Volver al pasado del endeudamiento eterno

Mario Rapoport
Diario BAE[x]


Las elecciones primarias pasaron y los problemas serios del país continúan, que no son generalmente los que marca el calendario electoral, en el cual, como ocurre siempre, faltaron propuestas y sobraron sonrisas y promesas. Entre esas promesas, la más extraordinaria es la que se refiere al tema del endeudamiento externo. Volver al pasado en este sentido no sólo no representa ninguna solución presente sino menos aún una futura. Es casi, diría, hacerles un favor a los fondos buitre, que están esperando la oportunidad de que la Argentina tome una resolución de este tipo para cobrar sus deudas truchas, producto de la pura especulación. 

Los fondos buitre forman parte de un sistema de piratería financiera cercano a la de los filibusteros del siglo XIX, sin siquiera tener que abordar un barco (aunque lo intentaron con la fragata “Libertad”) ni empuñar una espada. Falta poco para que salga el fallo que reconfirme o no la resolución del juez Griesa en el Tribunal de Apelaciones de los Estados Unidos a favor de imponer la cláusula pari passu que afectaría no sólo a la Argentina sino a todos los países que quieran reestructurar su deuda. Por eso, aquellos que hablan de que la Argentina debe volver al mercado de capitales internacionales lo dicen con la ligereza de los que no conocen el funcionamiento de esos mercados o con la picardía de los que actúan de abogados del diablo y arrojan humo en el rostro para que no nos demos cuenta del verdadero juego.
Vayamos primero a los fondos buitre. Se los llama así porque se alimentan de la carroña de los países con bonos en default, que valen 5 centavos, pero luego engordan exigiendo el pago de su valor nominal de u$s100, un buen negocio, que sólo implica un despojo donde intervienen los mecanismos turbios del mercado financiero desregulado que provocaron, por ejemplo, la crisis del 2008, y un aparato jurídico-político bien aceitado por esos mismos fondos. El objeto de la compra de la deuda no es la esperanza de su valorización siguiendo las reglas del mercado, sino entablar un juicio. Son piratas de guante blanco que en verdad esconden oscuros secretos.
Paul Singer, el jefe del Grupo Elliot (que pone al descubierto su segundo nombre), es un psicólogo que se dedicó a analizar la psicología de los mercados para poder convertirse en uno de los financieros más poderosos del mundo. Su gran descubrimiento fueron los bonos basura, aquellos que no valían nada, pero podían significar luego jugosos beneficios explotando un sistema legal que lo permitía. Recordemos que el inversor busca el menor riesgo posible y cuánto menos puede haber si su inversión está garantizada por tribunales jurídicos de su país o vinculados a organismos financieros internacionales. Así es que la Argentina y muchos otros países tomaron deuda aceptando la jurisdicción del CIADI, un organismo vinculado al Banco Mundial en los tratados bilaterales de inversión (TIB), todos los cuales, en cualquier pleito jurídico, deben resolverse en los Estados Unidos. En estos casos, el principio de la inmunidad soberana que existía en el siglo XIX ya no existe. De todas maneras, en aquella época los ingleses invadieron Egipto para cobrar sus deudas, tres países europeos amenazaron con sus flotas de guerra a Venezuela y los Estados Unidos intervinieron en la República Dominicana y en Haití como el mismo objetivo. Recordemos que frente a esas acciones la Argentina planteó las doctrinas Calvo y Drago, que establecían claramente que todos los juicios que tuvieran que ver con los intereses externos de un país se resolvieran en el país de origen de las deudas. Y aquí no se trata de un litigio normal creado por una situación de financiamiento impago por parte del deudor sino de otra cosa. Es normal que en los mercados privados, los operadores tomen ciertos riesgos jugando al alza o a la baja de ciertos títulos o acciones, pero es un mercado de juego suma cero, unos ganan y otros pierden. Salvo lo que hacía por ejemplo el broker que sirvió de prototipo para la película Wall Street, Ivan Boeski, que se informaba por anticipado, mediante sobornos internos, del estado financiero de diferentes empresas y jugaba sobre seguro. Pero sus maniobras no sólo terminaron en la pantalla sino en la cárcel. Lo que descubrieron individuos como Singer es una fórmula para tratar de ganar siempre: comprar bonos soberanos de un país en default y, luego, con influencias políticas y jurídicas, ganar los juicios que emprenden contra los deudores o negociar con ellos para cesar su persecución.
Es un hecho común en inversiones de los EE.UU. en otros países, incluso sus socios del NAFTA (el Tratado de Libre Comercio de América del Norte), que inversores estadounidenses inicien juicios contra instancias gubernativas de México o Canadá. Esos inversores han ganado por daños y perjuicios contra los gobiernos canadienses y mexicanos en varios casos entablados en cortes estadounidenses. En 1997 una empresa de los EE.UU. demandó a un municipio mexicano por su negativa de conceder un permiso de construcción para una instalación de residuos tóxicos y debió pagar u$s15,6 millones por daños y perjuicios. El mismo año, una empresa química de los EE.UU. hizo lo mismo frente a una prohibición canadiense para la introducción de un aditivo de la gasolina y recibió u$s13 millones. En ambos casos se dañaba la salud de los habitantes locales y los fallos fueron siempre a favor del inversor, no del ciudadano perjudicado del país donde se realizó la inversión. Es interesante recordar estos ejemplos porque Elliot efectuó maniobras semejantes en los Estados Unidos.
Uno de los casos más resonantes de especulación de Elliot fue la compra de una empresa fabricante de asbesto, un mineral que se usaba para revestimiento y otros menesteres en la industria de la construcción y se demostró que tenía efectos cancerígenos. Esto llevó a muchos empleados a hacerle juicios a la compañía responsabilizándola de las enfermedades producidas por su causa. Singer compró esa empresa que había solicitado la quiebra e hizo demostrar con una serie de expertos abogados a su servicio que las enfermedades de los trabajadores no se debían al asbesto (cuando sí tenían que ver con ese material, hoy descartado en todo el mundo), logrando reducir el monto de las compensaciones a pagar, y revalorizando la compañía que Singer vendió luego ganando millones de dólares. Por supuesto, gran parte de los trabajadores quedaron en la calle.
Maniobras de este tipo explican el carácter de estos fondos buitre, donde sus garras se muestran en la destrucción de aparatos productivos, la desocupación de trabajadores y la evasión fiscal, porque finalmente estos fondos funcionan desde paraísos fiscales. Singer es uno de los principales responsables de estas situaciones, pero no el único. Volver a endeudarse, al menos en las condiciones que hoy establecen inversores y mercados financieros en el mundo, no es volver al futuro sino al pasado, un pasado del cual debemos poner los pies en polvorosa. La inevitable conclusión es que la globalización financiera ha fallado. Recurrir a los mercados financieros internacionales les ha hecho a los países periféricos correr grandes riesgos sin ningún beneficio, salvo el embarazo forzado de un endeudamiento eterno.