El juicio al primer presidente electo de Egipto



Robert Fisk
The Independient[x]

No todos los días se hace una fila para conseguir una entrada para el juicio del primer presidente electo de Egipto. Pero ahí estaba el domingo Fouad sentado en el centro de prensa del gobierno –exactamente donde lo vi por primera vez hace 37 años– diciéndonos alegremente a todos nosotros que volviéramos después de las cinco, como si estuviera haciendo los arreglos para un viajecito por el Nilo, en lugar de un asiento en la primera fila para el juicio del ex presidente Mohamed Mursi (foto). Nadie nos había dicho si iba a aparecer personalmente en el primer día del proceso judicial.

Mursi es juzgado, junto con catorce compañeros miembros de los Hermanos Musulmanes, por incitar a la gente a “cometer asesinatos deliberados y premeditados” y “el uso de la violencia, matonería, coerción, posesión de armas de fuego, municiones y arrestos ilegales, deteniendo y torturando a manifestantes pacíficos”. Estos increíbles cargos se refieren a la violencia que hubo afuera del palacio presidencial en diciembre cuando fueron asesinados cinco civiles, pero podrían haber sido hechos contra los policías y sus matones que tuvieron un ataque de locura homicida hacia los Hermanos Musulmanes en agosto, matando a más de 600 hombres, mujeres y niños. Treinta y seis hombres murieron asados vivos en un camión de la policía incendiado en su camino a prisión.
Todos sabíamos lo que Mursi iba a decir ante el tribunal. Y lo dijo ayer: “Soy el presidente de Egipto”. Es una profesión arriesgada. El rey Farouk fue depuesto en 1952, pero le permitieron navegar en su yate real hasta Italia. El general Mohamed Neguib fue puesto bajo arresto domiciliario por Gamal Abdul Nasser y luego Nasser murió de un ataque al corazón en 1970, tres años después de que perdiera su fuerza aérea, sus ejércitos y el desierto de Sinai en manos de Israel. Luego, uno de sus oficiales de menor rango, Anwar Sadat, ganó de vuelta parte del Sinai, visitó Jerusalén y fue asesinado de un disparo por uno de sus propios soldados por lograr la paz con Israel. Su compañero de la fuerza aérea Hosni Mubarak tomó el poder y terminó en un juicio después del levantamiento de la Primavera Arabe de 2011. El general Mubarak está ahora en una etapa de apelación y su sucesor también va a juicio.
No conocemos, por supuesto, el futuro destino del hombre que sacó a Mursi del poder –el amado y sublime general Abdul Fattah al Sisi–, quien debe decirnos todavía si se postulará para la presidencia egipcia. Cuidado, es todo lo que le puedo decir... “No nos divierte” es, por cierto, el rasgo gobernante de los actuales dirigentes de Egipto, algunos de los cuales trabajaron para el general Mubarak y por lo menos uno de ellos –nada menos que el amado y sublime general– trabajó para Mursi. Tomemos el caso de Mohamed Yousef, el campeón de Egipto de kung-fu y ganador de una medalla de oro en el campeonato de San Petersburgo el mes pasado, que fue lo suficientemente insensato como para usar una remera con el símbolo pro Mursi de cuatro dedos de una mano contra un trasfondo amarillo. La usó en la ceremonia de la entrega de medallas, dijo, para recordar a sus amigos entre las víctimas de la masacre de la mesquita Rabaa al Adawiya en julio. Una pena. Fue devuelto a su casa inmediatamente y por ahora le está prohibido participar en competencias, con el total apoyo del ministro de Deportes egipcio.
Esta semana, Bassem Youssef –cirujano de cerebro y humorista político por excelencia en medio de los shows televisivos de mal gusto– también recibió su merecido. Ni una sola vez respondió Mursi –mientras estuvo en el poder– a los constantes ataques de Youssef contra él y sus amigos de los Hermanos Musulmanes, pero un nuevo programa que se burlaba del nuevo gobierno egipcio no electo, incluyendo al amado y sublime general –aunque no por su nombre– no tardó en ser sacado del aire. De acuerdo con sus críticos, había demasiadas obscenidades en el programa del canal CBC de Egipto. Sus partidarios afirman que se mudará a YouTube, donde comenzó su vida como satirista.
La policía, lejos de sentir algún remordimiento por las matanzas de agosto, se está haciendo un festín ejercitando el “estado de emergencia” del 14 de agosto –la misma ley que los manifestantes revolucionarios de 2011 insistieron en que debía ser cancelada–. Ahora se debe informar a la policía de cualquier manifestación con 24 horas de anticipación, junto con los nombres de todos los organizadores, y tener un permiso para cancelar cualquier protesta sin motivo.
Traducción: Celita Doyhambéhère (Pagina/12)