El duelo del Tigre

Por Omar López Mato*
publicado el 28 de marzo de 2019

El 28 de marzo de 1823, Facundo Quiroga y el general Miguel Dávila se batieron en duelo a lanza, en los campos de "El Puesto", a las afueras de La Rioja. Ese día Facundo se impuso en la contienda y se convirtió en el Tigre de los Llanos.

Quiroga en la batalla de La Tablada. Oleo de Ernesto Palacios

Bajo el sol riojano se enfrentaron los hombres fuertes de la provincia. Ellos dos habían decidido batirse a lanza para evitar el derramamiento de sangre. Después de todo, debían velar por sus hombres. No eligieron sable, ni pistola, sino la lanza para medir sus fuerzas, el arma de sus ancestros castellanos, el arma que ha esgrimido en los combates y entreveros donde pusieron en juego su vida y su autoridad, que a veces es tanto o más importante que la vida misma, porque de esa autoridad dependen sus negocios, el ejercicio del poder y emana la fuerza con la que dominan a sus hombres.

A ambos contendientes, el coraje les ha ganado prestigio y respeto entre sus seguidores.

Los Dávila - Brizuela Doria eran los hombres fuertes de La Rioja desde los tiempos de la conquista. Era la única familia en territorio del virreinato donde se ejercía el mayorazgo. Solo el mayor de los hijos heredaba la tierra para evitar que esta se disperse entre cientos de descendientes. Hasta los tiempos de la Revolución, la familia ejerció distintas funciones encumbradas en la administración colonial, pero con el advenimiento de la Independencia otras familias les disputaron el poder, como los Ortíz Ocampo, los Villafañe, y, ahora, los Quiroga.

Desde los veinte años, Facundo Quiroga había participado en los negocios familiares arriando tropillas desde los llanos a distintas partes del país, capitaneando hombres rudos, desafiando bandoleros y hacienda chúcara. Había ganado fama de valiente cuando enfrentó a las prisiones españolas en San Luis. Apenas munido de una quijada de burro (un arma bíblica, propia de Sansón) derrotó a los insurgentes.

Vuelto a su tierra, heredó el título de jefe de milicias que había ostentado su padre por años. Ahora los Dávila lo desacreditaban, arrebatándole los galones. La afrenta no podía quedar impune pero, en lugar de hacerlo en batalla, Quiroga y Dávila eligieron cruzar lanzas para saber quién era el hombre fuerte de la provincia. Fue un duelo, un due bellum, una guerra de a dos que los llevó a enfrentarse bajo el sol de marzo.

Facundo montaba a “Piojo”, el moro que se convertiría en leyenda, con el que hablaba frente a la tropa antes de entrar en batalla. Llevaba el pecho descubierto y una vincha para contener su melena. El primer choque fue brutal. Miguel Dávila alcanzó a esquivar la lanza de Quiroga e hirió el muslo de Facundo. No hubo lamentos ni gritos, la sangre estaba muy caliente y el odio escapaba por los ojos de Quiroga, quien hizo girar su moro y encaró al enemigo. Era ahora o nunca, pensó Facundo, mientras su lanza se astillaba contra el pecho de su contrincante. Dávila cayó fulminado y sus soldados empujados por el honor más que por la razón, atacaron a los hombres de Quiroga. La lucha se generalizó en duelos singulares. Los cuerpos de 240 riojanos quedaron tendidos en el campo. El hermano de Dávila debió huir para salvar su pellejo.

La ciudad estaba a su merced y Quiroga, de aquí en más el Tigre de los Llanos, accedió a la gobernación, aunque solo ostentó el título por cuatro meses. Desde entonces, hasta que la muerte lo sorprendió en un apartado paraje cordobés, Quiroga continuó ejerciendo el poder sobre su provincia, adquirido en este duelo famoso.

Sin embargo, y a pesar de su victoria, Facundo nunca lució su cicatriz que, en última instancia, era reconocer su vulnerabilidad, confesión inadmisible para un caudillo argentino.

*Omar López Mato es médico oftalmólogo, escritor e investigador de historia y arte. Nació en Buenos Aires en 1956 y se recibió de médico con Medalla de Oro (Premio Villamil) de la Universidad del Salvador. Es director del Instituto de la Visión, así como también de Olmo Ediciones.

Entre sus libros se encuentran Ciudad de Ángeles. Historia del Cementerio de la Recoleta, Males de Artistas, Monstruos como nosotros, La Patria enferma,  Ángeles de Buenos Aires, Fierita, Trayectos Póstumos, y la serie “Detrás de las Pinturas” (Desnudo de Mujer, A su Imagen y Semejanza, Cuadros Clínicos y La Marea de los Tiempos). Muchos de sus libros fueron editados en España e Italia.

Es columnista del diario La Prensa, además de colaborar con artículos en diversas revistas y diarios, como Perfil, La Capital e Infobae. También desde 2005 se desempeña como comentarista político de Notiar. En radio fue conductor del programa “Hablemos de Historia” (de 2006 a 2009) y de “Tenemos Historia” por la radio Concepto (FM 95.5). En televisión condujo  la serie “Males de Artistas” y el programa “Ojo Clínico”, ambos emitidos por Metro. En el  2013 realizó la columna “Historias de la Historia” del programa “Alto Nivel”.

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