Merkel matiza la leyenda de la "Alemania pobre"

Rafael Poch
La Vanguardia


En su último exceso, la prensa alemana defiende el absurdo de que la periferia europea es mas rica que su centro, contenido en un informe del Bundesbank.

Merkel matiza la leyenda de la
En la portada otro obtuso desafío a la inteligencia: un rústico mediterráneo a lomos de su burro que carga unas alforjas repletas de euros bajo la sombra de un paraguas con el azul estelado de la Unión Europea. “La mentira de la pobreza, cómo los países en crisis de Europa esconden su fortuna”. El mismo semanario dedicó en agosto su portada al gran problema de Europa: ¿el paro?, ¿los desequilibrios entre naciones?, ¿la especulación y el latrocinio bancario?. No: la inflación. Ni en Alemania ni en la euro zona supera el 2%, pero, Der Spiegel considera que la inflación amenaza a los alemanes con una “latente expropiación”.

La desfachatez de la prensa alemana alcanza esta semana su apogeo en la portada de su principal semanario, Der Spiegel, con una presentación particularmente manipulada de la distribución de la riqueza en Europa. La idea que se vende es el absurdo de que la población de la periferia del sistema europeo es más rica que la de su centro. Los del sur son más ricos, dice el semanario, que sigue la estela de un fraudulento informe delBundesbank que el BCE, su aparente sucursal europea, hizo suyo a principios de mes.
Arrogancia y lloriqueo son los dos componentes esenciales de esa desfachatez. Der Spiegel, publicación que las agencias de prensa españolas suelen presentar como “prestigioso semanario”, se apunta en este caso al lloriqueo. “¡Pobre Alemania!” se titula su artículo central, que se pregunta si “es justo el rescate del euro cuando la gente en los países receptores del crédito es más rica que los ciudadanos de los países donantes”. Las fotos que ilustran este fraude informativo presentan los yates de millonario amarrados en la bahía de Portofino, imagen que se ofrece de “los italianos”, y los coches de lujo de la jet-set en un animado puerto deportivo de Marbella, los “españoles”.
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El estudio del Bundesbank, al que la propia institución y el ministro de finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, restan todo valor para extraer conclusiones comparativas, presenta una muestra de patrimonios por hogares (uno de cada cinco alemanes vive solo) y compara su valor medio, lo que queda en el centro de la muestra, no el promedio. Una comparación más real, arrojaría lo que todo europeo sabe; que en Europa hay un centro y una periferia y que los mas pobres están en esta última, pero la prensa hace un uso obtuso del estudio y concluye que, “Los españoles son un tercio más ricos que los alemanes” (titular del Frankfurter Allgemeine Zeitung), que “Los alemanes pobres, rescatan a españoles ricos”, (Die Zeit) o que “Italianos y españoles tienen mucho más dinero que los alemanes” (Die Welt). Esta súbita defensa de los pobres a cargo de una prensa tan poco social se acomete únicamente desde un punto de vista nacional, de una disparatada comparación entre naciones.
Desde que comenzó la crisis, la prensa alemana –no confundir con su opinión pública- ha sido pionera y se ha centrado, con honrosas excepciones minoritarias, siempre en lo mismo: identificar la crisis del casino internacional europeo, en el que las deudas irresponsables del Sur fueron alimentadas con créditos irresponsables del Norte, como un problema entre naciones.
Esa labor ha servido para desviar el descontento de los propios alemanes por la creciente desigualdad de su sociedad y por el secreto y abuso con el que el gobierno federal desembolsó casi medio billón de euros de dinero público para rescatar bancos alemanes en 2009. La propia estadística del gobierno federal confirma que Alemania es uno de los países más desiguales de Europa en reparto de riqueza: al 50% más pobre de la sociedad le corresponde el 1% de la riqueza (hace diez años era el 3%) y al 10% más rico el 53%. El 1% más rico concentra el 23%. Alemania es el cuarto país del mundo en cantidad de personas con fortunas de miles de millones, solo por detrás de EE.UU, China y Rusia. Como la opinión pública no está muy contenta con este panorama -ocho de cada diez alemanes están convencidos de que la brecha entre ricos y pobres es una amenaza para la democracia-, la prensa se dedica a entretener con leyendas nacionales en sus dos modalidades: arrogancia o lloriqueo.
A partir de 2010 diversos medios de comunicación alemanes iniciaron una bochornosa campaña de insulto contra Grecia y los griegos que en pocos meses logró transformar en chivo expiatorio la imagen de un país amigo y socio. Iniciada por las publicaciones populares más rastreras, como el diario Bild y el semanario Focus, la marea fue claramente propiciada por elestablishment para desviar por vías nacionalistas la agresividad y el enfado que creaba la percepción de la estafa bancaria, y fue enseguida asumida por el conjunto de la prensa nacional, explica un informe de académicos alemanes y griegos publicado el año pasado.
La tendencia alemana de utilizar a Europa para su propia proyección de poder, siempre se ha encontrado enfrente con Francia, el único país europeo capaz de ejercer una inspiración alternativa al modelo alemán de Europa. Las dudas de París sobre el neoliberalismo alemán forman parte de los impulsos que hay que aniquilar. Después de la campaña de Grecia, la campaña de Francia ha sido, está siendo, el fenómeno más notable de la serie. Casi todos los grandes medios alemanes han titulado en los últimos meses sobre la “Francia enferma”, sin mencionar que el grueso del problema de Francia es la caída de los flujos comerciales hacia ese país de parte de la Europa meridional arruinada por la austeridad alemana. “El Paciente francés” (Frankfürter Rundschau), “El niño problemático de Europa” (Tagesspiegel), han sido menús corrientes aquí, sin que faltaran titulares impertinentes como el de la portada de Die Welt del 22 de febrero: “¿Cuan perezosos son los franceses?”. Cuando el Bild Zeitung se pregunta en portada, “¿Será Francia la próxima Grecia?” no está formulando preocupación, sino más bien un oscuro deseo freudiano.
Para el semanario portugués Expresso, “Alemania está mostrando los crónicos problemas que tiene con su propia identidad que hacen que le sea muy difícil convivir con sus vecinos europeos”. Desde Bruselas el analista Wolfgang Münchau recuerda esta semana una declaración de 1990 del ministro de industria de Thatcher, Nicholas Ridley, según la cual la entonces planeada unión monetaria europea no era más que una conjura alemana con el objetivo de tomar el poder en Europa. “Recuerdo que aquella declaración antialemana me indignó entonces, pero ahora hay que reconocerlo: eso es precisamente lo que ha pasado”, dice.