Los inmigrantes según Juan Bautista Alberdi

Por José María Rosa
[Historia Argentina Tomo 7, págs 55 y 56 Oriente 1981]


Una sociedad no puede vivir sin brazos  que amasen el pan, manos para salar el charque, músculos que golpeen las fraguas.  Eran imprescindibles una clase de gente laboriosa que cumpliera las  funciones inferiores, pero necesarias, de la convivencia social.

            Entonces vinieron los gringos.

            La Argentina de Caseros, “para realizar la República ciertamente,  había llamado a los sajones por la pluma del Alberdi de las Bases.
            Si “la libertad es una máquina que como el vapor requiere maquinistas ingleses de origen” el gobernar es poblar exigía una repoblación “con las razas viriles de Europa” después de la imprescindible despoblación de los criollos “incapaces de libertad”. Pero no llegaron los “obreros ingleses que trabajan, consumen, viven digna y confortablemente”[¡Perdón!,  una acotación, esto fue escrito 30 años después del Oliver Twist de Dickens] a hacer una república apta para la constitución que se copiaba; ni siquiera con la promesa de consentirles “el encanto de nuestras hermosas y amables mujeres” que serían mejor fecundadas por ellos que por nosotros. La inmigración sajona que soñaron los teóricos del 53 se redujo a gerentes y técnicos de las empresas adueñadas de la Argentina. En cambio, aprovechando las franquicias se coló sin invitación por los puertos  de buenos aires y Rosario una muchedumbre famélica y laboriosa de napolitanos, gallegos y vascos ante el estupor de Alberdi que clamaba en 1871 por la tergiversación de su gobernar es poblar: “poblar es un arte, una ciencia; pero poblar es apestar, corromper, embrutecer, cuando se puebla con las emigraciones de la Europa atrasada”.

            Si no vinieron los hombres “viriles del Norte” a suplantar a los nativos en la Nueva Argentina, estos meridionales sin aspiraciones políticas ni jefes que pudieran inflamarlos y conducirlos, ni conciencia de la nacionalidad, cumplirían admirablemente las funciones proletarias de una Argentina necesitada de trabajadores que fueran solamente trabajadores, sin otra preocupación  que ganar el jornal en silencio y agradecimiento. Resultaban más cómodos  que los Picardías ventajeros y los Vizcachas aprovechadores del remanente criollo.

            No puede llamarse nación a la Argentina que se delineaba, porque faltaba una conciencia y un pueblo nacionales. Era una colonia. Una colonia próspera y feliz, con la prosperidad de los imprevisores y la felicidad de quienes ignoran. Una colonia con menos independencia-¡pero muchísimo menos!- que la española anterior a 1810; con dueños de ultramar más poderosos, clases gobernantes más desarraigadas del medio y complacientes con los dominadores de afuera; sin gauderios, orilleros o menestrales  que formasen en los alardes y reseñas de las milicias o acudieran a la plaza al llamado de su caudillo cuando la patria estaba en peligro; con vencidos reducidos al ocio en reducciones y encomiendas más miserables que las indígenas del siglo XVIII; y donde una multitud de esclavos blancos, tan bozales  como los africanos y más ausentes de la sociedad que ellos,  cumplían  admirablemente la función de clase inferior y laboriosa.

            Una colonia para una o dos generaciones, porque nacerían los hijos de los gringos y….pero esto es otro capítulo que no pertenece a la historia  de la confiada oligarquía de la segunda mitad del siglo XIX

El encomillado pertenece a “Peregrinación de Luz del  Día o Viajes y aventuras de la Verdad en el Nuevo Mundo”  de Juan Bautista Alberdi.




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"Luz del Día" de Alberdi. En febrero de 1871 Alberdi publica en Londres Peregrinación de Luz del Día o Viajes y aventuras de la Verdad en el Nuevo Mundo, áspero libro que caricaturiza la Argentina que había contribuido a formar, este es su texto:

 "La Verdad se determinó un día de mal humor a emigrar al Nuevo Mundo". Con el nombre de Luz del Día llega a Buenos Aires encontrando que los clásicos villanos de la literatura, Tartufo, Don Basilio, Gil Blas habían "emigrado a este mundo de creyentes fáciles, de ilusiones, esperanzas y riquezas". La Argentina estaba conformada por ellos en "un patriotismo de empresa industrial", sirviéndose de las logias, la prensa y la educación. "Las logias son máquinas de opinión ficticia, talleres de justicia convencional, manufacturas de verdad hechiza, laboratorios de atmósfera moral para dar vida a seres, a ideas, a cosas que hubieran sido destinadas a morir de nacer en su atmósfera natural verdadera" dice Tartufo; "la prensa tiene por objeto ocultar la verdad... en otro tiempo se calumniaba en secreto, hoy se calumnia a la luz del mediodía" corrobora Basilio; la educación consiste en "no estudiar (la verdad), nadie la busca, nadie la quiere, y todos la evitan como causa de antipatía, de pobreza, de aislamiento y de inferioridad... la verdad legítima es la hecha por el legislador. No hay un hombre aquí que no sea un adorador y apóstol furioso de la verdad, con tal que sea la verdad de su hechura", agrega el mismo Basilio. Los nuevos dueños de la Argentina cambiaron la historia valiéndose de la prensa, el libro, la educación y las logias. "Nuestro Plutarco en su calidad de educacionista ha escrito la vida de nuestros bandidos para servir a la educación moral de la juventud... — dice Tartufo—. Si el tirano o el malvado, como se llama siempre al hombre-obstáculo, llega a ser suprimido por los suyos propios con la alianza de sus enemigos,…no faltaría más que dejarle morir impunemente para hacerle ganar la palma del martirio y seguir dañando desde la tumba nuestros intereses con ese fantasma de martirio heroico en que creen a pie juntillo los papamoscas que forman el pueblo soberano. Basilio se encarga de suprimirlo y esculpir en su epitafio las palabras ladrón, asesino, malvado, embustero, para que el caminante exclame ¡Bendita sea la mano que nos libró de él!". Los bribones manejan las finanzas argentinas con habilidad. "Como con el dinero se hace el poder, y con el poder se hace la verdad, el derecho, la moral —dice Tartufo—, el dinero es el poder legítimo, la autoridad moral, con él se compra la obediencia, el respeto, el sufragio, las simpatías, las opiniones, las creencias, la fe, la esperanza... Se entrega (el dinero) para trabajos de utilidad pública, o sea muelles, puertos, ferrocarriles, canales, acueductos, diques y telégrafos. Para alimentar esta credulidad tengo mi sacerdocio y mi cátedra que son los escritores y la prensa. La prensa hace atmósfera, tiene una retórica metálica porque sirve para hacer dinero... Para que el dinero sea un instrumento de influencia y de poder, es requisito indispensable que no sea propio. A los hombres y a los pueblos se los compra con su propio dinero, así como se los tiraniza con su propio poder... Para el crédito inteligente, el arte de contar es el arte de mentir por la lengua de los números... Las cuentas públicas demuestran con cifras aritméticas la inversión legal del último centavo de la renta que la realidad demuestra disipada entre diez explotadores de la patria. Todo el arte de esta aritmética de magia descansa en una mera concesión: en que el número 2, por ejemplo, se haga pasar por 4, y el 4 por 14. Con esta simple precaución la lengua de los números viene a ser la lengua de la mentira histórica sin dejar de ser la lengua de la verdad matemática". El tercer farsante —Gil Blas— se ocupa de las elecciones: "No es poco saber buscar y descubrir un presidente gobernable... Debe tener en apariencia todas las aptitudes del mando, pero en realidad debe carecer de todas. Con el exterior de un gobernante nato, debe ser más gobernable que un esclavo; debe ser un timón con el aire de un timonero, una máquina con figura de maquinista, un carnero con piel de león, un conejo con el cuero de una hiena, un bribón consumado con el aire grave del honor hecho hombre. Debe ser un mentiroso de nacimiento para darse aires de odiar la mentira. El carácter es un escollo y el vicio de decir la verdad es otro. El que ama el poder y aspira a tenerlo debe dejarse mutilar la mano antes de abrirla si está llena de verdades. Gran fama de hombre culto debe tener, pero jamás llegará al poder si su educación ha sido hecha por estudios que ha dejado de hacer en universidades que dejó de frecuentar, en instrucción y conocimientos que se abstuvo de adquirir. Debe tener el talento de ocultar la verdad por la palabra y la prensa. La frase gobierna al mundo a condición de ser vacía". Cansada de bellacos, Luz del Día busca a los herederos "de la España caballeresca" que debe haber en la Argentina. Encuentra algunos, "extranjeros a las ciudades formadas por el comercio judaico y protestante. Se han quedado en las montañas, en las campañas desiertas, en las soledades mediterráneas... Sus caracteres presentan una incomprensible mezcla de grandeza y de barbarie, de crimen y heroicidad. Así es que de un lado tienen adoradores fanáticos y del otro violentos e implacables enemigos, siendo generosos y desinteresados las más veces, tanto sus amigos como sus enemigos"... "Lo peor de ellos —dice Gil Blas— es que pretenden desacreditar y afear las ocupaciones honestas en que vivimos Basilio, Tartufo y yo. Nos hacen un daño inmenso envolviéndose en corazas vaporosas que llaman honor, probidad, desinterés, patriotismo. Pero nuestro Basilio conoce el arte de meterlos en razón". Es el "arte del exterminio político… asegurando (la impunidad) al patriota ejecutor del crimen" con su arma favorita, "la calumnia de civilización y progreso". En ese medio corrompido y controlado por Tartufo y los suyos Luz del Día encuentra a Don Quijote más loco que nunca, "que ha hecho de la Libertad su Dulcinea; en España se creía un héroe, aquí se cree un Dios. ¡Que la libertad sea! dice aquí como el que dijo ¡Sea la luz! y el loco queda creído que la libertad ha nacido y es un hecho, porque existe su decreto escrito…, decreta hombres libres, forma municipales, hace legisladores y electores por la mera virtud de sus decretos escritos .. . Suprime la historia del país y la complexión o constitución social que un país debe a su historia secular, por un decreto en el cual ordena que lo que ha sucedido, no sea lo que ha sucedido sino lo que ha dejado de suceder... Decreta para su país de constitución o complexión hispanoamericana, la constitución o complexión de Norteamérica, que es la obra natural de los hechos que forman la historia angloamericana... No hay quien disuada a don Quijote que un decreto escrito no es, por sí solo, una institución, es decir, un hecho real, por el hecho cierto de estar escrito". Con los carneros de su estancia que por decreto ha hecho nacer hombres libres a la sajona, "suprimiendo a quienes se empeñen en nacer ilegalmente en forma de carneros" hace una república constitucional de vida efímera. Cansada de bribones y de ilusos, Luz del Día se vuelve al Viejo Mundo.