Conspiración para asesinar al Brigadier General Estanislao Lopez

Por Ramón Lassaga
[Del libro Historia de Lopéz]

"Desde que el General López se hallaba al frente de la provincia, el más leve tinte de discordias intestinas no había asomado entre las masas populares. Respetado y querido por el pueblo, el gobernador de Santa Fe, después de las sangrientas contiendas con Buenos Aires, se ocupaba del adelantamiento de su pueblo y del bienestar de sus gobernados, gozando a favor de su inmenso prestigio una tranquilidad, tanto más admirable, cuanto más borrascosa había antes sido su administración, tranquilidad tan solo interrumpida cuando seguido por sus bravos dragones se internaba en la soledad de los campos para sorprender en sus guaridas al salvaje y deshacer la tribu, que creyéndose segura en el corazón del desierto, gozaba tranquila el fruto de sus rapacidades. Pero el año 1822 estaba destinado para ser el primero que viese desunidos a los hijos de Santa Fe. Don Lucio Mansilla gobernaba tranquilo la provincia de Entre Ríos, cuando don Ricardo López Jordán, que había sido depuesto por el primero del puesto de gobernador, principió a trabajar para arrojarlo del gobierno. De acuerdo con lso coroneles Piris y Obando, resolvieron asesinar a Mansilla, colocar a Jordán al frente de la provincia, y auxiliado por éste, Obando invadir a Santa Fe y arrojar del gobierno al General López, con quien estaba enemistado desde la revolución del año 1818.

Puestos de acuerdo con un oficial entrerriano, desembarcaron en el Paraná el 1º de junio por la noche, decididos a llevar a cabo su plan de asesinato y revolución.

Pero el oficial los había vendido, y caminando por los arrabales de la ciudad, se encontraron con una guardia puesta en aquél punto exprofeso, la cual hizo una descarga sobre Piris y Obando, resultando muerto el primero y prisionero el segundo. La revolución quedó con este golpe desmoralizada, y Mansilal puso a disposición del gobernador de Santa Fe al coronel Obando junto a otros cinco prisioneros entre los cuales se hallaba el célebre coronel Medina. Los prisioneros fueron entregados al General López junto con un oficio de Mansilla que decía: "El capitán don Juan I. Reyes conduce los cinco prisioneros y escolta competente y entregará a ese gobierno a disposición de V.S. las personas de Juan José Obando y don Anacleto Medina, tomados, el 1º en los arrabales de esta villa el 1º del corriente en los momentos de su llegada a ella con Piris con el objeto de asesinarme, que era el último partido que habían adoptado en su desesperación para asumir esta provinia en los sangrientos horrores de la anarquía."

Don Juan José Obando fue encarcelado junto con el coronel Medina en los calabozos de Santa Fe. Allí se tramó la célebre revolución del año 22, pro cuya causa murió el coronel Obando, uno de los más valientes oficiales santafesinos. De acuerdo este jefe con los señores don Cosme y don Anselmo Maciel pertenecientes a las primeras familias de Santa Fe, resolvieron hacer un levantamiento con los presos de la cárcel y asesinar al gobernador López para hacer triunfar la revolución. Auxiliado por los hermanos Maciel, Obando consiguió una llave ganzúa para abrir las puertas del calabozo. La llave fue hecha por un platero Velis, y varios soldados fueron conquistados por el jefe revolucionario, yel plan del levantamiento quedó convenido. Por él, Obando y Medina debían abrir las puertas de la cárcel al presentarse don Cosme Maciel, asesinar a López en el baile que se daba el 30 de Setiembre, día de San Gerónimo, patrono de la provincia, en el Cabildo, y huir en seguida hasta donde se hallaba don Antonio Piedrabuena con dos gruesas partidas de milicianos bien armados y provistos de excelentes caballos; penetrar en seguida a la ciudad, y saqueando las casas delas familais más pudientes, conquistas por medio del oro al resto de las tropas y colocar en el gobierno al coronel Obando, que debía, después de su elevación auxiliar a Medina para colocarlo de gobernador de Entre Ríos.

Todo estaba comunicado, don Cosme Maciel, después de una conferencia con Obando, hizo emborrachar a los negros que guardaban el Cabildo, ya la hora convenida, se presentó a las puertas de la cárcel acompañado de dos individuos. Una vela colocada en una de las ventanas del calabozo era la señal del motín, y ya Maciel trasponía los umbrales de la puerta, cuando fue sorprendido y preso por una guardia que con este propósito había hecho ocultar el general López en el Cabildo. Con la prisión de Maciel quedaba sin efecto el levantamiento y presos los conjurados. El General López tuvo aviso de la revolución por uno de los presos que se hallaba con Obando, y pro el coronel Orrego, que le enseñó una carta del coronel revolucionario en que lo invitaba a tomar parte en el motín.

Los cuatro prisioneros fueron llevados a la Aduana y custodiados con mucha vigilancia. Obando, que era el principal culpable en aquella ocasión, fue condenado a muerte y ejecutado a los dos días después del conato de revolución. Antes de ser llevado al banquillo, se le ofreció repetidas veces el indulto, pero con al condición de hacer ua formal promesa de no tomar en adelante las armas contra las autoridades constituidas. Nada prometió, rechazó el indulto y sufrió con valor espartano el rigor de su suerte desgraciada. Con paso firme se dirigió al banquillo, fumando tranquilamente su cigarro y conservó su admirable sangre fría hasta que cayó exánime bajo el plomo de los mismos soldados, quizá, que condujera a la victoria en los años anteriores. El sumario que a los reos se siguiera, fue levantado por el honorable ciudadano don José Elías Galisteo, y por él constan las intenciones de los complotados.

A excepción de Obando, los demás prisioneros fueron puestos a los pocos meses en libertad, acallando con esta generosa conducta el General López algunas murmuraciones de su pueblo, condolido por la ejecución del coronel Obando. Mientars éste caía envuelto en su sangre del banquillo, se repartía por la población una proclama de López con el objeto de calmar las inquietudes que la noticia de la revolución había creado en el seno de las masas: "Ciudadanos - decía - sus cómplices están asegurados: recordad sin cesar que las leyes no tienen otro apoyo que las costumbres, ni la libertad otra salvaguardia que la virtud: consagraos activos al desempeño de los deberes que os impone la sociedad a que pertenecéis, y vivid seguros que los garantes de vuestra dicha son la vida y los sacrificios de vuestro gobernador."

Así concluyó la revolución de Setiembre de 1822: el asesinato que se había resuelto ejecutar, se convirtió en la ejecución del promotor de tan atrevido plan. La historia juzgará cuál ha sido el verdadero culpable."