El triste final de Cirigliano

Andrés Klipphan
Diario BAE


Por obstruir a la Justicia. Por llevarse documentación de la empresa, “vital para la causa”. Por impedir el normal desarrollo de la investigación judicial. Esas fueron las razones por las cuales el juez federal Claudio Bonadío ordenó la detención de Claudio Cirigliano, uno de los mayores accionistas y cabeza visible (junto a su hermano Mario) de la empresa de trenes TBA.

La medida, sorpresiva, dispuesta a las 19 del lunes pasado, fue en el marco de la pesquisa por la muerte de 51 pasajeros que viajaban a bordo de una formación de esa empresa el 22 de febrero último en la estación terminal Once. La misma medida fue solicitada contra el presidente de la intervenida concesionaria TBACarlo Michelle Ferrari; del gerente operativo, Darío Tempone, y del director de administración, Daniel Rubio. Horas antes, Roque Cirigliano, pariente lejano de Claudio y Mario y director de material rodante de Trenes de Buenos Aires, había sido indagado por el magistrado. 

Fuentes judiciales aseguraron a este semanario que ese directivo de la ex concesionaria de las líneas Sarmiento y Mitre le confirmó a Bonadío que el mismo día que el ministro de Infraestructura Julio De Vidoanunciaba la intervención de la empresa (y su posterior quita de concesión), Claudio Cirigliano habría ordenado retirar de la administración de la empresa documentación que el magistrado consideraba muy importante para la causa. Entre esos papeles se habrían retirado las constancias de mantenimiento de todo el material rodante y asientos contables que acreditarían la ruta que los empresarios les dieron a los miles de millones de pesos que ingresaron a la compañía en concepto de subsidios y que deberían haber sido destinados, en gran parte, al mantenimiento de los trenes que no realizaron, tal como lo denunciaron en cuatro oportunidades la Auditoría General de la Nación y la Defensoría del Pueblo de la Nación. 

Al cierre de esta edición de Democracia los abogados de los principales directivos de TBA preparaban los escritos para solicitar la eximición de prisión de sus clientes. Los tiempos judiciales contra Claudio Cirigliano se aceleraron en forma dramática en las últimas horas del lunes, ya que el juez tenía previsto indagarlo el viernes próximo. Sin embargo, la falta de la documentación que necesitaba el magistrado y la confirmación de que esta había sido retirada de las oficinas sin la debida autorización de Bonadío, aceleraron todo. 

Hasta ese momento todos los directores y gerentes de TBA que habían sido indagados habían mantenido un mismo discurso: que los frenos de la formación siniestrada, la número 16, funcionaban bien. Que la responsabilidad era del maquinista que se distrajo y no frenó a tiempo al ingresar a la estación Once y que si existía falta de mantenimiento en los trenes era porque el Estado había disminuido la cantidad de subsidios. Roque Cirigliano también había respetado el libreto. Pero claro, nadie en la concesionaria supuso que su confirmación sobre el retiro de cajas y cajas de carpetas derivaría en la decisión del juez de detener a la cúpula de TBA. Es más, las miradas estaban centradas en lo que declararían los funcionarios y ex funcionarios nacionales que comenzarían a desfilar por Comodoro Py, entre ellos el ex secretario de Transporte Juan Pablo Schiavi. 

Imperio Cirigliano

La decisión del magistrado no pasó desapercibida ni en lo más alto del poder político, donde los hermanos Cirigliano tienen vínculos muy estrechos, ni en el mundo del transporte, donde son considerados unos“pulpos”. 

El imperio Cirigliano comenzó su arrolladora marcha en 1959. Ese año don Nicola, el padre de Mario y Claudio, gastó hasta el último centavo de sus ahorros para comprar el interno 16 de la línea 295. De ahí en más la familia no paró de crecer hasta convertirse en lo que hoy es: uno de los grupos empresarios nacionales más poderosos, con relaciones políticas al más alto nivel. Nicola Cirigliano llegó de muy joven al país como miles de inmigrantes, escapando del hambre y la guerra que azotaban a Europa y sobre todo a Italia, que lejos de formar parte de la coalición que se unió para derrotar al nazismo, se había unido al Eje por el acuerdo que habían alcanzado los ejércitos de Adolf Hitler y el general y primer ministro italiano Benito Amilcare Andrea Mussolini. 

Sin un trabajo fijo ni definido, Nicola trabajó de lo que pudo. Primero hizo changas hasta que consiguió su primer trabajo fijo en la Argentina: ingresó en la Municipalidad porteña como chofer de camiones. Fue desde ese lugar y con la experiencia ganada detrás de un volante que llegó a comprar su primer colectivo. Después de algunos años los Cirigliano compraron dos líneas de colectivos: la 61 y la 62. En 1975 Don Nicola cedió el manejo de la empresa a sus hijos Mario y Claudio. A diferencia de su padre, los jóvenes Cirigliano comenzaron a tejer lazos políticos que tuvieron su fruto quince años después, con la llegada de Carlos Menem a la presidencia de la nación. 

El ministro de Economía del caudillo riojano era Felipe Domingo Cavallo, un hombre graduado en la Universidad de Harvard que, siguiendo a pies juntillas los lineamientos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y apegándose a lo dictado por el Consenso de Washington, comenzó una serie de privatizaciones de las empresas públicas, entre ellas los servicios públicos como gas, teléfono, luz y agua; los transportes ferroviarios, el transporte aéreo e YPF, entre los más importantes. 

Las privatizaciones se realizaron a precios muy bajos y ante una escasa cantidad de oferentes y con la siguiente particularidad: los precios eran mucho más bajos que los internacionales; el Estado por lo general se hacía cargo de los pasivos de las empresas, y se constituyeron por ley de organismos de control que a lo largo de estos años se caracterizaron por controlar poco y nada, y hasta fueron integrados por ex gerentes de las empresas privadas que adquirían las firmas del Estado. Sus vínculos con el poder “Ramal que para, ramal que cierra”, dijo Menem en noviembre de 1989. Y así fue. Solo en el ramal del Ferrocarril Belgrano quedaron sin recibir el tren aguatero 43 estaciones. De ahí la frase que también se hizo célebre: “ramal que cierra, pueblo que muere”.

Fue dentro de esa lógica que los hermanos Cirigliano se quedaron con las concesiones de los ferrocarriles Mitre y Sarmiento, y desde ese mismo momento, como el resto de los empresarios que invirtieron en el sector, comenzaron a percibir millones y millones de dólares o pesos en conceptos de subsidios del Estado, ya sea para realizar inversiones o para mantener sin aumentos el boleto de pasajeros, lo que lo hizo el más económico de estas latitudes. Ya por entonces los Cirigliano eran considerados como el “gran pulpo” de las líneas urbanas de colectivos. Después de heredar las dos líneas de su padre, no pararon de hacer negocios en el rubro del transporte automotor. Sergio Claudio Cirigliano tiene 47 años y trabaja junto a su hermano mayor, Mario Francisco, de 51, desde que su padre los involucró en el negocio del autotransporte. Interactúan como perfectos socios y se reparten los roles según su carácter. Dicen que a Mario le sobra lucidez para las operaciones comerciales y que Claudio es el encargado de las conexiones políticas. Ambos incluyen en sus negocios a sus hijos Florencia y Nicolás Cirigliano (ver nota aparte en el impreso).

Claudio desempeñó este rol desde los años de Carlos Menem; era quien participaba de las giras y hasta, aseguran, se dejaba vencer por el ex presidente cuando compartían uno de sus deportes favoritos, el golf. Es también el que asiste a la reunión de empresarios cuando los convoca Cristina Fernández. Y hay quienes lo recuerdan posando en la Rosada el día que el venezolano Antonini Wilson se retrató en Casa de Gobierno antes de que saltara el escándalo de la valija con 800.000 dólares que intentó pasar por Ezeiza evadiendo los controles. 

Hasta su caída en desgracia, el hombre de confianza de Claudio en el Gabinete nacional era Julio De Vido, el ministro de Infraestructura. Es a él a quien el empresario le habría jurado que la tragedia de Once que se cobró 51 vidas y dejó un saldo de otras 705 heridas fue por un error humano, una impericia del motorman. En la charla, el hombre de negocios habría reconocido las críticas que desde las auditorías se le hacen por el mantenimiento de las formaciones pero, según su edulcorada versión, esto no tuvo que ver con la tragedia. 

Para los entendidos, el espectacular crecimiento de los Cirigliano está atado a la buena relación que supieron mantener con todos los gobiernos. De hecho, como otros grupos empresariales, el Grupo Plaza funciona y crece al calor de los aportes estatales. Solo en los dos primeros meses de 2012 recibieron subsidios para las ex líneas Sarmiento y Mitre por casi 160 millones de pesos, según datos de la Secretaría de Transporte que conducíaJuan Pablo Schiavi y depende del Ministerio de Planificación, a cargo de Julio De Vido.

En abril del año pasado el Gobierno nacional les otorgó a empresas de ómnibus del Grupo Plaza más de 18 millones de pesos en subsidios, sin contar el beneficio de obtener gas oil a precio diferencial. Los últimos datos oficiales de ese listado de beneficiarios dan cuenta de más de cuatro mil metros cúbicos de gas oil a precio más bajo para las firmas de los Cirigliano. 

La aparente fidelidad de los hermanos Cirigliano con el entorno K parece haber rendido sus frutos también fuera del autotransporte urbano y el transporte ferroviario. Según pudo saber Democracia, fueron beneficiados con un contrato de 160 millones de pesos para fabricar convertidores digitales. 

Se trata del contrato que por ese monto firmó De Vido con un consorcio del que participa Cometrans, para fabricar los convertidores digitales que el Gobierno ya está distribuyendo entre los jubilados y los hogares más humildes para que puedan sintonizar los canales de TV digital, la mayoría de ellos manejados por el Estado o afines a él. Quizás esta relación tan cercana con el calor del poder le valió a Claudio Cirigliano un buen dolor de cabeza. 

El año pasado fue procesado por el presunto delito de dádivas en la causa en la que se investigan viajes del ex secretario de Transporte Ricardo Jaime, que manejaba 600 millones de pesos mensuales en subsidios. Fue porque registros de migraciones dan fe de que el menor de los hermanos le facilitó al ahora ex funcionario su avión privado. Un hecho prohibido específicamente por la Ley de Etica Pública, ya que era Jaime quien debía controlar a las empresas de los Cirigliano y sobre todo otorgarles los suculentos subsidios. Cirigliano S.A. 

El trabajo en tándem de los hermanos parece también ser insuperable. Por fuera del Grupo Plaza cada uno maneja diversas empresas. Claudio es titular de Yaniel S.A., dedicada a la cría de ganado. También posee una inversora, Invercla Inversora S.A., y la empresa dedicada a transacciones inmobiliarias Ibancor. Mario es titular de Travel Shop S.A., una compañía de marketing. Ambos figuran en la nómina de socios de la inversora BCAustral. También controla la empresa de viajes Pasajes Express, la compañía de servicios de tecnología informática, gerenciamiento y desarrollo de proyectos de software.

Pero volvamos al principio. Hasta llegar a este fabuloso conglomerado los Cirigliano supieron manejar a la perfección su cintura política y empresarial. Fue así que a principios de los 90, Transporte Automotor Plaza (Grupo Plaza) realizó una serie de asociaciones estratégicas para conformar el holding Cometrans, a través del cual en 1994 se presentaron a la más grande licitación en la que habían participado para alzarse con el premio mayor, las ex líneas Mitre y Sarmiento, que pasarían a estar bajo la órbita de Trenes de Buenos Aires (TBA) y manejarían el 40 por ciento del movimiento de pasajeros de los trenes metropolitanos. Atado a esa concesión llegaron más líneas de colectivos. La concesión del Metro de Río de Janeiro, la cual mantuvieron hasta principios de 2007. Y, siempre a través de Cometrans, también se quedaron con la concesión del servicio de subte como accionistas de Metrovías S.A. Esto fue entre 1994 y 2000. Como muchísimos empresarios nacionales, entre ellos don Franco Macri, el papá de Mauricio, actual jefe de gobierno porteño, Claudio formó parte de las enormes comitivas que el ex presidente Menem llevaba en el Tango 01 a sus giras internacionales, entre ellas la de Reino Unido. Pero eso ya fue contado. Ya es historia vieja. Lo nuevo es la causa penal que los involucra con la terrible tragedia de Once. 

Claro que esta no es la única causa que se les abrió en la Justicia. El diputado provincial Sebastián Cinquerrui, de la Coalición Cívica, le recordó a este semanario que él mismo denunció maniobras ilegales de los empresarios en el documento “TBA y el Grupo Cirigliano”. 

“El Estado les otorga a los Cirigliano la cantidad de dinero que se necesita para arreglar los trenes. Ellos después eligen a qué empresa contratar. Así se sortea la Ley de Contabilidad y el Estado no controla absolutamente nada”, se lee en el texto, que sigue así: “Ellos mismos presentan a las empresas que van a reparar los trenes. Todos sabemos a cuál van a elegir”. 

Cuando saltó este escándalo, desde el Grupo Plaza respondieron que pese a que la mayoría de las reparaciones se hacen en Emfer, también de su propiedad, no reciben el dinero en forma arbitraria ni directa como acusa el legislador en su presentación judicial, sino que antes pasan por un proceso de licitación pública. “Son unos vivos bárbaros –sostiene el diputado–; para el Grupo Plaza el negocio es redondo: por un lado, reciben subsidios por el transporte de pasajeros y por otra parte el dinero para reparar o construir unidades nuevas y contratarse a sí mismos, luego de otorgada la licitación”. 

La denuncia de Cinquerrui no prosperó en la Justicia pero revela una forma de actuar y de concebir los negocios, un hecho que no está mal ni sería cuestionado si se actuara en forma responsable y tomando todas las precauciones para que siniestros como los de Once no ocurran y, sobre todo, si en la Argentina los órganos de control del Estado, en todos sus niveles, funcionaran de manera adecuada, y no como evidenció la tragedia de Cromañón, cuando solo a partir de la muerte de casi 200 jóvenes se comenzaron a revisar las habilitaciones mal dadas a los boliches o a exigir en forma seria que se cumpla con las normativas que ya existían. 

Fueron justamente los familiares de las 51 víctimas fatales del siniestro de Once los primeros que salieron a celebrar la decisión del juez Bonadío, ya que hasta el momento veían con recelo el accionar, para ellos lento, del magistrado. Peritajes decisivos Como ya había adelantado este semanario, los últimos peritajes realizados sobre la formación 3772 siniestrada no solo complican a la empresa TBA por su falta de mantenimiento, sino también al motorman Antonio Córdoba, a cargo del servicio. 

Sucede que los estudios realizados sobre las “modalidades de frenado disponibles en los coches respondían satisfactoriamente”, dictaminaron dos de los cuatro peritos, aunque los otros dos no estaban de acuerdo con ese criterio tan enfático. Hasta la decisión del magistrado de detener a cuatro de los máximos responsables de la ex concesionaria, la causa no daba respiro. Sobre todo cuando se conoció que dos fiscales federales generaron información al respecto. Uno de ellos al solicitar al ex secretario de Transporte Schiavi por supuesta dádiva recibida de Claudio Cirigliano. El otro le solicitó a Bonadío que investigue si es verdad, tal como viene informando Democracia en sus dos últimos números, que “TBA tuvo 451 multas durante la última década”. 

El magistrado, además de decretar el secreto de sumario, hizo lugar a otro requerimiento de la fiscalía a cargo de Federico Delgado y solicitó documentación para establecer en qué utilizó la empresa privada cada uno de los casi 2.500.000.000 de pesos que el Estado nacional le giró en concepto de subsidios para realizar inversiones, mantenimiento y no aumentar el pasaje. 

Subsidios a una financiera 

Sobre este último punto, este semanario pudo saber que con el visto bueno de la Secretaría de Transporte los subsidios de TBA eran redireccionados a una financiera vinculada al Grupo Cirigliano. La firma beneficiaria es Favicor, la división financiera del Grupo Plaza-Cirigliano. Los fondos eran recibidos directamente del Banco de la Nación Argentina. Esta documentación ya consta en la causa. Allí figura que cada 30 días, primeroRicardo Jaime y después Juan Pablo Schiavi enviaban la orden de pago de los subsidios al banco junto con la autorización para depositar los fondos en la cuenta 52001- 20 que pertenece a Favicor S.A. 

Democracia consultó sobre esta situación en principio poco clara a un directivo del Grupo Plaza, quien aseguró que esta operatoria está avalada por el Gobierno nacional a través de la Secretaría de Transporte y por el juez comercial a cargo de la convocatoria de acreedores que ingresó TBA en el año 2004, un hecho recordado por muy pocos. 

La financiera Favicor S.A. quedó bajo la lupa después que el diario Buenos Aires Económico (BAE) diera a conocer que, con los fondos derivados de los subsidios, al menos entre los años 2008 y 2009 la operadora financiera de los Cirigliano compró cerca de diez millones de dólares en el mercado de divisas. A eso se le suma que la misma firma habría abierto varios plazos fijos e inversiones en fondos comunes. Hasta el cierre de esta edición TBA no desmintió ni confirmó esta información. 

El último pago redireccionado hacia Favicor fue realizado el 2 de marzo último y lleva la firma del renunciado Schiavi.