La Masacre de Margarita Belén

Jorge Giles

El 13 de diciembre de 1976 la dictadura militar masacró a veintidós jóvenes en un lugar llamado Margarita Belén en la provincia de Chaco. 

El día anterior aquellos militantes fueron arrancados de distintas cárceles, trasladados al regimiento de Resistencia y a la Alcaidía local donde fueron torturados antes de ser conducidos a la muerte. El autor es uno de los protagonistas de aquella historia. 

Es el suyo un relato descarnado y tierno a la vez. 

Hila retazos de la memoria para mostrar los gestos cotidianos de los prisioneros en la inmediatez de la muerte, la pequeña alegría arrancada en medio de aquella oscuridad, la última palabra -la que lacera la carne y el alma- de quienes se despedían convencidos de que les esperaba lo peor, la azarosa condición de sobreviviente y la deuda que conlleva. 

Jorge Giles quiere que su relato, ya en prosa, ya como poema, dé cuenta de esa deuda, rescate el lugar de la vida. Porque el testimonio, el suyo y el de muchos, es la prueba de lo infructuoso del intento de la dictadura por volver no-hombres a quienes ´´desaparecía´´. 

Porque aun cuando su narración bordea lo intimista, y no pretende ser neutral ni contar ´´todo´´, o precisamente por ello, porque narra desde el lado de adentro la experiencia del límite, tiene el alcance del relato épico. 

Es la palabra del sobreviviente que vuelve comunicables las voces de los asesinados, no como simples víctimas sin voluntad, sino como revolucionarios que, pese a tanto dolor, humillación y ofensa recibida, siguen de pie, enteros, para que alguna vez se cuente otra historia. Para que esa batalla sea alguna vez retomada por otros. 

Allí va la vida conmueve, nos compromete, muestra el poder del testimonio, siempre necesario y a la vez inacabado, capaz de sobrevivir al hombre. 

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Carolina López Forastier 
Era una madrugada tan oscura, como eran oscuros casi todos los días allí.

Margarita Belén, fue para mi un cuento de terror.
 
Esos cuentos de brujas que uno nunca quiere que realmente existan.
 
Casi 30 años después, abrir el diario y enfrentarme con la noticia fue estremecedor .

No pude dejar de llorar.
 
El cuento de terror, estaba terminando, no solo se había convertido en realidad, sino que habían encontrado a los malos y los llevaban a la hoguera!!!!!!!
 ....

Si estuvieras viejo!!!! para abrazar a tus compañeros desangrados esa noche!!!!! 

Pensé.
 
Cuantos años han pasado y las cuentas  recién comienzan a saldarse, la memoria colectiva continua su paso, y el compromiso vuelve a aparecer.

Alguna vez la justicia nacerá de nuevo
Dejaran de torturarnos por pensar distinto.
Dejaran de matarnos por tener otros sueños.
 
Pero fue así.
 
La casta militar, autosuficiente y soberbia hasta la ignorancia creyó que esa era la forma de eliminar.
 
Se olvidó de la conciencia colectiva.
 
Se olvidó de que otros pueblos como los armenios y los judíos supieron mantener en la memoria de todas sus generaciones lo que significa un genocidio.
 
La sangre misionera brotaba de energía en ese entonces. 
 
Luchaba por sus campesinos, porque no existan dueños absolutos de la de la tierra ni de la yerba, por sus indios guaranies, por una reforma agraria que contuviera a los pobres, en definitiva, para que en esta bendita tierra colorada podamos estar todos, los mas y los menos, pero con dignidad, salud, comida y trabajo
 
¿Está mal???
 
¿Por qué molestaba tanto esta gente????
 
Porque pensaba y se cuestionaba.
 
Porque enseñaba  a pensar, y cuando uno piensa tiene otras herramientas para defenderse de quien pretende usurpar.
 
Por que cuando uno piensa puede darse cuenta de los latifundios, de los negociados y de lo que está mucho mas allá del discurso.
 
Y puede defenderse.
 
Así, se pretendió desde esta seudo  clase dominante argentina, que eliminando al transmisor se eliminaba el mensaje.
 

Mucha sangre misionera corrió esa madrugada en Margarita Belén.
 Muchos cuerpos mutilados  y masacrados hasta el grito más profundo invadieron  ese cielo cada vez más oscuro. 
Llegó el momento. 

Apareció el juez y la justicia.
 Se están escondiendo. Están disparando. 

Buscarán artilugios legales o abogados complacientes, presentaran escritos. 

Se fugarán.
 Quizás se arrepientan o pidan perdón. 
Pero nunca, nunca podrán caminar ni dormir en paz por que la oscuridad de Margarita Belén seguirá en sus conciencias. 
 
Y porque la sangre misionera despreciada y pisoteada seguirá estando muy cerca de nuestra memoria para enseñarnos que existen sueños, que existe compromiso social, que existen ideales y que la lucha por un país que contenga a todos continua. 

Y está cada vez mas cerca.