Frantisek Vlácil: El valle de las abejas. Una de las peliculas más hermosas jamas filmadas

El conflicto entre razón y fe, la ausencia de Dios y la mentalidad pagana fue el eje argumental de una de las películas más facinantes de Frantisek Vlácil: El valle de las abejas

FilmAffinity




Año
1968
País
Checoslovaquia
Director
Reparto




Fantasías masculinas: el miedo a la disolución

Después de leer una crítica superficial que serviría mucho mejor como sinópsis y otra que -como muchas otras en FilmAffinity- grita orgullosa a los cuatro vientos su ignorancia vamos a tratar de ir un poco más allá en una película que sin lugar a dudas lo merece. Frantisek Vlácil ya me sorprendió hasta límites insospechados con su genial “Adelheid”, una obra maestra, también el producto de una adaptación al cine de una novela de Vladimír Körner, completamente desconocido en el mundo castellanoparlante. En el caso de “El valle de las abejas” salta a la vista ese estilo inconfundible a la hora de penetrar en la psique de los protagonistas, profundamente marcado por el psicoanálisis freudiano en un momento en que éste iba a empezar a recobrar importancia en los debates intelectuales (estaban próximas las tesis de Deleuze y Guattari). Como veremos no sólo se observa en los abundantes símbolos, sino en la misma comprensión de la realidad que se pretende transmitir en clave dialéctica (por otra parte algo muy propio del cine realizado en la Europa del este durante el periodo del socialismo real).

La película se encuentra ambientada en las primeras décadas del siglo XIII, a caballo entre Bohemia y un castillo de la Orden de los Caballeros Teutónicos en algún punto de la costa Báltica. Ondzej, oriundo de las tierras centroeuropeas, es condenado por los pecados de su padre a ingresar en la Orden, donde conocerá a Armin, un hermano con verdadera vocación de cruzado y religioso que se hace cargo de la educación del joven. Las primeras escenas en que podemos verlos juntos en el mar están cargadas de homoerotismo, contenido por la atmósfera de represión imperante (el momento en que se arrodilla frente a Ondzej para que le ponga la cota de malla es muy significativo). 

Y aquí es donde podemos empezar a realizar el análisis psicoanalítico del film: Armin es “el-que-aún-no-ha-acabado-de-nacer”, alguien que ha sido incapaz de crearse un yo en el sentido freudiano por su incapacidad para aceptar el mundo que le rodea (por ejemplo el hecho de que muchos cruzados fueran mercenarios en busca de fortuna) y su oposición a éste y a lo que de éste pudiera fluir dentro de sí mismo. Pronto observaremos que Armin ha construido una armadura que lo protege en su integridad físico-espiritual, de ahí que conciba el sufrimiento (la represión) como el camino hacia Dios.

Esos baños en el mar que parece ser lo único capaz de conferirle calma suponen para él una vuelta a la madre (al vientre, se entiende) de la que fue obligado a separarse por motivos religiosos pero con la que subconscientemente nunca ha llegado a romper. Es precisamente por ello que muchos de los personajes de la película lo encuentran frío como si estuviera muerto, lo que el director pretende transmitir es que Armin está falto de una parte fundamental de su ser: el yo, que sirve de equilibrio entre el superyó y el ego.

A lo largo de la película se van presentando las tentaciones externas que encuentran un campo abonado para la rebelión dentro de los protagonistas: monjes que desertan de un integrismo religioso insoportable que, a menudo, les ha sido impuesto por sus familiares desde la más tierna infancia y que tan sólo desean llevar una vida como la de cualquier otro hombre; mujeres que se ofrecen como dones de la tierra; placeres terrenales como la caza; etc. Conforme avance la película Ondzej no podrá sustraerse a las llamadas de esa naturaleza que bulle dentro de él, pero Armin irá poniéndose rígido como medio de oposición a las amenazas que le rodean y que contiene dentro de sí mismo. Así, creyéndose un poderoso dique capaz de contener cualquier amenaza entrará en un mundo donde se mezclan paganismo y cristianismo de forma caprichosa y desordenada en estado de disolución, llevando consigo a los hombres sin prejuicio de ellos (a pesar de que Armin lo vea como una realidad insoportable que supone su fin como hombre). De algún modo los grandes castillos medievales no sólo son una fortaleza frente a los ataques enemigos, sino un medio para la codificación y reterritorialización del paisaje, un monumento imperecedero a la grandeza del alma y a la permanencia del hombre a lo largo de los siglos.

Finalmente, en ese mundo de fantasías masculinas -porque el cristianismo es un invento de hombres impuesto a mujeres- la víctima será la mujer de Ondzej, vista por Armin como el paradigma de las tentaciones y los pecados, la principal amenaza de disolución para el hombre y su pureza religiosa. Así, escapando de sí mismo, matará a la esposa de Ondzej, aquella en la que ve reflejadas sus pasiones e impulsos internos, con lo cual creerá haber acabado con los impulsos internos que amenazaban con desbordarlo desde dentro. Tras esto, Ondzej, impotente ante la evidencia de la imposibilidad de llevar una vida en libertad como hombre se reintegrará en la Orden.