Venezuela, Chile, México y la independencia de AL

Ángel Guerra Cabrera
La Jornada[x]
Según Henrique Capriles, el multimillonario líder de la oposición, estos comicios oficiarían como un plebiscito contra la revolución bolivariana. 
Su vaticinio no pudo ser más desacertado, pues lo que demostraron las elecciones fue lo contrario.

     Los elecciones y una importante reunión han marcado en diciembre el rechazo de América Latina y el Caribe a las desastrosas políticas de libre mercado y la reafirmación de su voluntad de unidad e integración continental.
Es cierto que mientras ese desarrollo se consolida en Nuestra América, la insólita privatización del petróleo en México lleva a este importante país en dirección contraria. Sus combativas pero divididas fuerzas populares, enfrentadas al agresivo embate del águila del norte, no logran todavía conducirlo a la recuperación de un curso de independencia, soberanía, justicia social y espíritu latinoamericanista como el que décadas atrás impulsara el general Lázaro Cárdenas y fuera orgullo de los pueblos al sur del río Bravo.
Sin embargo, si en México se retrocede, es muy alentador que en América del Sur, el Caribe y Centroamérica continúen soplando con fuerza los vientos de cambio acelerados con la elección de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela (1998), previamente desatados por las vigorosas movilizaciones antineoliberales que desde la década de los 80 recorrieron el continente del Río Bravo a la Patagonia.
De los hechos mencionados al inicio de estas líneas, sin duda el más relevante por su enorme trascendencia estratégica, es la clara victoria electoral del chavismo en las elecciones municipales venezolanas del 8 de diciembre. Para medir su alcance basta recordar el gigantesco ejército mediático, conspirativo y desestabilizador desplegado por Estados Unidos, la contrarrevolución local y las fuerzas reaccionarias del continente, con particular apoyo de las españolas, para impedir ese desenlace.
Según Henrique Capriles, el multimillonario líder de la oposición, estos comicios oficiarían como un plebiscito contra la revolución bolivariana. Su vaticinio no pudo ser más desacertado, pues lo que demostraron las elecciones fue lo contrario. El chavismo le sacó 10 puntos de ventaja a la oposición con un aumento significativo de su caudal electoral respecto a las elecciones presidenciales de abril en las que Nicolás Maduro se impuso por estrecho margen a Capriles y ganó una mayoría de alcaldías. Los bolivarianos evidenciaron que ya han logrado asimilar la sensible ausencia de Chávez y forjado una sólida unidad combatiente en sus filas en torno al reconocido liderazgo de Maduro y su equipo de dirección.
Esta victoria es tanto más significativa cuanto que Caracas debió enfrentar una guerra económica sin cuartel de la oligarquía alentada por Washington que produjo grave desabasto de productos de primera necesidad así como apagones provocados. Contrariamente a lo que pensaban los laboratorios de guerra sicológica del Pentágono y la contrarrevolución el pueblo se creció ante las carencias y salió a votar confiando en la capacidad de Maduro para golpear sin contemplaciones a la burguesía especuladora, ahora con el instrumento adicional de la ley habilitante.
No obstante, el chavismo tiene ante sí la tarea de ganar sectores enajenados de la clase media en las ciudades, beneficiada a fin de cuentas por la revolución.
Los otros comicios importantes son los chilenos del domingo pasado donde el pinochetismo recibió un duro golpe y fue propiciada la elección de Michelle Bachelet, por el gran movimiento estudiantil a favor de una educación pública, gratuita y universal así como otras luchas populares. En el orden interno ha despertado expectativas de una ciudadanía harta de la desigualdad y la pobreza fomentadas por el famoso modelo chileno, aunque eventuales cambios de importancia exigirían una gran movilización popular. No hay duda que el ingreso a la cámara de diputados de cuatro líderes estudiantiles puede contribuir en esa dirección, pues Bachelet no dispone de los votos necesarios en el parlamento para pasar las leyes que ha prometido. De Bachelet cabría esperar un gobierno que se aleje de la Alianza del Pacífico, caballo de Troya contra la integración regional no subordinada a Washington, y un acercamiento al Mercosur y a Unasur.
El otro gran acontecimiento con que cierra el año es la Cumbre Extraordinaria Alba-Petrocaribe cuyo objetivo principal es la creación de una gran zona económica con los países miembros que erradique el hambre y la pobreza y ha dejado abiertas las puertas para la incorporación a ella de Unasur. Esta iniciativa es crucial pues como afirmó en la reunión José Graciano da Silva, director de la FAO, 50 millones sufren hambre en nuestra región