 2008, antes  de la crisis, y más de 1 billón más que los activos extranjeros de China.

Al mismo tiempo, China aumentará sus negocios con el CCG. El CCG importa cada vez más de Asia, aunque la principal fuente de sus importaciones sigue siendo la Unión Europea. Mientras tanto, el comercio entre EE.UU. y el CCG disminuye. En 2025, China estará importando tres veces más petróleo del CCG que EE.UU. No es sorprendente que la Casa de Saud –por no decir más– esté terriblemente excitada respecto a Pekín.

Por lo tanto, por el momento, tenemos la preeminencia militar de OTANCCG, y la geopolítica de EE.UU.CCG. Pero más temprano que tarde es posible que Pekín se acerque a la Casa de Saud y murmure silenciosamente: “¿Por qué no vendéis vuestro petróleo en yuanes? De la misma forma que China compra petróleo y gas iraní con yuanes. ¿Hablaremos de petroyuanes? Es un Star Trek totalmente nuevo.

Notas

1.Ver: El mito de un Iran aislado

Pepe Escobar es autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007) y de Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge. Su nuevo libro, recién aparecido, es Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009). Contacto: pepeasia@yahoo.com.

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Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/NA20Ak02.html