Reportaje a Aldo Ferrer. Sus ideas sobre tecnología y política económica. De canto de cisne a ave fénix

Federico Kucher
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El economista Aldo Ferrer presentará hoy 14 de octubre de 2014) la reedición de su libro Tecnología y política económica en América latina, en una jornada de la Asociación de Economía para el Desarrollo de la Argentina (AEDA). Este centro de estudios y la Universidad Nacional de Quilmes reeditaron la obra luego de cuarenta años, para destacar la actualidad y vigencia del libro que analizó elementos centrales para avanzar en la transformación estructural a partir de la promoción de la ciencia y de la tecnología. En dialogo con este diario, Ferrer destacó el esfuerzo del sector público en los últimos años para recuperar el protagonismo de la innovación a nivel local, indicó que subsisten las mismas debilidades de la matriz productiva que hace cuatro décadas y dijo que el principal desafío de la política industrial será cerrar el déficit comercial de la rama automotriz.
–¿Cuál era el rol de la tecnología a principios de los ’70?

–La ciencia se pensaba como el motor del desarrollo. El libro se publicó por primera vez en 1974, en la etapa final de un largo período de industrialización por sustitución de importaciones, el cual se inició en los ’30. Ese proceso incorporó progresivamente la idea de que la tecnológica era una de las piezas fundamentales para la transformación de la economía. La innovación era central para modificar la estructura productiva y configurar un país competitivo, con posibilidades de integrarse al mundo sin subordinación hacia las potencias. Las políticas de fomento del mercado interno e industrialización no alcanzaban para cambios de tipo estructural, sino que era necesario promocionar el conocimiento y la técnica. El libro reflejó los progresos de esa época en materia de desarrollo de la tecnología, al tiempo que expresó experiencias personales en el debate y la gestión pública para avanzar en esa dirección. En esos años, con figuras como Jorge Sabato y Marcelo Diamand, se impulsó la ley de compre nacional, mientras que se creó el Banco Nacional de Desarrollo, para potenciar la pata tecnológica de las políticas de crecimiento industrial.

–¿Por qué se interrumpió el desarrollo tecnológico?

–El golpe de Estado del ’76 significó el cierre de esa etapa histórica. La dictadura implicó la instalación del paradigma neoliberal, con hegemonía de políticas financieras y el abandono de iniciativas de industrialización, transformación y desarrollo tecnológico. Los cambios no sólo se observaron en la Argentina. Las reformas conservadoras del presidente Reagan y de la señora Thatcher expresaron el final del período dorado del capitalismo de posguerra con inspiración keynesiana. Las políticas públicas de industrialización perdieron su protagonismo a través de la marginación del Estado. Las recomendaciones del Consenso de Washington avanzaron en el libre juego de las fuerzas del mercado sin incluir las iniciativas de cambio tecnológico entre sus prioridades.

–¿Hay posibilidades de volver a apostar por la innovación?

–En la Argentina, la hegemonía neoliberal duró hasta el estallido de la crisis de la convertibilidad en 2001. En los últimos años, se dieron pasos muy importantes a favor de recuperar el protagonismo del conocimiento y la innovación. La creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, el incremento de recursos para la investigación y desarrollo, el avance de las actividades del Invap, el trabajo con los satélites, la reactivación del plan nuclear y los reactores de investigación, entre otros, fueron elementos centrales para impulsar la producción de tecnología a nivel local. La dimensión tecnológica volvió a adquirir relevancia en una economía donde subsisten las mismas debilidades estructurales de hace cuarenta años, cuando se publicó el libro. Esto implica que el rescate de ideas que se elaboraron en aquel entonces tiene sentido y actualidad.

–¿Cuál debe ser la prioridad de la política tecnológica?

–El objetivo es reducir el déficit de divisas en el comercio de manufacturas, recuperar el autoabastecimiento energético y promocionar la ciencia y tecnología local en el desarrollo de industrias líderes. Por caso, es central integrar la cadena de valor de la industria automotriz a través de la instalación de una terminal de capital nacional o regional, porque si no la integración la hacen las filiales con un altísimo componente importado, sobre todo en bienes de alta tecnología. El complejo electrónico, los bienes de capital y la rama química también presentan oportunidades para avanzar en la producción local. La idea es alcanzar un intercambio comercial balanceado en su contenido tecnológico.

El subdesarrollo de un país se caracteriza por tener importación de productos que son más valiosas respecto de los de exportación. Hay que cerrar esta brecha incorporando nuevos bienes tecnológicos en fabricación nacional. Potenciar las políticas de compre nacional, rediseñar el régimen de inversión extranjera, revisar el manejo de las patentes y las licencias, entre otros, son un conjunto de políticas que fueron planteadas hace cuarenta años y hoy pueden reintroducirse. Pensar en un consorcio de bancos con líneas especiales para el financiamiento de la innovación también resultaría clave, lo que cumpliría el rol de lo que fue en su momento el Banco Nacional de Desarrollo. La primera edición del libro fue el canto del cisne, porque se hizo al final de una etapa. La reedición de la obra es el ave fénix, porque evidencia el resurgimiento de un nuevo ciclo que avanza en la industrialización y el desarrollo de la ciencia y la tecnología.