El 29 de septiembre de 1955, la Revolución Fusiladora designa embajador en Uruguay al "socialista" Alfredo Palacios

Por Daniel Alberto Chiarenza 

Para festejar el triunfo de "la Libertadora", Alfredo Palacios en esos días de septiembre va a San Juan, visitando al Dr. Isidro López, su esposa Amanda Romito y la hija de ambos Graciela "Negra". La "negra" López contó que en cartas posteriores siempre Palacios mandaba saludos a la "joven burguesa". ¡Qué simpático "cachondeo"!

Después de la cobarde agresión a la población civil del 16 de junio de 1955 -como escarmiento, porque ni siquiera los trabajadores muertos y mutilados se podía decir que fueran peronistas- en que los aviones de la Marina de Guerra, muchos de ellos conducidos por civiles -como Zabala Ortiz, que luego sería el canciller del gobierno "democrático" de Illia- bombardearon indiscriminadamente la Plaza de Mayo, porque la justificación fue que querían matar a Perón que estaba dentro de la Casa Rosada. Pero tuvieron muy mala puntería y fueron más los "daños colaterales" que produjeron los canallas gorilas golpistas, que el verdadero efecto buscado, según ellos. Es un dato que todavía no está muy seguro pero, al parecer, hubo trescientos sesenta muertes. Perón, entonces, convoca a la pacificación nacional y ofrece a los partidos opositores que expongan su pensamiento por radio. El 1º de julio le debió tocar al partido socialista. Pero cinco días antes se le comunica que la oficina de Radiodifusión del ministerio de Comunicaciones no permite la transmisión radial del discurso de Palacios, de quien se sabía que estaba inocultadamente en la conspiración sediciosa. Se le ofrece el espacio a Repetto, pero éste se niega a hablar en repudio y en solidaridad con su compañero socialista.


Producido el golpe, el 16 de septiembre de 1955, el partido socialista enfrenta una nueva ruptura entre la línea dura que estaba desembozadamente a favor del golpe manejada por Américo ("Norteamérico") Ghioldi (otro, que fue embajador en Portugal durante la dictadura videlista) y los que luego formarían el PSA (partido socialista argentino) con Palacios -de quien se creía que era menos golpista que Ghioldi- y Alicia Moreau de Justo. Siempre fue así. Hoy también un sector del socialismo engrosa las filas de los desestabilizadores junto a la Sociedad Rural y la Mesa de Enlace. Y otro sector que pertenece al Frente Transversal, junto al kirchnerismo, es decir adoptando una posición nacional, popular y antiimperialista, no declamativa.

El presidente de facto Lonardi designa a Alfredo Palacios, pagando su deslealtad a la democracia, embajador en la República Oriental del Uruguay. Palacios se propone, según decía, ser embajador del pueblo argentino y no de un gobierno; puta, si quería diferenciarse no hubiera aceptado, sabemos que quien acepta un cargo de un gobierno dictatorial es cómplice. Es más en este momento, le correspondería la aplicación de la ley de defensa de la democracia que tiene rango constitucional. Según "el paladín del socialismo argentino" cumplió las reglas del protocolo de la Cancillería y se manejó libremente, claro que no había nadie del gobierno depuesto para poder controlar lo que hacía: rindió homenaje a Artigas, encargó un monumento en homenaje al caudillo oriental al escultor uruguayo José Luis Zorrilla de San Martín para emplazarlo en Buenos Aires. Cuando cayó Lonardi, renunció porque no estaba de acuerdo con la creación del Consejo Militar Revolucionario, pero continuó en su cargo de embajador por pedido de Aramburu. Y... no le podía decir que no, entre gorilas no se iban a pisar la banana. En sus constantes viajes a Buenos Aires, dirige mensajes a los jóvenes, a los trabajadores y a la oficialidad del ejército.

Cuando se producen los fusilamientos del ’56, Palacios reclamó por el cese de las ejecuciones de civiles y militares y se opuso a la pena de muerte (habría que aclarar que una semana después de producidos los "juicios sumarísimos"). El partido se rompe por las distintas posiciones sobre qué tipo de apoyo dar a la autodenominada "revolución libertadora". Alicia Moreau es desplazada de la dirección de La Vanguardia por Ghioldi, y Palacios que sigue en la embajada, decide no poner la bandera a media asta ni dejar de trabajar por la muerte del dictador de Nicaragua Anastasio Somoza (¡ah, macho!; me gustan esos arrebatos de latinoamericanismo). Sus enemigos llaman a su desempeño en la embajada "embajoda", pero Palacios logra restablecer relaciones fraternales con Uruguay e impulsa la creación de la ciudadanía latinoamericana y el pasaporte único entre los dos países. Palacios vivía austeramente, según algunos historiados, me consta que no era así y pasaba su vida entre el barrio Norte y la Recoleta, buscando alguna viuda o alguna señora que se sintiera muy sola en busca de cariño; ¡qué va a ser!, era querendón el hombre. Siempre entregó el 50% de su sueldo al partido socialista, como lo estipulaba el estatuto partidario, aunque nunca mostró el recibo del Congreso.

En abril de 1957 renunció finalmente a su cargo de embajador mientras la dictadura autodenominada "Revolución Libertadora" convocaba a elecciones para una Convención Nacional Constituyente que se proponía anular la Constitución social de 1949. Los votos en blanco del peronismo proscripto obtienen un simbólico primer puesto, el segundo lugar lo ocupa la UCR del Pueblo liderada por Balbín, el tercero la UCR Intransigente de Arturo Frondizi y el cuatro lugar le corresponde al partido socialista y obtiene 12 convencionales: 7 por Capital, 4 por Buenos Aires, y 1 por Chaco. Pese a la fisura, el partido socialista va a Santa Fe donde se reúne la convención desde el 30 de agosto al 14 de noviembre de 1957. Palacios adopta una actitud hipócrita, pensando que en esos momentos podía llevar agua para su molino, pero el pueblo nunca se equivoca: defiende ostentosamente los derechos de los trabajadores, se opone declamativamente -cosa que sabía hacer muy bien- a los métodos represivos de Aramburu y critica duramente a Alende y la UCRI que se retiran de la convención porque no quieren darle quórum a la convención viciada desde el vamos de nulidad de forma y de consentimiento popular.