Camilo José Cela

330px-Camilo_José_Cela_Madrid_1996Don Camilo 2016

Aníbal Malvar*
(Notas publicadas el 11 de mayo de 2016, a raíz del centésimo aniversario del nacimiento del gran escritor español)

Llueve mansamente y sin parar, llueve sin ganas pero con una infinita paciencia, como toda la vida, llueve sobre la tierra que es del mismo color que el cielo, entre blando verde y blando gris ceniciento, y la raya del monte lleva ya mucho tiempo borrada.

–¿Muchas horas?

–No; muchos años. La raya del monte se borró cuando la muerte de Lázaro Codesal, se conoce que Nuestro Señor no quiso que nadie volviera a verla.


A la raya del monte de Camilo José Cela le ha pasado lo mismo. Ya nadie la ve. Y hoy hace cien años que nació, y muchos más que no murió.

–¿Para qué vamos a dar ocasión de que el pecado se manifieste? Cercenad a un títere la venita de la esperanza y lo convertiréis en un santo. Cortadle, de paso, el cuello y obtendréis un mártir.

Siempre me ha resultado muy graciosa la efímera inmortalidad de los inmortales.  La ceniza de los inmortales se escancia de los ceniceros a la basura con poco beligerante presteza. Hoy hace cien años que nació don Camilo, a quien se le nombraba así a pesar de que a Cervantes nunca se le llamó don Miguel, ni a Quevedo se le llamó don Francisco, ni al tal Shakespeare se le llamó jamás don William, ni a Grey nunca se le llamó don Zane. Misterios de la literatura.

Los poetas, a cambio de que se les siga tolerando la holganza, cantan las heroicas gestas del pueblo llano en su desigual (y victoriosa) lucha contra las multinacionales.

Quizá solo detrás de algunos otros escritores, todos gallegos, Cela fue el nadir de la literatura española del siglo veinte. No tenía nada, salvo talento. Un defecto que otros muchos disimulan con displicencia.  Aunque la mejor manera de disimular el talento sigue siendo no teniéndolo,

El viajero tira por el atajo, lleno de piedras, que parece el cauce seco de una torrentera. A algo más de la mitad del camino se encuentra con un pastorcito que está sentado sobre una pìedra.

–Niño, ¿Cómo se llama esta bajada?

–No tiene nombre.

El viajero da unas perras al niño. El niño, al principio, no quería cogerlas.

Ayer estaba yo en la cafetería de un hospital de Torrelodones, con mi amigo Enrique Laguna, hablando sin querer de Cela y sin recordar que hoy es su centenario. Los dos lo habíamos conocido un poco. A mí hasta me había concedido una entrevista en la que declaró que el gallego que no vote a Manuel Fraga es un gilipollas. Y a mi amigo Enrique, que ha hecho un par de veintenas de películas como productor y director de fotografía, lo mandó llamar a un bar de Padrón para que subiera a su salón a que le sintonizara la tele, ya que el premio Nobel deseaba ver las bicicletas, que es como se resume en la Galicia civilizada al Giro de Italia.

–¿Y lo conseguiste?

–No fue fácil. Cogí el mando a distancia y pulsé el botón del dos. Marina y don Camilo, que estaba en calzoncillos, me aplaudieron.

–No sería por mucho rato.

–No seas impertinente, Malvar. No todo el mundo puede morir diciendo que le ha sintonizado las bicicletas a don Camilo.

Camilo José Cela fue delator en los albores (si se les puede llamar así) del franquismo. Después, acudió a Pío Baroja para que le prologase La familia de Pascual Duarte, y el vasco se negó: “Es que no quiero que me metan en la cárcel”. La colmena, para salvar la censura, fue distribuida en escaparates de tiendas de apicultura y floristería. Escribió La catira por encargo del dictador venezolano (pre-podemita) Marcos Pérez Jiménez, cobrando un pastizal para endulzar la imagen internacional del asesino gafotas y proyanqui. Y finalmente ganó un premio Nobel, que es el premio de consolación que se le concede a los pacifistas que adoran a los inventores de la pólvora.

Si los hombres se parecieran a su literatura, cuánto perdería la literatura.

Yo te sigo leyendo, don Cienaños.

*Aníbal Malvar es periodista y escritor. Su última novela es "La balada de los miserables" (Akal, 2012) 

http://www.akal.com/libros/La-balada-de-los-miserables/9788446035435

Más información en http://es.wikipedia.org/wiki/Aníbal_Malvar
Sígueme en twitter @anibalmalvar


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Las frases más polémicas de Camilo José Cela
Miriam Elies

Las palabras más sonadas del premio Nobel tanto dentro como fuera de su obra


“La muerte es algo tan tremendamente airado, que sólo la desnudez, la elemental desnudez, puede escindirla del ridículo”. Así se fue Camilo José Cela, con una concepción de la muerte como una “amarga pirueta de la que no guardan recuerdo los muertos, sino los vivos”, decía. Este miércoles hace cien años que el mundo le vio nacer en Iria Flavia, A Coruña.



Amante de la provocación y el tremendismo y controvertido hasta la médula, Cela escribió obras tan memorables como La colmena y La familia de Pascual Duarte, y a lo largo de su vida dejó constancia de su particular carácter con numerosas frases que quedaron para la posteridad.

Durante su época de universitario, en la década de los 30, conoció en la facultad a Alonso Zamora Vicente, a María Zambrano y a Miguel Hernández. Por aquel entonces ya había acabado su primera obra, el libro de poemas Pisando la dudosa luz del día.

A lo largo de su vida fue galardonado con numerosos premios, entre los que destacan el Príncipe de Asturias de las Letras (1987) y el Miguel de Cervantes (1995). En el 96, el día de su octogésimo cumpleaños, el Rey don Juan Carlos I le concedió el título de Marqués de Iria Flavia. Pero el más importante, sin duda, fue el premio Nobel de Literatura que recibió en 1989.

Su vida estuvo marcada por diversos episodios polémicos. Durante su juventud, y a pesar de que sus dos primeras obras fueron “rectificadas” por la represión franquista, trabajó como censor durante los años 1943 y 1944. Su implicación en el régimen dictatorial fue mucho mayor.

En el año 2004, el diario británico The Guardian acusó al ilustre escritor de haber hecho de espía para Franco y de traicionar en los 60 a escritores e intelectuales disidentes. El artículo se hacía eco de la investigación de Pere Ysas, historiador de la Universitat Autónoma de Barcelona, que afirmó haber encontrado un informe interno dirigido a Manuel Fraga, por aquel entonces ministro de Turismo. En el documento Cela sugería a Fraga que sobornara a algunos escritores para “recuperarlos” para el régimen franquista.

Uno de los episodios más sonados fue su matrimonio con la periodista y escritora gallega Marina Castaño, a la que conoció en el 85 durante la celebración del Primer congreso de folclore de las comunidades y nacionalidades históricas. Por aquel entonces Cela todavía compartía su vida con su primera esposa, Rosario Conde, con quien tuvo a su único hijo, Camilo José Cela Conde.

Seis años después de aquel encuentro, el 10 de marzo de 1991, el célebre escritor y Castaño se dieron el “sí, quiero”. Tras la muerte del premio Nobel, la periodista confirmó lo que muchos habían avanzado: Cela mantuvo diversos romances de los que nacieron hijos bastardos.

Estas son algunas de sus frases más recordadas, tanto dentro como fuera de sus novelas:

“No es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, como no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo.

[En una sesión de las Cortes Constituyentes de 1978.]

“Las mujeres están para ser gustadas. Después, unas se dejan, otras no... Eso va ya por provincias.

Lo malo de los que se creen en posesión de la verdad es que cuando tienen que demostrarlo no aciertan ni una.”

La más noble función de un escritor es dar testimonio, como acta notarial y como fiel cronista, del tiempo que le ha tocado vivir.”

Si el escritor no se siente capaz de dejarse morir de hambre, debe cambiar de oficio. La verdad del escritor no coincide con la verdad de quienes reparten el oro.

Un carallo a tiempo es una victoria dialéctica

Pensar en viejo me abruma y, sin embargo, pensar en joven, en sano y arrogante joven, me parece tan insípido...”

“El nacionalista cree que el lugar donde nació es el mejor lugar del mundo; y eso no es cierto. El patriota cree que el lugar donde nació se merece todo el amor del mundo; y eso sí es cierto.”

“La alcoba de la señorita Elvira huele a ropa usada y a mujer: las mujeres no huelen a perfume, huelen a pescado rancio.” [La colmena]

“La historia tiene ya el número de páginas suficientes para enseñarnos dos cosas: que jamás los poderosos coincidieron con los mejores, y que jamás la política (contra todas las apariencias) fue tejida por los políticos, meros catalizadores de la inercia.”