Las “críticas” de nuestros “indignados”

Ricardo Forster

Quizás resulte algo extraño que un grupo de intelectuales, que se autodefine como de izquierda y progresista, salga al ruedo del debate político movilizando una serie de argumentos hipercríticos respecto del Gobierno en el que, sin rubor y de modo sistemático, invisibilizan lo que se ha venido transformando en nuestro país en los últimos ocho años y lo hacen empezando por guardar completo silencio de aquellas acciones y decisiones que han invertido dramáticamente la agenda de los derechos humanos, de la justicia, de la recuperación salarial y del empleo, de la construcción indisimulable de una política latinoamericanista, del desendeudamiento y de la salida del tutelaje del FMI, de la recuperación del sistema jubilatorio ampliando la cobertura a millones de argentinos y argentinas que carecían de todo resguardo previsional, de la reconstrucción del sistema educativo y científico sacándolos de la decadencia de décadas, de la decisión política de derogar una ley de radiodifusión proveniente de los años de la dictadura para reemplazarla por una nueva y democrática ley de servicios audiovisuales que abre una era de igualdad en la distribución de la palabra y la imagen, de la implementación de la asignación universal por hijo que ha modificado de cuajo el mapa de la pobreza y de la indigencia avanzando sobre una imprescindible disminución de la desigualdad, sin siquiera mencionar, este grupo de intelectuales que se han puesto el rimbombante nombre de “Plataforma para la recuperación del pensamiento crítico”, las leyes que desde la movilidad jubilatoria, pasando por la del matrimonio civil igualitario hasta las últimas votadas como la del peón rural, la de tierras y la de Papel Prensa destacan una clara voluntad del Gobierno por profundizar una política destinada a producir una decisiva metamorfosis en la vida social, económica, política y cultural argentina como no se había visto, al menos, desde el primer peronismo. Y como quizás no imaginábamos que volveríamos a ver por mucho tiempo en un país profundamente envilecido, su aparato productivo industrial prácticamente destruido junto con el desguace del Estado y de las propias instituciones de la República, por un modelo económico sustentado por la despolitización neoliberal de la que nada dicen los firmantes de la “Plataforma”.

Estos “críticos” han decidido detenerse, con una retórica que se viene repitiendo desde los tiempos del conflicto con las patronales agromediáticas –conflicto, esto hay que recordarlo, que encontró a muchos de los firmantes de la “Plataforma” del lado de los dueños de la renta agraria–, en una lista de acciones u omisiones que pondrían al Gobierno del lado de la derecha (¿cuál?, ¿la del neoliberalismo?, ¿la de los grandes medios de comunicación en donde suelen publicar sus columnas algunos de los adherentes más conocidos de la “Plataforma”?, ¿la del desarrollismo de derecha de los Duhalde o los Macri?, ¿la de la política exterior estadounidense que considera a Chávez una suerte de terrorista, a Evo un cómplice del narcotráfico y a Correa un censor de la prensa libre?, ¿la del sentido común de ciertos sectores de la clase media que sienten un odio visceral ante un gobierno de “corruptos y demagogos” que les recuerdan al populismo tan odiado?. ¿la del mundo financiero que nunca terminó de digerir la recuperación de la jubilación estatal y la disolución de la estafa de las AFJP?. ¿la de los patrones agrarios y sus aliados sindicales que se indignaron ante la aprobación de la Ley del Peón Rural?, ¿la de los banqueros europeos que han logrado destituir la política democrática en Grecia e Italia para reemplazarla por la acción de los tecnócratas?) Sería muy interesante que, además de despotricar contra el kirchnerismo, pudiesen aclarar dónde se colocan y qué proyecto político defienden y, claro, con quién esperan llevarlo a cabo a la hora de combatir contra los poderes reales, esos que en general han saludado alborozados la aparición de este grupo de intelectuales “críticos” capaces, así lo esperan, de disputarle a Carta Abierta su lugar de preeminencia.

¿De qué hablan estos “críticos” cuando se dedican con especial fruición a intentar desenmascarar, así lo creen, a un gobierno “reaccionario” que ha logrado el apoyo del 54% del pueblo impulsando políticas de reparación social como no se veía en el país desde, al menos, medio siglo? ¿Para su peculiar interpretación de los acontecimientos populares el festejo multitudinario del Bicentenario y la emotiva despedida masiva a Néstor Kirchner fueron apenas dos geniales puestas en escena (cargadas de hipocresía y cinismo de parte de un poder convertido en represor y, a estas alturas, en asesino serial de luchadores populares) por parte de la máquina propagandística “hegemónica” del Gobierno? ¿Están acaso todos los firmantes de acuerdo con Beatriz Sarlo que ha desplegado una “ingeniosa interpretación” de la viudez de Cristina y de sus “dotes dramatúrgicas” reduciendo la política a mera escenificación estética? ¿Están sinceramente convencidos de que el Gobierno se ha convertido en un represor a tiempo completo haciendo del asesinato de militantes populares su pasatiempo favorito? Lo inverosímil es proporcional a la ceguera histórica. Sus argumentos son una mezcla de retórica liberal-republicana con izquierdismo de manual al que le agregan una extraña tendencia a dejar sin siquiera analizarlo el giro histórico que se ha producido en la Argentina desde mayo del 2003 o, más bien, acelerando una argumentación acérrimamente negadora, prefieren hacer de cuenta que el kirchnerismo no ha sido otra cosa que una extraordinaria pantomima simuladora, una suerte de ficción espléndidamente narrada por dos magos del arte de la prestidigitación. Sencilla y terminantemente en nuestro país todo sigue tal cual o peor que en los ’90. Les falta la retórica que hizo del primer peronismo nuestro “nazi-fascismo” autóctono y nos hallaríamos ante un sorprendente caso de repetición malsana de la historia.

Y esta rápida enumeración –que hice al comienzo de este artículo– de políticas de gobierno de una trascendencia indisimulable no supone cerrar los ojos ante lo que todavía no se hizo o ante decisiones equivocadas de parte de un proyecto político que tuvo que hacerse cargo del país en su momento más crítico y desmembrado cuando el horizonte estaba completamente cerrado y la reparación del pasado, en términos de justicia y verdad, parecía una quimera o era la evidencia de un expediente cerrado que a pocos importaba reabrir. Señalar lo que falta, destacar los errores cometidos y criticar leyes que no expresan el espíritu democrático (como la recientemente aprobada ley antiterrorista o la necesidad de dar una discusión más amplia y a fondo sobre la megaminería pero eludiendo, eso sí, las pastorales ecologistas que suelen desentenderse de la problemática de aquellas sociedades a las que se le niega la minería, pero sin ofrecer nada a cambio, como también avanzar sobre una ley de tierras rural y urbana que garantice el acceso a quienes lo tienen vedado) supone un rasgo fundamental que no ha sido desconocido durante estos años y en espacios próximos al propio kirchnerismo e, incluso, a quienes son parte de él (allí está la última producción escrita de Carta Abierta para dar cuenta de lo que significa adherir sin dejar de señalar los problemas, las carencias y lo que falta). Pero una cosa es ejercer la perspectiva crítica y otra muy distinta es acoplarse, bajo una retórica que se quiere progresista, a la andanada de voces provenientes del espíritu restauracionista que no busca otra cosa que destituir una experiencia, la kirchnerista, que ha reabierto las posibilidades de un proyecto de matriz nacional, popular y democrático en un país que había perdido todas las esperanzas.

La mirada en espejo nos ofrece, si sabemos ser observadores desprejuiciados, interesantes paralelismos allí donde es posible y necesario comparar distintas épocas. ¿Resulta acaso exagerado señalar que el grupo “Plataforma 2012”, autoerigido en defensor del pensamiento crítico y autónomo mientras lo que prevalece en el país, eso dicen sin ruborizarse, es una suerte de cóctel de “discurso hegemónico” y de “construcción de un relato oficial” monocorde, se dedica a denostar, utilizando todos los recursos de la tachadura de larga tradición en ciertas izquierdas, a un gobierno que, al menos, le cambió el rostro a una sociedad en estado de indigencia política, moral, económica y social, y que esa radical negación se asemeja a lo que, en otro contexto de nuestra historia, se hizo con el primer peronismo y también en nombre de una izquierda siempre lista para afirmar que lo único valioso es lo que no se hizo mientras se vuelve ciega para lo evidente? Tal vez, y ése sea nuestro error, no sabíamos de la existencia de quienes son los custodios intachables del pensamiento crítico.