El calvario de Fanny Navarro, el chiflado Capitán Ghandi y la "extinción de dominio"

Por Ricardo Ragendorfer 
para Tiempo Argentino
publicado el 27 de enero de 2019

Mauricio Macri anunció el lunes 21 en el Salón Blanco de la Casa Rosada el ya célebre Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) sobre la llamada "extinción de dominio" (eufemismo que alude al acto de confiscar bienes presuntamente mal habidos). Lo secundaba la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y el de Justicia, Germán Garavano. 


La primera sonreía emocionada, como si el asunto fuera un obsequio para ella; el otro lucía incómodo, quizás a sabiendas de que esa medida es un mamarracho inconstitucional. Por lo pronto, su concreción saltó por encima del Congreso. A la vez, su letra habilita el despojo patrimonial (incluso de modo retroactivo) a imputados sin sentencia firme en expedientes penales y también a sospechosos ni siquiera procesados, a través de un estrambótico mecanismo articulado desde el fuero civil y comercial. 

Una ingeniería opuesta al principio de inocencia, en la que ya se adivinan sus víctimas preferenciales: Cristina Fernández de Kirchner y los funcionarios más notorios de su gobierno. Semejante procedimiento, si bien trae al recuerdo la siniestra Comisión Nacional de Reparación Patrimonial (CONAREPA) de la última dictadura, en realidad fue ideado por la Revolución Libertadora. Al respecto, una historia. Carlos Hugo Morete, un antiguo investigador de la Secretaría de Derechos Humanos en la época de Eduardo Luis Duhalde, supo buscar en las cajas del Archivo General de la Nación los "decretos PEN", que establecían arrestos extrajudiciales durante los regímenes castrenses de la segunda mitad del siglo XX, para otorgar el beneficio de las leyes reparatorias a quienes sufrieron esa arbitrariedad. 

La cuestión es que entre los papeles del período 1955-1958 también aparecieron los "decretos de Interdicción" (otra manera de nombrar la confiscación de bienes). Solamente en esa modalidad persecutoria pasaron por los ojos de "Gogo" (así como todos llaman a Morete) alrededor de mil resoluciones aplicadas a funcionarios, políticos y militantes peronistas, además de figuras del deporte, el espectáculo y la cultura. 

Pero a él le impresionó un caso en particular: el de la actriz Fanny Navarro. En este punto no está de más contextualizar su calvario. Y a su hacedor: el inolvidable Germán Fernández Alvariño, conocido como "Capitán Gandhi". Se trataba de un ex comando civil notoriamente chiflado, quien fue puesto a trabajar por los militares que derrocaron a Perón en lo que peor podía hacer un paranoico: la investigación de delitos. Así fue puesto al frente de la llamada Comisión 38, con sede en una oficinita del Departamento Central de Policía. Ante su escritorio desfilaron "sospechosos" de la talla del historiador José María Rosa y Héctor J. Cámpora, entre otros. Allí, en aquel oscuro cubículo, el tal Gandhi despuntó su gran obsesión: probar que el suicidio del hermano de Evita, Juan Duarte –ocurrido en 9 de abril de 1953–, fue en realidad un asesinato ordenado nada menos que por el presidente derrocado. 

El asunto –sin duda un antecedente profético del caso Nisman– tuvo ciertos ribetes dignos de mención. En el marco de esa pesquisa, ella fue interrogada por su vínculo sentimental con el difunto. Y tal vez para diluir la reticencia de la señora, Gandhi simplemente dijo: "Le voy a mostrar algo que la va a ayudar a recordar". Entonces puso en medio del escritorio una caja de cartón, y la abrió con estudiada lentitud. Antes de caer desmayada, ella alcanzó a ver la cabeza descompuesta de quien en vida fue el cuñado del General.

Once lustros después, Gogo halló el legajo de su "Interdicción". Ahora, tras casi otra década, difundía entre sus amigos (a raíz del DNU de Macri) un texto con el relato de esa ya olvidada trama. A continuación, un fragmento: "No sólo tuve ese decreto en mis manos sino que en esos años me tocó tomar el testimonio de su sobrino cuando se presentó como causahabiente a reclamar la reparación histórica-económica que brindaba la ley. No recuerdo su nombre, sí su apellido: Romero. Había llegado a ser arquero de una famosa tercera de Boca, donde el más destacado era un wing de su mismo apellido, al que por su baja estatura llamaban 'Romerito'. Acompañaba la documentación probatoria con unos recortes de diario donde aparecía con el plantel que viajó a Europa por algún torneo juvenil. Era el comienzo de los '70. Al regresar, un milico que estaba en la Comisión Directiva descubrió su parentesco con Fanny Navarro, y lo dejaron libre. Trató de seguir su carrera en clubes del ascenso, pero no pudo. El estigma lo superó. Romero me contó cómo Fanny, prohibida, perseguida, sin trabajo ni dinero, viendo cómo se degradaba su vida, entró en un estado irremediable de vulnerabilidad y tristeza. Ella era propietaria de un chalet que ya no podía mantener sin dinero, y la Interdicción no le permitía disponer de su venta para comprar un departamento más pequeño y vivir con la diferencia. Así se fue apagando. Así la condenaron a una muerte por goteo". 

Fanny Navarro falleció en 1971, a los 50 años. Su "vía crucis" bien puede considerarse un "daño colateral", un castigo del montón, algo de relleno. Porque todo apuntaba hacia el "Tirano Prófugo". Hacia sus inmuebles y sus cuentas bancarias; incluso su colección de motonetas fue decomisada a modo de prueba irrefutable de su "enriquecimiento ilícito". Ahora con CFK la historia se empeña en repetirse. «

Fuente

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Nota ampliatoria de Teodoro Boot

Ricardo Ragendorfer siempre en el blanco. Muy instructiva y educativa nota de Ricardo Ragendorfer, con un levísimo error, obviamente tipográfico: la Sub Comisión Investigadora que integraba y dirigía en los hechos el capitán Gandhi no era la número 38 sino la 58.Pero yendo a lo importante, siempre me impresionó lo que el Patán advierte (e infinidad de periodistas e investigadores parecieron no notar): a menos de tres años de su muerte, la cabeza de Duarte (decapitado, a pedido del propio Gandhi, durante la autopsia postexhumación), no era una de esas calaveras de esqueleto para clase de anatomía del secundario, sino un cráneo putrefacto con colgajos de carne, parte de la nariz, trozos de las orejas, váyase a saber los ojos y toda la engominada pelambre.Próspero Germán Fernández Albariño (o Alvariño), autodenominado, en confesión pública de demencia, “Capitán Gandhi” (únicamente un psicótico puede usar de pseudónimo la combinación de un grado militar con el nombre de un renombrado líder pacifista), guardaba el cráneo putrefacto de Juan Duarte en uno de los cajones del escritorio que ocupaba en una oficina del primer piso del Departamento de Policía. Eso sí: recatadamente oculto dentro de una bolsa de arpillera.Lo exhibía en algunas ocasiones. Es imposible imaginar la impresión de la pobre Fanny Navarro (a la que encima el occiso engañaba, entre muchas otras, con la vedette Maruja Montes y la actriz Elina Colomer) cuando este demente abrió la bolsa de arpillera y sacó la cabeza de su difunto novio.Héctor J. Cámpora, por ejemplo, presidente de la cámara de diputados hasta que cayó en desgracia con Raúl Alejandro Apold y Román Alfredo Subiza, pero aun diputado nacional, se presentó voluntariamente ante las autoridades luego de mantenerse oculto unas semanas, buscado por traición a la patria y varios fantasmáticos delitos de corrupción de los que era tan inocente que se entregó como un angelito. Remitido al Departamento de Policía, fue conducido al primer piso, donde un enardecido capitán Gandhi le mostró lo que quedaba de la cabeza de Juan Duarte. Para imaginar el aspecto del cráneo, bastaría recordar que, sin haberlo unido al cadáver relación sentimental de ninguna naturaleza, Héctor J. recuperó el conocimiento recién en el penal de Ushuaia, reabierto especialmente para alojar a varios dirigentes peronistas, todos ellos acusados de idénticos delitos corrupción y traición a la patria. Y todos ellos privados del uso de sus bienes.El decreto antecesor del DNU de Macri se ensañó con TODOS los integrantes de las bancadas peronistas de diputados y senadores, obviamente los miembros del gabinete, los integrantes de la Corte Suprema, los dirigentes del Partido Peronista, numerosísimos sindicalistas y, muy especialmente, como para lección para las generaciones venideras, escritores, artistas y también deportistas.Osvaldo Suárez, probablemente el más importante maratonista argentino de todos los tiempos, tuvo prohibido participar de los juegos olímpicos de Melbourne debido a sus notorias simpatías con el régimen depuesto. El año anterior había viajado "acomodado" a los panamericanos de México. Que hubiera batido todos los records y ganado la medalla de oro fue lo de menos. En “El 18 de brumario…” Marx asevera, lo más suelto de cuerpo, que la historia ocurre primero como tragedia y se repite luego como farsa. Debe ser un ejemplo de humor alemán, porque al menos yo no le veo ninguna gracia a esta nueva reiteración en farsa de la revolución libertadora que estamos padeciendo ahora.Pero bueno, Ragendorfer bate la posta, y cortito.