16 de diciembre de 1832. Carta de Rosas a Quiroga

Buenos Aires, 16 de diciembre de 1832.

Mi amigo querido.

Por la copia inclusa de la carta que he recibido del señor Ibarra verá usted que resucita la idea de la convocación de un congreso,1 bien que no es todavía sino una opinión que se somete a discusión por las vías confidenciales que son justas y decentes, pero no he podido menos que extrañar que el señor Ibarra se refiera a la conferencia que tuvo con el señor Cavia, porque si no ha emitido opiniones propias, las mías se las expliqué antes de su salida de un modo muy claro.

Además en punto a Congreso las instrucciones dadas al señor Cavia son terminantes. Copio a usted los artículos para que por ellos tome una idea del sentido en que ha debido trabajar en los pueblos del tránsito: a la letra son como siguen: "4º Que mientras que las Provincias de la República no hubiesen organizado su sistema representativo y afianzado su administración interior; mientras no hubiesen calmado las agitaciones internas y moderádose las pasiones políticas que la última guerra ha encendido y mientras la relación que tomen las relaciones sociales y de comercio bajo los auspicios de la paz no indique claramente los principales puntos de interés general que deben ocupar nuestra atención y facilite los medios de expedirse, cree el Gobierno de Buenos Aires que sería funesto a los intereses de todos empeñarse en la reunión de un Congreso Federativo porque no podríamos contar en la elección de representantes con la imparcialidad y cordura que deben presidir a una obra de tanta trascendencia. 5º Que siendo el sistema Federal un ensayo administrativo que tiene contra sí no solamente el poder de los hábitos contraídos en el período de la revolución, en que ha prevalecido con más o menos duración el sistema de unidad y las opiniones de un número considerable de ciudadanos que aún no han perdido del todo el influjo de su posición social, sino también los intereses de los Gobiernos de las Repúblicas limítrofes y continentales, exige la prudencia un perfecto y fraternal acuerdo de todas las autoridades de la Nación para señalar la época conveniente y para ocuparse en una constitución que no quede expuesta a fracasar como las anteriores; pues que será necesariamente combatida por rivales poderosos y situados a donde no puede llegar la acción de nuestras leyes.' Esta oposición inevitable debe tenerse muy presente tanto para no precipitar incautamente la reunión de un Congreso sin Haber antes neutralizado cuanto pudiese corromperlo o extraviarlo, como para trabajar en el sentido de que no se dé un solo paso respecto a su formación sin que sea sostenido por la opinión uniforme de todas las Provincias y por. la convicción común de los jefes que las rigen a fin de que en el sentimiento compacto de la República una base sólida de la constitución resista y triunfe de la intriga y pretensiones de los que profesan distintas doctrinas, y sobre todo para que no llegue el caso de que por no haberse examinado profundamente la verdadera situación de la República, y por no haberse nivelado juiciosamente las conveniencias de cada Provincia antes de constituir la Nación, se renueven entre los Argentinos bajo la forma Federativa, los estragos y horrores de que muchos años hace es víctima deplorable la República de Guatemala. De estos principios que reglan la política del Gobierno de Buenos Aires, el señor Cavia podrá deducir oportunamente todas las reflexiones con que pueden ampliarse para convencer que lejos de considerar un bien el que el Estado persevere todavía inconstituído después de los heroicos sacrificios hechos por conseguirlo, lo considera un gran mal en todas sus relaciones nacionales pero que balanceados con la disolución que acarrearía el conato de constituir, al país antes de su sazón y antes de remover inconvenientes que han nacido de la misma guerra civil, se resigna sin. trepidar, al contra sí no solamente el poder de los hábitos contraídos en el período de la revolución, en que ha prevalecido con más o menos duración el sistema de unidad y las opiniones de un número considerable de ciudadanos que aún no han perdido del todo el influjo de su posición social, sino también los intereses de los Gobiernos de las Repúblicas limítrofes y continentales, exige la prudencia un perfecto y fraternal acuerdo de todas las autoridades de la Nación para señalar la época conveniente y para ocuparse en una constitución que no quede expuesta a fracasar como las anteriores; pues que será necesariamente combatida por rivales poderosos y situados a donde no puede llegar la acción de nuestras leyes.' Esta oposición inevitable debe tenerse muy presente tanto para no precipitar incautamente la reunión de un Congreso sin Haber antes neutralizado cuanto pudiese corromperlo o extraviarlo, como para trabajar en el sentido de que no se dé un solo paso respecto a su formación sin que sea sostenido por la opinión uniforme de todas las Provincias y por. la convicción común de los jefes que las rigen a fin de que en el sentimiento compacto de la República una base sólida de la constitución resista y triunfe de la intriga y pretensiones de los que profesan distintas doctrinas, y sobre todo para que no llegue el caso de que por no haberse examinado profundamente la verdadera situación de la República, y por no haberse nivelado juiciosamente las conveniencias de cada Provincia antes de constituir la Nación, se renueven entre los Argentinos bajo la forma Federativa, los estragos y horrores de que muchos años hace es víctima deplorable la República de Guatemala. De estos principios que reglan la política del Gobierno de Buenos Aires, el señor Cavia podrá deducir oportunamente todas las reflexiones con que pueden ampliarse para convencer que lejos de considerar un bien el que el Estado persevere todavía inconstituído después de los heroicos sacrificios hechos por conseguirlo, lo considera un gran mal en todas sus relaciones nacionales pero que balanceados con la disolución que acarrearía el conato de constituir, al país antes de su sazón y antes de remover inconvenientes que han nacido de la misma guerra civil, se resigna sin. trepidar, al tiempo, a la prudencia y a la utilidad que resulte de una madura circunspección sobre este gran negocio".

Después de la época en que se dictaron los artículos anteriores los sucesos han venido a ratificar mis principios. La conjuración de Salta, los amagos de los refugiados a nuestras fronteras y las mismas invasiones de los salvajes que absorben toda la atención de los Gobiernos manifiestan cuán distantes estamos de ese grado de reposo y seguridad que necesitamos para ocuparnos en perfeccionar nuestra organización.

He contestado al señor Ibarra con la franqueza que acostumbro, explicándole mis opiniones respecto a la formación de un Congreso; y satisfecho de que usted opina-como yo, confío en que contribuirá por su párte a que haya prudencia y espera para no correr el riesgo de nuevos trastornos.

Que usted goce de salud, y que me mande son los deseos de su afectísimo amigo.