Los buitres en la mira

Lucía Giambroni *
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-La Asociación Internacional de Mercados de Capitales anunció la decisión de modificar las reglas y normas a aplicar en futuras reestructuraciones para evitar un nuevo caso como el de Argentina.
-Foros multilaterales, como la cumbre del G77+China o de la OEA, y la Asamblea de las Naciones Unidas se pronunciaron en contra de los fondos buitre.
-Argentina continúa haciendo frente a la situación a la que Griesa la ha empujado. Por ley ha reemplazado al BONY por Nación Fideicomisos. 
-El objetivo es asegurar la concreción de la cadena de pagos y ofrece además a los bonistas la posibilidad de designar otro agente que garantice el cobro.
-Aislar al juez Thomas Griesa y a los fondos buitre para reanudar la cadena de pagos interrumpida en forma arbitraria.
-La Asociación Internacional de Mercados de Capitales anunció, el 29 de agosto pasado, la decisión para modificar las reglas y normas a aplicar en futuras reestructuraciones para evitar un nuevo caso como el de Argentina.

Según un comunicado de la ICMA, los nuevos términos y las modificaciones incorporadas en los casos de las “cláusulas de acción colectiva” (CAC) y la cláusula “pari passu” permitirían en adelante que los cambios aceptados por una mayoría de tenedores de bonos sean legalmente vinculantes para todos. Los abogados de la organización han declarado al respecto que “los riesgos potencialmente adversos a nivel mundial del cese de pagos y la reestructuración de la deuda argentina demuestran la importancia de disponer de términos contractuales claros y sin ambigüedades en los bonos soberanos”.

ICMA constituye una organización reconocida a nivel mundial y posee una gran influencia en el mercado global, sirviendo como referencia para importantes bancos de inversión, tanto de gran tamaño como para algunos más pequeños. También asesora a administradores de activos y del mercado cambiario, bancas centrales, firmas de abogados y otros profesionales de las finanzas. Cuenta con 450 miembros en 52 países del mundo. Su intervención y su reconocimiento de la problemática argentina, por lo tanto, es una señal importante que, si bien no tiene influencia directa sobre la resolución del conflicto, sí impacta sobre la apreciación generalizada del litigio y contribuye a generar un acuerdo en torno de la necesidad de modificar las legislaciones internacionales de reestructuración.

Las reglas propuestas por la entidad se aplicarán a las deudas gestionadas por al menos uno de sus integrantes, por lo que se espera que se difundan en todo el mundo, dado su tamaño y la importancia que revisten. Además, el ICMA señaló que la interpretación de la cláusula “pari passu” conlleva “una considerable incertidumbre para futuras reestructuraciones”.

En ese mismo sentido se han manifestado algunos importantes referentes económicos del escenario internacional, como Joseph Stiglitz y Robert Solow, ambos premios Nobel de Economía –2001 y 1987, respectivamente–. En una carta enviada a las autoridades de las Naciones Unidas, declaran la creciente necesidad de elaborar una convención para la reestructuración de la deuda soberana.

La carta detalla que “los mercados de deuda soberana juegan, hoy día, un destacado rol en la economía global. Si bien el acceso al financiamiento puede ser particularmente vital para los países en desarrollo y mercados emergentes, resulta sin dudas importante para todos los países. Las crisis por deuda soberana pueden interrumpir procesos de desarrollo de forma significativa”. A esto cabe agregar las múltiples declaraciones que en ese sentido se han hecho en la mayoría de los foros multilaterales, como por ejemplo en la cumbre del G77+China, celebrada en Bolivia el pasado junio, o la cumbre de la OEA, donde sólo Canadá y Estados Unidos se manifestaron en contra de la posición argentina: “Es ampliamente reconocido que en dichas circunstancias debería existir una forma de reestructurar las deudas. La necesidad de un nuevo comienzo ordenado es tanto una cuestión de eficiencia como de equidad”, cierra el comunicado enviado a la ONU.

En el plano local, Argentina continúa haciendo frente a la situación a la que Griesa ha empujado al país, y en función de la clara falla que ha tenido el BONY (Banco de Nueva York) en su rol de intermediario, a la hora de garantizar a los acreedores el cobro que se encuentra a su disposición. El país hace uso de su potestad de cambiar de agente fiduciario. Cumpliendo con el artículo 75 de la Constitución Nacional (que determina la participación del Congreso en asuntos relacionados a la deuda), el Ejecutivo envió al Congreso un proyecto de ley –que fue aprobado– que en primer término implica el reemplazo del BONY por Nación Fideicomisos, pudiendo de esta manera asegurar la concreción de la cadena de pagos. Al mismo tiempo, ofrece a los bonistas la posibilidad de designar otro agente que garantice el cobro. Y abre un canje voluntario, donde los acreedores pueden cambiar la jurisdicción de sus bonos para no seguir atados a las irracionales disposiciones del juez.

David Martínez Guzmán –socio del Grupo Clarín con el 40 por ciento de Cablevisión, principal accionista de Telecom Argentina y titular del Fondo de Inversión Fintech Advisory– afirmó estar dispuesto a canjear los títulos de la deuda pública en su poder por bonos bajo jurisdicción nacional para “aislar al juez Thomas Griesa y a los fondos buitre y reanudar la cadena de pagos interrumpida en forma arbitraria”, tal como adelantó este diario hace algunas semanas. De esta manera se estaría sentando un importante precedente para otras eventuales aceptaciones.

Lo importante es que Argentina continúa negociando sin claudicar en el principio que rige desde 2003: “crecer para pagar”. Y sienta un precedente histórico para las reestructuraciones de deuda que no tardarán en llegar, ahora con el apoyo de la ONU, importantes entidades, organizaciones y profesionales de reconocimiento mundial.

* Integrante del Grupo de Estudio de Economía Nacional y Popular (GEENaP)


www.geenap.com.ar

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Rentistas recargados

 Mariano Arana *

Cuando Keynes publicó en 1936 su Teoría General, las primeras reacciones vinieron del corazón de la academia dominante. Ese mismo año Jacob Viner, un economista de Chicago, dirigió una réplica hacia esas ideas desordenadas pero poderosas que venían a anunciar el fracaso del libre mercado y la eutanasia del rentista. Mediante una aproximación teórica, Viner aseguraba que los mercados estaban diseñados para distribuir los recursos de forma eficiente. Su texto parecía querer eliminar el daño que Keynes había hecho a la ortodoxia clásica. Sin embargo el desorden mundial provocado por la Primera Guerra Mundial, la revolución bolchevique, la Gran Depresión y el abandono del patrón oro, en un contexto de cambios de las formas de producción y hostilidad comercial entre Estados, fue mucho más fuerte que el discurso liberal-conservador. Los hechos señalaban como hipócritas a estos defensores del statu quo. De modo que el mundo occidental prefirió soportar estos cambios que correr el riesgo de someterse al comunismo.

Hacia 1930 fue el mismo Keynes en el artículo “Las posibilidades económicas de nuestros nietos” que había advertido que “por lo menos durante otros 100 años debemos fingir nosotros y todos los demás que lo justo es malo y lo malo es justo; porque lo malo es útil y lo justo no lo es. La avaricia, la usura y la cautela deben ser nuestros dioses todavía durante un poco más de tiempo, pues sólo ellos pueden sacarnos del túnel de la necesidad económica y llevarnos a la luz del día”.

En los comienzos de la última crisis económica mundial muchos pensaron que tal vez esa profecía se cumpliría hacia 2030, que tal vez estábamos en un punto de inflexión de aquella revancha de clase de mediados de los años setenta, que tal vez esa prepotencia del capital se deterioraría y el rentista preferiría retirarse a que lo retiren. Nada de esto parece estar sucediendo. Por el contrario, los acontecimientos recientes en materia de deuda externa pública de Argentina muestran una prepotencia potenciada, tanto que hasta una parte importante de los conservadores en nuestro país apoya el reclamo soberano. El incremento de las deudas públicas de los países centrales y las periferias europeas para salvar al sistema financiero junto a las voces de austeridad en el resto de los gastos, hace parecer a la última crisis como un simple espasmo.

Casi a modo de farsa, Gregory Mankiw, un economista del top 10 en ventas de manuales de economía en la academia mundial y ex presidente del consejo de asesores de George W. Bush, se proponía hacer una defensa del capital concentrado en Wall Street mediante la publicación de un artículo titulado –nada más ni menos– “Defendiendo al 1%”. La crítica que agitó Mankiw se dirigía a las propuestas redistributivas de Joseph Stiglitz hacia el uno por ciento de los sujetos más ricos en Estados Unidos. El contenido teórico y estadístico del artículo no tuvo mucho que hacer comparado al de Viner, pero el mensaje fue mucho más claro y el contexto le permitió argumentar su defensa sin ponerse colorado: hay que rescatar al uno por ciento de los que más concentran ingresos en Estados Unidos porque es la forma eficiente y justa que este sistema tiene para desarrollarse.

Desde 1936 el mundo no ha tenido nada similar a lo sucedido entre las dos guerras mundiales. Por el contrario, los gobiernos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, la caída del Muro de Berlín, la disolución de la URSS y el ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio muestran que una parte importante de la academia no está dispuesta a aceptar blasfemias y, como mucho, se permite escuchar de vez en cuando a algún hereje (como es el caso reciente de Thomas Piketty).

A poco de los 100 años de la premonición de Keynes, los rentistas aparecen recargados y no hay señales de que quieran abandonar este mundo.


* Licenciado en Economía (UBA). Docente de Historia del Pensamiento Económico (UBA) y Economía Keynesiana (UNGS).