2 de enero de 1865. Fin de la heroica defensa de Paysandu.


A todos los nacionalistas, la Guerra de la Triple Alianza nos suscitó una repulsa que nunca desaparece. No compartimos para nada el hecho de sentirnos alegres porque "ganó el Ejército Argentino" en la contienda contra el Paraguay pujante y soberano de Francisco Solano López, sino que nos invoca un tremendo ataque contra el sentimiento americanista que también tenemos los nacionalistas, por mucho que le pese a los marxistas y a los liberales tal característica nuestra. Han sido -son, en verdad- americanistas José de San Martín, Juan Manuel de Rosas y el propio Mariscal Solano López, por solamente nombrar algunas personalidades del siglo XIX. Pero vale la advertencia: son americanistas por sus hechos, no por sus palabras...

Y los nacionalistas argentinos también admiramos a los defensores de la ciudad uruguaya de Paysandú, bastión de cuño federal que aguantó durante un mes la artillería más feroz de las escuadras brasileñas y argentinas.

Inicialmente bloqueada por mar y por tierra, el 2 de Diciembre de 1864 la ciudad de Paysandú fue defendida por 1.086 soldados al frente de los coroneles Leandro Gómez y Lucas Piriz. Uno de esos 1086 defensores era el argentino Rafael Hernández, hermano de José, el escritor del Martín Fierro, ni más ni menos. Del lado de los traidores contaban con 5.500 hombres, de los cuales 4.000 estaban bajo el mando del masón General Venancio Flores y los restantes 1.500 dirigidos por el brasileño Souza Netto. El delincuente masón y entonces presidente argentino Bartolomé Mitre dispuso junto a su par del Imperio del Brasil, Marqués de Tamandaré, poner cerco a Paysandú. Una vez logrado ese objetivo, continuarían asediando a los defensores orientales hasta hacer caer al gobierno patriota e instalar en él a los liberales del Partido Colorado que, junto a la Argentina y el Brasil, arremeterían poco más tarde contra Paraguay quedando conformada la triple alianza invasora. Faltaba, pues, unir violentamente al Uruguay a esa infame coalición internacionalista.
General Leandro Gómez, Héroe de la defensa de Paysandú. Tras resistir con poco más de mil hombres, fue apresado y fusilado inmediatamente. La cultura federal hispanoamericana lo saludó, desde entonces, como arquetipo de soldado católico, hispano y de carácter altruista. (Archivo Jorge Montiel Belmonte)

COMO SIEMPRE, LA BANCA ROTHSCHILD

En una nota adjudicada a José Linares, y aparecida en la publicación "Revisión" del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, de Enero-Febrero de 1965, nos advierte que los cañones empleados en su mayor parte por la escuadra invasora brasileña en Paysandú son "los cañones del imperio británico, a través de la Banca Mauá, creatura de la Banca Rothschild de Inglaterra"... Sobre la relación de la banca hebrea Rothschild con la banca brasileña Mauá, puede leerse en la revista "Todo es Historia" de Mayo de 1974, página 53, lo siguiente:
"Los Rothschild salieron de la judería de Francfort y a partir de 1800 Meyer Amschel, que fue el fundador de la fortuna de la familia, se convirtió en agente de la corte imperial de Francisco II. En 1811 fueron los financiadores de los estados aliados contra Napoleón y después de Waterloo, los mediadores del empréstito francés para el pago de las indemnizaciones de guerra. De los cinco hijos de Meyer Amschel, a su muerte el mayor quedó en Francfort mientras que los demás ocuparon todas las plazas importantes europeas: Solomón, Viena; Nathan, el mejor dotado según Schnerb, Londres; Jacob, llamado James, París y Karl, Nápoles. Los cinco acostumbrarán a reunirse anualmente en la ciudad libre imperial para hacer sus balances financieros.

Iglesia de Paysandú, totalmente destruida por la artillería y los cañones financiados por la banca Mauá, sucursal económica de la hebrea Banca Rothschild.


"En 1822 Nathan Rothschild realiza un empréstito a Brasil por dos millones de libras esterlinas. Este país se vincula estrechamente a la citada banca para terminar convirtiendo a la firma N. M. Rothschild e Hijos, en 1855, en agentes financieros del gobierno brasileño en Londres, como lo demuestra el documento publicado por Ortega Peña y Duhalde en su libro: "Felipe Varela contra el imperio británico". El Barón de Mauá, cuya penetración financiera en la Confederación Argentina nos proponemos historiar, fue socio de la Banca Rothschild en algunas de sus empresas. Así lo señala Lidia Besouchet en su libro: "Mauá y su época". ("Mauá, la Penetración Financiera en la Confederación Argentina", de Trinidad Delia Chianelli).
El tema de las financiaciones, no solamente la de los criminales masones que sitiaron con sus tropas la ciudad de Paysandú, por parte de la Banca Rothschild es largo y salpica a una cantidad muy grande de pseudopatriotas que condujeron guerras contra los propios argentinos para que los ruines obtengan ganancias llenas de sangre.
Se destaca, pues, y continuando con la Defensa de Paysandú, que para el 27 de Diciembre de 1864 los sitiadores llegaron a tener un total de 15.000 soldados, lo que inclinó en poco tiempo la balanza a su favor. Se dice que el caudillo federal de San Luis, Juan Saa, iba a ir en ayuda de los héroes defensores de la ciudad del Uruguay, pero aquél fue vencido y detenido en el combate de Río Negro por el caudillo colorado y prositiador Máximo Pérez, oriundo del departamento de Soriano. Y Justo José de Urquiza, el entrerriano, quedará como siempre en posición neutral sin importarle demasiado que maten a los federales orientales. Es más, Urquiza hará bárbaros negocios vendiendo miles de caballos de sus campos a las tropas que más tarde invadieron el Paraguay.
Cuando ya prácticamente estaba todo acribillado, en ruinas y polvoriento, el 31 de Diciembre de 1864 tiene lugar el asalto final sobre Paysandú. El ya ascendido a General Lucas Piriz muere en combate, defendiendo a sangre y fuego la ciudad. El también homenajeado como General, Leandro Gómez, resiste con unos pocos fieles, hasta la tarde del 2 de Enero de 1865. Hasta entonces, cabe decirlo, la bandera del Uruguay no dejó de flamear en la punta de la desvencijada Iglesia del poblado.






Una imagen histórica: el individuo situado en el extremo izquierdo es el General Leandro Gómez, junto a un puñado de defensores de cuño federal en pleno asedio contra Paysandú. Véase el detalle de las paredes destrozadas y los escombros en el suelo, producto de los "civilizadores" bombardeos. Las vestimentas paisanas que lucen los héroes es digna de respeto y admiración.


Los detalles del honorable final del General Leandro Gómez fueron expuestos por el desaparecido periódico "El Pueblo de Buenos Aires" en su edición del 11 de Enero de 1865. Vale la pena saberlo:
(...)
"El General [Gómez] dicta en un cuarto del cuartel de Guardias Nacionales situado en la plaza del pueblo, la contestación a que se alude y en que se le ofrecían en nombre de Flores [Venancio, General sitiador], Tamandaré; para él, sus oficiales y tropa, las más amplias garantías. Rodeaban hasta aquel momento al general hasta quince personas, entre jefes y oficiales. En estas circunstancias dos batallones brasileros que se hallaban muy próximos a la segunda trinchera, avanzan súbitamente sobre ella, y uno de ellos llega a penetrar en la plaza por entre las ruinas de la jefatura. Considerables fuerzas estrechan el recinto de aquella, aprovechando de la sorpresa y de la suspensión de las armas. En vano algunos jefes invocando el honor militar, reclaman a grandes voces el cumplimiento de la tregua, desde que aún no se había despachado al parlamento. Los asaltantes avanzan. Crece su muchedumbre. Ya no es posible la defensa. Dos jefes, uno oriental, y el otro brasilero penetran hasta el cuarto donde el General Gómez dictaba.
"Al verle le saludaron con palabras calurosas y dignas, asegurándole en nombre de sus respectivos generales, que él y la guarnición toda de Paysandú, serían respectados (sic). El general preguntó atentamente al jefe brasilero quien era, y contestó: "el comandante de la 2da. brigada de infantería de Río Grande". Entonces agradeció las seguridades que se le daban y dijo: "Señores, yo no pido nada para mí, he cumplido mi deber, pero si pido garantías para mis valientes compañeros". Tomándole el brazo enseguida los referidos jefes, salieron a la calle, acompañándoles los presentes con sus espadas ceñidas. A poco trecho, en dirección a la trinchera, se acercó el coronel florista Goyo Suárez, con un trozo como de 40 hombres montados y dirijiéndose a los que conducían el general les dijo: "¿A dónde llevan ustedes a ese hombre? ¿Hasta adonde han de llegar las condescendencias y los compadrazgos que hasta lo llevan del brazo? Entréguenlo ustedes a esos muchachos".
"Los custodios del general se negaron resueltamente á obedecer. "Está bien, repuso, Suárez, llévenselo, pero allá lo veremos".


Así quedó la Comandancia Militar de Paysandú por los criminales cañonazos y por la artillería que sitió durante un mes a los héroes orientales. Se avecinaba la Guerra de la Triple Alianza.


"En efecto siguieron adelante en dirección al puerto. Mas después de las fatídicas palabras que hemos consignado, la mayor parte de los que habían salido del cuartel, con el General se dispersaron, procurando, salvarse. Apenas la corta comitiva se hallaba como a dos cuadras y media del punto donde encontrara a Suárez vino a dar con un piquete de tropa brasilera, que custodiaba algunos brasileros. Allí se detuvo. El jefe brasilero se separó del general, diciendo que iba a comunicar con el suyo, y que en el acto volvería. A poco de haberse marchado, apareció un oficial oriental con algunos hombres de caballería, y reclamó a los prisioneros. El jefe que quedó acompañando al general, se resistió a entregarlos diciendo que estaban garantidos.
"El recién venido dijo que lo sabía y que ningún peligro corrían en sus manos, que tenía orden únicamente de llevarlos donde estaba su jefe y que no debían temer nada. Los primeros le fueron entregados. Entonces el General Gómez sin duda presntiendo que iba al sacrificio, se sacó el reloj de oro que llevaba y se lo regaló al gefe oriental que le había dado tan honrosa muestra de consideración. Éste lo aceptó, y levantándolo en alto dijo: "Señores, este reloj me lo regala el General Gómez". Lo cual el General confirmó diciendo: "Sí, señor, se lo regalo". Luego mirando un anillo que llevaba en el dedo, le hizo girar dos o tres veces, y se le oyeron estas palabras: "Éste debo llevarlo: vamos". Rodeados los prisioneros por el grupo de caballería marcharon. A corta distancia hicieron alto en la casa de Maximiliano Rivero. Allí estaba Goyo Suárez.
"Inmediatamente mandó ejecutar los prisioneros, desde el cuarto en donde se hallaban á la sazón D. Anastasio Rivero, hijo de D. Maximiliano, ha dicho al que escribe estos apuntes que el vió fusilar al General en los fondos de su casa; que murió con la nota en la mano, en la cual el Barón de Tamandaré y Flores, le ofrecían las garantías de que ya se ha hecho mención. Agrega D. Anastasio, que después de muerto el General, su cadáver fué horriblemente mutilado. La pluma se resiste a entrar en detalles que hacen estremecer el corazón. Con el General Gómez fueron sacrificados bárbaramente sus ayudantes, el Capitán Figueroa, del Salto, el Capitán José Eduvijes Acuña Salto, el Comandante Braga, de Mercedes, y el Capitán de artillería Fernández de Paysandú.
"Todo lo que antecede ha sido confirmado por varios individuos entre ellos, el Coronel García y el Capitán Pérez, de los que acompañaron al General Gómez hasta el momento de ser entregado a sus verdugos".

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