La llamada “Quinta de Liniers”
Por Carlos A. Rezzónico
Pastillas de carne, sedición y desmembramiento final
Casi tres meses o más era el tiempo que podían llegar a emplear los barcos en 1790 para cubrir la distancia entre Europa y Buenos Aires, motivo bastante para que el tema de la alimentación de pasajeros y tripulantes se convirtiera en un serio problema. La necesidad de llevar vituallas suficientes para tan larga travesía, estaba limitada por el espacio disponible en las naves y el carácter perecedero de aquellas.
Ansioso el monarca español de atenuar el problema y alejar la amenaza del escorbuto —enfermedad que contínuamente afectaba a quienes realizaban tan largas travesías— una Real Orden del 4 de junio de 1790 autorizó al Conde Luis de Liniers1 a establecer en la “Provincia del Río de la Plata” una Fábrica de Pastillas de carne y de aguardiente de granos y almidones.2 Se la complementó con otras del 6 y del 24 del mismo mes en las que también se le acordaba exclusividad por ocho años, una casa para instalarla, el título de coronel del ejército y una partida de mil pesos fuertes, por única vez.
Las mencionadas “pastillas de carne”, que ya eran conocidas en Europa, se elaboraban mediante el cocimiento de carnes que luego se enfriaban en moldes de hojalata. Para consumirlas se las disolvía en agua y, con el agregado de legumbres y arroz, se obtenía una sustanciosa sopa que reemplazaba en buena medida a la carne salada.
Se presume que el conde llegó a Buenos Aires a fines del mismo año, donde poco después se le reunió su hermano Santiago que, desde diciembre de 1789, se hallaba en Montevideo como segundo comandante de la “Armadilla del Río de la Plata”.
Desde el comienzo, la empresa tropezó con obstáculos. El lugar elegido para su establecimiento —la quinta de Martín José de Altolaguirre, pariente político de Santiago de Liniers, próxima a “El Retiro”— fue desechado por el Cabildo basado en el informe del Síndico Procurador General Manuel Antonio Warnes, quien alegaba, entre otras cosas, el peligro que para la salud significaba el empleo de carne de toro en la elaboración de las pastillas; el riesgo de contaminación de las aguas del río por las ”inmundicias” que se arrojasen; la inseguridad de los corrales destinados al encierro del ganado; la prohibición de vender aguardiente a los indios y el perjuicio que tal medida ocasionaría a los productores de Mendoza, San Juan y España.3
Obligados a buscar otro sitio, los hermanos Liniers se ubicaron en la quinta que Isidro Lorea había comprado en junio de 1770 a Domingo Pelliza. Estaba ubicada en el actual barrio de Almagro, entre las calles Virrey Liniers, Venezuela, Boedo y Belgrano. El historiador Alfredo Juan Montoya4 nos brinda una detallada descripción del lugar: “Cercada de plantas de tuna y abundante en toda clase de árboles frutales —manzanos, durazneros, naranjos, perales, granados, etc.— contaba esa propiedad con una espaciosa y confortable vivienda de material con techos de tejas y revoques de cal, que a las habitaciones, patios y corredores habituales agregaba dos cuartos en alto y varias piezas anexas que servían de almacén, palomar y gallinero. Al frente de la finca se alzaba, a ambos lados del portón de entrada principal, una sólida pared de una extensión de poco más de 50 metros de largo.”
El 29 de noviembre de 1791,5 “los señores Condes de Liniers, del Orden de Sn. Luis, coronel de los Reales exercitos encargado pr. S. M. de la fábrica de Pastillas en esta Provincia y Dn. Santiago Liniers cavallero de la orden de Sn. Juan y capitán de Fragata de la Rl. Armada destinado pr. el Rey a coadyuvar con su hermano el Señor Conde, al excito de dho. establecimiento de la fábrica de Pastillas”, celebraron un contrato de sociedad. En él hicieron constar que todos los enseres y demás bienes existentes en la fábrica les pertenecían por partes iguales y que también se dividirían por mitades los gastos, utilidades y quebrantos. Ante el inminente viaje del Conde a Europa, se confirieron poderes recíprocos para que cada uno pudiera actuar con absoluta libertad en nombre propio y del otro. Siendo muy convenientes para ambos los servicios del oficial primero de la fábrica, José Bloud, a quien habían hecho varias promesas privadas y un contrato particular, declararon expresamente la intención de llevar a cabo unas y otro. Previendo el posible fallecimiento de alguno de ellos, convinieron que sus derechos pasasen a los respectivos herederos a quienes encarecían el fiel cumplimiento de lo estipulado.
La instalación de la fábrica fue un hecho de gran importancia, cuya noticia fue recibida y publicada por el Diario de Barcelona, que en su número del 1° de octubre de 1792 anunciaba el “establecimiento de las pastillas de substancia que de orden de S. M. se ha hecho a la provincia de Buenos Ayres para el uso de la Marina”.6
Cuando el Conde de Liniers se hubo ausentado, Santiago Liniers quedó solo al frente del establecimiento. Contaba con la colaboración del fiel capataz Carlos José Bloud, varios peones y negros esclavos que en algún momento llegaron a ser veintitrés.7 A pesar del empeño que puso, a pesar de haber atendido pedidos de importancia como el que le hiciera don Diego de Alvear en 1792, a pesar del apoyo brindado por el Rey, la fábrica fue arrojando quebrantos sucesivos y los acreedores no dieron descanso. Tal situación se desprende de las cartas que el mismo Bloud cursó al Conde de Liniers pidiendo su apoyo financiero, clamando por el dinero necesario para comprar nuevas calderas y poder aumentar y abaratar la producción.
Un acontecimiento inesperado agravó la situación de la mal parada empresa: la supuesta conspiración de negros esclavos y franceses.
Desde marzo de 1793 existía el estado de guerra entre España y Francia. Para la población de Buenos Aires, en general, y las autoridades en especial, comenzó una época de agitación e intranquilidad durante la cual se mezclaron rumores de levantamientos y de proyectos de ataque y conquista por parte de escuadras francesas. Aumentando la zozobra, en los primeros meses de 1795 aparecieron fijados en distintos edificios de la ciudad una serie de pasquines con leyendas como “Viva la liverta”, “Viva la livertad. La Nacion Francesa tomara satisfaccion”, “Españoles Los que sois cuerdos Mucha sangre costara a los que tienen Parte en la Prision de los Franses / Biva la Livertad Biva la Livertad Biva la Livertad”. Según se comentaba, el levantamiento se produciría entre el jueves y el viernes Santo de ese año.8 La desconfianza y el temor se apoderó de todos.
El 26 de febrero, el Virrey Arredondo encomendó la investigación a don Martín de Alzaga quien, ni lerdo ni perezoso, procedió a detener al principal implicado, un francés llamado Juan Pablo Capdepont y conocido como Juan Barbarín, que se desempeñaba como Sota Síndico de la Hermandad de San Benito y, como tal estaba muy vinculado a los negros, que privilegiaban la devoción de este santo.
Tras nuevas denuncias, declaraciones y averiguaciones, fueron arrestados el correntino José Díaz, peón con antecedentes por contrabando y riña, los franceses Juan Luis Dumont, panadero de Monserrat, Andrés Despland, sastre, Juan Antonio Gallardo, capataz panadero, el piamontés Juan (el cojo) Polovio, pulpero de la Concepción; el piamontés Santiago Antonini, maestro relojero; el criollo Manuel Antonio Sustaeta, maestro zapatero y otros.
Un esclavo del panadero Dumont relató que en la quinta de Santiago Liniers se reunían su amo y otros amigos y que en dicha quinta había visto carabinas, trabucos, espadas, lanzas y pistolas. El 8 de marzo, a las diez y media de la noche, Álzaga allanó el lugar. Registró todas las arcas y baúles, sin encontrar nada comprometedor y sólo se incautó de papeles que Carlos José Bloud, con el “pretexto de tener necesidad de ir al lugar común”,9 había tratado de hacer desaparecer. Fueron apresados el nombrado capataz, el cocinero Pedro Mayette y una mujer.
El allanamiento originó un entredicho entre Liniers y Álzaga que el Virrey Nicolás Arredondo zanjó apaciguando al primero, quizás para contrapesar el efecto que habrían producido en la población aquellos versos que se hicieron circular y decían: ”Precave, pues, Nicolás; / mira lo que está pasando, / por delante y por detrás. / Ese Liniers que amas más, / y te parece ser fiel, / pienso sea el más infiel / con su mucha hipocresía, / pues no sale noche y día, / de Dios, ni de su dosel”.10
Liniers pidió una nueva revisación de la quinta que dio como resultado la incautación de cuatro cartas sin ninguna vinculación con los sucesos que se investigaban. Álzaga dispuso la inmediata apropiación de los papeles restantes, entre los que se halló alguna frase aparentemente comprometedora.
El proceso siguió su curso. El señor Alcalde pidió autorización para aplicar torturas a cuatro de los acusados pero sólo se le concedió con relación a Antonini quien, a pesar de tener que soportar el tormento del potro y la introducción de púas bajo las uñas, se mantuvo firme en su declaración primera, afirmando que nada sabía de los autores de la conspiración, de sus armas, de los lugares de reunión, ni de su organización.
En la segunda mitad del año se dictaron las sentencias: Bloud, Despland, Barbarín, Dumont, Polovio, Gallardo y Antonini fueron condenados a ser desterrados del virreinato con destino a España. Díaz debía cumplir 10 años de prisión en las islas Malvinas y Sustaeta quedó en libertad. El fiscal reconoció que no se había comprobado la sedición y que sólo recaían recelos sobre los franceses y los piamonteses que aconsejaban el extrañamiento de los mismos.
Terminada la accidentada explotación de la Real Fábrica de Pastillas, Liniers reintegró la quinta a Isidro Lorea en el mes de marzo de 1798.11 Al año siguiente, 12 Lorea vendió la finca a Manuel Rivera y se abre un nuevo capítulo en la historia de este inmueble.
El extremeño Rivera, hábil grabador, fue también un competente armero y, por tal motivo, el Rey lo designó Maestro Mayor de Armeros del Cuerpo de Artillería. En 1812 ocupó el cargo de director de la fábrica de armas blancas en Tucumán y, dos años después, al ser trasladada aquella a la localidad de Caroya, en Córdoba, se lo nombró también director con el rango de Coronel.
Estuvo casado con Trinidad Indarte y de esa unión nacieron José Rivera Indarte y Juan José del Carmen Rivera Indarte. Murió el 1° de diciembre de 1824.13
Siendo propietario don Manuel Rivera, tuvieron lugar las invasiones inglesas y la quinta estuvo vinculada a las luchas que se entablaron.
Groussac14 y Roberts,15 afirman que el virrey Sobremonte, al retirarse, se detuvo en el lugar. El primero manifiesta que allí lo esperaban los jefes para continuar viaje con él y su familia hacia Monte Castro. Roberts, en cambio, expresa que el virrey, seguido de la caballería, “fue a la quinta de Liniers” para almorzar y luego marchó al Monte Castro “donde su familia lo esperaba y donde durmió”.
Cuenta don Pedro de Arce16 que en la mañana de ese tempestuoso día 27 de junio de 1806, recibió orden del Virrey de incorporarse a su escolta “en la calle de las Torres” (actual Rivadavia) y que, verificado, marcharon a la Quinta del Armero17 y desde allí, después de ordenar las tropas, al Monte de Castro, como a cuatro leguas de la ciudad, donde se hizo alto.
Como podemos apreciar, los sucesos de la primera invasión apenas “rozaron” la quinta. No ocurrió lo mismo en 1807, con motivo del segundo ataque.
Pero antes de seguir adelante con la narración de los hechos acaecidos, detengámonos en un personaje que influyó singularmente en los mismos. Se trata de un norteamericano que llegó a Buenos Aires en 1803 y que se llamaba Guillermo Pío White.
Sus actividades dieron lugar a juicios diferentes y hasta contradictorios: para unos fue simplemente un comerciante, para otros, un contrabandista y negrero; para algunos un traidor, para muchos un patriota.18 En ambas invasiones, ayudó a los británicos, y por ese motivo fue juzgado y encarcelado. Cuando estalló la Revolución de Mayo, se puso decididamente a favor de ésta, proveyó de armamento a sus ejércitos y, más tarde, apoyó económicamente la formación de la escuadra del Almirante Brown. En cuanto a la condición de contrabandista y negrero, un importante número de comerciantes de la época —algunos muy encumbrados—, participaba de ella.
Volviendo a la quinta, en 1807 estaba arrendada a Pedro Corpet y Esteban Castex, quienes explotaban en sociedad una molienda de harina y pagaban a Rivera cien pesos mensuales en concepto de alquiler.19 Al decir de Justa Molina, esclava de White, cuando declaró en el juicio que posteriormente se siguió contra éste, todo lo que había en dicha quinta pertenecía al norteamericano. Si esto era verdad o simple afirmación infundada de la sierva, no lo hemos podido aclarar.
Sin perjuicio de las relaciones que pudieran existir entre Corpet, Castex y White y entre éste y la familia Arauz (o Aráoz) —algunos de cuyos miembros participaron de los acontecimientos que se desencadenaron en la quinta— lo cierto es que en el mes de junio, el norteamericano dio instrucciones para que se acopiaran galletas, trigo, huevos, pavos y gallinas y el 2 de julio, pasada la media tarde,20 hicieron su aparición varios oficiales enemigos, no pocos soldados y el General Whitelocke, quien fue familiarmente recibido por White y estableció allí su cuartel general.21
Mientras los británicos permanecieron en la quinta, no se volvieron a ver en ella ni a Corpet ni a Castex, pero sí a Antonio Arauz y a su hija María del Carmen, a otras personas y, por supuesto, a Guillermo Pío White. Este último, al retirarse las tropas invasoras, desapareció del lugar.
Pasaron los años y al comenzar el de 1812,22 Manuel Rivera vendió la quinta —que en aquel entonces también se la conocía como “del Armero”— a Manuel José Galup, con todo lo en ella edificado, “seis asientos de ataonar”,23 graneros y demás útiles de “panadería”.24
Pero don Manuel no adquiría para sí: al día siguiente concurrió a la escribanía de Narciso Iranzuaga y declaró que la compra la había realizado para María del Carmen Arauz. Esta, a su vez, por un instrumento privado de la misma fecha firmado en presencia de Juan Andrés de Arroyo, Juan de Almagro y Pedro Corpet, en calidad de testigos, manifestó que el dinero con que se efectuó la adquisición era de su padre, don Antonio Arauz, y que en consecuencia la propiedad correspondía exclusivamente a él. Todo esto lo corrobora y ratifica por escritura del 28 de agosto de 1823.25 En este instrumento también hizo constar que nunca tuvo fondos ni interés alguno en la “Casa Panadería” de dicha quinta, que era explotada por su progenitor en sociedad con Pedro Corpet.
En 1824, don Antonio Arauz, ya viudo y enfermo, otorgó su testamento26 y de él resulta que nació en Algarinejo, diócesis de Granada, España, y que contrajo matrimonio con Leonor Guerrera, naciendo de esa unión una sola hija: María del Carmen, que se casó con Bernardo Darquier con quien tuvo un hijo llamado Jaime. Fallecido su esposo, María del Carmen se casó en segundas nupcias con Carlos Varangot.
Don Antonio legó a su nieto un porcentaje de sus bienes e instituyó heredera a su hija. Al morir, sus sucesores convencidos de que la venta de la quinta ocasionaría un serio perjuicio al patrimonio de ambos y con ánimo de conservarla para los descendientes, suscribieron un convenio27 por el cual el establecimiento se adjudicaba a Jaime Darquier quien, a su vez, reconocía adeudar a su madre la cantidad de veintitrés mil setecientos siete pesos, suma en que se valoró la parte de la herencia de ésta.
Varios años después de fallecer Antonio Aráoz, murió también su nieto Jaime Darquier.28 Este, con la salud ya quebrantada, había otorgado su testamento,29 declarando estar casado con Dolores Almagro,30 y que de esa unión habían nacido tres hijos, Juan,31 Jaime y Antonio, el último de los cuales había fallecido de corta edad. Hizo constar que su esposa sólo había aportado al matrimonio “la decencia de su persona y demás alhajas de su uso”, mientras que él había llevado un capital considerable consistente en la casa quinta “de su habitación”, la fábrica de velas con todos sus útiles, la “de panadería”, esclavos, menaje, ropas, alhajas y demás bienes que se encontraban en el citado establecimiento.
La muerte de Jaime Darquier originó discrepancias en la familia con referencia a los derechos hereditarios, hasta que un convenio transaccional celebrado el 20 de setiembre de 1858 puso término al litigio. Al mes siguiente, para no tener que esperar la aprobación judicial de dicho convenio, doña María del Carmen Aráoz y su nieto Juan Darquier —éste por sí y en nombre de su hermano Jaime—, suscribieron una escritura ratificatoria del mismo32 por la cual la abuela renunciaba a todos los derechos y acciones que podían corresponderle en las sucesiones de Antonio Aráoz, Pedro Corpet y Jaime Darquier, desistía de la litis y se desprendía de los derechos que pudiera tener sobre la finca conocida como “Quinta de Liniers”. Por su parte los nietos pagarían a la abuela la cantidad de sesenta mil pesos moneda corriente y una pensión mensual de seiscientos pesos a partir del 1° de enero de 1859.
Al año de haber fallecido doña Dolores Almagro,33 sus hijos dividieron el condominio sobre parte de la quinta34 y en agosto de 1874, lo hicieron sobre el resto.35
La primera fracción objeto de la división, fue la que hoy configura la manzana comprendida entre las calles Virrey Liniers, Moreno, Maza y avenida Belgrano. A Juan Darquier se le adjudicó la mitad norte y a Jaime, la mitad sur.
En la segunda oportunidad, a Juan se le adjudicó la manzana que actualmente abarcan las calles Virrey Liniers, Venezuela, Maza y avenida Belgrano y la mitad oeste de la parte de la quinta ubicada en la manzana hoy circundada por las calles Maza, Moreno, Boedo y avenida Belgrano.
A Jaime, por su parte, se le adjudicó la manzana que rodean las calles Maza, Venezuela, Boedo y avenida Belgrano, y la mitad este de la fracción citada anteriormente.
La mensura que se practicó por aquellos años, arrojó para la quinta una superficie de 68.965 metros cuadrados. Como tal extensión superara a la que resultaba de los títulos, los hermanos Darquier tramitaron una información judicial para acreditar la posesión, a título de dueños, de ellos y sus antecesores, por espacio de cincuenta años.
Jaime Darquier, falleció “de heridas” a los 48 años, el 26 de julio de 1878, dejando como única heredera a su esposa, Tomasa Lorea.36
Dos meses después de fallecido su hermano,37 Juan Darquier vendió a Ignacio M. Mejía un terreno sobre la prolongación de Belgrano que medía, 46,10 metros de frente al sur, 92,02 metros al oeste y 55,40 al norte, estando formado su costado este por un primer tramo de 60,62 metros, un martillo a favor de 15,15 metros y un último tramo de 35,38 metros. Este era un nuevo paso en la desmembración de la quinta, que ya se había iniciado con la venta de aquella fracción que al nombrado Darquier se le había adjudicado en la primera división de condominio.
En 187438 el Banco Hipotecario otorgó a Juan Darquier un préstamo de quince mil pesos fuertes que éste garantizó gravando con hipoteca la fracción que poseía con frente a la calle Venezuela formando esquina con la de Liniers. Esta parcela tenía 116,85 metros por la primera de esas calles y 186,34 metros, por la segunda.39 La falta de cumplimiento del deudor, dio motivo para que el Banco decretara el remate que tuvo lugar el 16 de mayo de 1881, por intermedio de los martilleros Billinghurst e hijos. Resultaron compradores, en ocho mil pesos fuertes, Wenceslao Escalante y Francisco P. Bollini.40 El primero de los nombrados fue abogado, profesor de filosofía, director del Banco de la Nación, presidente del Hipotecario, diputado provincial y nacional, ministro del Interior, de Hacienda y de Agricultura y decano de la Facultad de Derecho, por citar algunos de los cargos que desempeñó.41 El segundo, Bollini, fue legislador provincial, diputado nacional, vicepresidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires, presidente del Concejo Deliberante e Intendente de la ciudad desde junio de 1890 hasta octubre de 1892.42 Fue sobre todo por este cargo y por la casa de remates que más adelante fundó, que su nombre se popularizó y aún hoy se lo recuerda.
Los nombrados habían realizado la compra con la intención de subdividir la fracción y vender los lotes resultantes y así lo hicieron.
Con el correr del tiempo y la apertura de calles, la fragmentación se fue acelerando. Era la misma suerte que, contemporáneamente, habían seguido otras quintas de la zona.
El 1° de setiembre de 188843 Tomasa Lorea de Darquier vendió a Ramón García un terreno de aproximadamente 15 metros de frente al norte sobre Belgrano por 44 metros al oeste sobre Boedo. Tres meses después44 el terreno fue vendido a Tomás J. Luque y el 23 de julio de 1890,45 era adquirido por el coronel Santiago Baibiene, de destacada actuación en la guerra del Paraguay y en su provincia natal, Corrientes, y que se desempeñara en distintos e importantes cargos, como los de senador nacional y administrador de la Aduana de la Capital, cargo este último que había asumido, precisamente, en junio de ese año. Es en ese lugar donde el gobierno de la ciudad acaba de construir una plazoleta aún no habilitada.
La frecuencia de las transmisiones de un mismo bien denota que muchas de las adquisiciones se hacían con fines especulativos, confiando en el progreso de la zona que avanzaba a pasos acelerados.
En 1893, con motivo de la venta de unos lotes dispuesta por Tomasa Lorea de Darquier, el martillero designado publicó el siguiente aviso: “Importante remate / por / Waldino C. Ponce / el domingo 26 de febrero / a las 5 de la tarde / de 9 lotes de terreno / por lo que den / calle Venezuela, entre Maza y Boedo / terrenos altísimos, rodeados de edificios.” A continuación figura el plano de la manzana señalando los lotes en venta, y después sigue esta leyenda: “Ojo! italianos, aprovechen bien su dinero, hoy no hay cosa mejor que la tierra, pues vale oro ¿dónde pueden emplearse mejor las economías? Comprando tierras que es la base de las fortunas. Excuso encomiar las que vendo porque se recomiendan por sí solas, en razón de ser su situación de las mejores y más elevadas que existen hoy en la Capital / Título garantido / Nota: Todo comprador entregará una garantía por la compra, la que podrán efectuar / ¡Por lo que den!.”46
Aquella fracción que Juan Darquier había vendido a Ignacio M. Mejía en 1878, fue enajenada por éste al año siguiente.47 Resultó comprador Juan Hourcade quien, como heredero de su esposa, Dominga Iribarne, ya era dueño, en condominio con su hijo del mismo nombre, de una fracción lindera con frente a la calle Victoria (hoy Hipólito Yrigoyen). En esa extensa propiedad, ampliada con parte de otros lotes adquiridos a Tomasa Lorea de Darquier, don Juan construyó el edificio donde funcionaría la importante curtiembre que durante años explotó en sociedad con su primo Pedro Hourcade y que llevaba los números 3563 al 3594 de la citada calle Victoria, teniendo también entrada por Boedo 250. En ese establecimiento se fundó en 1895 el Centro Vasco Francés.48
Juan Hourcade murió el 13 de enero de 1907, siendo casado en segundas nupcias con María Uhalde. Ya enfermo y en cama, había otorgado su testamento49 en agosto del año anterior y lo había ampliado dos días después.50 Su único hijo ya había fallecido hacía tiempo y quedaba su esposa como única heredera. A través de sus disposiciones de última voluntad efectuó varios legados, entre ellos, a su socio y primo Pedro Hourcade y a sus sobrinos Juan, Pedro, Juan Pedro y Marcelina Tarascón (esta última casada con Graciano Osafrain), en condominio y por partes iguales, el terreno donde estaba instalada la curtiembre y a sus nombrados sobrinos, el activo y pasivo que a él pertenecían en el referido establecimiento.
No pasaría mucho tiempo antes de que la heredera y los legatarios partieran la herencia51 y los adjudicatarios procedieran a la venta de los respectivos bienes.
Notas
1 El Conde Santiago Luis Enrique Liniers o Enrique Luis Santiago Liniers —como lo afirma Lozier Almazán— era el hermano mayor de Santiago Liniers, defensor y virrey del Río de la Plata.
2 José Luis Molinari, “La ‘Real Fábrica de Pastillas’ de los hermanos Liniers” en “Boletín del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades”, N° 7, Bs. As., 1959, pág. 119.
3 José Luis Molinari, op. cit., pág. 122/3.
4 Alfredo Juan Montoya, “Cómo evolucionó la ganadería en la época del virreinato”, Ed. Plus Ultra, Buenos Aires, 1984, pág. 314.
5 A.G.N. Escritura pasada ante el escribano Juan José de Rocha en el Registro N° 2.
6 Rolando Riviere, “Madrid-Barcelona, sin escalas”, en “La Nación” del 26 de noviembre de 1992.
7 Montoya, op. cit., pág. 315.
8 Ricardo R. Caillet-Bois, “Ensayo sobre el Río de la Plata y la Revolución Francesa”, Imprenta de la Universidad, Buenos Aires, 1929, pág. 31 y sig.
9 Letrina.
10 Exequiel César Ortega, “El complot colonial”, Editorial Ayacucho, Buenos Aires, 1947.
11 Montoya, op. cit., pág. 347, nota 99. José M. Mariluz Urquijo, “El Virreinato del Río de la Plata en la época del Marqués de Avilés (1799-1801”), Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1987, pág. 171: afirma que en 1799 la “fábrica real de pastillas de sustancia”, funcionaba a tres cuadras del monasterio de las capuchinas y seguía a cargo de la misma Carlos José Bloud.
12 A.G.N. Escritura del 2 de julio de 1799 pasada ante el escribano Francisco Barros en el Registro N° 7.
13 Vicente Osvaldo Cutolo, “Nuevo Diccionario Biográfico Argentino”, Ed. Elche, Buenos Aires, 1983.
14 Paul Groussac, “Santiago de Liniers”, Ed. Estrada, Buenos Aires, 1943.
15 Carlos Roberts, “Las Invasiones Inglesas del Río de la Plata (1806-1807)”, Buenos Aires, 1938, pág. 103.
16 Carta del 20 de agosto de 1806 citada por José Torre Revello en “El Marqués de Sobre Monte”, Buenos Aires, 1946, pág. 114, nota 1.
17 Nombre por el cual fue también conocida la quinta de Liniers cuando fue adquirida por Manuel Rivera.
18 Cutolo, op. cit.; Carlos Roberts, op. cit.; Alberto Palcos, “Un discutido amigo de Rivadavia”, en “La Prensa” del 25 de mayo de 1932; Ricardo Piccirilli, “Rivadavia y su tiempo”, Ed. Peuser, Bs. As., 1943. Ricardo Piccirilli y Leoncio Gianello, “Biografías navales”, Buenos Aires 1963.
19 A.G.N. Div. Colonia, Sec. Gobierno, Criminales, Legajo 55, “Causa criminal seguida contra el estrangero Guillermo Whait”.
20 Ignacio Núñez, “Noticias históricas de la República Argentina”, Ed. Ayacucho, Buenos Aires, s/f., págs. 156/7; Carlos Roberts, op. cit., pág. 257; “Causa criminal seguida contra el estrangero Guillermo Whait”.
21 A. Zinny, “Invasiones inglesas -Proceso instruido al Teniente General Don Juan Whitelocke jefe superior del ejército inglés vencido en la defensa de Buenos Aires”, Buenos Aires, 1913.
22 A.G.N. Escritura del 3 de enero de 1812 pasada ante el escribano Juan Cortés en el Registro N° 7.
23 Asiento de molino de harina cuya rueda se mueve mediante mulas o caballos.
24 Así se llamaba, no sólo al lugar donde se hacía o vendía el pan, sino también al sitio donde se fabricaba la harina para hacerlo.
25 A.G.N. Escritura pasada ante el escribano Tomás Boyso en el Registro N° 5.
26 A.G.N. Escritura del 16 de setiembre de 1824 pasada ante el escribano Manuel de Llames en el Registro N° 5.
27 A.G.N. Escritura del 26 de febrero de 1825 pasada ante el escribano Manuel de Llames en el Registro N° 4.
28 Jaime Darquier falleció el 1° de marzo de 1833.
29 A.G.N. Escritura del 17 de octubre de 1832 pasada ante el escribano Luis López en el Registro N° 1.
30 Hija de Juan María de Almagro y de la Torre y de Ana de Arroyo y Pinedo y hermana de Julián Almagro cuya quinta dio origen al nombre del barrio homónimo.
31 Juan Darquier fue un abnegado médico que prestó su desinteresada colaboración en la epidemia de cólera de 1868 y en la de fiebre amarilla de 1871. Entre otras funciones que ejerció, se desempeñó como juez de paz en la parroquia de Balvanera, ocupó el cargo de presidente de la Legislatura local y fue elegido diputado nacional. Contrajo matrimonio con Elena Fernández y falleció el 22 de enero de 1897. (Vicente Osvaldo Cutolo, op. cit.).
32 A.G.N. Escritura del 15 de octubre de 1858 pasada ante el escribano Manuel José Zeballos en el Registro N° 2.
33 Dolores Almagro de Darquier falleció de “afección cerebral”, el 9 de octubre de 1872; tenía 66 años.
34 A.G.N. Escritura del 5 de diciembre de 1873 pasada ante el escribano Juan Bautista Cruz en el Registro N° 1.
35 A.G.N. Escritura del 8 de agosto de 1874 pasada ante el escribano Juan Bautista Cruz en el Registro N° 1.
36 A.G.N. Legajo 5477 de sucesiones. El 23 de junio de 1858, en la Parroquia de Balvanera, Jaime Darquier (hijo) había contraído matrimonio con Tomasa Lorea, de 20 años, hija de Mariano Lorea y de Manuela Macedo Ferreira.
37 A.G.N. Escritura del 14 de setiembre de 1878 pasada ante el escribano Juan Bautista Cruz en el Registro N° 1.
38 A.G.N. Escritura del 15 de setiembre de 1874 pasada ante el escribano Pedro Medina en el Registro N° 39.
39 Era una de las fracciones que se le habían adjudicado en la división de condominio celebrada con su hermano Jaime el 8 de agosto de 1874.
40 A.G.N. Escritura del 16 de julio de 1881 pasada ante el escribano Pedro Medina en el Registro N° 39.
41 Cutolo, op. cit.
42 Cutolo, op. cit.
43 A.G.N. Escritura pasada ante el escribano Eusebio E. Giménez en el Registro N° 37.
44 A.G.N. Escritura del 11 de diciembre de 1888 pasada ante el escribano Cipriano Sires en el Registro N° 13.
45 A.G.N. Escritura pasada ante el escribano Cipriano Sires en el Registro N° 13.
46 A.G.N. Escritura del 27 de marzo de 1893 pasada ante el escribano Ramón R. Romero en el Registro N° 24.
47 A.G.N. Escritura del 18 de octubre de 1879 pasada ante el escribano José Victoriano Cabral en el Registro N° 1.
48 Dato suministrado por la profesora Olga M. García de D’Agostino.
49 Archivo de Protocolos del Colegio de Escribanos de la Capital. Escritura de fecha 1° de agosto de 1906, pasada ante el escribano Pedro Oxoby en el Registro N° 22.
50 Archivo de Protocolos del Colegio de Escribanos de la Capital. Escritura de fecha 3 de agosto de 1906, pasada ante el mismo escribano y registro.
51 Archivo de Protocolos del Colegio de Escribanos de la Capital. Escritura de fecha 27 de mayo de 1908 pasada ante el escribano Nicanor Repetto en el Registro N° 8.
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año II – N° 7 – Diciembre de 2000
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991