El modelo chino: “¿Pega la vuelta?”

 Eduardo Luis Curia 
Diario BAE


El desenvolvimiento de la economía china viene registrando facetas interesantes. En el arranque, cabría afirmar que la segunda economía del mundo enfrenta un “punto de cruce” entre los dilemas que plantea su estrategia básica y las peculiares coordenadas que signan la economía mundial.
La economía china encara una fase de desaceleración. De cara al 2012, la perspectiva dominante es la de un crecimiento menor al 8 por ciento. Esta circunstancia es relevante, en especial, cuando se alude al fenómeno de decoupling o desenganche de las llamadas economías emergentes respecto de determinados centros tradicionales de peso económico internacional, como serían los casos de los EE.UU. y de Europa, a la vez que se cita a la economía china como clave en aquel fenómeno. De todos modos, siempre ponderamos los nexos mediatos y efectos de “segunda vuelta” capaces de tallar. En otras palabras: cuando áreas económicas importantes como las economías de los EE.UU. y la europea ceden o se ralentizan, la propia economía china se ve expuesta a estrés, instigando secuelas adicionales más generales.
Computando las actuales circunstancias mundiales, se advierte que las exportaciones chinas están suavizándose en cuanto a su ritmo de aumento, y, ya en enero pasado, directamente declinaron un 0,5% en el anualizado. Se da por sentado que incidió en el dato la estacionalidad derivada de la celebración del Año Nuevo chino, pero, de todos modos, atisba una tendencia básica de amortiguamiento. En el punto, está pesando el perfil recesivo que muestra la economía europea, mercado significativo para China, y las propias dificultades que atañen a la economía norteamericana.
De todos modos, las importaciones declinaron mucho en enero: un 15%, con lo cual se dio el superávit comercial más elevado en un lapso de seis meses. No obstante, hay dudas sobre la sostenibilidad del mismo. El dato de las exportaciones inquieta en el gigante asiático, pero, también lo hace el de las importaciones, por cuanto este último podría reflejar un sesgo de atenuación de la actividad económica más intensa y de tenor más general.
En el plano exportador, durante la crisis del 2008 y buena parte del 2009, China procedió a interrumpir el proceso de apreciación nominal del yuan que venía en curso, y volvió a “clavar” por un período el tipo de cambio nominal respecto del dólar, en unos centavos más por cada dólar americano. Cuando el vórtice de la crisis pareció desvanecerse, se retomó el camino de la apreciación nominal. Desde mediados del 2010, la apreciación nominal del yuan frente al dólar rondaría el 8 por ciento.
Aquel suave toque depreciativo, no evitó la caída en términos absolutos de las exportaciones chinas, pero, a la vez que arrimó cierto oxígeno en el asunto, facilitó el que las exportaciones del país asiático cayeran menos que las de otros grandes competidores (vgr., Alemania). Así, se concluyó ganando participación relativa en materia de mercados.
Hoy por hoy, no está claro si China se halla con margen de maniobra para encarar una acción como la comentada. Constátese que la presión norteamericana exigiendo más apreciación del yuan registra un rebrote en virtud de las próximas elecciones en los Estados Unidos. Sin embargo, desde fines del 2011, y reafirmadas por algunos escarceos recientes, se han perfilado expectativas de cierta depreciación del yuan, aunque fuere temporaria, algo que queda por ver. En una tendencia más extendida, sumando a la trayectoria de apreciación nominal del yuan frente al dólar desde el 2005 –cuando se abandonó el peg cambiario (el cambio fijo)– el diferencial de precios-costos internos comparados, se registraría una apreciación real del yuan del 30-40 por ciento. En otras palabras: está operando un claro proceso de apreciación real del yuan (aunque no deje de discutirse sobre su magnitud), el que dista de ser trivial, y que preocupa a los exportadores chinos. A su vez, asomaría una instancia de “re-alocación” productiva desde China hacia otras plazas. En el ínterin, las autoridades chinas piensan en ampliar la devolución de impuestos vinculadas a las ventas al exterior como paliativo.
Adicionalmente, la desaceleración económica doméstica también podría asociarse con la debilidad de determinados resortes inherentes al mercado interno, por lo cual se vienen examinando algunos mecanismos de empuje fiscal. Asimismo, se decidió recortar en un 0,5% las reservas bancarias exigidas apuntando a dinamizar la variable crediticia, mientras se discute la posibilidad de bajar la tasa de interés, lo que supone seguir de cerca la conducta de la inflación.
Sobre la estrategia de fondo
Como se expresó arriba, un rasgo relevante en lo atinente a la evolución de la economía china, es la confluencia de dos factores cruciales: a) las condiciones en curso, más bien problemáticas, de la economía mundial, y, b) el dilema acerca de la estrategia económica más profunda.
En esto último influye la tensión entre el modelo característico de las últimas décadas, que dio pie a una épica que deslizó a China desde la periferia al sitial de una economía líder, sustentada en la macroeconomía del tipo de cambio competitivo (con las políticas conexas en los demás planos) y en el énfasis colocado en el desarrollo industrial asociado a las ventajas de escala consustanciadas con la decidida proyección en los mercados internacionales, y el esquema que ahora está pidiendo pista, más vinculado con la percusión sobre la demanda interna y que conlleva cierto desmontaje de la competitividad comercial externa, apreciación cambiaria real mediante.
Una visión miope podría aducir que el giro modélico reflejaría tanto mayor lógica en virtud del actual debilitamiento de los mercados mundiales, pero, esto significaría pasar por alto tanto el hecho de que el presente posicionamiento rector de la economía china se debió al modelo característico mencionado, como que los desafíos que se perfilan son, gracias al mismo, los propios de una potencia mundial y no los de una economía de orden menor.
De cualquier forma, el modelo característico en cuestión choca hoy con límites sumamente duros para su perduración, que, tanto minan su rigurosidad como sus grados de libertad. Se trata de límites endógenos y exógenos. Quizás, el interrogante por excelencia que se plantea –que no sólo incumbe a China a secas sino que también involucra a la economía mundial– es acerca de la intensidad del desguace de aquel modelo. Múltiples círculos internacionales, con no pocos localizados en los propios EE.UU., reclaman un desguace radical, con su epicentro en una revaluación del yuan más veloz y tajante que la que se halla en marcha. En el extremo se le pide a China que haga algo similar a lo que encaró Japón en los ’70. Y, el “caramelo”, a guisa de señuelo, vendría dado por la conveniencia de estimular la demanda interna, el consumo y de gestar diversas mejoras sociales (también se coadyuvaría a los rebalances mundiales globales); todo, ahora, desconectado de una firme competitividad externa. El crecimiento, a no dudar, bajaría a una cota menor, pero, se arguye, mejorarían otros equilibrios o dimensiones, como el de carácter social.
En realidad, como se vio antes, China ya viene transitando un serio curso de apreciación real de su moneda, aunque la revaluación nominal sea acotada. Esto se compadecería bastante con la tesis de McKinnon, de que una gran revaluación nominal del yuan pinta contraproducente, y que lo apropiado es trabajar en función de la apreciación real del yuan, asumiendo una dinámica de mayores costos relativos.
Una revaluación nominal drástica del yuan podría alentar las tendencias de una espiral deflacionaria y contractiva, con reacciones muy delicadas en el ámbito del movimiento de capitales y con efectos contrariantes en la balanza comercial. Tampoco son menores los interrogantes que suscita la probable decisión de acelerar la “convertibilidad” (en términos monetarios) del yuan, lo que se ligaría con la intención de ampliar el uso del yuan como medio de pago internacional (préstamos internacionales; swaps).
Los desafíos son de una magnitud tremenda, y las implicancias pueden resultar enormes. Es imposible, hoy por hoy, dar respuestas muy precisas. Es la instancia de un coloso que parecería estar crujiendo. Quizás, en definitiva, se trata de que la segunda economía mundial –que avanzó rauda desde la periferia al centro–, en términos de estrategia económica del fondo, se dispondría a “pegar la vuelta”.