Dossier. A ocho años del “No al ALCA”

Jorge Taiana *
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Lecciones de una cumbre histórica
A 8 años de aquel 5 de noviembre de 2005 en el que Mar del Plata fue escenario de un renacimiento regional que nos marcaría para siempre a los países del sur del continente, quiero destacar el valor de aquel hecho que nos encontró diciéndole NO al intento de Estados Unidos por crear en nuestra región un Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que fuera funcional a sus intereses y no atendiera nuestras necesidades particulares como países de desarrollo medio o en vías de desarrollo.

Viendo hoy cómo ha cambiado el mundo desde ese noviembre de 2005 hasta hoy, tenemos algunas reflexiones para hacer. He recordado varias veces en estos años un momento crucial que me tocó vivir como coordinador nacional por parte de la Argentina en esa cumbre, cuando las negociaciones se iban tensando por la proximidad del encuentro entre los presidentes, me reuní con el presidente Kirchner para contarle el estado de los debates y el incremento de las presiones por parte de los defensores del ALCA, y cerró todo margen de duda con respecto a la postura que tendríamos que tener los negociadores argentinos. Me dijo que él no haría nada que fuera contra el pueblo y que ésa era la posición argentina en esa cumbre.
Tenemos que señalar que el ALCA fue una iniciativa de Estados Unidos que traía larga historia. Todo lo que había a principios de la década pasada en la región era un proceso llamado ALCA que pretendía dar respuesta a la globalización, impulsado y conducido por Estados Unidos, en función de sus necesidades.
Esta propuesta había surgido con el presidente Bush padre y luego continuó en el mandato de Clinton. En la primera cumbre, realizada en 1994 en Miami, ningún país se opuso, salvo Cuba, que no estaba invitada. Tampoco nadie se opuso en 1998, en Santiago de Chile, y en 2001 en Quebec, Canadá, el único que se mostró en desacuerdo fue Chávez. La Argentina, en esa cumbre de 2001 representada por De la Rúa, fue la que propuso ser sede para la firma del ALCA. Ese era el contexto previo al encuentro de Mar del Plata: todo listo para que Estados Unidos cumpliera, una vez más, con su objetivo de consolidar un área comercial con nuestros países, que no lograrían su desarrollo propio ni podrían trabajar en virtud de su integración regional. Lo que se estaba debatiendo era un modelo de integración frente a un mundo globalizado. Era un modelo que contemplaba el liderazgo hegemónico de Estados Unidos y la subordinación de nuestras economías. Nosotros preferimos construir un modelo de integración basado en nuestras propias fuerzas, entre iguales. Consideramos que eso nos iba a dar más autonomía e iba a ser mejor para la defensa del interés nacional.
El debate acerca del rumbo del Mercosur y por qué había que cambiar la matriz comercialista que se había construido en los ’90 era algo que ya estaba presente desde que asumimos, en el año 2003. Hubo ahí un elemento fundamental y fue la decisión política de Argentina y Brasil de cambiar el eje del debate. Lula y Néstor entendieron que la Argentina debía salir de su crisis a través de su desarrollo industrial y, para cumplir con ese objetivo, Brasil era un actor fundamental. Lula y Néstor decidieron dar un giro en el modelo de relación bilateral y apostaron a ser socios, y no meros importadores o exportadores de productos. Ambos apostaron fuertemente por una integración productiva, una alianza estratégica que sirviera a los intereses de nuestros pueblos y a la región en su conjunto.
Fue en las negociaciones previas a la cumbre de 2005, cuando los cuatro países del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) junto con Venezuela, que nos opusimos gracias a la convicción de Néstor para enfrentar a los poderosos, y debemos reconocer que esa firmeza y esa convicción en la unidad latinoamericana fue la que impulsó el posterior nacimiento de la Unión de Naciones del Sur (Unasur).
Podemos decir, sin riesgo de equivocarnos, que la cumbre de Mar del Plata fue un punto de inflexión en la historia de nuestros países y lo que después conformamos en la Unasur, que tuvo como primer secretario general a Néstor, en reconocimiento por su firmeza a la hora de trabajar por la integración regional.
Además del rol de Néstor y el papel clave que jugaron Hugo y Lula, siempre destaco el lema de esa cumbre porque también considero que fue fundamental: “Crear trabajo para fortalecer la democracia y combatir la pobreza”. Esa cumbre no sólo debatió y le dijo NO al ALCA sino que fue la prueba de que la región empezaba a debatir qué clase de democracia quería para sí, y cuáles eran sus prioridades en medio de nuevos desafíos globales.
Es por todos estos elementos que sirve recordar lo que pasaba hace tan sólo 8 años en Mar del Plata, cuando cinco países nos plantamos ante otros 29 con la convicción de estar cuidando el interés nacional y sembrando las bases de lo que después consolidaríamos como región sudamericana. Hoy, que el mundo sufre los embates de una crisis que no termina de superarse, podemos confirmar que la firmeza de hombres como Néstor Kirchner, Lula da Silva y Hugo Chávez nos ha ayudado a mantenernos en pie, poder trabajar por el bienestar de nuestros pueblos y conservar nuestras autonomías que nos permitan construir nuestro propio destino.
* Ex canciller. Legislador electo y director del Centro Internacional de Estudios Políticos de la Unsam.

Adela Segarra *
Un corazón que nace en Mar del Plata
Un 5 de noviembre de 2005 se marcó un punto de inflexión en nuestra democracia y en nuestro proyecto de país. Un 5 de noviembre de 2005 ocurrió el hecho maldito para el mundo unipolar, porque aquella cumbre del pueblo movilizado y de un Bush estancado en un barco en el Atlántico escribió una nueva página en el derrotero de la independencia de Latinoamérica.
Como marplatense reivindico que ese hecho haya trascurrido en nuestra ciudad. La ciudad de Mar del Plata es hoy una parte de nuestra historia, que seguramente nuestras nietas y nietos verán y estudiarán en diversos soportes, tal como lo hicimos en libros de texto con el combate de San Lorenzo, el encuentro en Guayaquil, el cruce de los Andes. Necesitamos dimensionar en toda su magnitud el significado del quiebre que se produjo durante esas jornadas, con la lógica dominante de Estados Unidos. Parafraseando estrofas de nuestro himno: “Se levantan en la faz de la tierra nuevas y gloriosas naciones”.
Porque más allá del explícito rechazo al ALCA repitiendo la voz de “alcarajo”, este movimiento, interpretado por Néstor y Chávez, nos llevó a dar un paso fundamental para dar institucionalidad al proceso de Unidad Latinoamericana. El escenario de nuestra ciudad dio el clima necesario para que lo creamos posible, para parir el sueño de los libertadores.
Parimos la Unasur, la Celac, parimos un bloque abierto constituido para fortalecer la integración en beneficio de los habitantes de la región. Un grupo de países que se alinean con el multilateralismo, la preservación y defensa de la soberanía nacional, la integración en todos los niveles, el bienestar de los pueblos, la reducción de las asimetrías y la vigencia de la democracia, así como una agenda social que busca la superación de los desequilibrios, la ciudadanía su-damericana y el reconocimiento de la diversidad étnica y cultural.
En esa tarde húmeda, soplando tres veces al viento para pedirle al cielo que frene la lluvia, y dándoles lugar a tantos abrazos que nos daban la fuerza necesaria para sostener aquella decisión, sabíamos que lo mejor estaba por venir, sabíamos que, como cantaba Silvio en el escenario, la era estaba pariendo un corazón.
* Diputada nacional. Referente nacional del Movimiento Evita.