El 28 de diciembre de 2017 muere Fernando Birri padre del nuevo cine latinoamericano

Fernando Birri (1925-2017) fue un cineasta visionario
Un señor muy viejo con unas alas enormes

Por Luciano Monteagudo
para Pagina 12
Publicado el 28 de diciembre de 2017

Considerado el padre del Nuevo Cine Latinoamericano, el director de Tire dié y Los inundados falleció en la noche del miércoles en Roma, a los 92 años. Creó la mítica Escuela Documental de Santa Fe y, en Cuba, la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños.
Fernando Birri, un hombre pleno de humor y de ideas y entregado, hasta el último aliento, a la esperanza y la utopía. 

Como alguna vez lo describió su amigo, el poeta español Rafael Alberti, salió “de aquel río, de sus largos e internos litorales” y desde las orillas del Paraná de su Santa Fe natal se desplegó al mundo con su cine y su poesía, enraizada en el sur del continente americano, pero sin reconocer otra frontera que no fuera la de la imaginación. “Ciudadano del cosmos”, gustaba definirse a sí mismo. Fernando Birri –fallecido ayer a los 92 años en Roma, donde vivía-- fue una figura legendaria, padre del llamado Nuevo Cine Latinoamericano no sólo por algunos films que hicieron historia –empezando por el fundacional Tire dié (1958)-- sino también, y muy especialmente, por su eterna vocación docente, que comenzó muy temprano y de la que se nutrieron varias generaciones de todo el mundo.

Nacido en la ciudad de Santa Fe el 13 de marzo de 1925, Birri incursionó, siendo todavía niño, en el teatro de títeres y luego en la actuación y la poesía. El cine lo flechó con Ladrones de bicicletas (1948), de Vittorio de Sica. Descubrió el neorrealismo y, gracias a unos ahorros conseguidos como marinero de una barcaza del Paraná, sumados a una colecta de sus amigos, fue a estudiarlo a sus fuentes. En 1950 ingresó al Centro Sperimentale di Cinematografia de Roma, donde conoció no sólo a De Sica y a Cesare Zavattini sino también a un entusiasta grupo de latinoamericanos llegados con su mismo interés: el colombiano Gabriel García Márquez, el brasileño Nelson Pereira dos Santos, el cubano Tomás Gutiérrez Alea, que como el propio Birri todavía no eran quienes llegarían a ser. Allí filmó unos ejercicios en forma de cortometraje y unos años después estaba de regreso en Santa Fe, con una certeza: “No me cansaré de repetir que antes que un estilo cinematográfico el neorrealismo es una actitud moral”.

Lo que aprendió en Roma no sólo quiso ponerlo en práctica sino también difundirlo, compartirlo. Y lejos de la “cabeza de Goliat”, como llamaba Martínez Estrada a Buenos Aires, creó en la Universidad Nacional del Litoral (UNL) la hoy mítica Escuela Documental de Santa Fe. De allí sale, como un trabajo colectivo entre el docente y sus alumnos, el famoso Tire dié, un corto de apenas 33 minutos que se convirtió en piedra basal de una manera de ver la realidad, ausente tanto en el llamado “cine de los teléfonos blancos” como en las experiencias vanguardistas porteñas, antípodas en las que se dividía el cine argentino de entonces. En estas mismas páginas, Osvaldo Bayer describió espléndidamente ese film y su impacto: “Un documental sobre los niños pobres santafesinos. Yo cuando era chico había sido testigo de esa pobreza. Ya vivía en Buenos Aires, pero iba a pasar las vacaciones a Santa Fe. Y cuando el tren cruzaba el puente sobre las aguas a la entrada de esa ciudad se producía el acontecimiento. Llegaban corriendo los niños de los alrededores, pobrísimos, e iban acompañando el tren que disminuía su marcha. Ellos iban saltando por los durmientes, gritándoles a los pasajeros que abrían las ventanillas para mirarlos, ‘tire dié’ para que les arrojaran una monedita de diez centavos con las cuales podían comprarse un pancito en aquellos tiempos. Los pasajeros hacían puntería con las monedas de manera que pudieran ser alcanzadas por las manos de esos arriesgados pedigüeños de pantaloncitos parchados. Como pasajero fui testigo de todo eso, muerto de miedo yo, pensando que esos niños podían tropezar con los durmientes y caer a las aguas profundas. Todo un espectáculo y Birri lo filmó para la eternidad de esos momentos argentinos”.

            Al año siguiente, impulsado por su amor por el dibujo y la pintura (otra de las prácticas artísticas que cultivó), Birri encontró un cómplice en León Ferrari, que fungió como productor, y se atrevió con un film de animación, La primera fundación de Buenos Aires (1959), sobre la desopilante ilustración que hizo el recordado Oski de la crónica de Ulrico Schmidel. El corto, de 35 minutos, pasó inadvertido en el Festival de Cannes, pero tres años después Birri tendría revancha en la Mostra de Venecia, donde resultó premiado su primer largometraje de ficción, Los inundados (1962), que es también, como Tire dié, un mojón no sólo del cine argentino sino latinoamericano.

Con un estilo que por realista no reniega del humor y la picaresca, Birri narraba en su opera prima una historia que tristemente sigue siendo actual en Santa Fe, salvo por el hecho de que ahora ni siquiera hay trenes de carga: la de una familia muy pobre que, corrida por las aguas, busca refugio en un vagón de ferrocarril. Afecto a la reflexión teórica como inseparable compañera de la praxis, Birri redacta entonces uno de sus tantos manifiestos, que ya en su título es toda una declaración de principios: “Por un cine nacional, realista, crítico y popular”.

            Su influencia comienza a cobrar dimensión continental. En compañía del productor Cacho Pallero, en 1964 ayuda a fundar la Escuela Documental de San Pablo, en Brasil, de la que saldrían cineastas de la talla de Geraldo Sarno y Vladimir Carvalho. Luego viaja a México, donde se reencuentra con García Márquez, y de allí salta a Cuba, donde por falta de recursos no alcanza a desarrollar una unidad de cine-móvil, con la que pretendía recorrer la isla. Vuelve a Roma, donde inicia un proyecto de coproducción con Argentina, a partir de una novela de Vasco Pratolini, pero la dictadura militar de Juan Carlos Onganía la aborta y Birri se queda en Italia, donde inicia un film monumental, que le llevaría más de diez años de trabajo y que refleja el desgarro del exilio: ORG (1967-1979). Restaurado por el Forum del Cine Joven de la Berlinale, en febrero pasado, y luego exhibido en abril en el Bafici, ORG era considerado por Birri un “Manifiesto del Cosmunismo o Comunismo Cósmico” y abogaba por “un cine cósmico, delirante y lúmpen”.
García Márquez y Birri en San Antonio de los Baños, Cuba, 1986.

 Siempre saltando de un lado al otro a causa del exilio (“Los golpes de estado son más veloces que yo”, solía decir), en 1982  Birri creó en España el Laboratorio Ambulante de Poéticas Cinematográficas, del que salió su documental Rafael Alberti, retrato del poeta (1984), donde recuperaba una amistad que venía de 1950, cuando se habían conocido en Buenos Aires. Le siguió el corto Remitente Nicaragua: carta al mundo (1985) y el largo Mi hijo el Che (1985), sobre Ernesto Guevara Lynch, “doble retrato, donde retratando al padre se retrata al hijo”, en palabras del propio Birri.

            Entretanto, se reencuentra con la nueva Argentina democrática, pero vuelve a poner proa hacia Cuba, donde encara junto a su amigo Gabo uno de sus proyectos más ambiciosos, todavía vigente: la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños. Inaugurada en diciembre de 1986, con Francis Ford Coppola entre los invitados en primera fila, la Escuela también tiene su manifiesto, titulado “Por un cineteleasta de Tres Mundos en el 2000: Trabajadores de la luz”, que concluye con una invocación: “Larga vida a la Utopía del Ojo y de la Oreja”.

Pleno de energía, simultáneamente Birri se lanzó al rodaje de Un señor muy viejo con unas alas enormes, adaptación del relato homónimo de Gabriel García Márquez que culminaría recién en 1988. Una década más tarde, le seguiría el documental El siglo del viento (1999), basado en el tercer volumen de Memoria del fuego, de Eduardo Galeano y con el propio Galeano como narrador, un film en su momento muy castigado por la crítica, que vio allí una mirada ingenua y anquilosada de América latina. Su último largometraje, El Fausto criollo (2011), adaptación de la sátira gauchesca de Estanislao del Campo, no llegó siquiera a estrenarse. Sin embargo, en el documental Ata tu arado a una estrella, que Carmen Guarini estrenó en noviembre pasado en el Festival de Mar del Plata, se veía a Birri en Roma como siempre fue: un hombre feliz, pleno de humor y de ideas y entregado, hasta el último aliento, a la esperanza y la utopía.

Fernando Birri por Rafael Alberti

Saliste de aquel río,

de sus largos e internos litorales.

En donde casi pierde las orillas.

gran Paraná argentino,

de ciudades y selvas,

insomnes yacarés, pájaros arcoiris,

troncos resbaladores por sus aguas,

hombres en soledad o fustigados.

Todo aquello por siempre permaneció en tus ojos

hasta el día en que luego, algo más tarde,

lo volcaste en la luz, en las movidas

susurrantes penumbras de las sales del mundo.

Hoy,

con tus llovidas barbas de monje tibetano.

Tu recogida trenza y altura conseguida,

puedes mirar, mirarte

y ver cómo te miran y sienten al unísono

en tus vivos espacios de imágenes tangibles.

Rafael Alberti, Madrid, 1983

Fuente

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Muere Fernando Birri, padre del nuevo cine latinoamericano

Por Mar Centenera
para El País (España)
Publicado el 29 de diciembre de 2017

El argentino Fernando Birri, el utópico andante, padre del nuevo cine latinoamericano, murió a los 92 años en Roma, donde vivía con su mujer. Su fallecimiento, debido a un paro cardiorrespiratorio, tuvo lugar en su casa a última hora del miércoles, según informaron allegados al director.

Birri nació en la ciudad de Santa Fe, casi 400 kilómetros al norte de Buenos Aires, el 13 de marzo de 1925. Procedente de una familia de artistas santafesinos, Birri destacó primero como pintor, poeta y tirititero antes de decantarse por el cine. En 1950 viajó a Italia para ingresar en el Centro Sperimentale de Cinematografía de Roma, con Vittorio De Sica y Luigi Chiarini como su grandes influencias.

Imbuido de cine social, Birri regresó a Argentina en 1956 y creó el Instituto de Cinematografía de la Universidad Nacional del Litoral en su ciudad natal, donde dio sus primeros pasos como director. Primero, con el documental Tire Dié (1960) y un año más tarde con la ficción Los Inundados, ganadora del Festival de Venecia como mejor opera prima. "Y ahora... quién sabe cuándo vendrá inundación", se lamentaba el protagonista de la película, Gorosito Gaitán, en la escena final. Lo que iba a llegar era un cambio de rumbo del cine de América Latina, al que con los años se sumaron directores como el brasileño Glauber Rocha, el cubano Tomás Gutiérrez Alea y el chileno Raúl Ruiz, entre otros.

Como formador de cineastas, intensificó el trabajo iniciado en Santa Fe en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de Los Baños de Cuba, que fundó junto a Gabriel García Márquez en 1986. Dos años después, adaptó un cuento del Nobel colombiano Un señor muy viejo con unas alas enormes y fue director de la escuela hasta los noventa.

Se nos fue el padre del documental latinoamericano, Fernando Birri, aquí junto a George Lucas y Coppola. Para muchos él más grande referente artístico y ético del cine de nuestro continente. No puedo evitar la tristeza, se sube al tren y parte con sus inundados para siempre. pic.twitter.com/hNhEXZaw2G

— Juan Chiesa (@chiesajuan) 28 de diciembre de 2017
La filmografía de Birri está cruzada por el compromiso social a través de una gran variedad estética y estilística que incluye documentales biográficos -como Rafael Alberti, un retrato del poeta (1983); Mi hijo el Che - Un retrato de familia de don Ernesto Guevara (1985) y Che: ¿muerte de la utopía?- ficciones y películas experimentales como Org (1976). Además de filmar, mantuvo su afición a la escritura y a la pintura. "Es un artista del Renacimiento en el siglo XXI", lo definió el boliviano Humberto Ríos tras rescatar su figura en 2013 en el documental El utópico andante. 

En 2008 Birri donó toda su obra, incluidas películas y escritos a un fondo con su nombre en la Biblioteca de la Universidad de Brown, asociada con la Rhode Island School of Design de Estados Unidos. En 2011 firmó su último largometraje, Fausto criollo, y anunció que saldaba así la vieja deuda de dirigir una película de temática histórica. Alejado de la dirección, dos años después aceptó protagonizar Paisajes devorados, la última película de Eliseo Subiela, fallecido en 2016.

"Para muchos él más grande referente artístico y ético del cine de nuestro continente. No puedo evitar la tristeza, se sube al tren y parte con sus inundados para siempre", escribió en las redes sociales el realizador Juan Chiesa. "Abrió los caminos de un nuevo cine latinoamericano que asumiendo su identidad, reflejó y marcó las luces y sombras de la región a través de los inconfundibles cineastas y sus películas surgidas de la influencia de quien se convirtió en el gran maestro", señaló la asociación Directores Argentinos Cinematográficos en un comunicado.

Fuente

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Fernando Birri: "Lo nuevo no existe, hay que fundarlo"

Por Arantza Elu
para El País (España)
Publicado el 15 de diciembre de 1982

Fernando Birri tenía diez años cuando fundó en Argentina El Retablillo de Maese Pedro, un teatro de títeres ambulante. Fue en 1935. Hoy, nuevas experiencias artísticas y cinematográficas deben su paternidad a este hombre, que se confiesa atraído por lo nuevo. Y el cine latinoamericano, por el que apostó, desde la escuela de Santa Fe, su ciudad en Argentina, tiene ya veinticinco años de historia. Desde Bilbao, donde ha actuado como miembro del jurado internacional en el 24º Festival de Cortometraje y Documental y ha exhibido su cinematografía -Tire die, La pampa gringa, Org...-, reflexiona sobre su permanente búsqueda, que le mueve a decir: "El lenguaje del cine se ha quedado atrás".


"A mí me gusta lo nuevo; como lo nuevo no existe, hay que fundarlo". La idea de Birri explica la génesis de su obra y, en definitiva, su trayectoria vital. Con ella nacieron la Escuela de Cine de Santa Fe y el documental Tire die, Ia primera encuesta social filmada en Latinoamérica en 1958"."Estábamos en los principios del cine latinoamericano, aunque en aquel momento no lo veíamos tan claro, pero sabíamos que nuestro trabajo respondía a las exigencias del momento. Había algo muy sutil en el pasado que nos movía a interpretar el aire del presente. Es un momento en el que se plantean muchas preguntas que nunca tienen respuesta. Yo no creo en las cosas hechas, en las recetas. A veces no hay más remedio: se sabe lo que no hay que hacer y se desconoce lo que hay que hacer".

Birri y sus colaboradores rechazaban en aquel momento el cine "populista y culterano" dominante en Latinoamérica, y se manifestaban a favor de un cine "nacional, realista y crítico".

Fuente: elpais.com

El cine nunca duerme

Por Carlos Marañon
para El País (España)
Publicado el 11 de diciembre de 2010

Casi como en la aldea de Astérix. Rodeada de tentaciones y herida de muerte por un sistema político que agoniza, la utopía resiste aún en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños (EICTV), un reducto, casi un búnker para sueños a unas pocas decenas de millas de Estados Unidos , con su Hollywood, su televisión por cable y sus dólares.


Hasta 1986, San Antonio era la villa de nacimiento del cantautor Silvio Rodríguez. Entonces llegó un grupo de intelectuales encabezado por Gabriel García Márquez y Fernando Birri. Allí crearon la Fundación Nuevo Cine Iberoamericano, una escuela donde el cine social se ha hecho fuerte incluso a pesar de las estrecheces de la vida en Cuba . Hoy, esta tranquila población de 50.000 habitantes que ofrece el respiro que da el campo a los países en crisis, a escasos 40 kilómetros de La Habana (aunque los kilómetros cubanos, como las horas cubanas, miden distinto), está en el mapa gracias al cine.

A la escuela se llega antes preguntando que siguiendo las escasas señales, desesperantes como en el resto de la isla. Entre prados abandonados y vegetación tropical nos aguarda un edificio racionalista (el toque soviético aguanta), al que se accede como si fuese una embajada. Más de 100 estudiantes internos de todo el mundo (los eicetevianos, habitantes de este universo cinéfilo, divertido, solidario y pedante) y otros alumnos de talleres temporales mantienen, junto a los profesores y el personal de la escuela, la llama de la utopía cinéfila en la isla. Ayudan las frases que los visitantes célebres dejan en las paredes -"love what you do" (ama lo que haces), dejó un soso Spielberg- y que compiten con las de los alumnos. Aquí estudiaron los cineastas españoles más solitarios, Benito Zambrano (Solas) y Jaime Rosales (La soledad), entre otros ilustres del cine latinoamericano actual.

Arte que no descansa
La escuela mantiene el espíritu libre gracias a las proyecciones en la sala Glauber Rocha, y también a la piscina, casi olímpica, que regaló Francis Ford Coppola a la institución tras garabatear en sus muros: "Art never sleeps" (el arte nunca duerme). Entre ambos polos oscilan estudiantes y maestros en esta especie de Gran Hermano cinemaniaco sin nominaciones en el que viven, algo ajenos a los problemas que azotan al país. Las palmeras de la utopía cinéfila no les dejan ver la Cuba real. El mundo les espera.

Hemos visto poco de Cuba a través del cine, y no porque el cine cubano no sea digno. La razón es sencilla: conocemos el mundo gracias al cine norteamericano, y las cámaras de Hollywood prácticamente no entran en Cuba desde la revolución, en 1959. La isla es suplantada por paisajes caribeños de Florida o por la República Dominicana en filmes como El padrino II, recreando la caída de Batista, o Havana, con Robert Redford. Carol Reed fue el último: logró permiso para rodar Nuestro hombre en La Habana en 1959 tras la llegada de los barbudos de Fidel Castro a la capital. Por delante del Capitolio pasea, acalorado, Alec Guinness, que se refresca en el mismísimo Tropicana; mientras el Malecón habanero luce casi idéntico a hoy, sin derrumbe alguno.

Pero hay vida para el cinéfilo lejos del cine made in USA: desde San Antonio de los Baños, la utopía se devuelve al mundo en forma de películas de sus antiguos alumnos, pero también se esparce en escenarios físicos como los cines de La Habana, que resisten, cochambrosos, con un público que a nuestros ojos parece de cine de verano y que todavía va a las salas como la única salida a cualquier día gris. Aguantan en pie cines como el Karl Marx, en Miramar; o el Yara, tan kitsch en pleno barrio del Vedado, junto al concurridísimo hotel Habana Libre; o el pintoresco Payret, frente al Capitolio, con sus rótulos a la americana y sus letras corpóreas de los años cincuenta, de cuando Spencer Tracy aún rodaba por aquí, en la cercana bahía de Cojímar, la adaptación de la novela de Hemingway El viejo y el mar.

Wim Wenders, en su paseo musical por Cuba , además de mostrar un Malecón cadencioso, como el de los dibujos de Juan Padrón en el filme animado Vampiros en La Habana, nos dejó la estampa de la Escuela Nacional de Danza, en Prado (paseo Martí), un edificio colonial de amplios ventanales, rescoldos de esplendor para Buenavista Social Club. Más allá del Malecón, Fresa y chocolate, de Tomás Gutiérrez Alea, Titón, y Juan Carlos Tabío, nos lleva a tomar helado junto a dos homosexuales en apuros por la represión castrista en Coppelia, postre ineludible de la ciudad. La ruta cinéfila por La Habana acaba, cómo no, en su necrópolis: en el cementerio de Cristóbal Colón se embarulla otra de las más grandes comedias de Alea: La muerte de un burócrata se reía entre dientes de la estupidez del Vuelva usted mañana del régimen.

Fuente: elpais.com

Hasta siempre, Fernando Birri, cineasta de los sueños

Por Violeta Bruck
para La Izquierda diario
Publicado el 28 de diciembre de 2017

Cineasta, poeta, artista, documentalista, actor, militante, pionero, titiritero, escritor, agitador, amigo, maestro, compañero, todas estas palabras y más caben en la descripción de Fernando Birri, un artista argentino comprometido con su tiempo, que sin duda dejó una huella e influencia enorme para muchas generaciones.

Luego de realizar estudios en Roma en el Centro Sperimentale di Cinematografía, en 1956 regresó a Santa Fe para fundar el Instituto de Cinematografía de la Universidad Nacional del Litoral. Esta escuela se caracterizó por estar orientada principalmente al cine documental, basada en conceptos que incorporó del Neorrealismo Italiano. Allí, junto a sus estudiantes, en 1959 realizan el cortometraje Tire Dié que marca el inicio de un nuevo cine argentino (político, militante, comprometido o revolucionario, según lo llame cada quien) y es parte de los primeros impulsos del movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano. En este film presentado como la "primer encuesta social filmada" se registra la acción de los niños que corren el tren pidiendo que le tiren unas monedas, a través de esta acción la mirada se amplía para dar cuenta de un contexto social de profunda desigualdad basada en datos estadísticos que fortalecen también la denuncia. Tanto la forma de realización, colectiva y en el marco de un proceso de aprendizaje, como la temática elegida y el punto de vista crítico y comprometido, constituyen una irrupción singular y original en el panorama del cine nacional de la época inmerso en los códigos de la industria. Es la primera vez que se plantea una realización independiente de este tipo.

La experiencia de la escuela del litoral aporta una formación crítica y se aborda la realización cinematográfica desde un punto de vista de compromiso ideológico que a partir del análisis de la realidad toma partido por los explotados y oprimidos. Otra producción destacada de la escuela es la ficción Los inundados (1961), con gran influencia del neorrealismo italiano esta película logró conquistar una importante audiencia.

La filmografía de Birri está cruzada por una variedad estética y estilística muy grande, comprometido con las luchas latinoamericanas y el antimperialismo, con un cuestionamiento político y estético a la maquinaria de Hollywood. Documental, ficción, películas experimentales, cortos, largos, entrevistas y puestas teatrales, todas las formas posibles dan lugar a su poesía. Como formador continuó el trabajo pionero de Santa Fe en la Escuela Internacional de Cine y Video de San Antonio de los Baños, Cuba. Entre sus enseñanzas plantea el cuestionamiento a los géneros que encasillan el cine y así aporta nuevas formas como el Doc Fic o Fic Doc, donde la ficción y el documental se entremezclan y entrelazan, se funden, porque lo que importa no es encasillar al cine sino liberarlo.

Como rescata la película "BirriLata" Fernando llena de entusiasmo a nuevas generaciones de jóvenes realizadores a quienes convoca a soñar, a enfrentar el imaginario de la ideología dominante y a convertirse en "militantes de la imagen". Desafía a las nuevas generaciones de cineastas con una pregunta "¿Y cuáles son los sueños que aún no hemos soñado?"

Desde hace ya varios años en Argentina una nueva generación de cineastas y documentalistas se identifica y referencia con su experiencia. Para la muestra por los 10 años de DOCA (Documentalistas Argentinos) en 2016 Fernando envió un emotivo mensaje en video y el 27 de mayo de este año, para el día del documentalista se le realizó un homenaje en el Cine Gaumont en donde se proyectó la película Los Inundados restaurada. Para esta ocasión envió unas palabras y retomando parte de sus escritos en el primer Manifiesto de Santa Fe remarcó:

"A mediados de los años 50 (para la precisión en 1955) cuando en nuestra Argentina ni se sabía muy bien lo que se entendía con la palabra “documental”, supimos escribir: “Tal la función revolucionaria del documental social en Latinoamérica. Al testimoniar como es nuestra realidad –nuestra subrealidad, nuestra infelicidad-la niega. Reniega de ella. La denuncia, la enjuicia, la critica, la desmonta. Porque muestra las cosas como son, irrefutablemente (y no como nos quieren hacer creer que son). Y el cine que se haga cómplice de esta mentira, de este subdesarrollo que denunciamos, es subcine. Como equilibrio a esta función de “negación”, el documental cumple otra de afirmación de los valores positivos de esa sociedad: de los valores del pueblo. Sus reservas de fuerzas, sus trabajos, sus alegrías, sus luchas, sus sueños”. Y si hoy lo recordamos, atropellado por tantos y tantos bellos y valientes documentales actuales que ennoblecen la cinematografía nacional, es sólo para confirmar –desafiando cualquier burocrático enfrentamiento- la salud de nuestras cámaras y grabadoras..."

Y agregando una reflexión sobre la situación actual de ataques y recortes al cine nacional e independiente que encontró este año una comunidad movilizada sumó una importante definición para los tiempos que corren: "..."la cultura es un derecho y no un negocio de las grandes productoras” y ergo que nuestro cine debe estar en manos de sus realizadores y trabajadores audiovisuales."