Málaga y Almería, febrero de 1937. Cuando España era Siria

La desbandá 2




La evacuación en masa de la población civil de Málaga comenzó el domingo día 7 (de febrero de 1937). Veinticinco mil tropas alemanas, italianas y moras entraron en la ciudad el lunes día 8 por la mañana; tanques, submarinos, barcos de guerra, aviones, todos a la vez para aplastar a las defensas de la ciudad mantenidas por un pequeño y heroico grupo de tropas españolas sin tanques, ni aviones que los defendieran. (…) imagínense a ciento cincuenta mil hombres, mujeres y niños disponiéndose a marcharse en búsqueda de seguridad hacia una ciudad situada o más de cien millas. Hay una única carretera que pueden tomar. No hay ninguna otra manera de escapar. Esto carretera, limítrofe por un lado, con las altas montañas de Sierra Nevada, y por el otro, con el mar está construida sobre la ladera de linos acantiladas y sube y baja a más de 500 pies por encimo del nivel del mar. La ciudad que deben alcanzar es Almería y está a más de doscientos kilómetros más allá. (…) El viaje a que estas mujeres, ancianos y niños debían enfrentarse les llevará a cinco días y cinco noches de camino, al menos. No encontrarán alimentos en los pueblos, ni trenes, ni autobuses para transportarlos. Tienen que caminar y a medida que van andando se tambalean y tropiezan con los pies llenos de rajas y de heridas por el pedernal de la carretera, los fascistas los bombardean desde el aire y les disparan desde los barcos de guerra.
Norman Bethune: The crime of the road Málaga-Almeria. 1937


...a los tres cuartos de hora, un parte de nuestra aviación me comunicaba que grandes masas huían a todo correr hacia Motril. Para acompañarles en su huida y hacerles correr más a prisa, enviamos a nuestra aviación que bombardeó incendiando algunos camiones.
Gonzalo Queipo de Llano: Charla radiofónica, Sevilla, 9 febrero 1937


Febrero de 1937: cuando Málaga era Siria y Almería era Grecia
Por María Serrano

Nuevas pesquisas históricas doblan la cifra real de refugiados que huyeron de Málaga a Almería en la Desbandá. La obra '1937. Éxodo Málaga Almería' da la cifra de 300.000.

“La peregrinación de cerca de 200.000 personas desde Málaga a Almería a pie, es algo que no tiene precedente en la historia de las evacuaciones de la guerra. Hombres muertos en la carretera de frío, hambre y cansancio. Mujeres con niños en brazos y con los pies desfigurados y llenos de llagas, caras famélicas…”.
Federico Angulo Vázquez. Capitán del Cuerpo de Carabineros
Málaga, febrero de 1937. El ejército enemigo está a las puertas de la ciudad y la única posibilidad  de salvar la vida para miles de sus vecinos es huir. Huir donde sea y como sea, aunque la única vía de escape es la carretera de Almería. De una guerra no se huye adonde se quiere sino adonde se puede. Los malagueños de entonces son los sirios de ahora y la Almería adonde llegaban desesperados y con apenas lo puesto en la Grecia de nuestros días, a cuyas costas han estado arribando durante meses decenas de miles de personas huidas de la guerra hasta que la Unión Europea ‘subcontrató’ los servicios de Turquía para ‘ocuparse’ de ellos.

El terrible episodio conocido como la Desbandá sigue a día de hoy desvelando nuevos datos, como los que se han presentado recientemente en el libro ‘1937. Éxodo Málaga Almería’, gracias al trabajo de los investigadores Andrés Fernández y Maribel Brenes. “En el estudio que hemos realizado durante más de seis años, hemos detectado en los archivos de la Fundación Negrín la increíble cifra de 300.000 refugiados huyendo de los golpistas por aquella carretera nacional 340”, apunta Fernández a andalucesdiario.es. La cifra hasta ahora manejada por la historiografía era de 150.000, aportada por el médico canadiense Norman Bethune que atendió a los enfermos y desnutridos en aquel éxodo forzoso en el mes de febrero de 1937.

En la obra, que coincide el 79 aniversario del cruel episodio, no solo se narra la desesperada huida de civiles, sino que se incorporan hechos y antecedentes militares de relevancia, como las posiciones de los ejércitos de ambos bandos durante la batalla de Málaga. “Narramos desde el período en que el Gobierno republicano empieza a perder posiciones, desde la entrada de los militares en la provincia por Antequera el 12 de agosto de 1936, hasta la rendición final de la capital en la madrugada del domingo 7 de febrero”.

Aquella noche, el Jefe de la Base de Málaga comunica al Jefe de la Flota que las fuerzas sublevadas “estaban por todos los frentes a las puertas de Málaga”. La población, desesperada por el pánico de las bombas, intentaba con los pocos hombres que quedaban de las milicias de voluntarios retrasar la llegada de los tanques con bombas de mano y dinamita. Pero nada frenó el fuerte avance. Málaga ya no era republicana y los milicianos y los familiares huían en masa. “Si tenemos en cuenta que Málaga tenía una población de aproximadamente 190.000 habitantes, en aquellos momentos de miedo huyeron más de 90.000 unido,s a los 100.000 restantes que ya habían marchado de los pueblos dirección a Almería”, relata el arqueólogo.

TESTIMONIOS DESGARRADORES

Juan José Olmos Fernández, director de la Farmacia Municipal, destacaría cómo “el pánico se apoderó de todo el mundo y al atardecer, decenas de miles de personas abandonaban desordenada y precipitadamente Málaga”. Cuatro días duró la intensa y traumática pesadilla de la Desbandá para miles y miles de familias. En el relato del capitán de carabineros Federico Angulo Vázquez se describe con crudeza “el espectáculo doloroso de una gran masa de fugitivos que comenzaban a llenar las calles almerienses. Pintados el terror y la fatiga en su rostro”.

Mientras tanto, el general golpista Queipo de Llano ordenaba la persecución de todos los malagueños que corrían despavoridos por la carretera de la muerte. El barco ‘Baleares’, anclado a pocos kilómetros de la costa, disparaba sus proyectiles “no solamente contra vehículos, paralizando por completo el tráfico, sino también contra los peatones”. Los testimonios orales que recoge la publicación resultan desgarradores. Como el de Salvador Guzmán Urbano, nacido en 1928, que narraba en primera persona el suicidio completo de una familia, desesperada ante el rumbo de los acontecimientos: “El hombre saca la pistola y mata a la hija y al hijo, después mata a la mujer y cuando fuimos a cogerle se pegó un tiro. Esos son los primeros muertos que vi delante de mí”.

De aquella columna de 300.000 huidos están aún por detallarse el número personas que regresaría a sus pueblos de origen. “En Almería llegaron a concentrarse casi 100.000 personas. Otros habían regresado a sus pueblos por el mensaje de Queipo de Llano de que no les pasaría nada si no tenían las manos llenas de sangre”.

LA LLEGADA A ALMERÍA

La Voz de Almería relataba el domingo 10 de febrero de 1937 la ingente llegada de refugiados. “El éxodo de la ciudad malagueña en dirección a esta capital y otras poblaciones de Levante continuó durante todo el día del domingo. Llegaron infinidad de camiones, procedentes de Málaga, abarrotados de personas, en su mayoría mujeres y niños”. Fernández apunta que era tal la cantidad de personas que “el gobierno de Almería hizo un registro de unidades familiares con casi 1.700, consignando los cabeza de familia y los hijos y mujeres a su cargo”. Aquel registro incluía también gente internada en centros sanitarios por el fuerte shock traumático provocado por la dramática situación, por heridas de metralla, inanición, bronquitis, ampollas en los pies… Muchos de ellos fueron llevados al campamento de Viator, que habilitaron para la masa de refugiados.

Entre las incógnitas que aún han quedado por resolver, se encuentra la de los restos de quienes cayeron en plena carretera de la Desbandá. “No se conoce fosa ni enterramiento y muchos de ellos pueden estar en los cementerios de los pueblos donde fueron muriendo o arrojados al mar”, aclara el arqueólogo. Aquella carretera de la muerte quedó abandonada tras la construcción de la nueva autovía en el año 1992. Bajo su asfalto quedaría olvidada para siempre buena parte de las víctimas de aquella huida desesperada.

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Muerte en la carretera de la costa. Málaga homenajea a los supervivientes de una matanza de la Guerra Civil

Por Rafael Méndez
para El País (España)
publicado el 24 de mayo de 2004

En febrero de 1937, entre 60.000 y 100.000 personas salieron de Málaga hacia Almería por la carretera de la costa. Huían de las tropas franquistas. En el intento murieron al menos 5.000 republicanos. Caían de hambre. Caían disparados por dos barcos, el Cervera y el Canarias, que costeaban junto a ellos. Caían asediados por la aviación alemana y ametrallados desde los montes. Eran en su mayoría mujeres y niños. Ayer, 180 supervivientes de la matanza se reunieron en Málaga para explicar que, aunque las fotos del desastre son en blanco y negro, la sangre era roja; el mar, azul y la muerte, negra.



José Calleja tiene 71 años. En 1937, con cuatro años huyó junto a su familia sobre una burra que él recuerda blanca. "Yo iba en un serón que colgaba del animal", narra ahora encorvado y con los ojos llorosos. "Me asomaba del capazo y contaba los cadáveres. Mi madre me decía que era gente durmiendo", relata emocionado.




"Yo tenía cuatro años y contaba los muertos. Mi madre decía que estaban dormidos", narra José Calleja

Los supervivientes cuentan que es difícil describir tanto horror. Calleja, rebeca de lana y boina ladeada, afirma que huyeron por miedo a las represalias y porque contaban que los soldados marroquíes les cortaban los senos a las mujeres. Su prima, Concha Lara, de 78 años, iba con ellos: "Ni siquiera nos dejaban huir".

José y Concha están en la exposición que la Diputación de Málaga ha organizado sobre el cirujano canadiense Norman Bethune, que ayudó en el éxodo. Al reclamo de la exposición, que recoge la vida de Bethune y su estancia en Málaga a través de fotografías, muchos de los supervivientes se pusieron en contacto con la organización. Ayer, al clausurar la muestra, la diputación les rindió homenaje. El crimen de la carretera de Málaga, como se conoció, fue una de las peores matanzas de civiles de la guerra, pero es poco conocida.

Francisco Martín también tenía ocho años. Panadero jubilado, viste chaqueta y corbata para la ocasión, y recuerda que su familia huyó en una camioneta. "Sólo circulaba de noche para no dar pistas a los barcos que nos disparaban". No comió hasta Orihuela, en Alicante, donde un hombre que vio la camioneta llena de niños les regaló un montón de dátiles. Ya tenía sarna.

Vicente Vaquero (Archidona, 1911) es de los mayores entre los supervivientes. Con su bastón, su pelo al cepillo y su traje marrón recuerda que salió de Málaga en retirada el 8 de febrero, la misma mañana en que 25.000 soldados italianos, alemanes y nacionales entran en la ciudad. "El día lo pasábamos escondidos en el monte, escuchando los cañonazos de los barcos y de noche avanzábamos entre sangre y cadáveres".

La carretera era un blanco fácil desde el mar. Hoy es la nacional 340 y discurre pegada a la costa, encajonada por Sierra Nevada. Actualmente, está jalonada por chalés e invernaderos. Los supervivientes aseguran que no sienten nada al pasar por allí. Sí sintieron ayer al ver las fotografías: niños subidos en burros, cojos caminando por el monte y rostros marcados por el hambre.



Uno de los más afectados era Gaspar López Barros, que tenía 10 años y vivía en Alhama de Almería, a 223 kilómetros de Málaga. Allí llegaron días después de haber salido muchos de los emigrantes. "Llegaron al pueblo cayéndose. No podían dar un paso más. Los niños venían descalzos, muchos de ellos solos. Les abrimos las casas y les dimos de comer". Lo peor había pasado. Comenzaba para los supervivientes la cárcel, la posguerra y, 67 años después, un pequeño homenaje. Ayer, como el 8 de febrero de 1937, lucía sol en Málaga.

Fuente



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Todavía agarrado a la muleta, mantiene la voz firme cuando dice que hay cosas que la vejez no le hará olvidar: "Que el día de mañana la gente sepa qué pasó y por qué pasó, porque si se deja callaíto, se muere todo".
La desbandá
"El mundo entero fluía, en este momento, en un único sentido", escribió André Malraux, porque la carretera que une Málaga con Almería era un río de gente que marchaba o caía. Este mes se cumplen 77 años de 'La desbandá' (febrero, 1937), cuando decenas de miles de malagueños huyeron bajo las bombas camino de Levante. Malraux lo vio desde el aire, pero aún viven algunos de quienes lo sufrieron en tierra. Agarrado a un bastón aunque esté sentado, Juan Conejero cuenta qué ocurrió cuando era un niño 11 años: "Cuando pasaban los aviones, daban la voz y nos levantábamos para correr. Y quedaban los cuerpos y decías: 'Mira, muertos'".

Málaga fue tomada por las tropas nacionales entre el 7 y el 8 de febrero de 1937. Nunca llegaron los refuerzos para defenderla, y nunca se supo por qué. El resultado fue el caos y la huida descoordinada. "No te daba tiempo a pensar; para donde iba la perdiz iban los pollos, y solo pensabas en qué comer", dice Juan Conejero casi 80 años después. Encarnación Barranquero es profesora de la Universidad de Málaga y autora de varias obras sobre la masacre: "Las autoridades no evacuaron a la población con autobuses o camionetas, como se hizo en Madrid. Al final, las tropas llegaron en el momento en que la gente empezó a correr". De ahí 'La desbandá'.

Barranquero estima que entre 100.000 y 150.000 personas huyeron. Muchos eran refugiados de otras zonas de Andalucía. Durante la marcha fueron bombardeadas por mar (por los cruceros Baleares, Canarias y Almirante Cervera) y aire. Desde el 8 de febrero, el Registro Civil de Málaga contabilizó 15 o 20 fallecidos diarios procedentes de la carretera y a ellos hay que añadir todos aquellos enterrados en los municipios del camino. "Muchas veces las familias de los muertos no se pararon a registrarlos, sino que siguieron corriendo", explica. Conejero se unió a la marabunta el día 9, a la altura de Torre del Mar, pero se apartó para pasar una noche en un cortijo de Frigiliana porque su padre y su abuela habían caído al agua cuando intentaban cruzar el río Chíllar. Cuando se reincorporó, vio los camiones recogiendo cadáveres: "Como iba de los últimos me tuve que encontrar con los muertos".

Por delante de él marchaba Antonio Villamuela, que había dejado Málaga agarrado a la chaqueta de su padre, según recuerda hoy. "Mi tío tenía una camioneta, y empezó a meter a las mujeres: mi madre, mi abuela, dos tías… Pero ya no había sitio ni para mi abuelo, ni para mi padre ni para mí y mi hermano", comenta en su casa. Los cuatro salieron juntos, pero el caos los separó. En El Palo, a la salida de Málaga, su abuelo dijo que no podía más. Y más tarde se perdió él: "Vino la aviación, corrimos y nos metimos en las cañas dulces. Pero al salir, cada uno lo hizo por un sitio". Villamuela es uno de esos niños extraviados, algunos de los cuales nunca encontraron a sus padres. Él lo halló de regreso a Málaga, días después. Su madre y sus hermanas consiguieron llegar a Valencia en la camioneta y no volvió a verlas hasta que terminó la guerra, en 1939.

Como a Villamuela, a Juan Gálvez lo interceptó una columna de tropas italianas del ejército nacional a la altura de Nerja. Huía con su madre, que cargaba con la más pequeña de sus tres hermanos, una niña de seis meses. Otros cargaban con ropa, e incluso con máquinas de coser que quedaron en la vereda. "La gente no sabía qué distancia había [unos 220 kilómetros], y hay quien creía que después de Almería venía Francia. Simplemente, era el camino que estaba libre", razona Encarnación Barranquero.

Juan Conejero
Juan Conejero


De noche y de día marcharon Juan Gálvez, Antonio Villamuela y Juan Conejero, y todos encontraron el horror en aquel camino. "Un hermano mío mayor que yo me dijo: 'Mira, ahí hay una mujer que tiene una cesta de tomates'. Ella estaba tendida, y mi hermano dijo: 'Vamos a coger los tomates que ella no los quiere pa ná, que ya está matá'. Pero cuando nos acercamos se nos quitaron las ganas, porque tenía una niña recién nacida mamando en el pecho”, cuenta Conejero. Juan Gálvez recuerda haber dormido en una casa abandonada que resultó estar repleta de cadáveres. Y Villamuela no olvida a una mujer y a sus dos hijos ("uno tenía la cabeza vendada") que vio tendidos sobre la tierra, ni cuando su padre le mandó a protegerse tras una gran roca: "Y yo venga a menear al hombre que había allí, pero aquel hombre estaba muerto". Las cañas de azúcar que antes crecían en esta zona les sirvieron de alimento y de refugio. "Los barcos tiraban a la montaña y las piedras mismas mataban, porque la carretera bordeaba el monte", rememora Conejero.

La historiografía franquista justificó la matanza por la supuesta presencia de milicianos entre la población civil. Sin embargo, Encarnación Barranquero explica que los milicianos de los frentes de Álora y el Chorro huyeron mayoritariamente por el interior. La profesora cree que el suceso muestra una estrategia deliberada por dañar a la población civil, y apunta otro posible motivo, el escarmiento contra Málaga la Roja: "Aquí se consiguió el primer diputado del Partido Comunista, el único de toda la legislatura, y el primer concejal comunista de una capital andaluza. Había una tradición de izquierdas y de asociacionismo, y una hegemonía de la CNT. Además, durante los siete meses de la República hubo bastantes muertos".


La desbandá 2

Norman Bethune, un reputado médico canadiense que acudió desde Valencia con su ambulancia para socorrer a los heridos, dejó para la historia una frase ("No he venido a España a derramar sangre, sino a darla"), un relato ('El crimen de la carretera Málaga-Almería') y un buen puñado de fotografías que documentan el horror de aquella huida. Pero durante mucho tiempo, de 'La desbandá' en Málaga solo se habló en voz baja. Barranquero y otros académicos comenzaron a estudiar el episodio a mediados de los años 80 y el movimiento asociativo para la recuperación de la memoria dio luego repercusión a sus trabajos.

Desde 2007 se organizan marchas en las provincias de Málaga (celebrada el pasado día 2), Granada y Almería para recordar la matanza, y desde el año pasado la Dirección General de la Memoria Democrática de la Junta de Andalucía participa en los actos de conmemoración. El primero se celebró el 2 de febrero con una marcha hasta el Peñón del Cuervo, donde este domingo se realiza una ofrenda floral.

Ninguno de los tres protagonistas de este texto llegó nunca a Almería. Fueron interceptados por tropas italianas, que llegaron desde el norte hasta Torre del Mar y Motril, donde quedó establecido el frente entre el 10 y el 11 de febrero. "Cuando llegamos a Motril estaban las fuerzas de Falange echando mítines: 'No corráis, no tengáis miedo, el que no tenga las manos manchados de sangre, tranquilo que no le pasa nada', oyó Conejero. Pero al volver a Arenas, su padre fue sometido a un Consejo de Guerra y ejecutado. Era albardonero y miembro del Comité de Abastecimiento. Todavía agarrado a la muleta, mantiene la voz firme cuando dice que hay cosas que la vejez no le hará olvidar: "Que el día de mañana la gente sepa qué pasó y por qué pasó, porque si se deja callaíto, se muere todo".


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La carretera de Málaga a Almería. Textos y testimonios




Los ochenta niños del orfanato esperábamos  en la acera, cada uno con su ropa y alguna cosa más  en un hatillo, a que llegaran unos autobuses del Socorro  Rojo que iban a llevarnos. El gentío que pasaba era enorme. Llegaron los autobuses y toda la gente quería  subir. En ese momento alguien dio la alarma y apareció un  avión que, siguiendo la línea de la carretera,  ametrallaba y bombardeaba a baja altura. Muchos salimos corriendo  a refugiarnos en el campo; otros prefirieron quedarse en  el autobús para asegurarse la plaza hasta Almería.  Cuando se marchó después de hacer varias pasadas  en las que arrojó bombas incendiarias, volvimos y  encontramos nuestro equipaje y los autobuses ardiendo: los que se quedaron estaban muertos. Todo el mundo trataba de  reencontrarse, pero del grupo de niños quedamos diez;  de los demás y de los profesores no volvimos a saber  nada en todo el camino. Y los diez, juntos y solos, nos fuimos  hasta Almería.

Miguel Escalona, superviviente: 10  años en 1937.


Al llegar al Faro de Torrox empezaron los  bombardeos de los barcos...
Hirieron a mi tía y a su madre, que le atravesaron el pecho, pero no murió; mi tía todavía tiene metralla. Todos gritaban y trataban de encontrarse, pero dieron una voz de que los heridos se fueran a un coche y, como mi tía y su madre estaban heridas, las metieron en el coche. Y yo me quedé sola y me perdí...


Ana Pérez Rey, superviviente: 9 años  en 1937.

La aviación nos bombardeó por  la Cuesta de los Caracolillos. Había unos acantilados  muy pronunciados y la gente o se iba para el monte o para  la orilla. Mi familia se dispersó; yo estaba al lado  de un malecón. Oíamos silbar las bombas muy  cerca. Cuando dejaron de bombardear vi muertos por todas  partes. Tratamos de reunirnos la familia, pero allí se  perdió una hermana mía, la más pequeñita, que tenía ocho años; el resto nos fuimos reuniendo  al rato de ir adelante, sin mi hermana. Pasada una hora iba  con otra familia cogida de un carrito pequeño, y la  vi yo... (en este momento el relator rompe a llorar).

Cristóbal Criado Moreno, superviviente: 16 años en 1937.

También nos ametrallaron desde los  aviones. Mis padres nos cubrían con sus cuerpos...

Rosendo Fuentes, superviviente: 12 años  en 1937.

En la recta de Adra, no se veía la  carretera: era tanta la gente que caminaba hacia Almería,  que todo el camino era una mancha de gente.

José Ginés, superviviente: 20 años  en 1937.

Nunca he olvidado a aquella mujer que, herida  por un obús, en medio de un charco de sangre amamantaba  y abrazaba a su hijo de dos meses.

Miguel Escalona, superviviente: 10 años  en 1937.

Lo mismo que pasó en la carreta de  Málaga-Almería lo he visto luego, y lo sigo  viendo, muchas veces en el cine y en la televisión.  Creo que lo que hicieron en Málaga fue como un ensayo  de lo que posteriormente sucedió en otras guerras. Pero la primera vez que se atacó y bombardeó así a  la población civil fue a nosotros, en aquella carretera: ocuparon Málaga y prepararon una trampa criminal a la salida.

Rosendo Fuentes Ayllón, 12 años en  1937.

Yo cuando veo en los países esos los refugiados, nosotros íbamos igual, completamente igual. Yo me acuerdo que mi madre –porque no había agua ni nada- cigía un paño y filtraba el agua d elos sifones de la carretera, que tenía bichillos coloraos, para poder beber nosotros…

Testimonio personal de Antonio Reina Peña, en Prieto Borrego, Lucía y Barranquero Texeira, Encarnación. La agonía de Málaga: población y retaguardia. CEDMA, Málaga, 2007.

Y una mañana muy tempranito, creo que era domingo, el 7 de febrero, viene la aviación pero no tiraban, dando vueltas y echando hojillas: Que nos entregáramos, que estábamos copados, que estábamos engañados, que el obrero honrado no tenía que temer nada (…) Aquel día no comimos, estábamos en las puertas del refugio y los aviones allí dando vueltas (…) y a las diez de la mañana, por el Puerto de la Torre, ya sentiamos los cañonazos para Málaga (…) a las tres d ela tarde ya sentíamos las ametralladoras (…) dos barcos se presentan en la bocana del puerto, cerrando la bocana pero no tiraban (…) ya la gente de Málaga había empezado a irse esa mañana…
Testimonio de Antonio Sánchez Pando, en Prieto Borrego, Lucía y Barranquero Texeira, Encarnación, La agonía de Málaga: población y retaguardia. CEDMA, Málaga, 2007.
Había unos barcos pegando cañonazos y antes de llegar a Nerja en unas curvas que hay con muchos peñascos, ahí moría mucha gente nada más de los peñascos quie saltaban de los cañonazos –de eso me acuerdo yo muy bien-. La gente iba corriendo por la costa esta para allá y unols se morían de susto, otros los mataban los cañonazos que pegaban los barcos, otros…algunos se ahorcaban, algunos sde ahoracaban en un campo, el que iba por fuera, por los montes, se colgaba en un árbol que pillaba (…)
Testimonio personal de Antonio Ariza Jiménez, Torrox (Málaga), 1917. Recogido por Belén García Mellado en Prieto Borrego, Lucía y Barranquero Texeira, Encarnación. La agonía de Málaga: población y retaguardia. CEDMA, Málaga, 2007.
  
El día 7 de febrero de 1937, una vez que recuperamos fuerzas, reanudamos muy temprano la marcha. Como las hormigas, en columnas, íbamos mucha gente, unos con burros, otros con mulos o caballos, carrillos de mano, bicicletas, llevando cada cual en su medio de transporte a los niños, ancianos o mujeres (…) entre La Herradura y Almuñécar nos esperaba un horrendo peligro, ya que en frente de estos pueblos, en el mar, estaban anclado un barco de guerra que, desde su posición, dominaba la única vía de escape que teníamos. Disparaba los cañones a intervalos hacia una curva de la carretera que estaba en una ladera alta y pendiente, por lo tanto, había que pasar forzosamente por dicha curva. ¡Esa curva de muerte! ya que en ella murieron muchas personas y animales, pues los criminales de la tripulación, del barco del terror, que permanecían ojo avizor, en cuanto veían personas por allí lanzaban sus mortíferos proyectilles y no se escapaba nadie de la muerte atroz…
Testimonio personal de Francisco Jiménez González, recogido por Miguel Ángel García Trujillo en Prieto Borrego, Lucía y Barranquero Texeira, Encarnación. La agonía de Málaga: población y retaguardia. CEDMA, Málaga, 2007.
El bombardeo y ametrallamiento nos comía nuestro único refugio, que eran aquellos sitios donde había cañas de azúcar y las cunetas de la carretera (…) recuerdo con horror como una camioneta fue alcanzada por los bombardeos y fue a parar a la orilla de la playa con varios muertos y entre ellos niños, fue todo un calvario…
Testimonio personal de Joaquín Fernández de la Torre. Recogido por Mari Carmen Córdoba Mediana y Beatriz Cara García, en Prieto Borrego, Lucía y Barranquero Texeira, Encarnación, La agonía de Málaga: población y retaguardia. CEDMA, Málaga, 2007.
La carretera era estrecha, no es la de ahora, tiraban al monte y el monte se caía todo encima de la gente, el que se partía una pierna o se desangraba ¿Quién iba a curarlo?…
Testimonio personal de Consuelo Torres Fernández, recogido por Cecilio Galdón Martínez, en Prieto Borrego, Lucía y Barranquero Texeira, Encarnación, La agonía de Málaga: población y retaguardia. CEDMA, Málaga, 2007.
Pues aquí, vemos los horrores más tristes y terribles de esa horrible guerra de ESPAÑA. Ejemplos múltiples: tales mujeres muertas y sus hijos llorando al pie de las mismas, cogidos a sus vestidos, o madres que se ven obligadas a abandonar a sus hijos o familiares, ya cadáveres, en la cuneta de la carretera, heridos y enfermos que no pueden seguir la marcha, llorando o gratando que llaman por sus nombres a los miembros de su familiares perdidos en ese caminar, o, en fin, esta cantidad de personas arrastradas por las aguas turbias de un río donde los puentes fueron volados.
López, H. Memorias de Juan López Morales, en Prieto Borrego, L. y Barranquero Texeira, E., La agonía de Málaga: población y retaguardia. CEDMA, Málaga, 2007.
Después supimos que fueron el ultramoderno crucero Canarias, que se estrenó con nosotros y ése que hundieron en el Cabo de Palos, su gemelo el Baleares, y otros más de la marina franquista e italiana, y los aviones de caza italianos y alemanes. Para ellos era como un juego, el tiro al plato contra gente que no podía defenderse. Disparaban contra las rocas, y comprendimos que lo hacían así para que estallasen y nos cayesen las piedras encima o que cortasen la carretera. No teníamos escapatoria, atrapados entre aquellas paredes de roca y los acantilados. Moríamos de hambre, sed agotamiento, ametrallados. Si hay un infierno, aquello era lo más parecido que uno pueda imaginar. Fue un milagro que consiguiésemos llegar a Almería, pero nunca he visto tanta muerte, tanta sangre, tanto desprecio por la vida humana. Qué forma tan estúpida de desperdiciar munición contra un objetivo no militar, pero bueno, Hitler les había dado crédito ilimitado a los fascistas españoles.
Fue horrible, nunca lo olvidaré. Eran militares profesionales, de la Marina o la Aviación contra civiles, ancianos, niños, mujeres, sabían a dónde disparaban. Los pocos soldados que iban con nosotros iban en retirada, desarmados. Nos bombardeaban a mansalva. Veíamos sus caras, ellos sabían que éramos civiles indefensos, nos veían perfectamente. Estaban tan cerca, que cuando le acertaban a un burro o a un autobús, podíamos ver sus cara, les podíamos ver cómo saltaban en sus cubiertas, celebrándolo.
  
Huíamos aterrados por esos discursos nocturnos por radio de un general fascista, debía ser un psicótico, ese asesino de Queipo de Llano, que decía que sus moros y legionarios violarían a nuestras madres y hermanas cuando llegasen a Málaga. Aquello fue una terrible matanza, un crimen de guerra que ha quedado impune, y fíjese que mucha democracia habrá ahora, pero me iré a la tumba sin ver justicia y reconocimiento de culpa sobre este asunto…
José Antonio Baena Torres, en Barranquero Texeira, E. y Nadal, A., La carretera de Málaga a Almería. Textos y testimonios. Jábega, nº 58.  Málaga, 1987.
"Yo tenía entonces 14 años, y de repente me ví envuelto en aquella riada de gente, bombardeada por los barcos franquistas, cada uno cargando con lo que podía y que iba abandonando por el camino. Una mujer de mi pueblo (Jimena de la Frontera, Cádiz), Milagros Díaz, me pidió que le cuidase a su hijo de dos meses un momento, pero se perdió entre aquella marea humana. me encontré, a mis 14 años cuidando de un bebé. No tenía experiencia en cuidar bebeés, y la madre no aparecía por ningún lado. Tuve que robar un mulo y le puse un capazo, y en el capazo acomodé a ese bebé tan pequeño que , claro, tenía hambre y que alimenté con leche de cabra. Así tres dias y tres noches, bajo las bombas, la metralla y las bombas incendiarias, el hambre la sed y el cansancio, y cuidando del pequeño, hasta que llegamos a Almería los dos de milagro y encontré a sus padres. Ese niño se llama Alberto León Diaz, el hijo de Sebastián y Milagros, y hoy en día vive allí en el Paseo, en Jimena de la Frontera."
Fernando Navarro Ferrer, 14 años en 1936, en Barranquero Texeira, E. y Nadal, A., La carretera de Málaga a Almería. Textos y testimonios. Jábega, nº 58.  Málaga, 1987.
…cogidos a sus vestidos, o madres que se ven obligadas de abandonar a sus hijoso familiares, ya cadáveres, en la cuneta de la carretera, heridos y enfermos que no pueden seguir la marcha, llorando y pidiendo una ayuda que nadie puede perstarles, amdres o hijos llorando o gritando que llaman por sus nombres a los miembros  de sus familia perdidos…
López, H, Memorias de Juan López Morales. Realmont (Francia), original mecanogarfiado. Citado en Prieto Borrego, Lucía y Barranquero Texeira, Encarnación, La agonía de Málaga: población y retaguardia.
Cuando se hacía de día se veían los muertos en las cunetas, en la carretera, gente ahorcada en los olivos y almendros…
Testimonio personal de María Márquez Vallecillo, Benaoján (Málaga), 1924. Recogido por Pablo Benítez Gómez. Citado en Prieto Borrego, Lucía y Barranquero Texeira, Encarnación, La agonía de Málaga: población y retaguardia. CEDMA, Málaga, 2007.