¿Austeridad? Guerra de clases, mejor dicho: Avisos de un economista polaco en 1944

Aditya Chakrabortty
The Guardian [x]
Marzo de 2013


La mejor guía de lo que sucedió la semana pasada en Gran Bretaña se publicó en 1944. Naturalmente, su autor fue un economista polaco. Puede que ni siquiera los estudiantes de Económicas hayan oído hablar de Micha? Kalecki, pero es la disciplina la que ha empequeñecido, más que su legado. En su época, se reconocía que Kalecki se había anticipado a algunas de las ideas más importantes de Keynes, años antes de que el Maestro publicase su Teoría General, y había ejercido una gran influencia sobre legendarios pensadores de Cambridge como Joan Robinson y Nicky Kaldor.


Su artículo “Aspectos políticos del pleno empleo” explica con una premonición casi espeluznante por qué la coalición [de conservadores y liberal-demócratas] está atacando nuestros salarios, nuestras condiciones de trabajo y nuestro Estado del Bienestar.

El tono es, de un modo vivificante, brioso. "Una sólida mayoría de economistas" coinciden en cómo resolver una depresión, afirma Kalecki. El gobierno pide más prestado e invierte el dinero bien en construir escuelas y hospitales o en proporcionar prestaciones y recortes de impuestos; con ello se dispara la demanda y genera empleo. ¡Tachán! Dos páginas más adelante, y ya ha arreglado el problema de las recesiones y despachado la mayoría de los argumentos contra el endeudamiento público que hemos escuchado con tan tediosa frecuencia en los últimos cinco años.

¿Qué pasa si los ahorradores se vuelven recelosos a la hora de prestar al Estado? En ese caso, dice Kalecki, el Tesoro paga tipos de interés más elevados, y puesto que la mayoría de los que prestan son británicos (justo igual que hoy), el dinero volverá fluir a la economía. Pero hace notar que la coalición de guerra de Churchill ha gestionado "déficits presupuestarios astronómicos", al tiempo que "el tipo de interés no ha experimentado ningún aumento desde el comienzo de 1940". ¿Qué sucede si se vuelve demasiado costoso mantenerlo por encima de la deuda nacional? En ese caso, los ministros deberían conseguir mayor financiación, no gravando fiscalmente el salario o el gasto corrientes, lo que ralentizaría la economía, sino con un impuesto a la riqueza ociosa.

Esa propuesta, a propósito, la lanza en una simple nota a pie de página en la segunda página; y si no puedes, lector, adorar a un hombre que aparece con una forma novedosa de poner en remojo a los ricos en un breve párrafo en cursiva, me temo entonces que jamás vamos a ser amigos.

Tras haberse cepillado los problemas urgentes, Kalecki apunta que una economía pujante y con saludables beneficios sería buena para los "capitanes de industria", pero que nunca apoyarán una intervención del gobierno así. Y en una frase resume la Gran Bretaña posterior al crac, identificando una de las principales fuentes de resistencia en los "llamados 'expertos económicos' estrechamente vinculados a los bancos y las finanzas" junto a los "grandes negocios".

La oposición planteada por la coalición de jefes y financieros está motivada por tres factores. En primer lugar, desean la menor interferencia posible en la economía; en segundo lugar, no quieren que el Estado se expanda a nuevos terrenos, dejándoles así fuera del negocio. Pero lo que verdaderamente no deja dormir a los capitalistas por la noche es el impulso dado a la confianza de los trabajadores que proporcionaría un mercado de trabajo sano. Exigirán mayores salarios, mejores condiciones laborales, quizás incluso tener voz en cómo se dirigen sus empresas. Con pleno empleo y bien pagados, los británicos tendrán más dinero para comprar cosas, de modo que una economía con buena salud apoyada por el gobierno es mejor que para los beneficios empresariales que otra enferma. "Pero la 'disciplina en las fábricas' y la  'estabilidad política' son más apreciadas por los dirigentes empresariales que los beneficios". Mejor una mano de obra insegura y amedrentada que otra confiada y bulliciosa.

Pero es el "ciclo político de negocios" de Kalecki el que resume el mundo en el que hoy nos encontramos. En lugar de optar por la inversión pública y una saludable recuperación, Gran Bretaña se encuentra atascada en una depresión que no hacen más que ahondar la austeridad y una ciega confianza en el vigor del sector privado. Pero los paralelismos no terminan aquí. La semana pasada, al día siguiente de que los parlamentarios votasen un proyecto de ley a favor de recortes año tras año en términos reales de los desempleados y gente de bajos ingresos, los periódicos concluyeron de las informaciones del gobierno que la carnicería del Estado del Bienestar no se detendría ahí. A continuación vendría, informaba el Financial Times, el hachazo a la subvención al combustible para el invierno.

Mientras tanto, se están atacando los niveles de vida de quienes tienen trabajo: por medio de salarios que van quedando cada vez más por detrás de la inflación y de programas gubernamentales para sacrificar derechos laborales a cambio de opciones sobre acciones. Para aquellos lentos de entendederas, siempre tenemos a William Hague diciéndole a los británicos que “trabajen más duro”.

De la retórica también se hacen eco nuestros medios de comunicación. El viernes pasado, los bibliotecarios del Guardian repasaron todos los tabloides populares y diarios serios de sábana desde 2007. Lo que encontraron fue que, hasta 2010, Fleet Street [la prensa, por la calle de Londres donde solían ubicarse la mayoría de las redacciones] era bastante comedida en su uso del término "gorrón": con sólo 46 menciones (cuando se abordaban las prestaciones o el bienestar) para el conjunto de 2007. En 2010, sin embargo, esa cifra ascendió a 219 menciones, y el año pasado, a 240. Por lo que respecta a gandules frente a esforzados, falsa oposición del día, los diarios no utilizaron la frase en absoluto hasta 2010. El año pasado el total fue de 10. En las primeras dos semanas de 2013, la prensa ya había sumado hasta 30 menciones.

Ya sea que vengan de políticos o periodistas, estas justificaciones de la austeridad se están volviendo más estridentes aun cuando se acumulen las pruebas del fracaso de la austeridad. Puede que Gran Bretaña entre en su tercera recesión este año; desde luego, de lo que no va a disfrutar es de una recuperación. Y lo que fue siempre evidente en los planes de gasto de la coalición publicados en 2010 – que se iba a hacer trizas nuestro Estado del Bienestar y el dominio público– se va materializando de modo lento pero seguro.

De este ataque a todo un contrato social, afirma Malcolm Sawyer, prominente experto en Kalecki, ya avisó el autor que estudia. "La argumentación respecto a cómo enfrentarse a un déficit es lo que ha proporcionado cobertura al ataque a los salarios y prestaciones". Y la austeridad no es más que el código para la transferencia de poder y riqueza cada vez a menos manos.

Nota del t.:

[1] William Hague, prominente político conservador británico, titular de Exteriores desde 2010. Parlamentario de los Comunes desde 1989, fue líder del partido entre 1997 y 2001.