Napoleón y América Latina

Por el doctor Robert Mosnier

Traducción del Instituto Napoleónico México-Francia ©

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 José I
Estamos a 29 de mayo de 1808 en el castillo de Marracq cerca de Bayona... El asunto de España ha sido entablado... Tras la revuelta de Aranjuez, la abdicación de Carlos IV en favor de son hijo Fernando, Napoleón ha convocado a ambos soberanos en Bayona.


Durante la célebre entrevista en la que el hijo y el padre se desgarran entre sí, ambos ceden la corona a Napoleón quien después de dudar decide entregarla a su hermano José. La partida de los últimos infantes provoca la ira madrileña, la masacre de los franceses, es la represión del Dos y del Tres de Mayo ahogada en sangre por Murat.

El reino de las Españas domina las Indias Occidentales. ¿Cómo hacer reconocer a José como rey de las Indias? La población americana desde la independencia de los Estados Unidos tolera difícilmente la tutela española. Numerosas revueltas han estallado a lo largo del Siglo XVIII. El centralismo y la intransigencia borbónica mantienen a los colonos en un estado de dependencia. La administración, la armada, están en manos de los españoles; los colonos disponen de milicias poco confiables, mal armadas, mal entrenadas.

¿Pero en los linderos del Siglo XIX, qué representa América Latina?

Se extiende de los Estados Unidos actuales - California – UTAH – Arizona – hasta los confines de la Patagonia. El extremo Sur del continente está poblado por pueblos indios insumisos y que permanecerán tales hasta la mitad del siglo.

Once virreinatos y capitanías generales se reparten el territorio. Entre estas, el virreinato del reino de la Plata, que se extiende en Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay nos interesa en el primer plano.


América Latina fue en el Siglo XVI proveedora de oro, minas de México, luego, de plata, minas del Potosí de Europa. Permitió el desarrollo de la economía capitalista europea, hizo la fortuna de las ciudades de Génova, luego de Amberes y finalmente de Amsterdam.

En el Siglo XVII, el desmoronamiento de la producción trae la recesión, lo cual nos costó entre otras cosas la Fronda, pero Europa estuvo provista de cacao, café, plantas tintóreas (índigo) y maderas preciosas. El comercio triangular trae a las colonias una población negra. Los indios reacios al trabajo forzado son diezmados por nuestras infecciones y en especial por la gripe...

Grandes propiedades (haciendas) se desarrollan...

La América portuguesa en cuanto a ella gozaba de una cierta autonomía; desde 1709 Portugal y sus colonias estaban estrechamente ligadas a Inglaterra. El regente Juan y la reina María se habían embarcado en Lisboa a la llegada de los franceses de Junot (1807) y la independencia de Brasil (1822) se haría sin choques con la dinastía de los Braganza a su cabeza.



La población del virreinato de la Plata comportaba:

- A los españoles, comúnmente orgullosos, mostrándose arrogantes para con los colonos. Controlan la administración principal, el comercio marítimo y la armada.

- A los criollos de origen hispánico, quienes admiten mal la arrogancia y la tutela de la metrópolis pero que temen las revueltas populares y tienen la necesidad de un poder fuerte. Los ideales de libertad, nación y liberalismo penetran las capas acomodadas de la población hostiles al poder de la iglesia. Uno de los generales de la insurrección peruana, Miranda, había servido a la revolución francesa bajo las órdenes de Dumouriez.

- A los mulatos, los negros y los amerindios, quienes constituyen la base de la población. 

Buscan trabajar rentando sus brazos, sus servicios, y tener amos que les aseguren albergue y alimento. El sentido político no los ha penetrado, pero pueden brindarse al mejor postor.

Esta población inestable pero necesaria mantiene este lazo frágil entre criollos y españoles.

Este 29 de mayo, Napoleón se pregunta: ¿Cómo hacer reconocer a mi hermano rey de las Indias? Intentar un desembarco atravesando el inmenso océano y sus tempestades cuando Inglaterra tiene el control de los mares; es insensato. Hacer aceptar los ideales del imperio republicano es una utopía. Ganarse a algunos funcionarios, prometer la libertad del comercio. ¿Porqué no?


Pero si la tutela española es tolerada en razón de los vínculos con la metrópolis, una tutela francesa parece una engañifa. Pero hay en Buenos Aires un virrey desde 1807 que goza de una popularidad sin igual. Este virrey era francés y había escrito dos veces a Napoleón después de Tilsitt (1807) y dos meses antes (1808). Se trata de Jacques de Liniers.

¿Quién es él?

Hijo menor de una familia de extracción, de origen del Poitevin, nacido en Niort; se embarca a los trece años en las galeras de Malta y recibe la Cruz; regresa a Francia, se aburre en la vida de guarnición, pasa a España en donde participa en una expedición fracasada en Argel, antes de distinguirse como marino emérito durante la guerra de Independencia de los Estados Unidos con la toma de Port Mahon (Minorca) y de soportar el fuego de las baterías inglesas, muy de cerca durante la tentativa infeliz por retomar el peñón de Gibraltar. El cuerpo expedicionario franco-español comporta otro francés que se hará célebre, un cierto Emmanuel de Las Cases.

De regreso a España en donde gana sus grados, se embarca hacia el Nuevo Mundo y equipa y forma diversas compañías de marinos armando chalupas cañoneras destinadas a la defensa de las costas. Después de haber administrado durante tres años Paraguay (antigua colonia jesuita), regresa a Buenos Aires, ciudad de 50 000 habitantes, en forma escaqueada que sabrá defender victoriosamente dos veces contra las escuadras inglesas y sus tropas de ocupación (1807-1808).

Tras la ruptura del Tratado de Amiens (1803), los británicos, que financian todas las coaliciones, tienen necesidad de salidas comerciales.

América Latina es codiciada... En 1805 el comodoro Popham se apropia la colonia holandesa del Cabo y el general Beresford, héroe de las Indias contra Tippoo Sahib, y de Egipto con el 81° Highlander tienta un audaz golpe contra Buenos Aires con 1 600 hombres. Se apodera de la ciudad pero es desalojado por Liniers quien arma a las milicias y por un valiente movimiento envolvente obliga a los ingleses a retirarse a la fortaleza en donde bajo el fuego de los cañones son obligados a rendirse.

El año siguiente un cuerpo expedicionario inglés, de cerca de 10 000 hombres bajo la dirección del general Whitelocke reitera el proyecto, se apodera de Montevideo y luego de la colonia La Favorita, derrota a las tropas de Liniers cerca de Buenos Aires, pero el cabildo (municipalidad) refuerza las defensas de la ciudad y el general Liniers tras haber reunido a sus tropas dispersas se da cuenta del error de los ingleses. Estos, en vez de asegurar el bloqueo de la ciudad, penetran por la fuerza.

Los islotes de Buenos Aires, casas sin primer piso y con terrazas llenas de milicianos, tiran sobre las colonias inglesas, las cuales a pesar de un fuego nutrido avanzan pero no pueden llegar hasta la Plaza Mayor. Liniers avanza sus cañones sobre la explanada, tira sobre los navíos de escuadra. Los ingleses son vencidos nuevamente, pero permanecen en los parajes.


Es en Liniers en quien piensa Napoleón. Tras su victoria, a sido nombrado virrey a pesar de su condición de francés, a petición de la población criolla, nombramiento confirmado por el gobierno de Madrid, pero tiene muchos enemigos y su posición genera envidiosos.

¿Cómo acercarse a Liniers y pedirle que reconozca a José Primero, rey de las Indias? El Emperador se dirige a Decrès y a Maret. Decrès piensa en un joven capitán Jurien, el futuro padre del almirante Jurien de la Gravière. Había entablado amistad con Liniers en 1800, pero comprometer a un oficial que podría caer en manos de la escuadra inglesa no placía al Emperador, entonces Maret se acuerda de una cena en París en la cual se hallaba, entre los convivas, un antiguo emigrado, miembro de la legión anglo-bátava de Hompesch. El marqués de Sassenay, regresado a Francia en 1803 y todo ocupado con su joven esposa estadounidense en restablecer el orden en sus negocios y volver a levantar una fortuna caída en desherencia. La conversación trata de Liniers y Sassenay habla de aquel con un gozo no disimulado, alabando los méritos de este general cuya probidad y honestidad no tienen comparación más que con su sentido del deber. Refugiado en América...

De recién casado, Sassenay se había ocupado de diversos negocios mercantes marítimos que le habían llevado a Buenos Aires en donde había conocido a Liniers.

¿Pero quien era este marqués de Sassenay?

Su vida es una verdadera novela. Nacido en Dijon en 1760 en una familia de parlamentarios. Su padre lo destina a la armada.

En 1781 es capitán en el regimiento de Condé dragón. En 1783, a la muerte de su padre, hereda una fortuna considerable que sabe administrar con cuidado.

En 1789 es elegido por la nobleza de la bailía de Châlons-sur-Saône diputado en los Estados Generales. Se opone hasta el fin a la fusión de las tres órdenes, luego, asqueado por la dirección que toman los acontecimientos revoca su mandato de diputado y presenta su renuncia el 10 de noviembre de 1789.

De regreso en Dijon, y enseguida a sus propiedades, mofado, amenazado, insultado, y luego falto de dinero, decide emigrar en junio de 1792 con un pequeño pactolo. Pasa a Inglaterra y enseguida regresa al continente para reunirse con los emigrados en Coblenz, y forma parte de la armada de Condé; luego, en 1793, pasa como lugarteniente a la armada inglesa en la legión anglo bátava del barón Carlos de Hompesch. Realiza múltiples campañas en el Rin, luego en San Domingo, antes de establecerse en los Estados Unidos en Lancaster, estado de Pennsylvania; más tarde, en marzo de 1798, en Wilmington, estado de Delaware, en donde se relaciona con una familia francesa originaria de San Domingo de la cual desposa a la más joven hija. Aprende entonces el oficio de negociante y durante cinco años se asegura comercio con el rey de la Plata, cinco años duros y difíciles con la angustia de sentirse arruinado. Así, cede ante la insistencia de su mujer y decide regresar a Francia tras la amnistía general pronunciada por el Primer Cónsul. Trata de reconstituir su fortuna o al menos lo que queda de ella y obtiene en 1804 su certificado de amnistía.


Así es como un bello día de 1808 un emisario correo viene a significarle que el Emperador lo espera en Bayona... Reúne algunos efectos, solicita del portador del mensaje algún esclarecimiento que éste último a duras penas puede darle, y por una silla de posta llega en el más corto plazo a Bayona.

Sassenay se encuentra ante el amo de Europa quien le pregunta lo que sabe sobre Liniers, y quien enseguida, con un tono perentorio le significa: "partís mañana hacia Buenos Aires llevando este despacho y órdenes escritas que leeréis durante la travesía".

Sassenay no discute las órdenes pero pide permiso para advertir a su esposa y poner orden en sus asuntos. El Emperador le responde: "Escribid vuestro testamento y dirigios donde el Señor de Champigny, ministro del Interior, por vuestras instrucciones". Desconcertado, nuestro hombre obedece y en la velada es recibido por Maret quien le cuenta en detalle los eventos de Bayona.

El 30 de mayo, el Bricbarca el Consolador, débilmente armado y comandado por el teniente de navío Dauriac, espera al enviado del Emperador. La travesía dura setenta y un días a causa de una tempestad en el Golfo de Gascona, de vientos contrarios y de otra tormenta con un viento violento a lo largo de las costas americanas que rechaza al endeble navío. Sassenay ordena a Dauriac desembarcarlo en Maldonado recomendándole esperarle en Montevideo para el viaje de regreso...

Virreinato de La Plata

Apenas desembarcado, recibido calurosamente por el comandante del fuerte, Sassenay, portando sus despachos y sin bagajes, llega a Montevideo en donde es acogido por el general Elio, gobernador de la ciudad y enemigo jurado de Liniers (Elio fue derrotado dos veces por los ingleses y busca vengarse del virrey cuya popularidad con los indígenas le indispone).

Montevideo se prepara para hacer juramento de fidelidad al nuevo rey Fernando VII. Sassenay pide al gobernador retrasar las festividades.

Éste responde que no es de su competencia y podría producir movimientos sediciosos en el seno de la población. Se compromete a facilitar a Sassenay la travesía del Río de la Plata y le brinda a su ayuda de campo. Llegado a la Favorita, colonia que se sitúa frente a Buenos Aires, una lancha cañonera fletada por Liniers y comandada por su hijo Don Luis le espera.

El 13 de agosto, se encuentra en Buenos Aires y espera con impaciencia ser recibido. Tras haberse enterado de la llegada de un enviado francés, Liniers está muy contrariado. No dispone de tropa alguna, es el rehén del Cabildo y su posición depende de la alianza con el pueblo. Descontentar al pueblo es exponerse a perder toda influencia. Liniers convoca la Audiencia, junta asamblea de notables, y al Cabildo, cuerpo municipal, para no dar pie a la crítica. La entrevista es de lo más fría. Sassenay entrega despachos y valijas, cuenta lo que ha escuchado en Bayona.

El Cabildo Abierto

Liniers le despide y el análisis de los despachos demuestra además de la abdicación de los dos reyes a favor de Napoleón, una carta de Fernando VII estipulando que las fiestas dadas por su advenimiento no tendrán lugar. La furia de los representantes es tal que se quiere atentar contra la vida de Sassenay. Liniers tiene todas las penas del mundo para impedir tal desenlace, afirma que Sassenay y la tripulación del Consolador, el navío que zozobró para escapar para escapar de las fragatas inglesas, serán repatriadas a Europa en un navío neutral.

En la noche del 13 al 14 de agosto Liniers va a ver subrepticiamente a Sassenay retenido en la fortaleza, le informa su posición y le invita con un salvoconducto a regresar precipitadamente a Europa. Escribe en este sentido a Elio para que este general se asegure de la partida de los franceses. Acompañado a la salida por Don Luis de Liniers, Sassenay llega el 19 de agosto a Montevideo algunas horas después de que un barco español que ha ingresado en la rada a significado al gobernador que había que detener a todos los franceses y echarles en prisión... Si la tripulación es dejada donde el habitante bajo palabra de honor, Sassenay es echado en un calabozo e incomunicado.

El 15 de agosto Liniers advertía a los habitantes de Buenos Aires de la llegada e un barco de la Junta de Cádiz y de los documentos traídos por el enviado francés... La pancarta no precisaba abiertamente que había que referirse a Fernando VII. Liniers quería saber lo que habían decidido las Cortes reunidas en Bayona el 15 de junio de 1808. Esto tuvo el peor efecto y Liniers, comprendiéndolo, se apresuró en organizar las fiestas y de reconocer a Fernando VII. El manifiesto del 15 de agosto es la ocasión soñada por el general Elio, gobernador de Montevideo, para sustraerse a la tutela del virrey.

En una carta enviada a Liniers, fustiga su actitud, la idea preconcebida no es esperar sino reconocer a Fernando VII único rey legítimo.

Cesado de sus funciones, Elio se rehúsa a inclinarse y a dejar su lugar. El partido español se apoya en la Junta de Sevilla, pide la dimisión del virrey, e intenta el primero de enero de 1809 una revuelta en Buenos Aires. Liniers, siempre cuidándose de la legalidad, rechaza la secesión que le propone el partido criollo y a la llegada de Cisneros, el nuevo virrey, ayuda a éste a hacerse reconocer. Liniers abandona el poder recibiendo el título de Conde de Buenos Aires y parte con los suyos a Córdoba (agosto 1809).

La caída de Liniers, preludio del establecimiento del régimen republicano en Argentina, está incontestablemente ligado a Napoleón

¿Pero qué es de Sassenay?

Encerrado en un calabozo, alimentado de pan y de cebolla, interrogado por una comisión militar en octubre de 1808 con el fin de establecer su duplicidad con Liniers, refuta todos los sobrentendidos que afirman que cuando se encontraba a solas con Liniers la noche del 13 al 14 de agosto no hablaron más que de las batallas de Buenos Aires. Sassenay pasa diez largos meses en su calabozo, logra evadirse, fue atrapado nuevamente y encadenado, enviado a Buenos Aires por petición del nuevo virrey Cisneros, estuvo a punto de ser condenado a muerte sin la intervención de quien Liniers, aún poderoso a favor suyo, lo regresa a su celda; enseguida es enviado a Cádiz, Inglaterra habiéndose convertido en aliada de la junta española. Es encerrado, encadenado al fondo de la cala junto a la jaula de un tigre cuyos barrotes habíanse distendido, tratando la fiera de acercarse a su presa a zarpazos. Los guardias alertados alejaron la jaula.

El Mercury, sloop inglés que transporta al prisionero llega a Cádiz a fines de febrero de 1810. Sassenay es encerrado en un pontón. En la Vieja Castilla, donde se encuentran un gran número de oficiales y de soldados, los vencidos de Bailén, la situación es trágica. El mariscal Victor acaba de emprender el sitio de la ciudad... Los españoles están en alerta continua, los prisioneros, rebelándose, tratan de escarpase nadando para reunirse con los sitiadores en la ribera opuesta.

El 7 de marzo una tempestad terrible surge, los prisioneros son abandonados por sus carceleros, muriendo de hambre y de sed durante cinco días. Pocos días después de la tormenta, Sassenay logra dar noticias a su familia. Escribe a su cuñado Pierre de Baudoy en Wilmington una carta que llega a su dirección por medio de algunos navíos estadounidenses en escala en Cádiz.

Su esposa se encuentra entonces en Inglaterra tras haber obtenido de Fouché un pasaporte y llegado por Nantes a la isla, en donde las numerosas relaciones que había conservado su marido permitían interesar en su causa al gabinete británico. Wellington, prevenido, asegura que hará cuanto pueda pero que no será fácil ya que esto le concierne al gobierno español.

Mientras tanto, las tropas francesas progresan, el 22 de abril el fuerte de Matagorda en la península del Trocadero cae en manos de los franceses. Los prisioneros de la Vieja Castilla conciben un plan desesperado, cortar las amarras, dejarse ir a la deriva arriesgándose a ser arremetidos o bombardeados por un navío español o inglés, pero su posición se torna cada vez más crítica. Sassenay fue avisado del proyecto por el teniente Dauriac.

El 15 de mayo de 1810, un viento violento del sudoeste obliga a los barcos ingleses y españoles a arrimarse a la estacada dejando la vigilancia del pontón a algunas chalupas cañoneras.

A las 8 de la noche los jefes del complot dan la orden.

En un abrir y cerrar de ojos los soldados son desarmados, echados al fondo de la cala, los cables cortados, se echa a andar el timón; se cierra las portas y el pontón se pone en camino. Solo una chalupa inglesa se da a su caza. Cuando llega a proximidad, los franceses, a pesar de un fuego nutrido, lanzan proyectiles, piezas de fundición. El teniente Moreau, jefe de los conjurados fue muerto; Dauriac toma el mando.

Un segundo peligro surge, el viento mengua y regresa al pontón ora hacia la tierra firme en donde se hallan los franceses, ora hacia la península, luego hacia las 11 horas de la noche una brisa favorable lleva al pontón a encallar a 800 metros de la costa francesa. Una balsa es construida a toda prisa pero se disloca y los fuertes españoles tiran con bolas al rojo sobre el desdichado navío que amenaza con incendiarse. Los prisioneros se echan al mar. Muchos perecen. Sassenay, quien no sabía nadar, es lanzado al agua y llevado a la orilla en donde, del simple soldado al general, llevan a cabo prodigios de valor para salvar a sus compatriotas. 600 oficiales y 900 soldados logran salvarse.

Recibido, cumplimentado, reconfortado por el general Victor, escribe el 23 de mayo la relación de su misión al ministro de Relaciones Exteriores; sabía a su mujer en Inglaterra y le ruega hacerla regresar a Francia. Todas esas aventuras han envejecido prematuramente a Sassenay quien parece un viejecillo cuando apenas se acerca a los cincuenta años. A su regreso a su hogar, sus sirvientes no le reconocen.

Regresemos ahora a Liniers.

Cisneros se halla a la cabeza de un país que, a causa de la guerra, es un estado en bancarrota. Se decide a proclamar la libertad del comercio, lo que regocija a los criollos y descontenta a los españoles quienes ven el fin de su monopolio. Los productos ingleses desembarcan y estos últimos compran a bajo precio productos que a causa del conflicto no encuentran comprador. Los españoles se apartan del virrey que trata de acercarse al partido criollo... Éste manipula a Cisneros, el partido criollo se infiltra en el cabildo... Un diario contesta la autoridad española y el 17 de mayo de 1810 un navío inglés trae a Montevideo noticias desastrosas para la causa de Fernando VII.

¿Los franceses son amos de España?

Una asamblea de notables es convocada, el virrey, al no poder contar con los jefes militares, es destituido. La población se alía con los criollos contra los españoles y el 25 de mayo de 1810 la república de Argentina nace.. Esta pretende gobernarse bajo la autoridad nominal de Fernando VII. El coronel Saavedra, quien había hecho fracasar los planes de los conjurados el primero de enero de 1809, es mantenido; Liniers es llamado a la presidencia. 

Cisneros caído, decide llamar a Liniers, maltratado por la junta pero cuidadoso de preservar la autoridad legítima. Liniers acepta combatir el movimiento de insurrección. Temiendo la insuficiencia de las milicias tuvo la idea de ir a Perú, de regresar con tropas fieles a la corona, pero entre los allegados a Liniers había un traidor que se llevó la decisión. Liniers no podía alejarse, lo cual hubiese disgustado a sus partisanos.

La junta argentina le teme a Liniers, le recuerda las injusticias de las que él ha sido víctima, le propone ponerse a la cabeza de las tropas revolucionarias pero fiel a su rey él no quiere consentir aún después de los reproches de su padrastro.

Trabajadas en secreto, las milicias de Córdoba no son seguras y en cuanto las tropas insurreccionales se acercan a la ciudad desertan en masa, no hay otro partido que tomar que el de huir. Después de haber errado durante ocho días, Liniers y su amigo La Concha son hechos prisioneros por el coronel Balcaru. Los movimientos de opinión pueden cambiar. El partido español levanta la cabeza, la popularidad de sigue siendo grande, está intacta en Córdoba, hay que actuar rápido. La joven república argentina decide ejecutar a cinco de siete cautivos que son arrastrados medio desnudos en la Pampa. El 26 de agosto, muy cerca de un lugar llamado Cabeza de Tigre, los cinco jefes realistas son pasados por las armas.

Liniers y La Concha no quieren que se les venden los ojos.

Las últimas palabras de Liniers son: "Morimos bajo los golpes de la junta, orgullosos de nuestra fidelidad al rey y a la patria".

Un religioso de la Merced, después de haber hecho cavar una fosa, entierra en ella a los cinco cadáveres. La junta prohíbe toda manifestación, toda misa en memoria de las víctimas.

En 1862, un presidente historiador de la república argentina, decide elevar un monumento a Liniers, tras haber exhumado los cuerpos de Liniers y de La Concha. España se conmueve, pide y obtiene la repatriación. Reposan en la iglesia del colegio de San Fernando en Cádiz al lado de Cristóbal Colón, Hernando Cortés (*), Magallanes, Don Juan de Austria, Gonzalo de Córdoba.

Conclusión

Ya sea en México, en Nueva Granada o en Perú los insurreccionistas serán aplastados... Sobretodo tras el regreso al trono de Fernando VII, pero el absolutismo, la intransigencia de este último favorecerán a otros movimientos insurreccionales apoyados por Inglaterra que rechaza la intervención de la Santa Alianza y de los Estados Unidos de América, los cuales, con la Doctrina Monroe (1823), harán de la América Latina su coto reservado.

Bolívar y San Martín, los liberadores, esperarán fundar una federación de estados pero el mito unitario no pudo ni supo prevalecer.

Más allá de las ideas de nación, de libertad y de liberalismo naciente, la acción intempestiva del Emperador, poco al corriente de lo que pasaba en América Latina, fue uno de los elementos desencadenadores de la independencia de los estados americanos del sur.

Nota:

(*) Sin entrar en el polémico debate concerniente a los restos de Colón, nos permitimos muy respetuosamente una observación en lo que se refiere a Don Hernando Cortés. En efecto, los restos del gran conquistador no están sepultados en Cádiz, España, sino en la iglesia del Hospital de Jesús, en el centro histórico de la Ciudad de México. El visitante buscará en vano un monumento o una estatua, tan sólo una mezquina placa conmemorativa en bronce puede verse en exposición, exhibida obscuramente en el muro norte del altar. EG-S.

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